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DÍA 5 DE OCTUBRE
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* * * San Apolinar de Valence. Nació en Vienne (Francia) el año 453. Era hijo de san Isicio y hermano de san Avito. Recibió la formación eclesiástica de san Mamerto, y hacia el año 490 lo eligieron obispo de Valence (Francia). Fue un hombre sobremanera amante de la justicia y la honestidad, supo restituir el vigor y el esplendor de la religión cristiana en su diócesis, que durante largo tiempo había estado sin pastor. Murió hacia el año 520. San Atilano de Zamora. Nació en Tarazona, provincia de Zaragoza (España), y en su juventud entró en un monasterio benedictino cercano. Ya sacerdote, quiso retirarse a un lugar solitario. Se unió a san Froilán y fue un extraordinario compañero suyo en la vida eremítica y en la predicación del evangelio por las tierras que habían sido devastadas por los musulmanes. El año 900 fueron consagrados obispos Froilán y Atilano, el primero de León y el segundo de Zamora. Eran tiempos difíciles en las tierras reconquistadas y en repoblación. Atilano murió en Zamora el año 919. Santa Caritina. Sufrió el martirio en la ciudad de Corico, en Cilicia (actual Turquía), en el siglo IV. Santa Flora de Beaulieu. Nació en Maurs (Francia) hacia 1300. A los 14 años ingresó en las monjas del Hospital de Beaulieu que seguían la Regla de la Orden de San Juan de Jerusalén. Sufrió graves crisis religiosas y vocacionales, que superó con la ayuda de un sacerdote. Las religiosas de su comunidad la tuvieron por loca. Ella se esmeraba más y más en la caridad para con los pobres y el Señor le concedió dones místicos extraordinarios. En el hospital, a la vez que cuidaba a los enfermos pobres, compartía en el cuerpo y en el alma la Pasión de Cristo. Murió el año 1347. San Froilán de León. Nació en Lugo (España) el año 832. A los 18 años abrazó la vida eremítica en los montes de Curueño (León). Tuvo de discípulo y compañero de apostolado a san Atilano de Zamora. Salía de su retiro para evangelizar a los cristianos que habían escapado de la persecución musulmana. Fundó varios monasterios, el año 870 el de Veseo y el 880 el de Tábara y el de Moreruela, para fomentar la colonización de las tierras reconquistadas. Fue elegido obispo de León el año 900 y gobernó santamente su diócesis. Murió en León el año 905. San Jerónimo de Nevers. Lo consagraron obispo de Nevers (Francia) hacia el año 795. Fue hombre de oración y muy caritativo, se hizo pobre para aliviar a los pobres. Restauró monasterios y la catedral. Fundó el monasterio de San Salvador. Construyó algunas iglesias. Participó en el Concilio de Tours del 813. Murió el año 816. Santa Mamlaca. Virgen y mártir, que llegó a Persia procedente de la región de Beth Garmay, y fue martirizada por orden del rey Sapor II hacia el año 343. Santos Mártires de Tréveris. El Martirologio Romano conmemora en la fecha de hoy a los santos que fueron martirizados en Tréveris (Alemania) durante la persecución del emperador Diocleciano (243-313). Santos Mauro y Plácido. Fueron discípulos destacados de san Benito abad en el siglo VI. San Meinulfo. Diácono que construyó y amuebló el monasterio de Böddeken, cerca de Paderborn (Alemania), en el que estableció una comunidad de santas vírgenes. Murió el año 857. San Tranquilino Ubiarco Robles. Nació en Ciudad Guzmán (Jalisco, México) el año 1899 en el seno de una familia modesta. Superadas muchas dificultades, ingresó en el seminario de Guadalajara, donde recibió la ordenación sacerdotal en 1923. Estuvo destinado en varias parroquias en las que, además de atender espiritualmente a sus feligreses, desarrollaba una gran labor social. Los militares lo arrestaron en Tepatitlán y lo colgaron de un árbol el 5 de octubre de 1928. Beato Alberto Marvelli. Nació en Ferrara (Italia) el año 1918. Fue miembro activo de la Federación Universitaria Católica. Sacó la carrera de ingeniero y trabajó en la Fiat. Tuvo que ir a la guerra y se prodigó en obras de socorro. De nuevo en casa, desarrolló una intensa labor en auxilio de los damnificados por la guerra. Perteneció a varias asociaciones de carácter religioso y ciudadano. Se inscribió en la