![]() |
|
![]() |
DÍA 25 DE AGOSTO
|
. |
* * * San Aredio. Nació en Limoges (Francia) en la primera mitad del siglo VI. En su juventud prestó servicios en la corte de los reyes francos. Luego decidió abrazar la vida monástica y fundó un monasterio en Attane, territorio de Limoges, del que fue abad. El monasterio y el pueblo que crecieron a su alrededor tomaron luego el nombre de Saint-Yrieix. Para sus monjes compuso una Regla llena de sabiduría, extraída de los escritos y preceptos de distintos autores de vida monástica: Casiano, Basilio y otros abades. También se dedicó a predicar el Evangelio por toda la Galia. Murió en Attane el año 591. San Geroncio. Obispo de Itálica-Santiponce, cerca de Sevilla en España, que, según la tradición, murió mártir en la cárcel, en el siglo IV. San Ginés de Arlés. Era un joven de Arlés que se alistó en el ejército y tenía el oficio de escribano. Cuando todavía era catecúmeno, se negó a actuar contra los cristianos y a divulgar los edictos imperiales de persecución de los mismos. Trató de salvar su vida huyendo, pero, detenido por los soldados, fue bautizado en su propia sangre por su condición de creyente en Jesucristo. Esto sucedió en Arlés el año 303. San Gregorio de Utrecht. Nació hacia el año 707 cerca de Tréveris (Alemania). Siendo todavía muy joven, escuchó a san Bonifacio que predicaba la conversión, y no dudó en seguirlo, como discípulo y auxiliar, en la tarea de evangelizar las regiones de Hessen y Turingia (Alemania). San Bonifacio, como Legado Pontificio, lo nombró abad del monasterio de San Martín, en Utrecht, y también gobernó esta Iglesia como administrador. Murió allí hacia el año 775. San Menas. Nació en Alejandría de Egipto y ejerció su ministerio sacerdotal en Constantinopla, en el Hospital de Niños. Fue consagrado obispo y patriarca de Constantinopla el año 536 por el papa san Agapito. Celebró un sínodo contra los monofisitas, cuyos acuerdos fueron aprobados por el emperador Justiniano. Más tarde estuvo en suspenso la comunión entre Menas y el papa Vigilio, pero no tardó en llegar su reconciliación. Fue Menas quien consagró la grandiosa iglesia de Santa Sofía, construida por el emperador Justiniano en honor de la divina Sabiduría. Murió el año 552. San Severo. Abad del monasterio que él mismo había fundado en Agde (Languedoc-Rosellón, Francia) en el siglo V. Santo Tomás Cantelupe. Nació en Hambledon (Inglaterra) el año 1218 de familia noble. Estudió en París, Orleáns y Oxford. Asistió al Concilio I de Lyon en 1245 y el papa Inocencio IV lo ordenó de sacerdote. También asistió al Concilio II de Lyon. El rey Enrique III lo nombró canciller del reino. En 1275 fue elegido obispo de Hereford (Inglaterra). Se hizo amar mucho de los pobres por su caridad para con ellos y de todos los fieles. Por defender los derechos de la Iglesia tuvo enfrentamientos con personajes de la mayor relevancia política y social. En una disputa de derechos con el arzobispo de Canterbury, éste lo excomulgó. Tomás acudió a Roma y presentó su caso al papa Martín IV, que falló a su favor. De regreso a su patria murió en Montefiascone (Lacio) el año 1282. Beato Alejandro Dordi. Nació en Gromo San Marino (Bérgamo, Italia) en 1931. Ordenado sacerdote para la diócesis de Bérgamo en 1954, se dedicó a la pastoral y a la educación de la juventud. Pasados 11 años, fue enviado a trabajar con los emigrantes italianos en Suiza, donde también él trabajó como cura obrero. En 1980 marchó a Perú y durante 11 años atendió a los feligreses del valle del río Santa, departamento de Ancash, en lo espiritual y en lo humano. Era un hombre bueno, austero y sencillo, dedicado a la oración. Sacerdote infatigable, valiente, caminante