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SAN BRUNO, fundador de los cartujos.
Nació en Colonia (Alemania) hacia el año 1035. Formado y ordenado
de sacerdote en Reims (Francia), el arzobispo le encargó la
dirección de los estudios y escuelas de su diócesis. Fue maestro
de Teología y sus comentarios de la Escritura fueron bien acogidos. Pero
Bruno buscaba otra cosa y se fue a Molesme, donde estaba naciendo la reforma
Cisterciense. Deseoso de mayor silencio y soledad, en 1084 fundó un
pequeño eremitorio en el lugar salvaje y casi inaccesible del desierto
de la Cartuja, cerca de Grenoble, que iba a servir de modelo para las Cartujas
de todo el mundo. El año 1090 Urbano II le ordenó ir a Roma para
el servicio de la Sede Apostólica. La vocación del Santo era
otra. El Papa lo comprendió y le permitió retirarse al desierto,
sin salir de Italia. Aquel mismo año marchó Bruno a la soledad de
Squillace (Calabria), y allí se durmió en la paz del
Señor, en el monasterio de La Torre, el 6 de octubre de 1101.-
Oración:
Señor, Dios nuestro, tú que llamaste a san Bruno para que te
sirviera en la soledad, concédenos, por su intercesión, que, en
medio de las vicisitudes de este mundo, vivamos entregados siempre a ti. Por
Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
SANTA MARÍA FRANCISCA DE LAS CINCO LLAGAS.
Nació en Nápoles el año 1715. Desde niña
sintió gran devoción a la Eucaristía, y consiguió
recibir la primera comunión a edad muy temprana para aquel tiempo. En
1731 vistió el hábito de la Tercera Orden Franciscana de la
reforma Alcantarina. Vivió en el mundo los votos religiosos, conforme a
la rigurosa Regla que había profesado. Se distinguió por sus
ayunos y otras austeridades. Atendió a los enfermos y a los pobres con
generosidad. Dedicaba largas horas a la oración. Manifestó
especial devoción a la Pasión de Cristo y a la Virgen. El
Señor le concedió dones místicos extraordinarios.
Sobrellevó con gran paciencia innumerables y continuos sufrimientos y
adversidades. Murió en su ciudad natal el 6 de octubre de 1791.-
Oración: Padre de
misericordia, que en la virgen santa María Francisca nos dejaste una
imagen viva de tu Hijo crucificado, concédenos, por su
intercesión, asemejarnos a Cristo en la tierra y ser glorificados con
ella en el cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
BEATOS
MÁRTIRES DE KIOTO. Fue un martirio numeroso, llevado a cabo en Kioto
(Japón) el 6 de octubre de 1619, en el que fueron inmolados 52
cristianos. Había entre ellos un samurai de alto rango, Juan Hashimoto,
con su esposa Tecla, encinta, y sus seis hijos, de entre tres y doce
años. La mayoría eran gente sencilla del pueblo, madres
jóvenes con sus hijos. Las madres martirizadas ofrecían a sus
hijos pequeños: «¡Señor Jesús, recibe a estos
niños!». Todo el grupo siguió la misma suerte: encarcelados
en diversas fechas, orando y cantando en la cárcel, crucificados y
quemados todos juntos, afirmaron su fe. El samurai Juan fue un apoyo para
todos. Destaca el martirio de Tecla, en medio de las llamas, sujeta a la cruz
con tres hijos pequeños, consolándolos, apretando a la más
pequeña, Luisa, de tres años, entre sus brazos, mientras los
otros tres ardían en la cruz próxima. Destaca también la
actitud martirial de la niña Marta, de siete años, que
quedó ciega en la cárcel y a quien los mismos guardias quisieron
liberar haciéndola apostatar. El martirio fue contemplado por numerosos
cristianos y miles de paganos. Fueron beatificados, junto con otros
mártires de Japón el año 2008.
BEATA MARÍA ANA MOGAS FONTCUBERTA.
[Murió el 3 de julio y su memoria se celebra el 6 de octubre].
