DIRECTORIO FRANCISCANO
Año Cristiano Franciscano

DÍA 6 DE OCTUBRE

 

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SAN BRUNO, fundador de los cartujos. Nació en Colonia (Alemania) hacia el año 1035. Formado y ordenado de sacerdote en Reims (Francia), el arzobispo le encargó la dirección de los estudios y escuelas de su diócesis. Fue maestro de Teología y sus comentarios de la Escritura fueron bien acogidos. Pero Bruno buscaba otra cosa y se fue a Molesme, donde estaba naciendo la reforma Cisterciense. Deseoso de mayor silencio y soledad, en 1084 fundó un pequeño eremitorio en el lugar salvaje y casi inaccesible del desierto de la Cartuja, cerca de Grenoble, que iba a servir de modelo para las Cartujas de todo el mundo. El año 1090 Urbano II le ordenó ir a Roma para el servicio de la Sede Apostólica. La vocación del Santo era otra. El Papa lo comprendió y le permitió retirarse al desierto, sin salir de Italia. Aquel mismo año marchó Bruno a la soledad de Squillace (Calabria), y allí se durmió en la paz del Señor, en el monasterio de La Torre, el 6 de octubre de 1101.- Oración: Señor, Dios nuestro, tú que llamaste a san Bruno para que te sirviera en la soledad, concédenos, por su intercesión, que, en medio de las vicisitudes de este mundo, vivamos entregados siempre a ti. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

SANTA MARÍA FRANCISCA DE LAS CINCO LLAGAS. Nació en Nápoles el año 1715. Desde niña sintió gran devoción a la Eucaristía, y consiguió recibir la primera comunión a edad muy temprana para aquel tiempo. En 1731 vistió el hábito de la Tercera Orden Franciscana de la reforma Alcantarina. Vivió en el mundo los votos religiosos, conforme a la rigurosa Regla que había profesado. Se distinguió por sus ayunos y otras austeridades. Atendió a los enfermos y a los pobres con generosidad. Dedicaba largas horas a la oración. Manifestó especial devoción a la Pasión de Cristo y a la Virgen. El Señor le concedió dones místicos extraordinarios. Sobrellevó con gran paciencia innumerables y continuos sufrimientos y adversidades. Murió en su ciudad natal el 6 de octubre de 1791.- Oración: Padre de misericordia, que en la virgen santa María Francisca nos dejaste una imagen viva de tu Hijo crucificado, concédenos, por su intercesión, asemejarnos a Cristo en la tierra y ser glorificados con ella en el cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

BEATOS MÁRTIRES DE KIOTO. Fue un martirio numeroso, llevado a cabo en Kioto (Japón) el 6 de octubre de 1619, en el que fueron inmolados 52 cristianos. Había entre ellos un samurai de alto rango, Juan Hashimoto, con su esposa Tecla, encinta, y sus seis hijos, de entre tres y doce años. La mayoría eran gente sencilla del pueblo, madres jóvenes con sus hijos. Las madres martirizadas ofrecían a sus hijos pequeños: «¡Señor Jesús, recibe a estos niños!». Todo el grupo siguió la misma suerte: encarcelados en diversas fechas, orando y cantando en la cárcel, crucificados y quemados todos juntos, afirmaron su fe. El samurai Juan fue un apoyo para todos. Destaca el martirio de Tecla, en medio de las llamas, sujeta a la cruz con tres hijos pequeños, consolándolos, apretando a la más pequeña, Luisa, de tres años, entre sus brazos, mientras los otros tres ardían en la cruz próxima. Destaca también la actitud martirial de la niña Marta, de siete años, que quedó ciega en la cárcel y a quien los mismos guardias quisieron liberar haciéndola apostatar. El martirio fue contemplado por numerosos cristianos y miles de paganos. Fueron beatificados, junto con otros mártires de Japón el año 2008.