Democracia Cristiana. Fundó una universidad popular. Creó y promovió iniciativas de caridad y de compromiso social. Murió arrollado por un vehículo de las tropas de ocupación el 5 de octubre de 1946 en Rímini (Italia). Beatificado el año 2004. Beato Bartolomé Longo. Nació en Latiano (Apulia, Italia) el año 1841. Siendo estudiante de derecho en Nápoles se apartó de la fe, pero la ayuda de un dominico lo llevó luego a una profunda religiosidad. Se hizo terciario dominico. Fue preceptor de los hijos de la condesa Mariana de Fusco, viuda, y administrador de sus muchos bienes, y luego se casó con ella. Se dedicó con ella a obras de religión y de caridad en obras sociales. Preocupado por el culto a la Virgen María y la formación cristiana de los campesinos y de los niños, fundó con la ayuda de su mujer el santuario del Rosario, en el valle de Pompeya, y también una congregación de Hermanas con el mismo título. Murió en Pompeya el año 1926. Beatos Guillermo Hartley, Juan Hewett y Roberto Sutton. Son tres ingleses, dos sacerdotes y un seglar, que fueron ahorcados en distintos lugares de Londres, el 5 de octubre de 1588, en tiempo de la reina Isabel I. Guillermo nació en Wilne el año 1557 en el seno de una familia protestante, estudió en Oxford y se ordenó en la Iglesia anglicana. Se convirtió al catolicismo estando en Francia, donde recibió la ordenación sacerdotal. Volvió a Inglaterra y estuvo ejerciendo su ministerio hasta que lo arrestaron y lo encerraron en la Torre de Londres, donde hizo mucho apostolado. Lo desterraron, pero regresó pronto, lo detuvieron y lo condenaron a muerte. Juan nació en Tollerton el año 1555. Estudió en Cambridge, luego pasó a Francia y empezó la carrera sacerdotal. Enfermó y tuvo que volver a su casa. Lo detuvieron y lo desterraron, y entonces recibió la ordenación sacerdotal en Reims. De nuevo en Inglaterra, lo desterraron, y cuando volvió lo condenaron a muerte. Roberto nació en Kegwell en el seno de una familia protestante. Se convirtió al catolicismo, por lo que alguien lo denunció y lo arrestaron. Le ofrecieron repetidamente la libertad si volvía a la religión oficial, cosa que no aceptó, y lo condenaron a muerte. Beato Mariano Skrzypczak. Nació en Janowiec (Polonia) el año 1909. En 1930 ingresó en el seminario diocesano de Gniezno y se ordenó de sacerdote en 1935. Ejerció su ministerio en varias parroquias, en las que se mostró sensible a las necesidades de los pobres y atento al mejor cumplimiento de su ministerio. Cuando llegaron los nazis a su tierra, tuvo que huir y esconderse, pero lo detuvieron en Plonkowo y lo fusilaron delante de la iglesia del lugar el 5 de octubre de 1939. Beato Mateo (Juan Francisco) Carreri. Nació en Mantua (Italia) el año 1420 en el seno de una familia noble. En su juventud ingresó en los dominicos y, ordenado de sacerdote, fue un incisivo y fecundo predicador de la Palabra de Dios por amplias regiones de Italia. Se dedicó también a atender a los pobres, para los que llegó a pedir limosna. Murió en Vigevano (Lombardía), adonde había ido a predicar, el año 1470. Beato Pedro de Imola. Nació en Imola (Italia) hacia el año 1250 de familia noble. Fue jurista, magistrado y negociador de paz entre güelfos y gibelinos (él era gibelino). Al ser expulsados los gibelinos en 1311, él marchó a Florencia, donde se dedicó a las obras de caridad. Ingresó como caballero en la Orden de San Juan de Jerusalén. Su vida estuvo centrada en la ayuda a los menesterosos y en el cuidado de los enfermos. Murió en Florencia el año 1320. Beato Raimundo delle Vigne o de Capua. Nació en Capua (Italia) hacia el año 1330. De joven ingresó en los dominicos y, ordenado de sacerdote, le confiaron la dirección espiritual de las monjas de Montepulciano. Más tarde estuvo como regente de estudios en Siena. Allí estableció comunicación con santa Catalina de Siena, cuya dirección le confió el Capítulo general; llevó a cabo esta labor con gran prudencia y sabiduría. En 1380 fue elegido Maestro General de su Orden, y procuró reformarla sin que se dividiera. Trabajó por el retorno del Papa a Roma y por la solución del Cisma de Occidente. Murió en Nuremberg (Alemania) el año 1399. Beato Santos de Cori. Nació en Cori (Lazio, Italia) el año 1339. Llegado a la juventud abrazó la vida religiosa en la Orden de Ermitaños de San Agustín. Ordenado de sacerdote, los superiores, teniendo en cuenta sus grandes dotes para la predicación, lo destinaron a la misión de predicar la palabra de Dios. Acudían multitudes a escucharlo y cosechó mucho fruto espiritual. Murió en Cori el año 1392. Beato Sebastián Segarra, Operario Diocesano. Nació en Pauls (Tarragona) en 1894. Fue ordenado sacerdote en 1919. Ejerció diversos oficios en los muchos seminarios a que lo destinaron. Era humilde, piadoso, abnegado, uno de esos héroes que no hacen ruido, pero que forman parte de los predilectos de Dios. Cuando se desencadenó la persecución religiosa, estaba en Tortosa y se escondió. Algún tiempo después, alguien lo denunció y lo encarcelaron. El 23-IX-1936 lo trasladaron a la cárcel de San Elías en Barcelona, donde lo maltrataron. En 5 de octubre de 1936 lo martirizaron en el cementerio de Les Corts. Beatificado el 13-X-2013. Beatos Valente José Delgado y Eloy José Rodríguez, Maristas. Trabajaban en Valencia cuando en 1936 estalló la persecución religiosa. Se escondieron, fueron detenidos, maltratados y puestos en libertad. En la noche del 5 al 6 de octubre de 1936, invitados por su provincial, tomaron el tren para Barcelona a fin de embarcarse y partir hacia Francia. Sabemos que llegaron a Castellón, donde los reconocieron los milicianos, pero continuaron el viaje; y a partir de ahí ya no sabemos nada más. Valente José nació en Mazuelo de Muñó (Burgos) en 1894. Hizo la primera profesión en 1910. Ejerció la enseñanza en diversos colegios maristas; en septiembre de 1935 volvió al Liceo Mayáns de Valencia. Se distinguió por su fidelidad a la vida religiosa y por su responsabilidad en el cumplimiento de sus deberes profesionales. Eloy José nació en Torrepadre (Burgos) en 1899. Profesó en 1916. Durante muchos años trabajó en las escuelas de Valencia. Se hizo notar ante religiosos y alumnos por su carácter suave, sencillo, alegre, lo que le hizo merecedor de la simpatía de todos. Según sus alumnos, los formaba a ser capaces de dar testimonio de la fe.- Beatificados como mártires el 13-X-2013. PARA TENER EL ESPÍRITU DE ORACIÓN Y DEVOCIÓN Pensamiento bíblico: Después de recriminar a las ciudades que, a pesar de los milagros, no se habían convertido, Jesús dijo: «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido bien. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar» (Mt 11,27). Pensamiento franciscano: Oración y acción de gracias de san Francisco: «Omnipotente, santísimo, altísimo y sumo Dios, Padre santo y justo, porque todos nosotros no somos dignos de nombrarte, imploramos suplicantes que nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo amado, en quien bien te complaciste, junto con el Espíritu Santo Paráclito, te dé gracias por todos como a ti y a él os place, él que te basta siempre para todo y por quien tantas cosas nos hiciste» (1 R 23,5). Orar con la Iglesia: Oremos confiadamente al Padre, que nos entregó a su Hijo, ahora presente entre nosotros en la Eucaristía, pidámosle perdón, démosle gracias y confiemos en su generosidad. -Por la santa Iglesia de Dios: para que de todos los confines del mundo sea congregada en la unidad que brota de la Eucaristía. -Por todos los pueblos: para que el Señor les ayude a realizar su pleno y verdadero desarrollo humano y cristiano. -Por los enfermos y por cuantos sufren: para que la Eucaristía robustezca su esperanza y sea su consuelo. -Por todos los creyentes: para que celebremos la Eucaristía, prenda del reino futuro, dando siempre testimonio de caridad en la tierra. Oración: Oh Dios, que no cesas de alimentar a tu Iglesia con los misterios del Cuerpo y de la Sangre de tu Hijo, haz que encontremos nuestro gozo en la riqueza de tus dones. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén. * * * CREER EN DIOS Y CREER EN