Fundadora de las Franciscanas Misioneras de la Madre del Divino Pastor,
popularmente conocidas como de la «Divina Pastora». Nació el
año 1827 en Corró de Vall (Granollers, Barcelona). Formada desde
muy joven en la vida de piedad y oración e iniciada en el apostolado
parroquial, pronto renunció a la acomodada posición social y
económica de que disfrutaba, para servir al Señor
dedicándose a la formación de la niñez y juventud y a la
atención de los más necesitados. Colaboró un tiempo con el
capuchino P. José Tous Soler. Pasó por vaivenes y dificultades
diversas en Barcelona, Ripoll, Ciempozuelos y Fuencarral, hasta fundar y
consolidar su Congregación. Fiel al ideal franciscano, mostró su
preferencia por los pobres, la capacidad de perdonar y olvidar las ingratitudes
e injurias, así como la dedicación a la educación de la
infancia, la atención a los enfermos y a los que padecen alguna
carencia. Murió el 3 de julio de 1886 en Fuencarral-Madrid. Juan Pablo
II la beatificó en 1996.- Oración Oh Dios, que suscitaste en
el corazón de la beata María Ana, virgen, el materno amor y el
espíritu de sacrificio para educar a las niñas y cuidar a los
enfermos, concédenos que, alentados por su ejemplo y cumpliendo
fielmente tu mandato, demos testimonio de tu caridad en el servicio a los
hermanos. Te lo pedimos, Padre, por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.
* * *
San Artaldo (o Artoldo) de Belley.
Nació de familia noble en Valromey hacia el año 1101. De joven
estuvo en la corte de Amadeo III de Saboya. En 1120 ingresó en la
cartuja de Portes (Lyon), en la que se ordenó de sacerdote. Llevó
una profunda vida interior. El año 1132 lo enviaron a fundar una cartuja
en Ginebra, que se incendió pocos años después. Entonces
fundó otra en Arvieres. Ya octogenario, fue elegido obispo de Belley,
oficio que aceptó por obediencia y en el que permaneció hasta que
el Papa aceptó su renuncia. Se retiró a su cartuja de Arvieres y
allí murió en 1206.
Santa Fe de Agen. Sufrió el martirio en Agen
(Aquitania, Francia) en el siglo III.
San Francisco Tran Van Trung. Era
soldado del ejército imperial de Vietnam. Con motivo de un
trámite para ascender, le exigieron que reafirmara su fidelidad al
emperador Tu Duc y a su política anticristiana, y para ello que pisara
el crucifijo. Él se negó manifestando que era cristiano. A pesar
de las amenazas y malos tratos, se mantuvo firme en la fe y se negó a
apostatar, por lo que lo decapitaron en An-Hoa (Vietnam) el año 1858.
San Juan Xenos. Nació y
murió en la isla de Creta en el siglo XI. Desde joven abrazó la
vida solitaria. Fundó santuarios y monasterios por toda la isla, siendo
el primero el de Myriokefalos, al que dotó de propiedades. Murió
un seis de octubre en Nazogírea.
San Magno. Fue obispo de Oderzo,
región del Véneto en Italia, y según la tradición
tuvo que marchar de su ciudad con gran parte de los fieles ante la
invasión de los longobardos. Entonces fundó la ciudad de Eraclea
y construyó más tarde ocho iglesias en Venecia, donde
murió el año 670.
San Pardulfo. Fue abad de
Guéret, en la región de Limoges (Francia). Notable por la
santidad de vida, se cuenta que hizo huir de su claustro a los sarracenos
derrotados por Carlos Martel. Murió el año 737.
San Renato. Fue obispo de Sorrento,
en la Campania (Italia), en el siglo V.
San Román. Fue obispo de
Auxerre (Francia) y murió el año 564.
San Sagar. Obispo de Laodicea, en
Frigia (en la actual Turquía), que padeció el martirio hacia el
año 170, en tiempo de Servilio Paulo, procónsul de Asia.
San Ywio. Fue diácono y monje
en Bretaña (Francia). Era discípulo de san Cutberto, obispo de
Lindisfarne en Inglaterra, y pasó a Francia donde vivió entregado
a las vigilias y ayunos. Murió hacia el año 704.
Beato Adalberón. Hijo del
conde Arnoldo de Lambach, nació hacia el año 1010, estudió
en París, lo nombraron canónigo de Wurzburg y, el año
1045, obispo de esta sede. Fue amante de la disciplina eclesiástica y
fomentó la vida monástica. Se puso de parte del papa Gregorio VII
y en contra de Enrique IV, y, por defender a la Sede Apostólica, lo
maltrataron y lo expulsaron dos veces de su diócesis. Hacia el final de
su vida renunció a su sede y se retiró al monasterio de Lambach
(en la actual Austria) que él mismo había fundado, y allí
murió el año 1090.
