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| DÍA 4 DE OCTUBRE
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| . | Véase más abajo los textos de la Misa y Oficio de San Francisco.
* * * Santa Áurea de París. El año 633, san Eloy, obispo de Noyon-Tournai, puso a Áurea como abadesa del monasterio de San Marcial, que él mismo había fundado en París bajo la Regla de San Columbano. Áurea gobernó santamente el monasterio, que llegó a tener trescientas monjas, por espacio de 33 años, o sea, hasta su muerte acaecida el año 666 en una epidemia que se llevó a más de 150 religiosas. San Petronio de Bolonia. Pertenecía a una distinguida familia romana y ejerció altos cargos en la administración civil de las Galias. Sufrió una crisis espiritual y decidió cambiar el rumbo de su vida. Se ordenó de sacerdote y en torno al año 432, muerto san Félix, obispo de Bolonia, le sucedió en la sede episcopal. Reconstruyó iglesias y monasterios, y enseñó con sus escritos y su ejemplo los deberes de los obispos. Murió a mediados del siglo V. Beatos Cristóbal Pérez del Barrio y 8 compañeros mártires. Desencadenada la persecución religiosa en España, el asilo-hospital infantil de los Hermanos de San Juan de Dios de la Malvarrosa, poblado marítimo de Valencia, fue incautado por los milicianos comunistas el 23 de julio de 1936. Bajo sus órdenes permanecieron allí los religiosos cuidando a los niños hasta que, el 4 de octubre de 1936, por la noche, los llevaron a la playa de la Malvarrosa y allí los fusilaron mientras gritaban: «¡Viva Cristo Rey!». Antes, el 7-VIII-1936, habían martirizado a otros dos miembros de la comunidad. Beatificados el 13-X-2013. Damos los nombres de los nueve mártires, con indicación del lugar y año de su nacimiento. Cristóbal Pérez, Palencia 1864. Leandro Aloy, Bétera (Valencia) 1872. Cruz Ibáñez, Sabiñán (Zaragoza) 1886. Leopoldo de Francisco Pío, Caravaca (Murcia) 1877. Feliciano Martínez, Taberno (Almería) 1863. Juan José Orayen, Osacar (Navarra) 1899. José Miguel Peñarroya, Forcall (Castellón) 1908. Publio Fernández, Otero de las Dueñas (León) 1908. Avelino Martínez de Arenzana, Barcelona 1898. San Quintín. Murió mártir en el territorio de Tours (Francia) en el siglo VI. Beato Enrique Morant Pellicer. Nació en Bellreguart, provincia de Valencia (España), el año 1908. Empezó los estudios de arquitectura en Madrid, pero no tardó en pasarse al seminario diocesano de Valencia. Ordenado de sacerdote en 1933, lo destinaron a la parroquia de Barx, en la que fue un modelo para sus feligreses y en la que desarrolló un gran apostolado. Tras las elecciones de febrero de 1936, las autoridades civiles lo obligaron a salir de su parroquia, y marchó al Grao de Valencia. Desatada la persecución religiosa, lo detuvieron los milicianos en su casa natal, donde se había refugiado, y lo fusilaron en el término municipal de Xeraco (Valencia) el 4 de octubre de 1936. Beato Francisco Javier Seelos. Nació en Füssen (Baviera) el año 1819. Estudió en la Universidad de Munich, y en 1842 ingresó en el seminario diocesano de Augsburgo. Conoció a los Redentoristas de Norteamérica y se unió a ellos para ejercer el apostolado entre los inmigrantes alemanes de aquel país. Ya en América hizo la profesión religiosa y recibió la ordenación sacerdotal en 1844. Se dedicó a la formación de sus religiosos jóvenes, a la vez que desarrollaba un amplio apostolado parroquial, atento a las necesidades de los niños, los jóvenes y los inmigrantes, lo que armonizaba con la atención a las misiones. Murió en Nueva Orleans (USA) en 1867. Beato José Canet Giner. Nació en Bellreguart (Valencia, España), el año 1903. De pequeño ingresó en el seminario diocesano y en 1930 se ordenó de sacerdote. Lo enviaron a ejercer el ministerio parroquial en los pueblos de Catamarruch y Margarida, provincia de Alicante y diócesis de Valencia, en los que dio ejemplo de humildad, celo apostólico, amor a la pobreza evangélica; fomentó la catequesis y la devoción al Corazón de Jesús y a la Virgen. Al llegar la revolución de 1936, marchó a casa de sus padres, y allí lo detuvieron los milicianos el 4 de octubre de 1936, que seguidamente lo fusilaron en el término municipal de Gandía (Valencia). Beata Martina Vázquez. Nació en Cuéllar (Segovia) en 1865. Ingresó en las Hijas de la Caridad en 1896. En los hospitales y escuelas a que la destinaron destacó por su coraje a favor de los pobres y de las personas necesitadas: niños, madres, enfermos, soldados heridos en África, etc. Era de fe firme, carácter abierto, valiente, creativa y tenía un gran sentido del humor. Ocupó diversos cargos de gobierno y de consejo. Cuando estalló la persecución, estaba en Segorbe (Castellón), los milicianos encerraron a las hermanas en una casa vacía, donde vivían como presas, y el 4 de octubre de 1936 la martirizaron en Algar de Palancia (Valencia). Beatificada el 13-X-2013.