BEATA MARÍA ANA MOGAS FONTCUBERTA. [Murió el 3 de julio y su memoria se celebra el 6 de octubre]. Fundadora de las Franciscanas Misioneras de la Madre del Divino Pastor, popularmente conocidas como de la «Divina Pastora». Nació el año 1827 en Corró de Vall (Granollers, Barcelona). Formada desde muy joven en la vida de piedad y oración e iniciada en el apostolado parroquial, pronto renunció a la acomodada posición social y económica de que disfrutaba, para servir al Señor dedicándose a la formación de la niñez y juventud y a la atención de los más necesitados. Colaboró un tiempo con el capuchino P. José Tous Soler. Pasó por vaivenes y dificultades diversas en Barcelona, Ripoll, Ciempozuelos y Fuencarral, hasta fundar y consolidar su Congregación. Fiel al ideal franciscano, mostró su preferencia por los pobres, la capacidad de perdonar y olvidar las ingratitudes e injurias, así como la dedicación a la educación de la infancia, la atención a los enfermos y a los que padecen alguna carencia. Murió el 3 de julio de 1886 en Fuencarral-Madrid. Juan Pablo II la beatificó en 1996.- Oración Oh Dios, que suscitaste en el corazón de la beata María Ana, virgen, el materno amor y el espíritu de sacrificio para educar a las niñas y cuidar a los enfermos, concédenos que, alentados por su ejemplo y cumpliendo fielmente tu mandato, demos testimonio de tu caridad en el servicio a los hermanos. Te lo pedimos, Padre, por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

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San Artaldo (o Artoldo) de Belley. Nació de familia noble en Valromey hacia el año 1101. De joven estuvo en la corte de Amadeo III de Saboya. En 1120 ingresó en la cartuja de Portes (Lyon), en la que se ordenó de sacerdote. Llevó una profunda vida interior. El año 1132 lo enviaron a fundar una cartuja en Ginebra, que se incendió pocos años después. Entonces fundó otra en Arvieres. Ya octogenario, fue elegido obispo de Belley, oficio que aceptó por obediencia y en el que permaneció hasta que el Papa aceptó su renuncia. Se retiró a su cartuja de Arvieres y allí murió en 1206.

Santa Fe de Agen. Sufrió el martirio en Agen (Aquitania, Francia) en el siglo III.

San Francisco Tran Van Trung. Era soldado del ejército imperial de Vietnam. Con motivo de un trámite para ascender, le exigieron que reafirmara su fidelidad al emperador Tu Duc y a su política anticristiana, y para ello que pisara el crucifijo. Él se negó manifestando que era cristiano. A pesar de las amenazas y malos tratos, se mantuvo firme en la fe y se negó a apostatar, por lo que lo decapitaron en An-Hoa (Vietnam) el año 1858.

San Juan Xenos. Nació y murió en la isla de Creta en el siglo XI. Desde joven abrazó la vida solitaria. Fundó santuarios y monasterios por toda la isla, siendo el primero el de Myriokefalos, al que dotó de propiedades. Murió un seis de octubre en Nazogírea.

San Magno. Fue obispo de Oderzo, región del Véneto en Italia, y según la tradición tuvo que marchar de su ciudad con gran parte de los fieles ante la invasión de los longobardos. Entonces fundó la ciudad de Eraclea y construyó más tarde ocho iglesias en Venecia, donde murió el año 670.

San Pardulfo. Fue abad de Guéret, en la región de Limoges (Francia). Notable por la santidad de vida, se cuenta que hizo huir de su claustro a los sarracenos derrotados por Carlos Martel. Murió el año 737.

San Renato. Fue obispo de Sorrento, en la Campania (Italia), en el siglo V.

San Román. Fue obispo de Auxerre (Francia) y murió el año 564.

San Sagar. Obispo de Laodicea, en Frigia (en la actual Turquía), que padeció el martirio hacia el año 170, en tiempo de Servilio Paulo, procónsul de Asia.

San Ywio. Fue diácono y monje en Bretaña (Francia). Era discípulo de san Cutberto, obispo de Lindisfarne en Inglaterra, y pasó a Francia donde vivió entregado a las vigilias y ayunos. Murió hacia el año 704.