y misionero. El 25 de agosto de 1991 fue asesinado por los terroristas de Sendero Luminoso en Rinconada. Beatificado el 5-XII-2015. Beatos Fermín Martorell y 3 compañeros mártires. Son cuatro miembros de la congregación Hijos de la Sagrada Familia, sacerdotes, que estuvieron trabajando como profesores y educadores en colegios de su Instituto y en otras actividades pastorales. Cuando explotó la persecución religiosa en España, todos ellos pertenecían a la comunidad y colegio San Pedro Apóstol, de Reus (Tarragona). Los milicianos incendiaron el colegio. Los religiosos se dispersaron, pero, detenidos, fueron a parar al barco prisión “Río Segre”, anclado en el puerto de Tarragona. El 25 de agosto de 1936, se los llevaron junto con 13 compañeros de prisión y los asesinaron en Vila-rodona (Tarragona). Fermín Martorell nació en Margalef (Tarragona) en 1879; severo y austero consigo mismo, sabía respetar y contentar a los demás. Francisco Llach Candell nació en Torelló (Barcelona) en 1889; era el menor de cuatro hermanos religiosos Hijos de la Sagrada Familia y de otros dos sacerdotes claretianos. Eduardo Cabanach Majem nació en Bellmunt del Priorat (Tarragona) en 1908; ordenado sacerdote en 1933; tenía dos hermanos jesuitas y otro, Ramón, compañero de congregación y martirio. Ramón Cabanach Majem nació en Barcelona en 1911; era hermano carnal del anterior mártir, Eduardo; recibió la ordenación sacerdotal el 17-VI-1934.- Beatificados el 13-X-2013. Beato Florencio Alonso Ruiz. Nació en Osorno (Palencia) en 1889, profesó en la Orden de San Agustín en 1906 y fue ordenado sacerdote en 1913. Su primer destino fue Barranquilla en Colombia. De vuelta a España, lo destinaron a Gijón (Asturias), donde atendió al culto de la iglesia de las agustinas, y a la enseñanza en unas escuelas gratuitas. El 18-VII-1936 tuvo que ocultarse a causa de la persecución religiosa. Alguien lo denunció como religioso, por lo que fue detenido y el 25-VIII-1936 martirizado en el mismo Gijón. Beato Juan Pérez Rodríguez. Nació en Andavías del Pan (Zamora) en 1877, profesó en la Orden de San Agustín en 1894 y fue ordenado sacerdote en 1901. Comenzó su apostolado en parroquias y colegios de Argentina. De regreso a España, enseñó en los colegios de Uclés y de La Vid. En 1933 pasó a la residencia de Gijón (Asturias), donde atendió a la escuela taller de Santa Rita y a la educación de muchachos pobres. El 18-VII-1936 tuvo que ocultarse, a causa de la persecución religiosa, en casas de amigos. Fue detenido y martirizado el 25-VIII-1936 en el mismo Gijón. Beato Luis de la Consolata Bordino. Nació en Castellinando, provincia de Cuneo (Italia), en 1922. Durante la II Guerra Mundial, en la que participó, lo hicieron prisionero en el frente ruso y lo desterraron a Siberia. En 1947, de regreso en su patria, vistió el hábito de los Hermanos de San José Benito Cottolengo. Desde entonces, acentuando su tradicional preocupación por los demás, dedicó su vida a los pobres, a las personas enfermas y a los que sufren, y se entregó sin descanso a favor de los más pobres y enfermos, confortando los ánimos, medicando y curando sus llagas. Murió en Turín el 25 de agosto de 1977. Beatificado el 2-V-2015. Beato Luis Urbano Lanaspa. Nació en Zaragoza (España) el año 1882. A los 14 años ingresó en el seminario diocesano, pero en 1898 vistió el hábito de los Dominicos. Se ordenó de sacerdote en 1906. Más tarde se doctoró en Ciencias Físicas. En 1912 pasó a la Provincia dominicana de Aragón y lo destinaron a Valencia. Desarrolló una gran actividad como predicador, profesor, editor, director de almas, promotor de la beneficencia social. Su Orden le concedió los títulos de Predicador