PARA TENER EL ESPÍRITU DE ORACIÓN Y DEVOCIÓN Pensamiento bíblico: Así dice el Señor: «El cielo es mi trono, y la tierra, el estrado de mis pies: ¿Qué templo podréis construirme o qué lugar para mi descanso? Todo esto lo hicieron mis manos, todo es mío -oráculo del Señor-. En ése pondré mis ojos: en el humilde y el abatido que se estremece ante mis palabras» (Is 66,1-2). Pensamiento franciscano: Omnipotente, altísimo, bondadoso
Señor, Orar con la Iglesia: Al celebrar la memoria de San Francisco, que dejó la herencia paterna para tener sólo a Dios por padre y a sus hijos por hermanos, imploremos desde nuestra pobreza la misericordia y la bondad de Dios nuestro Padre. - Para que los cristianos seamos instrumentos de su paz. - Para que donde haya odio, pongamos amor; donde haya ofensa, perdón, y donde haya discordia, unión. - Para que donde haya error pongamos verdad; donde haya duda, fe; donde haya desesperanza, esperanza. - Para que donde haya tinieblas pongamos luz; donde haya tristeza, alegría. - Para que no busquenos tanto ser consolado como consolar; ser comprendidos, como comprender; ser amados, como amar. Oración: Escucha nuestras súplicas, Dios Padre todopoderoso, y concédenos sentir los efectos de tu bondad por intercesión de tu siervo Francisco. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén. * * * MENSAJE DE SAN FRANCISCO DE
ASÍS Queridos hermanos y hermanas: Hace ocho siglos, la ciudad de Asís difícilmente habría podido imaginar el papel que la Providencia le asignaba, un papel que hoy la convierte en una ciudad tan famosa en el mundo, un verdadero «lugar del alma». Le dio este carácter el acontecimiento que tuvo lugar aquí y que le imprimió un signo indeleble. Me refiero a la conversión del joven Francisco, que después de veinticinco años de vida mediocre y soñadora, centrada en la búsqueda de alegrías y éxitos mundanos, se abrió a la gracia, volvió a entrar en sí mismo y gradualmente reconoció en Cristo el ideal de su vida. Mi peregrinación de hoy a Asís quiere recordar aquel acontecimiento, para revivir su significado y su alcance. Me he detenido con particular emoción en la iglesita de San Damián, en la que san Francisco escuchó del Crucifijo estas palabras programáticas: «Ve, Francisco, y repara mi casa» (2 Cel 10). Era una misión que comenzaba con la plena conversión de su corazón, para transformarse después en levadura evangélica distribuida a manos llenas en la Iglesia y en la sociedad. En Rivotorto he visto el lugar donde, según la tradición, estaban relegados aquellos leprosos a quienes el santo se acercó con misericordia, iniciando así su vida de penitente, y también el santuario donde se evoca la pobre morada de san Francisco y de sus primeros hermanos. He pasado por la basílica de Santa Clara, la «plantita» de san Francisco, y esta tarde, después de la visita a la catedral de Asís, iré a la Porciúncula, desde donde san Francisco guió, a la sombra de María, los pasos de su fraternidad en expansión, y donde exhaló su último suspiro. Allí me encontraré con los jóvenes, para que el joven Francisco, convertido a Cristo, hable a su corazón. En este momento, desde la basílica de San Francisco, donde descansan sus restos mortales, deseo hacer mías sobre todo sus palabras de alabanza: «Altísimo, Omnipotente, buen Señor, tuyas son la alabanza, la gloria y el honor y toda bendición» (Cánt 1). San Francisco de Asís es un gran educador de nuestra fe y de nuestra alabanza. Al enamorarse de Jesucristo, encontró el rostro de Dios-Amor, y se convirtió en su cantor apasionado, como verdadero «juglar de Dios». A la luz de las bienaventuranzas evangélicas se comprende la bondad con que supo vivir las relaciones con los demás, presentándose a todos con humildad y haciéndose testigo y constructor de paz. Considero mi deber dirigir desde aquí un apremiante y urgente llamamiento para que cesen todos los conflictos armados que ensangrientan la tierra, para que callen las armas y por doquier el odio ceda al amor, la ofensa al perdón y la discordia a la unión. Sentimos espiritualmente presentes aquí a todos los que lloran, sufren y mueren a causa de la guerra y de sus trágicas consecuencias, en cualquier parte del mundo. San Francisco, hombre de paz, nos obtenga del Señor que sean cada vez más los que aceptan convertirse en «instrumentos de su paz», a través de miles de pequeños gestos de la vida diaria; que a cuantos desempeñan papeles de responsabilidad los impulsen un amor apasionado por la paz y una voluntad inquebrantable de alcanzarla, eligiendo medios adecuados para obtenerla. La Virgen santísima, a quien el Poverello amó con ternura y cantó con palabras inspiradas, nos ayude a descubrir el secreto de la paz en el milagro de amor que se realizó en su seno con la encarnación del Hijo de Dios. * * * DEL TESTAMENTO El Señor me dio de