Beato Bernardo Fábrega
Juliá. Nació en Camallera, provincia de Girona
(España), el año 1889. En 1901 entró en los Hermanos
Maristas. Recorrió todas las etapas de la formación de los
Hermanos. Trabajó en varios colegios y a partir de 1925
desarrolló su apostolado en la zona minera de Palencia. Se centró
en la formación de los hijos de los mineros y trató de buscarles
oportunidades para un futuro mejor. Estando destinado en Barruelo de
Santillán (Palencia), el 6 de octubre de 1934, fue asesinado con
saña durante la persecución religiosa entonces desencadenada.
Beatificado el año 2007.
Beato Francisco Hunot. Nació
en Brienon (Borgoña, Francia) en 1753. Ya ordenado de sacerdote, en la
Revolución Francesa prestó el juramento constitucional; luego se
retractó, pero permaneció en una situación ambigua. En
1793, y por ser sacerdote, lo encerraron en una sórdida nave que
hacía de prisión en la costa de Rochefort. Allí
recibió el sacramento de la penitencia, manifestó repetidamente
que quería morir en plena comunión con la Iglesia católica
y que retractaba de la manera más absoluta el juramento que había
hecho. Murió consumido por el escorbuto y la fiebre en 1794.
Beato Isidoro de San José De
Loor. Nació en Vrasene (Bélgica) el año 1881 en el
seno de una familia de labradores. Fue un joven trabajador y piadoso que
colaboraba con la parroquia y enseñaba el catecismo a los niños.
A los 26 años entró en la Congregación de la Pasión
como hermano coadjutor. Estuvo destinado en distintas casas y en todas dio
ejemplo de vida religiosa y de celo apostólico, difundiendo la
devoción a la Pasión del Señor. En 1911 le tuvieron que
extirpar un ojo y después se le declaró un cáncer de
intestino y una pleuritis. Sobrellevó sus múltiples y grandes
dolores de manera ejemplar. Murió en Cortryck (Bélgica) el
año 1916.
Beato Juan Hashimoto y su familia.
En la feroz persecución contra los cristianos desencadenada en
Japón en la primera mitad del siglo XVII, junto con otros cristianos fue
martirizada toda esta familia en Kioto el año 1619: primero ejecutaron
al padre, Juan; luego crucificaron a la madre, Tecla, que estaba embarazada, y
con ella a los hijos: Catalina de 13 años, Tomás de 12
años, Francisco de 8 años, Pedro de 6 años, y Luisa de 3
años. Fueron beatificados el año 2008.
Beata María Rosa Durocher.
Nació en Saint-Antoine-sur-Richelieu (Quebec, Canadá) el
año 1811. Se educó en las religiosas de Notre Dame y, en 1830, se
fue con su hermano Teófilo, párroco de Belocil, gestionó
su casa y colaboró en las obras parroquiales. Hizo votos privados de
pobreza, obediencia y castidad, y se unió a la Asociación
parroquial de Hijas de María. Para atender a la tan necesaria
educación de la juventud femenina fundó, a semejanza de la que
existía en Marsella, la Congregación de las Hermanas de los
Santos Nombres de Jesús y María, que se extendió
rápidamente. Murió en Longueuil el año 1849.

PARA TENER EL
ESPÍRITU DE ORACIÓN Y DEVOCIÓN
Pensamiento
bíblico:
Los pastores fueron corriendo a
Belén y encontraron a María y a José, y al niño
acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que se les había dicho de
aquel niño. Todos los que lo oían se admiraban de lo que les
habían dicho los pastores. «María, por su parte, conservaba
todas estas cosas, meditándolas en su corazón» (Lc 2,16-19).
Pensamiento
franciscano:
Sobre la devoción de san Francisco a
la Navidad, escribe Celano: «Con preferencia a las demás
solemnidades, celebraba con inefable alegría la del nacimiento del
niño Jesús; la llamaba fiesta de las fiestas, en la que Dios,
hecho niño pequeñuelo, se crió a los pechos de madre
humana. Representaba en su mente imágenes del niño, que besaba
con avidez; y la compasión hacia el niño le hacía incluso
balbucir palabras de ternura al modo de los niños» (2 Cel 199).