Beato Adalberón. Hijo del conde Arnoldo de Lambach, nació hacia el año 1010, estudió en París, lo nombraron canónigo de Wurzburg y, el año 1045, obispo de esta sede. Fue amante de la disciplina eclesiástica y fomentó la vida monástica. Se puso de parte del papa Gregorio VII y en contra de Enrique IV, y, por defender a la Sede Apostólica, lo maltrataron y lo expulsaron dos veces de su diócesis. Hacia el final de su vida renunció a su sede y se retiró al monasterio de Lambach (en la actual Austria) que él mismo había fundado, y allí murió el año 1090.

Beato Bernardo Fábrega Juliá. Nació en Camallera, provincia de Girona (España), el año 1889. En 1901 entró en los Hermanos Maristas. Recorrió todas las etapas de la formación de los Hermanos. Trabajó en varios colegios y a partir de 1925 desarrolló su apostolado en la zona minera de Palencia. Se centró en la formación de los hijos de los mineros y trató de buscarles oportunidades para un futuro mejor. Estando destinado en Barruelo de Santillán (Palencia), el 6 de octubre de 1934, fue asesinado con saña durante la persecución religiosa entonces desencadenada. Beatificado el año 2007.

Beato Francisco Hunot. Nació en Brienon (Borgoña, Francia) en 1753. Ya ordenado de sacerdote, en la Revolución Francesa prestó el juramento constitucional; luego se retractó, pero permaneció en una situación ambigua. En 1793, y por ser sacerdote, lo encerraron en una sórdida nave que hacía de prisión en la costa de Rochefort. Allí recibió el sacramento de la penitencia, manifestó repetidamente que quería morir en plena comunión con la Iglesia católica y que retractaba de la manera más absoluta el juramento que había hecho. Murió consumido por el escorbuto y la fiebre en 1794.

Beato Isidoro de San José De Loor. Nació en Vrasene (Bélgica) el año 1881 en el seno de una familia de labradores. Fue un joven trabajador y piadoso que colaboraba con la parroquia y enseñaba el catecismo a los niños. A los 26 años entró en la Congregación de la Pasión como hermano coadjutor. Estuvo destinado en distintas casas y en todas dio ejemplo de vida religiosa y de celo apostólico, difundiendo la devoción a la Pasión del Señor. En 1911 le tuvieron que extirpar un ojo y después se le declaró un cáncer de intestino y una pleuritis. Sobrellevó sus múltiples y grandes dolores de manera ejemplar. Murió en Cortryck (Bélgica) el año 1916.

Beato Juan Hashimoto y su familia. En la feroz persecución contra los cristianos desencadenada en Japón en la primera mitad del siglo XVII, junto con otros cristianos fue martirizada toda esta familia en Kioto el año 1619: primero ejecutaron al padre, Juan; luego crucificaron a la madre, Tecla, que estaba embarazada, y con ella a los hijos: Catalina de 13 años, Tomás de 12 años, Francisco de 8 años, Pedro de 6 años, y Luisa de 3 años. Fueron beatificados el año 2008.

Beata María Rosa Durocher. Nació en Saint-Antoine-sur-Richelieu (Quebec, Canadá) el año 1811. Se educó en las religiosas de Notre Dame y, en 1830, se fue con su hermano Teófilo, párroco de Belocil, gestionó su casa y colaboró en las obras parroquiales. Hizo votos privados de pobreza, obediencia y castidad, y se unió a la Asociación parroquial de Hijas de María. Para atender a la tan necesaria educación de la juventud femenina fundó, a semejanza de la que existía en Marsella, la Congregación de las Hermanas de los Santos Nombres de Jesús y María, que se extendió rápidamente. Murió en Longueuil el año 1849.

PARA TENER EL ESPÍRITU DE ORACIÓN Y DEVOCIÓN

Pensamiento bíblico:

Los pastores fueron corriendo a Belén y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que se les había dicho de aquel niño. Todos los que lo oían se admiraban de lo que les habían dicho los pastores. «María, por su parte, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón» (Lc 2,16-19).