esta manera a mí, hermano Francisco, el comenzar a hacer penitencia: porque, como estaba en pecados, me parecía extremadamente amargo ver a los leprosos. Y el Señor mismo me condujo entre ellos, y practiqué la misericordia con ellos. Y al apartarme de los mismos, aquello que me parecía amargo, se me convirtió en dulzura del alma y del cuerpo; y después me detuve un poco, y salí del siglo. Y el Señor me dio una tal fe en las iglesias, que así sencillamente oraba y decía: «Te adoramos, Señor Jesucristo, también en todas tus iglesias que hay en el mundo entero, y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste al mundo». Después, el Señor me dio y me da tanta fe en los sacerdotes que viven según la forma de la santa Iglesia Romana, por el orden de los mismos, que, si me persiguieran, quiero recurrir a ellos. Y si tuviera tanta sabiduría cuanta Salomón tuvo, y hallara a los pobrecillos sacerdotes de este siglo en las parroquias en que moran, no quiero predicar más allá de su voluntad. Y a éstos y a todos los otros quiero temer, amar y honrar como a mis señores. Y no quiero en ellos considerar pecado, porque discierno en ellos al Hijo de Dios, y son señores míos. Y lo hago por esto, porque nada veo corporalmente en este siglo del mismo altísimo Hijo de Dios, sino su santísimo cuerpo y su santísima sangre, que ellos reciben y ellos solos administran a los otros. Y quiero que estos santísimos misterios sean sobre todas las cosas honrados, venerados y colocados en lugares preciosos. Y después que el Señor me dio hermanos, nadie me ensañaba qué debería hacer, sino que el Altísimo mismo me reveló que debería vivir según la forma del santo Evangelio. Y yo hice que se escribiera en pocas palabras y sencillamente, y el señor Papa me lo confirmó. Y aquellos que venían a tomar esta vida, daban a los pobres todo lo que podían tener; y estaban contentos con una túnica, forrada por dentro y por fuera, el cordón y los paños menores. Y no queríamos tener más. Los clérigos decíamos el oficio como los otros clérigos; los laicos decían los Padrenuestros; y muy gustosamente permanecíamos en las iglesias. Y éramos iletrados y súbditos de todos. Y yo trabajaba con mis manos, y quiero trabajar; y quiero firmemente que todos los otros hermanos trabajen en trabajo que conviene al decoro. Los que no saben, que aprendan, no por la codicia de recibir el precio del trabajo, sino por el ejemplo y para rechazar la ociosidad. Y cuando no se nos dé el precio del trabajo, recurramos a la mesa del Señor, pidiendo limosna de puerta en puerta. El Señor me reveló que dijésemos el saludo: «El Señor te dé la paz». Guárdense los hermanos de recibir en absoluto iglesias, moradas pobrecillas y todo lo que para ellos se construya, si no fueran como conviene a la santa pobreza que hemos prometido en la Regla, hospedándose allí siempre como forasteros y peregrinos. Y firmemente quiero obedecer al ministro general de esta fraternidad y al guardián que le plazca darme. Y del tal modo quiero estar cautivo en sus manos, que no pueda ir o hacer más allá de la obediencia y de su voluntad, porque es mi señor. Y aunque sea simple y esté enfermo, quiero, sin embargo, tener siempre un clérigo que me rece el oficio como se contiene en la Regla. Y todos los otros hermanos estén obligados a obedecer de este modo a sus guardianes y a rezar el oficio según la Regla. Todo el que guarde estas cosas, en el cielo sea colmado de la bendición del altísimo Padre y en la tierra sea colmado de la bendición de su amado Hijo con el santísimo Espíritu Paráclito y con todas las virtudes de los cielos y con todos los santos. Y yo, hermano Francisco, pequeñuelo, vuestro siervo, os confirmo, todo cuanto puedo, por dentro y por fuera, esta santísima bendición. * * * EL SEGUIMIENTO DE CRISTO
HASTA LA CRUZ, III. La marcha en seguimiento de Cristo paciente Habría que repetir aquí toda la vida de Francisco. Detengámonos en dos aspectos particularmente significativos para nuestro propósito: el deseo del martirio y la enfermedad. La idea del martirio obsesionó el espíritu de Francisco desde su conversión. Soñaba con ser un caballero que está siempre dispuesto a dar su vida por una causa justa (Iglesia, Papa, viudas y huérfanos, pobres), y, por tanto, el nuevo caballero estaba dispuesto a dar su vida y a derramar su sangre por la causa del Gran Rey. Tanto antes como después de su conversión, Francisco se adhirió al espíritu de la cruzada. Por eso, el joven convertido deseó pronto ir entre Sarracenos, no con la espada en la mano, sino con el arma de Cristo: la Cruz. En otoño de 1211 ó 1212, se embarca hacia el Oriente, donde Juan de Brienne acaba de subir al trono de Jerusalén; pero la tempestad lanza su barco sobre las costas de Dalmacia y él se ve forzado a regresar a Italia. Un poco más tarde, animado por el mismo deseo