JESÚS Queridos hermanos y hermanas: El Evangelio del quinto domingo de Pascua (A) propone un doble mandamiento sobre la fe: creer en Dios y creer en Jesús. En efecto, el Señor dice a sus discípulos: «Creed en Dios y creed también en mí» (Jn 14,1). No son dos actos separados, sino un único acto de fe, la plena adhesión a la salvación llevada a cabo por Dios Padre mediante su Hijo unigénito. El Nuevo Testamento puso fin a la invisibilidad del Padre. Dios mostró su rostro, como confirma la respuesta de Jesús al apóstol Felipe: «Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre» (Jn 14,9). El Hijo de Dios, con su encarnación, muerte y resurrección, nos libró de la esclavitud del pecado para darnos la libertad de los hijos de Dios, y nos dio a conocer el rostro de Dios, que es amor: Dios se puede ver, es visible en Cristo. Santa Teresa de Ávila escribe que no hay que «apartarse de industria de todo nuestro bien y remedio, que es la sacratísima humanidad de nuestro Señor Jesucristo». Por tanto sólo creyendo en Cristo, permaneciendo unidos a él, los discípulos, entre quienes estamos también nosotros, pueden continuar su acción permanente en la historia: «En verdad, en verdad os digo -dice el Señor-: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago» (Jn 14,12). La fe en Jesús conlleva seguirlo cada día, en las sencillas acciones que componen nuestra jornada. «Es propio del misterio de Dios actuar de manera discreta. Sólo poco a poco va construyendo su historia en la gran historia de la humanidad. Se hace hombre, pero de tal modo que puede ser ignorado por sus contemporáneos, por las fuerzas de renombre en la historia. Padece y muere y, como Resucitado, quiere llegar a la humanidad solamente mediante la fe de los suyos, a los que se manifiesta. No cesa de llamar con suavidad a las puertas de nuestro corazón y, si le abrimos, nos hace lentamente capaces de "ver"» (Jesús de Nazaret II, Madrid 2011, p. 321). San Agustín afirma que «era necesario que Jesús dijese: "Yo soy el camino, la verdad y la vida" (Jn 14,6), porque una vez conocido el camino faltaba por conocer la meta», y la meta es el Padre. Para los cristianos, para cada uno de nosotros, por tanto, el camino al Padre es dejarse guiar por Jesús, por su palabra de Verdad, y acoger el don de su Vida. Hagamos nuestra la invitación de san Buenaventura: «Abre, por tanto, los ojos, tiende el oído espiritual, abre tus labios y dispón tu corazón, para que en todas las criaturas puedas ver, escuchar, alabar, amar, venerar, glorificar y honrar a tu Dios» (Itinerarium mentis in Deum, I, 15). Queridos amigos, el compromiso de anunciar a Jesucristo, «el camino, la verdad y la vida» (Jn 14,6), constituye la tarea principal de la Iglesia. Invoquemos a la Virgen María para que asista siempre a los pastores y a cuantos en los diversos ministerios anuncian el alegre mensaje de salvación, para que la Palabra de Dios se difunda y el número de los discípulos se multiplique. * * * ACCIÓN DE
GRACIAS En la oración y en las súplicas, pediremos al Artífice de todas las cosas que guarde, en todo el mundo, el número contado de sus elegidos, por medio de su Hijo amado, Jesucristo; en él nos llamó de las tinieblas a la luz, de la ignorancia al conocimiento de su gloria. Nos llamaste para que nosotros esperáramos siempre, Señor, en tu nombre, pues él es el principio de toda criatura. Tú abriste los ojos de nuestro corazón, para que te conocieran a ti, el solo Altísimo en lo más alto de los cielos, el Santo que habita entre los santos. A ti, que abates la altivez de los soberbios, que deshaces los planes de las naciones, que levantas a los humildes y abates a los orgullosos; a ti, que enriqueces y empobreces; a ti, que das la muerte y devuelves la vida. Tú eres el único bienhechor de los espíritus y Dios de toda carne, que penetras con tu mirada los abismos y escrutas las obras de los hombres; tú eres ayuda para los que están en peligro, salvador de los desesperados, criador y guardián de todo espíritu. Tú multiplicas los pueblos sobre la tierra y, de entre ellos, escoges a los que te aman, por Jesucristo, tu siervo amado, por quien nos enseñas, nos santificas y nos honras. Te rogamos, Señor, que seas nuestra ayuda y nuestra protección: salva a los oprimidos, compadécete de los humildes, levanta a los caídos, muestra tu bondad a los necesitados, da la salud a los enfermos, concede la conversión a los que han abandonado a tu pueblo, da alimento a los hambrientos, liberta a los