Pensamiento franciscano:

Sobre la devoción de san Francisco a la Navidad, escribe Celano: «Con preferencia a las demás solemnidades, celebraba con inefable alegría la del nacimiento del niño Jesús; la llamaba fiesta de las fiestas, en la que Dios, hecho niño pequeñuelo, se crió a los pechos de madre humana. Representaba en su mente imágenes del niño, que besaba con avidez; y la compasión hacia el niño le hacía incluso balbucir palabras de ternura al modo de los niños» (2 Cel 199).

Orar con la Iglesia:

Invoquemos a Dios Padre, que eligió a María para Madre de su Hijo y la consagró con el Espíritu Santo.

-Padre de misericordia, te damos gracias porque tu Hijo, desde la cruz, nos dio a María por madre.

-Señor Jesús, que hiciste que María meditara tus palabras, guardándolas en su corazón, haz que también nosotros, por su intercesión, seamos diligentes en la escucha del Evangelio.

-Padre nuestro, tú que quisiste que María concibiera por obra del Espíritu Santo, otórganos, por intercesión de la misma, los frutos del Espíritu.

-Tú que diste fuerza a María para que acompañara a su Hijo hasta la cruz, por su intercesión, confórtanos en la tribulación y reanima nuestra esperanza.

Oración: Acoge, Padre, nuestras oraciones y danos un corazón compasivo como el de María, la Madre de tu Hijo, para que nos mostremos siempre más atentos a las necesidades de nuestros hermanos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

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EL ROSARIO Y LAS MISIONES
Benedicto XVI, Ángelus del día 1 de octubre de 2006

Queridos hermanos y hermanas:

Hoy quisiera reflexionar sobre dos aspectos que, en la comunidad eclesial, caracterizan este mes de octubre: la oración del rosario y el compromiso en favor de las misiones. El próximo día 7 celebraremos la fiesta de la santísima Virgen del Rosario, y es como si, cada año, la Virgen nos invitara a redescubrir la belleza de esta oración, tan sencilla y tan profunda. El amado Juan Pablo II fue gran apóstol del rosario: lo recordamos arrodillado, con el rosario entre las manos, sumergido en la contemplación de Cristo, como él mismo invitó a hacer con la carta apostólica Rosarium Virginis Mariae. El rosario es oración contemplativa y cristocéntrica, inseparable de la meditación de la sagrada Escritura. Es la oración del cristiano que avanza en la peregrinación de la fe, siguiendo a Jesús, precedido por María. Queridos hermanos y hermanas, quisiera invitaros a rezar el rosario durante este mes en familia, en las comunidades y en las parroquias por las intenciones del Papa, por la misión de la Iglesia y por la paz en el mundo.

Octubre es también el mes misionero, y el domingo 22 celebraremos la Jornada mundial de las misiones. La Iglesia es por su misma naturaleza misionera. «Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo» (Jn 20,21), dijo Jesús resucitado a los Apóstoles en el Cenáculo. La misión de la Iglesia es la continuación de la de Cristo: llevar a todos el amor de Dios, anunciándolo con las palabras y con el testimonio concreto de la caridad. En el Mensaje para la próxima Jornada mundial de las misiones he querido presentar la caridad precisamente como «alma de la misión». San Pablo, el apóstol de los gentiles, escribió: «El amor de Cristo nos apremia» (2 Co 5,14). Que todo cristiano haga suyas estas palabras, con la gozosa experiencia de ser misionero del Amor allí donde la Providencia lo ha puesto, con humildad y valentía, sirviendo al prójimo sin segundas intenciones y sacando de la oración la fuerza de la caridad alegre y activa (cf. Deus caritas est, 32-39).

Patrona universal de las misiones, juntamente con san Francisco Javier, es santa Teresa del Niño Jesús, virgen carmelita y doctora de la Iglesia, cuya memoria celebramos precisamente hoy [1 de octubre]. Ella, que indicó como camino «sencillo» hacia la santidad el abandono confiado en el amor de Dios, nos ayude a ser testigos creíbles del evangelio de la caridad. Que María santísima, Virgen del Rosario y Reina de las misiones, nos conduzca a todos a Cristo Salvador.

[Después del Ángelus] Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española... En este mes de octubre, tradicionalmente dedicado al santo rosario, os invito a rezarlo con devoción y a pedir por las necesidades de la Iglesia, especialmente por quienes dedican su vida a las misiones.