general y de Maestro en Teología. Cuando se desencadenó la persecución religiosa en España, tuvo que dejar el convento, y se refugió en casa de familias amigas. El 25 de agosto de 1936 lo detuvieron y lo sacaron hacia Paiporta (Valencia), donde lo asesinaron. Beato Onofre Tolosa Alsina. Nació en Cassá de la Selva (Gerona) en 1880. Hizo el noviciado en los Hermanos de las Escuelas Cristianas el año 1896. Ejerció su ministerio en diversos centros como profesor o director, hasta que se resintió su salud. Su último destino fue Bonanova, donde le sorprendió la persecución religiosa. Marchó a su pueblo y se alojó en casa de un hermano, pero la dejó para que no fuera peligrosa su presencia. Al atravesar un control, alguien lo reconoció como religioso y avisó a los milicianos; el 25 de agosto de 1936 lo detuvieron, y aquel mismo día lo asesinaron en la carretera de Llagostera a Vidreras (Gerona). Beatos Pedro Farrés y 5 compañeros mártires. Durante la persecución religiosa desatada en España en 1936, el barco "Río Segre" y otros, anclados en el puerto de Tarragona, sirvieron de prisión para muchos católicos detenidos por los milicianos, que de allí los sacaban en grupos para matarlos en diferentes lugares. El 25 de agosto de 1936 sacaron a nuestros mártires junto con otros presos y los asesinaron cerca del cementerio de Valls. Pedro Farrés nació en Santa Coloma de Queralt (Tarragona) en 1903. Ordenado sacerdote en 1928, ejerció su ministerio en Tarragona como sochantre de la catedral; era amante de la sagrada liturgia. Miguel Grau nació en Herbés (Castellón) en 1869. Ejerció el ministerio sacerdotal en varias parroquias de la diócesis de Tarragona. Era piadoso, humilde y caritativo, daba esplendor a las funciones religiosas. José María Panadés nació en Tarragona el año 1872. Fue ordenado sacerdote en 1899. Después de ejercer el ministerio en varias parroquias, lo nombraron capellán de las Hermanitas de los Pobres, de Tarragona. Antonio Prenafeta nació en Vilosell (Lérida) en 1874. Ordenado sacerdote en 1900, ejerció su ministerio en la parroquia de San Francisco, de Tarragona; era gran devoto de san Francisco de Asís, a cuya Tercera Orden pertenecía. Antonio Vilamassana, nació en Massoteres (Lérida) en 1860. Profesó como hermano coadjutor en los Claretianos en 1884. Pronto lo enviaron como misionero a Fernando Poo, en la entonces Guinea española. Allí trabajó unos 30 años, y, cuando regresó por enfermedad, lo destinaron a Tarragona. Carmelo de Colomés, Capuchino (véase más arriba).- Beatificados el 13-X-2013. Beato Pablo Juan Charles. Nació en Millery (Borgoña, Francia) el año 1743. En 1772 hizo la profesión en el monasterio cisterciense de Sept-Fonts, del que más tarde sería prior, y se ordenó de sacerdote. Tuvo que afrontar las situaciones difíciles y peligrosas que a él y a sus monjes les creó la Revolución Francesa. Después de muchas peripecias fue arrestado en marzo de 1793. Declarado apto para la deportación, lo encerraron en la nave-prisión Les Deux Associés, anclada frente a Rochefort. Las duras condiciones del encierro y la falta de alimentos lo llevaron a la muerte el 25 de agosto de 1794. Beato Vicente Álvarez Cienfuegos, dominico. Nació en Villamejín, San Martín (Asturias) en 1863, profesó en 1878 y fue ordenado sacerdote en 1886. Era estudioso, se dedicó a la enseñanza, obtuvo el título de Maestro en Teología. Por dos veces fue elegido prior provincial; promovió las vocaciones y las misiones. Era asiduo al confesonario y experto director espiritual. El 22-VIII-1936, tras estallar la persecución religiosa, fue arrestado en Madrid y, aunque anciano y achacoso, lo llevaron a la checa de Génova, situación que