prisioneros, endereza a los que se doblan, afianza a los que desfallecen. Que todos los pueblos te reconozcan a ti, único Dios, y a Jesucristo, tu Hijo, y vean en nosotros tu pueblo y las ovejas de tu rebaño. Por tus obras has manifestado el orden eterno del mundo, Señor, creador del universo. Tú permaneces inmutable a través de todas las generaciones: justo en tus juicios, admirable en tu fuerza y magnificencia, sabio en la creación, providente en sustentar lo creado, bueno en tus dones visibles y fiel en los que confían en ti, el único misericordioso y compasivo. Perdona nuestros pecados, nuestros errores, nuestras debilidades, nuestras negligencias. No tengas en cuenta los pecados de tus siervos y de tus siervas, antes purifícanos con el baño de tu verdad y endereza nuestros pasos por la senda de la santidad de corazón, a fin de que obremos siempre lo que es bueno y agradable ante tus ojos y ante los ojos de los que nos gobiernan. Sí, oh Señor, haz brillar tu rostro sobre nosotros, y concédenos todo bien en la paz, protégenos con tu mano poderosa, líbranos, con tu brazo excelso, de todo mal y de cuantos nos aborrecen sin motivo. Danos, Señor, la paz y la concordia, a nosotros y a cuantos habitan en la tierra, como la diste en otro tiempo a nuestros padres, cuando te invocaban piadosamente con confianza y rectitud de corazón. * * * «TE DOY GRACIAS,
PADRE» 1. «Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla» (Mt 11,25). Estas palabras de Jesús, vibrantes de emoción, las ha escogido la Iglesia para presentarnos a Francisco de Asís en el día de su fiesta. ¡Qué elocuentes nos resultan a la luz del «Poverello»! Él fue ciertamente uno de esos «pequeños» a los que el Padre reveló los misterios de su Reino. Se los reveló de forma tan profunda y conmovedora que la experiencia espiritual del Santo de Asís se ha convertido en punto de referencia y fuente luminosa de inspiración para innumerables falanges de creyentes a lo largo de los siglos. El movimiento franciscano, basado en esa experiencia, se ha extendido por Europa, ha cruzado los océanos, ha penetrado culturas diversas, ha suscitado un florecimiento ininterrumpido de iniciativas benéficas, se ha enriquecido de frutos maravillosos de santidad cristiana. «Te doy gracias, Padre...». Contemplando las espléndidas manifestaciones de la espiritualidad franciscana en tiempos pasados y en el presente, también nosotros nos sentimos empujados a repetir las palabras de Jesús y a dar gracias al Padre por el don inestimable que, en el «Poverello», ha hecho a la Iglesia. 2. Francisco conoció verdaderamente el misterio de Cristo. Iluminado por la fe entendió que, en el centro de ese misterio, estaban la pasión, muerte y resurrección del Verbo encarnado. Lo entendió y de ahí sacó las consecuencias, con audaz coherencia, sin ceder a «glosas» deformantes o, en cualquier caso, reductivas. Nadie mejor que él ha podido hacer suyas y repetir, con la elocuencia de una vida calcada en el Evangelio, las palabras de Pablo: «Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, en la cual el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo» (Gál 6,14). Precisamente de esta participación en la pasión de Cristo, Francisco sacó ese sentido de libertad interior en el anuncio del Evangelio, gracias al cual -como escribe su biógrafo- «no temía reproche alguno y predicaba la verdad con plena seguridad» (LM 12,8). También él podía, de hecho, repetir con el Apóstol: «En adelante, que nadie me venga con molestias, porque llevo en mi cuerpo las marcas de Cristo» (Gál 6,17). 5. (...) El Señor estará junto a ti para que no vaciles si tratas de hacer tuyas, siguiendo el ejemplo de Pablo y de Francisco, las características del verdadero apóstol: la humildad de los «pequeños» a los que el Padre revela sus secretos; el gozo del que no tiene otra cosa que anunciar más que la cruz de Cristo; la libertad interior que deriva de llevar en el propio espíritu los «estigmas» de los múltiples desprendimientos requeridos por la fidelidad al Evangelio; la certeza de que en el anuncio de la Cruz está la fuente de la paz y la misericordia «para todo el Israel de Dios». |
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