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BEATA MARÍA ANA MOGAS Y FONTCUBERTA
De la homilía del beato Juan Pablo II
pronunciada en la Misa de Beatificación (6-X-1996)

La alegoría evangélica de la viña nos habla del amor entrañable de Dios por sus hijos. A este amor supo responder generosamente la M. María Ana Mogas Fontcuberta y dar así abundantes frutos. Ella, renunciando a una posición social acomodada, forjó, junto al sagrario y a la cruz, su espiritualidad inspirada en el Corazón de Cristo y basada en la entrega a Dios y al prójimo con «amor y sacrificio». Fiel al ideal franciscano, mostró su preferencia por los pobres, la capacidad de perdonar y olvidar las ingratitudes e injurias, así como la dedicación a la educación de la infancia, la atención a los enfermos y a los que padecen alguna carencia. De ese modo respondió a la llamada del Señor a trabajar en su viña, con un estilo tan auténtico, que «su santidad no impedía que fuera tan jovial».

Este es el estilo que transmitió a sus hijas, las Franciscanas Misioneras de la Madre del Divino Pastor, expresado en su última exhortación: «Amaos unas a otras como yo os he amado y sufríos como yo os he sufrido. Caridad, caridad verdadera. Amor y sacrificio.

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SE ALEGRA MI ESPÍRITU EN EL SEÑOR
De una carta de san Bruno a sus hijos cartujos (Núms. 1-3)

Habiéndome enterado, por la detallada y agradable relación de nuestro venerable hermano Landovino, del inflexible rigor con que observáis, de un modo tan sabio y digno de alabanza, vuestra Regla, y habiendo sabido de vuestro santo amor y vuestro constante interés por todo lo que se refiere a la integridad y la honestidad, se alegra mi espíritu en el Señor. En verdad, me alegro y prorrumpo en alabanzas y acciones de gracias al Señor y, sin embargo, suspiro amargamente. Me alegro, ciertamente, como es de justicia, por el incremento de los frutos de vuestras virtudes, pero me duelo y me avergüenzo de verme yo postrado, por mi indolencia y apatía, en la sordidez de mis pecados.

Alegraos, pues, hermanos míos muy amados, por vuestro feliz destino y por la liberalidad de la gracia divina para con vosotros. Alegraos, porque habéis escapado de los múltiples peligros y naufragios de este mundo tan agitado. Alegraos, porque habéis llegado a este puerto escondido, lugar de seguridad y de calma, al cual son muchos los que desean venir, muchos los que incluso llegan a intentarlo, pero sin llegar a él. Muchos también, después de haberlo conseguido, han sido excluidos de él, porque a ninguno de ellos le había sido concedida esta gracia desde lo alto.

Por lo tanto, hermanos míos, tened por bien cierto que todo aquel que ha llegado a disfrutar de este bien tan deseable, si llega a perderlo, se arrepentirá hasta el fin, si es que tiene un mínimo de interés y solicitud por la salvación de su alma.

Con respecto a vosotros, mis amadísimos hermanos legos, yo os digo: Proclama mi alma la grandeza del Señor, porque veo la magnificencia de su misericordia sobre vosotros, por lo que me ha contado vuestro prior y padre amantísimo, el cual está muy satisfecho y contento de vuestro proceder. Alegrémonos también nosotros porque, sin haberos dedicado al estudio, el Dios poderoso graba en vuestros corazones no sólo el amor, sino también el conocimiento de su santa ley. En efecto, vuestra conducta es una prueba de vuestro amor, como también de vuestra sabiduría. Porque vuestro interés y cautela en practicar la verdadera obediencia pone de manifiesto que sabéis captar el fruto dulcísimo y vital de la sagrada Escritura.