del martirio, probablemente en 1213 ó 1214, parte hacia Marruecos, pero la enfermedad lo detiene en España. Sólo en junio de 1219 conseguirá llegar a Oriente, donde, sin embargo, no encontró la muerte gloriosa que él esperaba. Estos hechos, así como un pasaje de la primera Regla (1 R 16,10s), indican que Francisco consideraba el martirio como algo que caía de su peso: él habla de la conducta que hay que observar en las persecuciones y ante el martirio. Por eso, al enterarse de la matanza de cinco de sus hermanos en Marruecos, manifiesta una gran alegría. Santa Clara misma, según las declaraciones hechas en su proceso de canonización, abrigaba en su corazón un deseo semejante y, hacia 1220, la reclusa de San Damián manifestó su intención de marchar también a Marruecos para imitar a los hermanos menores. Para Clara, al igual que para Francisco, el camino que conduce al Padre pasa por la Cruz de Cristo. Jesús nos enseñó el camino que hay que seguir; el hombre no tiene otra cosa que hacer sino seguir las huellas de Cristo bajo la inspiración del Espíritu. Y el Espíritu tiene con frecuencia designios diferentes de los de los hombres; Francisco tenía que conocer otra forma de martirio: la enfermedad. Si al principio de su vida religiosa Francisco descubrió a Cristo en los leprosos y en los pobres, más tarde lo descubrió en los enfermos, sobre todo, al parecer, después de su regreso de Oriente. También aquí la experiencia es maestra de la vida. La Leyenda de Perusa (LP 106) nos dice que Francisco fue siempre de salud delicada, pero que reaccionaba contra sus males y así podía continuar sus actividades. A su regreso de Oriente, Francisco experimenta una situación nueva: su organismo está muy deteriorado; sufre más del estómago, del hígado y del bazo, y había contraído, por añadidura, una grave enfermedad de los ojos (LP 77). Desde entonces se siente dominado por la enfermedad como el mártir está dominado por sus verdugos. Un día en que Francisco se sentía particularmente abrumado por la enfermedad, un compañero le preguntó si no habría preferido el martirio a esa larga enfermedad. Y Francisco le respondió: «Sufrir tan sólo tres días esta enfermedad me resulta mucho más duro que cualquier martirio». Pero había dicho inmediatamente antes estas frases significativas: «Hijo mío, para mí lo más querido, lo más dulce, lo más grato, ha sido siempre, y ahora lo es, que se haga en mí y de mí lo que sea más del agrado de Dios. Sólo deseo estar en todo de acuerdo con su voluntad y obedecer a ella» (1 Cel 107). En estas palabras se encuentra el mismo sentido de la oración de Cristo a su Padre en el Oficio de la Pasión: «Fuiste tú quien me sacó del vientre, mi esperanza desde el pecho de mi madre; desde el seno materno fui lanzado a ti. Desde el seno materno tú eres mi Dios... Tú eres mi Padre santísimo, Rey mío y Dios mío» (OfP 2,4-5.11). «Mi corazón está firme, Dios mío, mi corazón está firme; cantaré y salmodiaré... Porque hasta los cielos se agranda tu misericordia» (OfP 3,8.11). Y en la Carta a los fieles: «Puso su voluntad en la voluntad del Padre, diciendo: Padre, hágase tu voluntad; no se haga como yo quiero, sino como quieres tú» (2CtaF 10). Desde entonces la enfermedad tomó un significado nuevo para Francisco, y éste manifestó un respeto muy grande a los enfermos. A un hermano que consideraba a un hombre como falso pobre y falso enfermo, Francisco le explicó: «Hermano, cuando ves a un pobre, ves un espejo del Señor y de su madre pobre. Y mira igualmente en los enfermos las enfermedades que él tomó sobre sí por nosotros» (2 Cel 85). La enfermedad queda manifiestamente asemejada a la Pasión de Cristo. En otra parte, Francisco asemeja claramente la enfermedad al martirio. Un día enseñaba que el cuerpo debe tener lo que necesita; pero, si por causa de la pobreza o por mala voluntad de los superiores, el enfermo no tiene todo lo necesario, hay que soportar esto con paciencia, decía él, y «esta necesidad, sobrellevada con paciencia, le será imputada por el Señor como martirio» (2 Cel 129; EP 97). El tema de la paciencia -palabra que viene del latín pati: soportar, sufrir- se repite con frecuencia en la boca y en los Escritos de Francisco, unido a menudo al de la humildad. Hay que «tener humildad y paciencia en la persecución y en la enfermedad» (2 R 10,9). Una vez más el martirio y la enfermedad se encuentran aquí unidos y son considerados como equivalentes. En la Admonición 6, Francisco considera que las persecuciones y las enfermedades son otras tantas pruebas que permiten marchar tras el Buen Pastor que sufrió la Pasión y la Cruz para salvar a sus ovejas. Por eso, el hermano enfermo debe dar gracias al Creador por lo que le sucede, pues el sufrimiento es el camino que conduce a la vida eterna: aceptar la enfermedad es aceptar la voluntad de Dios (1 R 