Orar con la
Iglesia:
Invoquemos a Dios Padre, que eligió
a María para Madre de su Hijo y la consagró con el
Espíritu Santo.
-Padre de misericordia, te damos gracias
porque tu Hijo, desde la cruz, nos dio a María por madre.
-Señor Jesús, que hiciste que
María meditara tus palabras, guardándolas en su corazón,
haz que también nosotros, por su intercesión, seamos diligentes
en la escucha del Evangelio.
-Padre nuestro, tú que quisiste que
María concibiera por obra del Espíritu Santo, otórganos,
por intercesión de la misma, los frutos del Espíritu.
-Tú que diste fuerza a María
para que acompañara a su Hijo hasta la cruz, por su intercesión,
confórtanos en la tribulación y reanima nuestra esperanza.
Oración: Acoge, Padre, nuestras oraciones y danos un
corazón compasivo como el de María, la Madre de tu Hijo, para que
nos mostremos siempre más atentos a las necesidades de nuestros
hermanos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
* * *
EL ROSARIO Y LAS
MISIONES
Benedicto XVI, Ángelus del día
1 de octubre de 2006
Queridos hermanos y hermanas:
Hoy quisiera reflexionar sobre dos aspectos
que, en la comunidad eclesial, caracterizan este mes de octubre: la
oración del rosario y el compromiso en favor de las misiones. El
próximo día 7 celebraremos la fiesta de la santísima
Virgen del Rosario, y es como si, cada año, la Virgen nos invitara a
redescubrir la belleza de esta oración, tan sencilla y tan profunda. El
amado Juan Pablo II fue gran apóstol del rosario: lo recordamos
arrodillado, con el rosario entre las manos, sumergido en la
contemplación de Cristo, como él mismo invitó a hacer con
la carta apostólica
Rosarium
Virginis Mariae. El rosario es oración contemplativa y
cristocéntrica, inseparable de la meditación de la sagrada
Escritura. Es la oración del cristiano que avanza en la
peregrinación de la fe, siguiendo a Jesús, precedido por
María. Queridos hermanos y hermanas, quisiera invitaros a rezar el
rosario durante este mes en familia, en las comunidades y en las parroquias por
las intenciones del Papa, por la misión de la Iglesia y por la paz en el
mundo.
Octubre es también el mes misionero,
y el domingo 22 celebraremos la Jornada mundial de las misiones. La Iglesia es
por su misma naturaleza misionera. «Como el Padre me ha enviado,
así también os envío yo» (Jn 20,21), dijo
Jesús resucitado a los Apóstoles en el Cenáculo. La
misión de la Iglesia es la continuación de la de Cristo: llevar a
todos el amor de Dios, anunciándolo con las palabras y con el testimonio
concreto de la caridad. En el Mensaje para la próxima Jornada mundial de
las misiones he querido presentar la caridad precisamente como «alma de la
misión». San Pablo, el apóstol de los gentiles,
escribió: «El amor de Cristo nos apremia» (2 Co 5,14). Que
todo cristiano haga suyas estas palabras, con la gozosa experiencia de ser
misionero del Amor allí donde la Providencia lo ha puesto, con humildad
y valentía, sirviendo al prójimo sin segundas intenciones y
sacando de la oración la fuerza de la caridad alegre y activa (cf.
Deus caritas est, 32-39).
Patrona universal de las misiones,
juntamente con san Francisco Javier, es santa Teresa del Niño
Jesús, virgen carmelita y doctora de la Iglesia, cuya memoria celebramos
precisamente hoy [1 de octubre]. Ella, que indicó como camino
«sencillo» hacia la santidad el abandono confiado en el amor de Dios,
nos ayude a ser testigos creíbles del evangelio de la caridad. Que
María santísima, Virgen del Rosario y Reina de las misiones, nos
conduzca a todos a Cristo Salvador.
[Después del Ángelus] Saludo
cordialmente a los peregrinos de lengua española... En este mes de
octubre, tradicionalmente dedicado al santo rosario, os invito a rezarlo con
devoción y a pedir por las necesidades de la Iglesia, especialmente por
quienes dedican su vida a las misiones.