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SAN FRANCISCO DE ASÍS
Carta S. S. Juan Pablo II en el VIII centenario
del nacimiento de san Francisco (15-VIII-1982)

Vigente actualidad de san Francisco

«Brillaba como fúlgida estrella en la oscuridad de la noche, y como la aurora en las tinieblas» (1 Cel 37). Con estas palabras elogiaba a san Francisco de Asís Tomás de Celano, su primer biógrafo. Este elogio lo repetimos ya el día 3 de octubre de 1981, durante la vigilia celebrada en la basílica de San Pedro. Ahora, continuando aquella predicación, nos proponemos, mediante esta Carta, iluminar algunos capítulos del magisterio evangélico puestos de manifiesto por san Francisco y compartir con vosotros el mensaje de que es portador para los hombres de nuestro tiempo.

En el libro en que se recogen las Florecillas de la vida de san Francisco, se cuenta que el hermano Maseo, uno de sus primeros seguidores, le preguntó una vez: «¿Por qué todo el mundo va detrás de ti?» (Flor 10). Después de ocho siglos del nacimiento del Santo de Asís, la pregunta resulta todavía actual, más aún, existe mayor razón para hacerla. Pues no sólo ha crecido el número de los que siguen de cerca sus huellas, haciendo norma de vida la Regla compuesta por él, sino que, además, la admiración y la simpatía hacia él no han disminuido con el paso del tiempo -como suele suceder en las cosas humanas-, sino que han penetrado más profundamente en los corazones y se han dilatado con mayor amplitud.

Podemos ver las huellas que esta admiración ha dejado en la espiritualidad cristiana, en el arte, en la poesía y en casi todas las expresiones de la cultura occidental. Italia, que tiene el honor de haber engendrado a un hombre tan grande, lo eligió como Patrono principal ante Dios, junto con otra gran hija de su tierra, Catalina de Siena. La fama de san Francisco ha traspasado los confines de Europa, tanto que, con razón, se le pueden aplicar las palabras del Evangelio: «Dondequiera que se proclame este Evangelio, en el mundo entero, se hablará también de lo que éste ha hecho» (cf. Mt 26,13).

El estilo de Francisco es tal, que todos están de acuerdo con él. Todos los que llegan a conocer su modo de vida, reconocen unánimes el ejemplo de humanidad que dio. Por lo que no está fuera de lugar, en este año dedicado a su memoria, repetir la pregunta hecha por el hermano Maseo con sencillez de espíritu: ¿Por qué todo el mundo va detrás de ti, Francisco de Asís?

Se puede responder a la pregunta, al menos en parte, diciendo que los hombres admiran y aman a este hombre de Dios porque ven realizadas en él -y de modo destacadísimo- lo que anhelan en sumo grado y no siempre son capaces de conseguir en la vida, a saber: la alegría, la libertad, la paz, la concordia y la reconciliación entre los hombres y con la naturaleza misma.

En efecto, resplandece en primer lugar la alegría, puesto que Francisco es muy conocido como el hombre transido por la perfecta alegría. Durante toda su vida, «su principal y supremo cuidado fue tener y conservar en todo momento, interior y exteriormente, la alegría espiritual» (LP 120).

Muchas veces, como consta en las fuentes que narran sus hechos, no podía cohibir el ímpetu de la alegría que le impelía desde dentro, de modo que, como un juglar vagabundo, imitando con trozos de leña a los tocadores del instrumento musical llamado «viola», cantaba las alabanzas de Dios en francés (2 Cel 127). La alegría que llenaba a Francisco nacía de su capacidad de asombro, desde la que, con sencillez e inocencia de espíritu, contemplaba todas las cosas y todos los acontecimientos.

Pero, sobre todo, manaba de la esperanza que alimentaba en su corazón y desde la que exclamaba: «Es tanto el bien que espero, que toda pena me da consuelo». Así lo narran las Consideraciones sobre las llagas (I): «Llegó san Francisco al castillo, entró sin más y se fue a la plaza de armas, donde se hallaba reunida toda aquella multitud de nobles; lleno de fervor de espíritu, se subió a un poyo y se puso a predicar, proponiendo este tema en lengua vulgar: Tanto è quel bene ch'io aspetto, che ogni pena m'é diletto. Y sobre este tema, bajo el dictado del Espíritu Santo, predicó con tal devoción y profundidad...».

[Cf. el texto completo en Selecciones de Franciscanismo, núm. 33 (1982) 343-352]

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