SUMARIO
Introducción
Capítulo
I: «Yo soy el que soy»
Capítulo
II: «Mi Padre y vuestro Padre»
Capítulo
III: Hijos en el Hijo
Capítulo
IV: La oración de los hijos
Capítulo
V: Creer en Dios en un mundo de increencia
Capítulo
VI: «Volveré junto a mi Padre»
Capítulo
VII: María, signo del amor del Padre
Capítulo
VIII: El hombre como hijo, hermano y padre
Introducción
En el discurso de despedida, Jesús
nos dijo: «Salí del Padre y vine al mundo; ahora dejo el mundo para
volver al Padre» (Jn 16,28). Jesús salió del Padre para
venir a encontrarse con nosotros y mostrarnos el camino hacia el Padre:
«En la casa de mi Padre hay lugar para todos...; ahora voy a prepararos
ese lugar. Una vez que me haya ido y os haya preparado ese lugar,
volveré y os llevaré conmigo, para que podáis estar donde
voy a estar yo. Vosotros ya sabéis el camino para ir a donde yo voy...
Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie puede llagar hasta el Padre, sino
por mí» (Jn 14,2-7).
Toda nuestra vida es, pues, un camino hacia
el Padre con y por Jesús. Iluminados por su palabra, animados por su
presencia y testimonio, movidos por la fuerza de su Espíritu, nos vamos
acercando a nuestra verdadera casa, la de nuestro Padre. Éste es el
verdadero sentido de nuestra vida.
En otras catequesis reflexionamos sobre el
seguimiento de Jesús y sobre el don del Espíritu Santo; ahora nos
proponemos reflexionar sobre el que es a la vez el origen y la meta de nuestro
caminar, el Padre.
Hablar de camino quiere decir hablar de
acercamiento progresivo. No llegamos de un salto, sino a través de
etapas sucesivas. Los creyentes, si seguimos de verdad a Jesús, vamos
descubriendo poco a poco quién es el Padre y nos vamos convirtiendo cada
vez más en hijos suyos. Y este progreso lo hacemos a golpes de vida, a
través de sucesivos descubrimientos y experiencias. Ojalá estas
catequesis nos sirvan para conocer mejor a nuestro Padre y abandonarnos
confiadamente en sus brazos.
Los ocho capítulos que presentamos
ofrecen un desarrollo bastante lógico. En los dos primeros, intentamos
descubrir cómo se ha ido revelando el Padre en la historia de la
salvación, hasta llegar a la manifestación suprema y definitiva
en Jesucristo. En los dos siguientes, el tercero y el cuarto, estudiamos
nuestra verdadera condición: si Dios es Padre, nosotros somos hijos;
¿en qué consiste vivir como hijos?, ¿cómo nos hemos de
dirigir a nuestro Padre? Los dos siguientes, quinto y sexto, nos obligan a una
«toma de tierra». En primer lugar, de nuestra cultura, que, al
navegar entre la cerrazón a Dios y el ansia de encontrarle, plantea
nuevos retos a nuestra fe. Y, en segundo lugar, de nuestro propio pecado, que
nos exige una nueva conversión. En el capítulo séptimo nos
fijamos en una estrella que brilla refulgente en el camino hacia el Padre:
María, verdadero icono del amor de Dios. Y, por fin, el capítulo
octavo intenta echar un poco la raya bajo la cuenta; se trata de sintetizar la
concepción del hombre, del matrimonio y de la familia, que emerge de la
fe en un Dios Padre.
Al final de cada capítulo se ofrece
el texto completo de una oración y, porque conviene reservar todos los
días algún tiempo para un verdadero encuentro con Dios nuestro
Padre a fin de orar siempre sin desfallecer, damos pistas para un tipo de
oración personal, con la pretensión de que, sumándolos
todos, se perciba el perfil original y las cualidades básicas de la
oración cristiana.