afrontó con serenidad y fortaleza de espíritu. El 25-VIII-1936 lo ejecutaron. * * * PARA TENER EL ESPÍRITU DE ORACIÓN Y DEVOCIÓN Pensamiento bíblico : En cierta ocasión le presentaron a Jesús unos niños para que les impusiera las manos y rezara por ellos; pero los discípulos les regañaban. Entonces Jesús les dijo: -Dejadlos, no impidáis a los niños acercarse a mí; de los que son como ellos es el Reino de los cielos. Les impuso las manos y se marchó de allí (Mt 19,13-15). Pensamiento franciscano : Dice san Francisco en su Regla: -Todos los hermanos vístanse de ropas viles, y puedan reforzarlas de sayal y otros retazos con la bendición de Dios. A los cuales amonesto y exhorto que no desprecien ni juzguen a los hombres que ven vestidos de telas suaves y de colores, usar manjares y bebidas delicadas, sino más bien que cada uno se juzgue y desprecie a sí mismo (2 R 2,16-17). Orar con la Iglesia: Presentemos a Dios Padre nuestras oraciones y súplicas en favor de todos los hombres. -Por cuantos en la Iglesia tienen la misión de enseñar y educar: para que sean colmados de la sabiduría y de la luz del Espíritu Santo. -Por los educadores, los maestros, los profesores: para que den a sus alumnos una formación humana y cristiana integral. -Por los escritores y por los que enseñan a través de los medios de comunicación social: para que sirvan a la verdad, la justicia, el bien y la dignidad de los hombres. -Por todos los cristianos: para que seamos testigos de humanidad y fraternidad en nuestras relaciones y convivencia. Oración: Escucha, Padre, nuestra oración y envía tu Espíritu a nuestras mentes y a nuestros corazones. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén. * * * DEL MENSAJE DEL SANTO
PADRE JUAN PABLO II El encuentro, en la primavera de 1597, entre José de Calasanz y Antonio Brendani, párroco de Santa Dorotea, fue para vuestro fundador la ocasión de una conversión más total al Evangelio, que lo impulsó a abandonar legítimas aspiraciones personales para encontrar en la pequeña escuela de Trastévere (Roma) un «modo mejor de servir a Dios, ayudando a estos pobres niños». Desde esa primera experiencia educativa, convenientemente transformada y cualificada por Calasanz, nació, en el otoño siguiente, el primer núcleo de las Escuelas Pías, ejemplo de instrucción cristiana abierta a todos, que daría origen a las escuelas populares en sentido moderno. Como recordó mi venerado predecesor Benedicto XV, «él (Calasanz) fue el primero en inventar, para la caridad cristiana, también este camino: cuando, a duras penas, se ofrecía a los muchachos una instrucción primaria, él asumió la tarea de enseñar gratuitamente a los hijos de los pobres, para que no quedaran privados totalmente de instrucción a causa de su pobreza». José de Calasanz, intérprete sabio de los signos de su tiempo, consideró la educación, impartida de modo «breve, sencillo y eficaz», como garantía de éxito en la vida de los alumnos y levadura de renovación social y eclesial. Además, vio en la escuela una manera nueva de evangelizar y, por eso, quiso que la tarea de la educación la asumieran religiosos, y preferiblemente sacerdotes, comprometiéndolos a dar al niño una cultura global, en la que la dimensión religiosa fuera considerada y vivida profundamente. Calasanz delineó, en consecuencia, la figura del sacerdote educador de los niños y de los pobres, elevando al mismo tiempo a dignidad ministerial un oficio considerado por sus contemporáneos humilde y de poco prestigio. Calasanz abrió, con su genial intuición, un fértil surco en la sociedad, que luego muchos otros fundadores y fundadoras han seguido y profundizado; de esta forma, la escuela es hoy uno de los campos