10,3) y, por tanto, seguir a Cristo que, por su Cruz, conduce al Padre. El martirio de la enfermedad encuentra su consumación en la estigmatización. Celano, cuando describe el cuerpo de Francisco muerto, con los estigmas a la vista de todos, habla de las «señales de su martirio» (1 Cel 113). Lo vio certeramente. Como ya hemos dicho, es la culminación de su marcha en seguimiento de Cristo, culminación dolorosa, puesto que el simple tacto del costado le hacía sufrir cruelmente (1 Cel 95; 2 Cel 138). Pero es también la purificación e iluminación de su alma ardiente. Para Francisco es la realización o, mejor, la consumación del itinerario que él mismo indicaba en la oración con que termina la Carta a toda la Orden: «Concédenos hacer lo que sabemos que quieres y querer siempre lo que te agrada, a fin de que, interiormente purgados, iluminados interiormente y encendidos por el fuego del Espíritu Santo, podamos seguir las huellas de tu amado Hijo, nuestro Señor Jesucristo, y llegar, por sola tu gracia, a ti, Altísimo» (CtaO 51-52). El Espíritu es quien nos enseña cómo hay que seguir a Cristo, y Cristo nos conduce derecho al Altísimo. Francisco siguió este camino, bajo la inspiración del Espíritu, y se puede decir que la estigmatización es, en cierto modo, la aprobación de su vida penitente. Durante los dos últimos años que aún debía vivir en la tierra, Francisco estaba seguro de haber «acertado» su vida, de haber obrado según la inspiración del Señor. IV. Conclusión Llegamos aquí al centro de la espiritualidad de Francisco. Él descubrió y contempló a Cristo, Hijo del Padre, que da su vida por sus ovejas por amor del Padre. Este descubrimiento y esta contemplación impulsaron a Francisco a vivir como Cristo, a vivir la vida de Cristo, no la de los Apóstoles (como querían los Norbertinos, por ejemplo), sino la de Cristo mismo, hasta la Cruz. Para él, «vivir según el Evangelio» no consiste sólo en practicar las prescripciones apostólicas: ir descalzos, no tener más que una túnica, no llevar bolsa, anunciar la Buena Nueva, ofrecer la mejilla a quien nos abofetea... Es todo eso, ciertamente, pero lo prioritario no es la vida apostólica, no es ni siquiera la vida común o fraterna, es vivir bajo la dependencia del Espíritu que nos hace seguir las huellas de Cristo y nos conduce allá donde no queremos (Jn 21,18), es decir, hasta la Cruz: «Ofreced vuestros cuerpos y cargad con su santa cruz» (OfP 7,8). Ahora podemos decir que el episodio de San Damián fue realmente el punto de partida, no de la devoción de Francisco a la Pasión de Cristo, sino de la sumisión de Francisco a la voluntad de su nuevo «Dueño y Señor», el comienzo del «servicio» de Francisco para con su Rey. En este momento fue cuando él comenzó a llevar la Cruz de Cristo. Desde entonces, como se ve en todos sus Escritos y en numerosas palabras suyas recogidas por los biógrafos e incluso en el Cántico de las criaturas, se trata siempre de hacer la voluntad de Dios. Pero esto es mucho más que cumplir unos mandamientos, es un compromiso total, de todo el ser, en el combate de Cristo que reina por la Cruz. * * *
TEXTOS DE LA MISA Antífona de entrada Oración colecta PRIMERA LECTURA Lectura del libro del Eclesiástico 50,1-3. 7. Este es aquel que en su tiempo se
reparó el templo, En su tiempo cavaron la cisterna Protegió a su pueblo del saqueo Qué majestuoso cuando salía
de la tienda Salmo responsorial Cfr. Sal. 15,1-2a. 5. 7-8. 11. V/. El Señor es el lote de mi heredad. Protégeme, Dios mío, que me
refugio en ti; Bendeciré al Señor que me
aconseja, Me enseñarás el sendero de la
vida; SEGUNDA LECTURA Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Gálatas 6, 14-18. Hermanos: Dios me libre de gloriarme Pues lo que cuenta no es
circuncisión o incircuncisión, La paz y la misericordia de Dios En adelante, que nadie me venga con
molestias, La gracia de nuestro Señor
Jesucristo Amén. SECUENCIA Ya estás, Francisco, clavado El ideal de tu vida Una cuerda a tu cintura La pobreza fue tu dama, Y en arras cinco rubíes La cruz fue el árbol de vida Padre bueno, Padre santo, A los que llevan tu nombre Aleluya EVANGELIO Lectura del santo Evangelio según San Mateo 11, 25-30. En aquel tiempo, Jesús exclamó: - Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquél a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera. Oración de los fieles En este gozoso día de fiesta en el que el Señor exaltó a su humilde siervo Francisco, presentemos con confianza nuestras súplicas y plegarias a Dios Padre todopoderoso que escucha las oraciones de los humildes. - Por la santa Iglesia: para que se renueve
sin cesar y, guiada paternalmente por nuestro Papa N. y nuestro Obispo N.,
anuncie fielmente el Evangelio a los hombres de hoy. - Por la familia franciscana: para que,
siguiendo el ejemplo del Padre Francisco, sepamos ser humildes y sencillos