* * *
BEATA MARÍA ANA
MOGAS Y FONTCUBERTA
De la homilía del beato Juan Pablo
II
pronunciada en la Misa de Beatificación (6-X-1996)
La alegoría evangélica de la
viña nos habla del amor entrañable de Dios por sus hijos. A este
amor supo responder generosamente la M. María Ana Mogas Fontcuberta y
dar así abundantes frutos. Ella, renunciando a una posición
social acomodada, forjó, junto al sagrario y a la cruz, su
espiritualidad inspirada en el Corazón de Cristo y basada en la entrega
a Dios y al prójimo con «amor y sacrificio». Fiel al ideal
franciscano, mostró su preferencia por los pobres, la capacidad de
perdonar y olvidar las ingratitudes e injurias, así como la
dedicación a la educación de la infancia, la atención a
los enfermos y a los que padecen alguna carencia. De ese modo respondió
a la llamada del Señor a trabajar en su viña, con un estilo tan
auténtico, que «su santidad no impedía que fuera tan
jovial».
Este es el estilo que transmitió a
sus hijas, las Franciscanas Misioneras de la Madre del Divino Pastor, expresado
en su última exhortación: «Amaos unas a otras como yo os he
amado y sufríos como yo os he sufrido. Caridad, caridad verdadera. Amor
y sacrificio.
* * *
SE ALEGRA MI
ESPÍRITU EN EL SEÑOR
De una carta de san Bruno a sus hijos
cartujos (Núms. 1-3)
Habiéndome enterado, por la
detallada y agradable relación de nuestro venerable hermano Landovino,
del inflexible rigor con que observáis, de un modo tan sabio y digno de
alabanza, vuestra Regla, y habiendo sabido de vuestro santo amor y vuestro
constante interés por todo lo que se refiere a la integridad y la
honestidad, se alegra mi espíritu en el Señor. En verdad, me
alegro y prorrumpo en alabanzas y acciones de gracias al Señor y, sin
embargo, suspiro amargamente. Me alegro, ciertamente, como es de justicia, por
el incremento de los frutos de vuestras virtudes, pero me duelo y me
avergüenzo de verme yo postrado, por mi indolencia y apatía, en la
sordidez de mis pecados.
Alegraos, pues, hermanos míos muy
amados, por vuestro feliz destino y por la liberalidad de la gracia divina para
con vosotros. Alegraos, porque habéis escapado de los múltiples
peligros y naufragios de este mundo tan agitado. Alegraos, porque habéis
llegado a este puerto escondido, lugar de seguridad y de calma, al cual son
muchos los que desean venir, muchos los que incluso llegan a intentarlo, pero
sin llegar a él. Muchos también, después de haberlo
conseguido, han sido excluidos de él, porque a ninguno de ellos le
había sido concedida esta gracia desde lo alto.
Por lo tanto, hermanos míos, tened
por bien cierto que todo aquel que ha llegado a disfrutar de este bien tan
deseable, si llega a perderlo, se arrepentirá hasta el fin, si es que
tiene un mínimo de interés y solicitud por la salvación de
su alma.
Con respecto a vosotros, mis
amadísimos hermanos legos, yo os digo: Proclama mi alma la grandeza
del Señor, porque veo la magnificencia de su misericordia sobre
vosotros, por lo que me ha contado vuestro prior y padre amantísimo, el
cual está muy satisfecho y contento de vuestro proceder.
Alegrémonos también nosotros porque, sin haberos dedicado al
estudio, el Dios poderoso graba en vuestros corazones no sólo el amor,
sino también el conocimiento de su santa ley. En efecto, vuestra
conducta es una prueba de vuestro amor, como también de vuestra
sabiduría. Porque vuestro interés y cautela en practicar la
verdadera obediencia pone de manifiesto que sabéis captar el fruto
dulcísimo y vital de la sagrada Escritura.