en los que la Iglesia puede cumplir con mayor eficacia su misión evangelizadora. Por consiguiente, con razón, mi venerado predecesor Pío XII, en el año 1948, lo proclamó «patrono celeste de todas las escuelas populares cristianas del mundo». El ambiente secularizado en que, por desgracia, tienen que vivir las nuevas generaciones exige que la escuela de inspiración cristiana se siga ofreciendo a cuantos buscan en ella un lugar óptimo de formación y evangelización. Los modelos negativos que se suelen proponer a los jóvenes de nuestro tiempo hacen necesario que los religiosos comprometidos en el ámbito de la educación continúen «con fidelidad creativa» su misión, con el fin de cumplir el mandato de Jesús: «Id por todo el mundo y proclamad el Evangelio a toda la creación». En efecto, la educación constituye un moderno areópago, en el que la Iglesia, hoy más que nunca, está llamada a cumplir su misión de evangelización y caridad cultural. Calasanz no se limitó a promover la «escuela para todos», ideal que más tarde ha sido reconocido como uno de los derechos fundamentales del hombre; quiso que su escuela, animada por maestros especialmente comprometidos en la evangelización, estuviera destinada «principalmente a los niños pobres». Ese planteamiento, que representó una gran innovación en el siglo XVI, resulta sumamente actual también hoy. En efecto, en las zonas marginadas de los países donde reina el bienestar, y sobre todo en las naciones en vías de desarrollo, muchos niños aún no son suficientemente escolarizados o se ven totalmente abandonados a su suerte, de forma que la evangelización de los pobres sigue siendo un signo profético de la presencia del reino de Dios entre los hombres. Si Calasanz supo ver en el rostro de aquellos niños romanos, abandonados a sí mismos, el reflejo del rostro de Cristo, ahora os toca a vosotros, en un mundo en que los pueblos y las personas son apreciados y estimados sólo en función de su importancia económica, mostrar a todos que los niños y los pobres siguen siendo los preferidos del corazón de Cristo. * * * PROCUREMOS VIVIR UNIDOS A
CRISTO Nadie ignora la gran dignidad y mérito que tiene el ministerio de instruir a los niños, principalmente a los pobres, ayudándolos así a conseguir la vida eterna. En efecto, la solicitud por instruirlos, principalmente en la piedad y en la doctrina cristiana, redunda en bien de sus cuerpos y de sus almas, y, por esto, los que a ello se dedican ejercen una función muy parecida a la de sus ángeles custodios. Además, es una gran ayuda para que los adolescentes, de cualquier género o condición, se aparten del mal y se sientan suavemente atraídos e impulsados a la práctica del bien. La experiencia demuestra que, con esta ayuda, los adolescentes llegan a mejorar de tal modo su conducta, que ya no parecen los mismos de antes. Mientras son adolescentes, son como retoños de plantas que su educador puede inclinar en la dirección que le plazca, mientras que, si se espera a que endurezcan, ya sabemos la gran dificultad o, a veces, la total imposibilidad que supone el doblegarlos. La adecuada educación de los niños, principalmente de los pobres, no sólo contribuye al aumento de su dignidad humana, sino que es algo que merece la aprobación de todos los miembros de la sociedad civil y cristiana: de los padres, que son los primeros en alegrarse de que sus hijos sean conducidos por el buen camino; de los gobernantes, que obtienen así unos súbditos honrados y unos buenos ciudadanos; y, sobre todo, de la Iglesia, ya que son introducidos de un modo más eficaz en su multiforme manera de vivir y de obrar, como seguidores de Cristo y testigos del Evangelio. Los que se