testigos de Jesucristo, y llevemos al mundo de hoy el mensaje de paz y
bien. - Por todos los pueblos del mundo: para que
cesen la violencia, el odio y la guerra, y la paz y la fraternidad universal
anunciadas por Francisco lleguen a todos los hombres. - Por los que sufren en el cuerpo o en el
espíritu: para que encuentren el consuelo y el remedio a sus males y la
paz del corazón. - Por los que estamos celebrando esta
solemnidad: para que seamos humildes, sencillos y puros, amemos fraternalmente
a todos los hombres y a todas las criaturas del universo y, a través de
nosotros, siga presente en el mundo de hoy el espíritu de Francisco de
Asís. Altísimo, omnipotente, buen
Señor, Oración sobre las ofrendas PREFACIO V/. El Señor esté con vosotros. En verdad es justo y necesario Porque has llamado Encendido en el fuego de tu amor, Marcado con las llagas de Cristo, Por él Santo, Santo, Santo... Antífona de comunión 1 Pe 4,13 Oración después de la
comunión Bendición solemne El Señor os bendiga y os guarde. Haga brillar su rostro sobre vosotros y os
conceda su favor. Vuelva su mirada a vosotros y os conceda la
paz. Y la bendición de Dios
todopoderoso,
LITURGIA DE LAS HORAS Nació en Asís en 1182. Convertido a Cristo tras una juventud mundana, renunció a los bienes paternos y se consagró por entero a Dios. Abrazó la pobreza y llevó una vida evangélica, predicando a todos el amor de Dios. A sus seguidores los formó con ejemplares normas de vida, aprobadas por la Sede Apostólica. Fundó también la Orden de Clarisas y la Tercera Orden seglar. Predicó la fe entre los infieles. Murió la tarde del 3 de octubre de 1226. I VÍSPERAS Himno Cae la tarde lentamente Mantiene enhiesto el espíritu Todos sus hijos, en torno, Francisco, que mira al cielo, Que el error y la lujuria Y luego voló su espíritu Al Padre, al Hijo, al Espíritu Salmodia Ant. 1. Francisco, varón católico y del todo apostólico, enviado con la buena noticia de la paz. Salmo 111 Dichoso quien teme al Señor En su casa habrá riquezas y
abundancia, Dichoso el que se apiada y presta, No temerá las malas noticias, Reparte limosna a los pobres; El malvado, al verlo, se
irritará, Ant. Francisco, varón católico y del todo apostólico, enviado con la buena noticia de la paz. Ant. 2. En sus días sostuvo la casa de Dios y reparó el templo. Salmo 147 Glorifica al Señor,
Jerusalén; Él envía su mensaje a la
tierra, hace caer el hielo como migajas Anuncia su palabra a Jacob, Ant. En sus días sostuvo la casa de Dios y reparó el templo. Ant. 3. Sácame de la prisión: me rodearán los justos cuando me devuelvas tu favor. Salmo 141 A voz en grito clamo al Señor, Pero tú conoces mis
senderos, Mira a la derecha, fíjate: A ti grito, Señor; Atiende a mis clamores, Sácame de la prisión, Ant. Sácame de la prisión: me rodearán los justos cuando me devuelvas tu favor. Lectura
breve Rm 8, 10-11 Responsorio breve Magníficat, Ant. Francisco, del todo sumiso al Creador, tuvo sumisas a las criaturas: se servía de ellas para gloria de Dios. Cántico de la Virgen
María Proclama mi alma la grandeza del
Señor, Desde ahora me felicitarán todas las
generaciones, Él hace proezas con su brazo: Auxilia a Israel, su siervo, Gloria al Padre. Preces Invoquemos, hermanos, a Dios Padre, fuente
de toda santidad que, por la intercesión y ejemplo de nuestro Padre san
Francisco, nos guía por el camino de la santidad, y
digámosle: Padre Santo, que hiciste a tu siervo
Francisco imitador perfecto de tu Hijo, Padre de bondad, guía nuestros pasos
por el camino de la paz, siguiendo el ejemplo de nuestro Padre san
Francisco, Padre altísimo y omnipotente, que
dispersas a los soberbios de corazón y enalteces a los humildes, Padre de amor y de misericordia, que
marcaste con las señales de la pasión de tu Hijo a tu siervo
Francisco, Padre indulgente, que por las
súplicas de nuestro Padre Padre nuestro. Oración INVITATORIO Ant.Venid, adoremos a Cristo Rey, que enaltece a los humildes. OFICIO DE LECTURA Himno Luce el cielo su manto de estrellas Y sus ojos, al cielo elevados, «¡Quién sois Vos,
Señor mío y Dios mío! ¡Es heraldo del Rey de la gloria, Demos gloria al Dios increado, Salmodia Ant. 1. Dios me hizo olvidar la casa paterna, me hizo crecer en la tierra de mi aflicción. Salmo 1 Dichoso el hombre Será como un árbol No así los impíos, no
así; Ant. Dios me hizo olvidar la casa paterna, me hizo crecer en la tierra de mi aflicción. Ant. 2. Estimó mayor riqueza el oprobio de la cruz de Cristo, que los tesoros del mundo. Salmo 8 Señor, dueño nuestro, Ensalzaste tu majestad sobre los
cielos. Cuando contemplo el cielo obra de tus
dedos, Lo hiciste poco inferior a los
ángeles, rebaños de ovejas y toros, Señor, dueño nuestro, Ant. Estimó mayor riqueza el oprobio de la cruz de Cristo, que los tesoros del mundo. Ant. 3. He muerto al mundo y mi vida está, con Cristo, escondida en Dios. Salmo 15 Protégeme, Dios mío, que me