* * *
SAN FRANCISCO DE
ASÍS
Carta S. S. Juan Pablo II en el VIII
centenario
del nacimiento de san Francisco (15-VIII-1982)
Vigente actualidad de san
Francisco
«Brillaba como fúlgida estrella
en la oscuridad de la noche, y como la aurora en las tinieblas» (1 Cel
37). Con estas palabras elogiaba a san Francisco de Asís Tomás de
Celano, su primer biógrafo. Este elogio lo repetimos ya el día 3
de octubre de 1981, durante la vigilia celebrada en la basílica de San
Pedro. Ahora, continuando aquella predicación, nos proponemos, mediante
esta Carta, iluminar algunos capítulos del magisterio evangélico
puestos de manifiesto por san Francisco y compartir con vosotros el mensaje de
que es portador para los hombres de nuestro tiempo.
En el libro en que se recogen las
Florecillas de la vida de san Francisco, se cuenta que el hermano
Maseo, uno de sus primeros seguidores, le preguntó una vez:
«¿Por qué todo el mundo va detrás de ti?» (Flor
10). Después de ocho siglos del nacimiento del Santo de Asís, la
pregunta resulta todavía actual, más aún, existe mayor
razón para hacerla. Pues no sólo ha crecido el número de
los que siguen de cerca sus huellas, haciendo norma de vida la Regla compuesta
por él, sino que, además, la admiración y la
simpatía hacia él no han disminuido con el paso del tiempo -como
suele suceder en las cosas humanas-, sino que han penetrado más
profundamente en los corazones y se han dilatado con mayor amplitud.
Podemos ver las huellas que esta
admiración ha dejado en la espiritualidad cristiana, en el arte, en la
poesía y en casi todas las expresiones de la cultura occidental. Italia,
que tiene el honor de haber engendrado a un hombre tan grande, lo eligió
como Patrono principal ante Dios, junto con otra gran hija de su tierra,
Catalina de Siena. La fama de san Francisco ha traspasado los confines de
Europa, tanto que, con razón, se le pueden aplicar las palabras del
Evangelio: «Dondequiera que se proclame este Evangelio, en el mundo
entero, se hablará también de lo que éste ha hecho»
(cf. Mt 26,13).
El estilo de Francisco es tal, que todos
están de acuerdo con él. Todos los que llegan a conocer su modo
de vida, reconocen unánimes el ejemplo de humanidad que dio. Por lo que
no está fuera de lugar, en este año dedicado a su memoria,
repetir la pregunta hecha por el hermano Maseo con sencillez de
espíritu: ¿Por qué todo el mundo va detrás de ti,
Francisco de Asís?
Se puede responder a la pregunta, al menos
en parte, diciendo que los hombres admiran y aman a este hombre de Dios porque
ven realizadas en él -y de modo destacadísimo- lo que anhelan en
sumo grado y no siempre son capaces de conseguir en la vida, a saber: la
alegría, la libertad, la paz, la concordia y la reconciliación
entre los hombres y con la naturaleza misma.
En efecto, resplandece en primer lugar
la alegría, puesto que Francisco es muy conocido como el hombre
transido por la perfecta alegría. Durante toda su vida,
«su principal y supremo cuidado fue tener y conservar en todo momento,
interior y exteriormente, la alegría espiritual» (LP 120).
Muchas veces, como consta en las fuentes
que narran sus hechos, no podía cohibir el ímpetu de la
alegría que le impelía desde dentro, de modo que, como un juglar
vagabundo, imitando con trozos de leña a los tocadores del instrumento
musical llamado «viola», cantaba las alabanzas de Dios en
francés (2 Cel 127). La alegría que llenaba a Francisco
nacía de su capacidad de asombro, desde la que, con sencillez e
inocencia de espíritu, contemplaba todas las cosas y todos los
acontecimientos.
Pero, sobre todo, manaba de la esperanza
que alimentaba en su corazón y desde la que exclamaba: «Es tanto el
bien que espero, que toda pena me da consuelo». Así lo narran las
Consideraciones sobre las llagas (I): «Llegó san Francisco
al castillo, entró sin más y se fue a la plaza de armas, donde se
hallaba reunida toda aquella multitud de nobles; lleno de fervor de
espíritu, se subió a un poyo y se puso a predicar, proponiendo
este tema en lengua vulgar: Tanto è quel bene ch'io aspetto, che
ogni pena m'é diletto. Y sobre este tema, bajo el dictado del
Espíritu Santo, predicó con tal devoción y
profundidad...».
[Cf. el texto completo en Selecciones de
Franciscanismo, núm. 33 (1982) 343-352]

 
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