comprometen a ejercer con la máxima solicitud esta misión educadora han de estar dotados de una gran caridad, de una paciencia sin límites y, sobre todo, de una profunda humildad, para que así sean hallados dignos de que el Señor, si se lo piden con humilde afecto, los haga idóneos cooperadores de la verdad, los fortalezca en el cumplimiento de este nobilísimo oficio y les dé finalmente el premio celestial, según aquellas palabras de la Escritura: Los que enseñaron a muchos la justicia brillarán como tas estrellas, por toda la eternidad. Todo esto conseguirán más fácilmente si, fieles a su compromiso perpetuo de servicio, procuran vivir unidos a Cristo y agradarle sólo a él, ya que él ha dicho: Cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis. * * * EL REY JUSTO HACE ESTABLE
EL PAÍS Hijo amadísimo, lo primero que quiero enseñarte es que ames al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con todas tus fuerzas; sin ello no hay salvación posible. Hijo, debes guardarte de todo aquello que sabes que desagrada a Dios, esto es, de todo pecado mortal, de tal manera que has de estar dispuesto a sufrir toda clase de martirios antes que cometer un pecado mortal. Además, si el Señor permite que te aflija alguna tribulación, debes soportarla generosamente y con acción de gracias, pensando que es para tu bien y que es posible que la hayas merecido. Y, si el Señor te concede prosperidad, debes darle gracias con humildad y vigilar que no sea en detrimento tuyo, por vanagloria o por cualquier otro motivo, porque los dones de Dios no han de ser causa de que le ofendas. Asiste, de buena gana y con devoción, al culto divino y, mientras estés en el templo, guarda recogida la mirada y no hables sin necesidad, sino ruega devotamente al Señor, con oración vocal o mental. Ten piedad para con los pobres, desgraciados y afligidos, y ayúdalos y consuélalos según tus posibilidades. Da gracias a Dios por todos sus beneficios, y así te harás digno de recibir otros mayores. Para con tus súbditos, obra con toda rectitud y justicia, sin desviarte a la derecha ni a la izquierda; ponte siempre más del lado del pobre que del rico, hasta que averigües de qué lado está la razón. Pon la mayor diligencia en que todos tus súbditos vivan en paz y con justicia, sobre todo las personas eclesiásticas y religiosas. Sé devoto y obediente a nuestra madre, la Iglesia romana, y al sumo pontífice, nuestro padre espiritual. Esfuérzate en alejar de tu territorio toda clase de pecado, principalmente la blasfemia y la herejía. Hijo amadísimo, llegado al final, te doy toda la bendición que un padre amante puede dar a su hijo; que la santísima Trinidad y todos los santos te guarden de todo mal. Y que el Señor te dé la gracia de cumplir su voluntad, de tal manera que reciba de ti servicio y honor, y así, después de esta vida, los dos lleguemos a verlo, amarlo y alabarlo sin fin. Amén. * * * MANSEDUMBRE Y
CORTESÍA, Cortesía significaba «uso de corte... cuando en las cortes antiguamente brillaban las virtudes y las buenas costumbres» (Dante: El Convite II, X, 8); cortesía significaba lealtad, proeza, liberalidad, o sea, generosidad en dar espléndidamente, sin reservas. Los trovadores iban cantando de castillo en castillo las loas del señor cortés, que se ataviaba «con el honor de la bolsa y de la espada», y el honor de la bolsa consistía en dar «con pronta liberalidad, dar a muchos, dar cosas útiles, dar sin haber sido rogado». Y el dar pronto a muchos «se asemeja a los beneficios de Dios, que es bienhechor universalísimo» (Dante: El Convite I, VIII, 2-4). Esta cortesía ideal, que el niño Francisco había oído celebrar en las canciones provenzales, en las gestas de los