refugio en ti; Multiplican las estatuas El Señor es el lote de mi heredad y
mi copa; Bendeciré al Señor, que me
aconseja, Por eso se me alegra el corazón, Me enseñarás el sendero de la
vida, Ant. He muerto al mundo y mi vida está, con Cristo, escondida en Dios. V/. Señor, has
sellado a tu siervo Francisco. PRIMERA
LECTURA En su tiempo se reparó el templo, en sus días se afianzó el santuario. Él cuidó de su pueblo para evitar la ruina y fortificó la ciudad contra el asedio. ¡Qué glorioso era! Como el lucero del alba en medio de las nubes, como la luna llena, como el sol que brilla sobre el templo del Altísimo, como el arco iris que ilumina las nubes de gloria, como flor del rosal en primavera, como lirio junto a un manantial, como brote del Líbano en el verano, como fuego e incienso en el incensario, como vaso de oro macizo adornado de toda clase de piedras preciosas, como olivo floreciente de frutos, como ciprés que se eleva hasta las nubes. Cuando se ponía la vestidura de gala y se vestía sus elegantes ornamentos. En torno a él la corona de sus hermanos, como brotes de cedro del Líbano, lo rodeaban como tallos de palmera. Entonces bajaba y elevaba sus manos sobre toda la asamblea de los hijos de Israel, para dar con sus labios la bendición del Señor y tener el honor de pronunciar su nombre. Y ahora bendecid al Dios del universo, el que por todas partes hace grandes cosas, el que exaltó nuestros días desde el seno materno, y que nos trata según su misericordia. Que nos dé contento de corazón, y que haya paz en nuestros días. Sabia doctrina y sentencias ajustadas ha grabado en este libro, vertió de su corazón sabiduría a raudales. Feliz quien repase esto a menudo; el que lo ponga en su corazón se hará sabio. Y si lo practica, para todo será fuerte, porque la huella que sigue es la luz del Señor. Responsorio R/. Mi palabra y mi
predicación no fue con persuasiva sabiduría humana, * Sino en la
manifestación y el poder del Espíritu. SEGUNDA LECTURA Puesto que soy siervo de todos, a todos estoy obligado a servir y a suministrar las odoríferas palabras de mi Señor; y quiero comunicarles las palabras de nuestro Señor Jesucristo, que es el Verbo del Padre, y las palabras del Espíritu Santo, que son espíritu y vida. Siendo este Verbo del Padre sobre manera rico, quiso, junto con la bienaventurada Virgen, su Madre, escoger en el mundo la pobreza. Y puso su voluntad en la voluntad del Padre, diciendo: Padre, hágase tu voluntad; no se haga como yo quiero, sino como quieres tú. Y la voluntad de su Padre fue que su bendito y glorioso Hijo, a quien nos dio para nosotros, y que nació por nuestro bien, se ofreciese a sí mismo como sacrificio y hostia, por medio de su propia sangre, en el altar de la cruz; no para sí mismo, por quien todo fue hecho, sino por nuestros pecados, dejándonos ejemplo para que sigamos sus huellas. Y quiere que todos seamos salvos por él y que lo recibamos con un corazón puro y con nuestro cuerpo casto. ¡Oh, cuán dichosos y benditos son los que aman a Dios y obran como dice el Señor mismo en el Evangelio: Amarás al Señor tu Dios con todo el corazón y con toda la mente, y a tu prójimo como a ti mismo! Amemos, pues, a Dios y adorémoslo con puro corazón y mente pura, porque esto es lo que sobre todo desea cuando dice: Los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y verdad. Porque todos los que lo adoran, es preciso que lo adoren en espíritu de verdad. Y dirijámosle alabanzas y oraciones día y noche, diciendo: Padre nuestro, que estás en los cielos, porque es preciso oremos siempre y no desfallezcamos. Y de manera especial los religiosos, que renunciaron al siglo, están obligados a hacer más y mayores cosas, pero sin omitir éstas. No debemos ser sabios y prudentes según la carne, sino, más bien, sencillos, humildes y puros. Yo, hermano Francisco, vuestro menor siervo, os ruego y suplico, en la caridad, que es Dios, y con el deseo de besaros los pies, que os sintáis obligados a acoger, poner por obra y guardar con humildad y amor estas palabras y las demás de nuestro Señor Jesucristo. Y a todos aquellos y aquellas que las acojan benignamente, las entiendan y las envíen a otros para ejemplo, si perseveran en ellas hasta el fin, bendíganles el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Amén. Responsorio Himno Te Deum. Oración LAUDES Himno Hoy a Francisco celebra Que en la mañana temprana La luz que nace hoy de nuevo, El ave que mañanera Dad gloria a Dios, Uno y Trino, Cantad su gloria por siempre, Salmodia Ant. 1. Apareció perfecto y justo, y al tiempo de la destrucción él fue el renovador. Salmo 62 Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti
madrugo, ¡Cómo te contemplaba en el
santuario Toda mi vida te bendeciré En el lecho me acuerdo de ti Ant. 1.
Apareció perfecto y justo, y al tiempo de la destrucción
él fue el renovador. Cántico de los tres
jóvenes Criaturas todas del Señor, bendecid
al Señor, Angeles del Señor, bendecid al
Señor; Aguas del espacio, bendecid al
Señor; Sol y luna, bendecid al Señor; Lluvia y rocío, bendecid al
Señor; Fuego y calor, bendecid al
Señor; Rocíos y nevadas, bendecid al
Señor; Escarchas y nieves, bendecid al
Señor; Luz y tinieblas, bendecid al
Señor; Bendiga la tierra al Señor, Montes y cumbres, bendecid al
Señor; Manantiales, bendecid al Señor; Cetáceos y peces, bendecid al
Señor; Fieras y ganados, bendecid al
Señor, Hijos de los hombres, bendecid al
Señor; Sacerdotes del Señor, bendecid al
Señor; Almas y espíritus justos, bendecid
al Señor; Ananías, Azarías y Misael,
bendecid al Señor, Bendigamos al Padre y al Hijo con el
Espíritu Santo, Bendito el Señor en la bóveda
del cielo, Ant. 2. Loaba de
continuo al Señor: a las estrellas, al viento, a las aves, a todas las
criaturas, invitaba a alabar al Creador. Salmo 149 Cantad al Señor un cántico
nuevo, Alabad su nombre con danzas, Que los fieles festejen su gloria para tomar venganza de los pueblos Ejecutar la sentencia dictada Ant. 3. El Señor levantó al humilde, lo exaltó hasta los límites del orbe. Lectura breve Ga
1,15-16.24 Responsorio
breve Benedictus, Ant.Se mantuvo alegre al compartir los padecimientos de Cristo y, ahora que se ha manifestado su gloria, rebosa de gozo. Cántico de
Zacarías Bendito sea el Señor, Dios de
Israel, Es la salvación que nos libra de
nuestros enemigos Para concedernos que, libres de temor, Y a ti, niño, te llamarán
profeta del Altísimo, Por la entrañable misericordia de
nuestro Dios, Preces Glorifiquemos a Cristo; que por su muerte y
resurrección, edificó su Iglesia y nos ha llamado al seguimiento
de Francisco, y supliquemos humildemente diciendo: Tú que viniste a evangelizar a los
pobres, enséñanos a propagar tu reino de palabra y obra, Tú, que eres luz de los pueblos y
maestro de santidad, haz que permanezcamos firmes en la fe verdadera, Tú, que diste el mandamiento nuevo
de que nos amáramos unos a otros, Tú, Sabiduría del Padre,
ilumina nuestras inteligencias, Tú, que trabajaste con tus propias
manos, dirige nuestro trabajo, Oración HORA INTERMEDIA Tercia Lectura
breve Flp 3,7-8 V/.
Ninguna criatura pudo apartarme del amor de Dios. Sexta Lectura
breve Si 3,17-20 V/.
Yo soy pobre y desgraciado. Nona Lectura
breve Ga 2,19b-20 V/.Si
nuestra existencia está unida a Cristo en una muerte como la suya. II VÍSPERAS Himno Ven, Francisco, a tus hermanos, Ven, que los hombres te vean Ven con los brazos sin armas, Ven, penitente gozoso, Ven, ángel de buenas nuevas, Salmodia Ant. 1. Nunca entre vosotros me precié de saber cosa alguna, sino a Jesucristo, y éste, crucificado. Salmo 112 Alabad, siervos del Señor, El Señor se eleva sobre todos los
pueblos, Levanta del polvo al desvalido, Ant. Nunca entre vosotros me precié de saber cosa alguna, sino a Jesucristo, y éste, crucificado. Ant. 2.Muriendo su misma muerte, para conocerlo a él, y la fuerza de su resurrección. Salmo 145 Alaba, alma mía, al Señor: No confiéis en los
príncipes, Dichoso a quien auxilia el Dios de
Jacob, que mantiene su fidelidad
perpetuamente, El Señor liberta a los cautivos, El Señor guarda a los
peregrinos, El Señor reina eternamente, Ant. Muriendo su misma muerte, para conocerlo a él, y la fuerza de su resurrección. Ant. 3. Será el Señor tu luz perpetua, y tu Dios será tu esplendor. Cántico de
Efesios Bendito sea Dios, Él nos eligió en la persona
de Cristo, Él nos ha destinado en la persona de
Cristo, Por este Hijo, por su sangre, Éste es el plan Ant. Será el Señor tu luz perpetua, y tu Dios será tu esplendor. Lectura
breve Ga 14,17-18 Responsorio breve Magníficat, Ant.El Señor se fija en el pobre y vagabundo para hacerle bien, y lo levanta del polvo, le hace levantar la cabeza: muchos se asombran al verlo y alaban a Dios. Cántico de la Virgen
María Proclama mi alma la grandeza del
Señor, Desde ahora me felicitarán todas las
generaciones, Él hace proezas con su brazo: Auxilia a Israel, su siervo, Preces Invoquemos, hermanos, a Dios Padre, fuente
de toda santidad que, por la intercesión y ejemplo de nuestro Padre san
Francisco, nos guía por el camino de la santidad, y
digámosle: Padre Santo, que hiciste a tu siervo
Francisco imitador perfecto de tu Hijo, Padre de bondad, guía nuestros pasos
por el camino de la paz, siguiendo el ejemplo de nuestro Padre san
Francisco, Padre altísimo y omnipotente, que
dispersas a los soberbios de corazón y enalteces a los humildes, Padre de amor y de misericordia, que
marcaste con las señales de la pasión de tu Hijo a tu siervo
Francisco, Padre indulgente, que por las
súplicas de nuestro Padre san Francisco otorgaste el perdón a los
pecadores, Padre nuestro. Oración COMPLETAS Himno Cuando ya el sol se ha escondido, con el hermano Francisco Que el sol a Cristo recuerda. Gloria al Padre y al Hijo y al
Espíritu Santo,
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