paladines, en los romances del ciclo de Artús, y quién sabe si en los cuentos de su madre, florecía bajo la nieve y las zarzas de la ascética en la fantasía mística del convertido. La transfiguración de sí mismo en heraldo del gran Rey precisamente cuando, pobre y andrajoso, fue arrojado por unos bandoleros a una fosa de nieve del Subasio; la transfiguración de sus primeros compañeros en hijos del gran Rey, abandonados en el desierto, pero conservando siempre los derechos reales; la transformación de la aborrecida y humillante pobreza en dama Pobreza, su esposa y señora, así como la de los hermanos en caballeros de la tabla redonda; el saludo a las virtudes, como a parejas de nobles damas que desfilan en cortejo precediendo o acompañando a su soberana, son todo ello, en el fondo, fantasías caballerescas aplicadas metafóricamente a su mundo religioso. Pero Francisco era hombre de oración y de acción. Como hombre de oración pensaba que «la cortesía es una de las propiedades de Dios quien, por cortesía, da su sol y su lluvia a justos e injustos, y es hermana de la caridad» (Florecillas 36). Como hombre de acción convertía en vida sus conceptos; y he aquí la incomparable cortesía del Poverello que, sin poseer nada, daba siempre. La mayor mortificación para un pródigo como rey de las fiestas debió consistir precisamente en no tener ya nada para dar. Su cortesía, no obstante, era así de ingeniosa como para encontrar todavía algo en sí para los mendigos: la capucha, el manto, la túnica, una manga de túnica, un retazo del manto. La historia de los mantos, o mejor, de los vestidos de san Francisco, constituye una pequeña epopeya, y comienza cuando, joven todavía en el mundo, cede su flamante armadura nueva a un noble venido a menos (cf. 2 Cel 5). Fue cortés con sus hermanos. Para el fidelísimo fray León escribió de su propio puño una bendición especial (2 Cel 49). Poco antes de la muerte, cuando vio los «mostaccioli» (especie de bizcochos) traídos por la señora Jacoba, pensó en fray Bernardo, el primero de la primera hora: «Este manjar le sabrá bien al hermano Bernardo» (LP 12). Amó con predilección a fray Ángel de Rieti «excelente por su cortesía» (EP 85). Llegaba a adivinar el deseo de los hermanos que venían de lejos para pedir su bendición, o para oír una palabra tranquilizadora de sus conciencias, o en busca de una reliquia suya o incluso de su túnica; y bien pronto los dejaba complacidos privándose gustoso aun de lo más estrictamente necesario. Al fin de su vida, intuyendo el deseo de un hermano de hacerse con su túnica después de la muerte, se la ofreció, privándose de poderla dar a otro: «Te entrego esta mi túnica y sea en adelante tuya. Aunque la utilice mientras viva, a mi muerte te será devuelta» (2 Cel 50). Fue todo un caballero para con las mujeres dignas de su protección o de su amistad, como Clara de Offreduccio, Jacoba de Settesoli, o como aquella desconocida que vino a pedirle la conversión de su marido que la tiranizaba; caballeroso con las madres de sus hermanos, a las que nunca les negó la ayuda, aunque costase el sacrificio de desprenderse del único ejemplar del Evangelio que poseía la pobre comunidad; de espíritu caballeresco con las mendigas ancianas hasta el grado de mandarles anónimamente y como «restitución» el manto o la tela de que podía disponer (cf. 2 Cel 92; LP 89; EP 33). Fue cortés con los hombres más alejados de su ideal, como los ricos y todos aquellos que «viven y comen con regalo y visten lujosamente»; cortés, pero con una cortesía no formalista, sino derivada de la consideración de que «Dios es Señor nuestro y de ellos», y deben ser reverenciados como hermanos y señores (cf. TC 58). |
. |