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Jordán de Giano: Crónica, nn. 1-25 |
. | Prólogo A los hermanos de la Orden de los Menores establecidos por Alemania, el hermano Jordán de Giano del valle de Espoleto desea en el presente la perseverancia en el bien, y en el futuro la gloria sin fin con Cristo. Cuando alguna vez contaba cosas sobre las costumbres familiares y sobre la vida de los primeros hermanos enviados a Alemania, muchos hermanos de los que lo oían se sentían edificados, hasta el punto de rogarme muchas veces que recogiera por escrito esos relatos y otras cosas que pudiese recordar, anotando los años en que fueron enviados los hermanos y cuándo sucedió tal o cual episodio. Y puesto que, como dice la Escritura, «es pecado de adivinación no querer someterse e iniquidad de idolatría no querer obedecer» (1), decidí acceder al devoto deseo de los hermanos, sobre todo de fray Balduino de Brandenburgo, quien espontáneamente y a requerimiento de fray Bartolomé (2), entonces ministro de Sajonia, se me ofreció como escribano. Por lo tanto, en el año del Señor 1262, después del Capítulo de Halberstadt, celebrado el domingo «Jubilate» (3), nos quedamos en el lugar donde se había celebrado el Capítulo, yo dictando y fray Balduino escribiendo, con el fin de atender de alguna manera el deseo de los hermanos. Si lo he conseguido, incluso yo me alegro. En caso contrario, os será necesario usar de cierta indulgencia porque, como sabéis, he emprendido esta tarea obligado por vosotros y a pesar de considerarme poco formado. Respecto a la datación de los hechos, si tal vez he cometido errores por olvido, cosa natural en un hombre ya viejo y cansado, pido perdón al lector, rogándole que me corrija y rectifique con caridad allí donde encuentre una equivocación. Igualmente, veré bien que alguien quiera embellecer con palabras más elegantes el estilo del escritor y la tosquedad del dictado. Me parece suficiente haber suministrado el material a escritores excelentes y expertos en el arte de escribir. Cuando pienso en mi poquedad y en la de aquellos otros hermanos enviados conmigo a Alemania y considero la actual prosperidad y gloria de nuestra Orden, en medio de mi confusión exalto de corazón la divina clemencia y me siento obligado a deciros las palabras del Apóstol: «Considerad, hermanos, vuestra vocación, puesto que no fueron muchos los sabios según la carne los que dieron forma a nuestra Orden con su sabiduría, ni muchos los poderosos que emplearon su fuerza para conservarla, ni muchos los nobles que se empeñaron en honrarla con su favor. Sino que Dios ha escogido a los que el mundo considera necios para confundir a los sabios; Dios ha escogido a los débiles según el mundo para confundir a los fuertes, y a los plebeyos y despreciados por el mundo, y a las cosas que no existen, para emular a las que existen, de modo que ningún hombre pueda enorgullecerse delante de Dios» (4). Así, pues, para gloriarnos en Dios, quien hizo surgir esta Orden con su sabiduría y por medio de su siervo Francisco la ofreció al mundo como ejemplo, y no en un hombre, se narrará más detalladamente en los capítulos que siguen cómo, cuándo, de qué manera y por medio de qué personas ella ha llegado hasta nosotros. 1. En el año del Señor 1207 (5), Francisco, mercader de profesión, con el corazón compungido y tocado por el soplo del Espíritu Santo, comenzó una vida de penitencia, vestido de ermitaño. Pero ya que está suficientemente explicado en la Leyenda (6) cómo sucedió su conversión, aquí lo pasamos. 2. En el año del Señor 1209, tercero de su conversión, habiendo escuchado en el Evangelio lo que Cristo dijo a los discípulos al enviarlos a predicar (7), se deshizo inmediatamente del bastón, la alforja y el calzado, cambió de hábito, adoptando el que llevan ahora los hermanos, y se hizo imitador de la pobreza evangélica y predicador solícito del Evangelio. 3. En el año del Señor 1219 (8), décimo de su conversión, el hermano Francisco, en el Capítulo celebrado junto a Santa María de la Porciúncula, envió hermanos a Francia, Alemania, Hungría, España y a las otras provincias de Italia a las que los hermanos no habían llegado todavía. 4. Los hermanos que fueron a Francia (9), preguntados si eran Albigenses (10), respondían que sí, no comprendiendo qué era eso de Albigenses e ignorando que se trataba de unos herejes, hasta el punto de ser tomados casi por tales. Pero el obispo (11) y los maestros (12), después de leer atentamente su Regla y encontrarla evangélica y católica, consultaron sobre el particular al señor papa Honorio (13). Éste declaró, por medio de cartas suyas (14), que su Regla era auténtica, ya que había sido aprobada por la Sede Apostólica, y los hermanos, hijos especiales de la Iglesia Romana y verdaderamente católicos; de este modo los libró de ser sospechosos de herejía. 5. A Alemania fueron enviados los hermanos... y fray Juan de Penna (15), junto con unos 60 hermanos o más. Éstos penetraron en las regiones germanas sin conocer la lengua, y preguntados si querían alojamiento, comida y demás, respondieron «ja» (16), siendo acogidos por algunos con benevolencia. Y advirtiendo que con la palabra «ja» se les trataba bien, decidieron responder «ja» a cualquier pregunta. Pero sucedió que, al preguntarles si eran herejes y habían llegado con la intención de inficionar toda Alemania, como habían hecho antes con la Lombardía (17), respondieron también «ja». Entonces, algunos de ellos fueron golpeados, otros encarcelados, a otros se les quitó la ropa y, habiéndoles paseado así desnudos, los convirtieron en espectáculo ridículo para el pueblo. Viendo, pues, los hermanos que no tenían nada que hacer en Alemania, regresaron a Italia. Por este motivo los hermanos miraban a Alemania como un lugar cruel, al que no osaban volver sino inspirados por el deseo del martirio. 6. Los hermanos enviados a Hungría fueron llevados allí por mar, a instancias de un obispo húngaro; y cuando avanzaban por separado a través de los campos, los pastores les azuzaban los perros y, sin cruzar palabra, los golpeaban obstinadamente con el extremo romo de sus picas. Preguntándose los hermanos entre sí por el motivo de tan malos tratos, dijo uno de ellos: «Tal vez quieran nuestras túnicas superiores» (18). Se las dieron, pero ni aun así cesaron los bastonazos. Y añadió: «Tal vez quieran también nuestras túnicas interiores». Se las dieron, pero ni aun así dejaron aquéllos de bastonearlos. Dijo por último: «Tal vez quisieran incluso nuestros calzones». Se los dieron, y aquellos cesaron de golpearlos, dejándolos ir desnudos. Uno de estos hermanos (19) me contaba que había perdido de este modo los calzones unas quince veces. Y dado que, vencido por el pudor y la vergüenza, le dolía más perder los calzones que las otras prendas, los manchó con estiércol de buey y otras porquerías para que los pastores, sintiendo náuseas al verlos, no se los quitasen. Afligidos por éstas y otras muchas injurias, se volvieron a Italia. 7. De los hermanos que pasaron a España, cinco fueron coronados por el martirio (20). Si estos cinco fueron enviados por este mismo Capítulo o por el precedente, como fray Elías y sus compañeros de ultramar, no podría decirlo con seguridad (21). 8. Cuando fueron referidos a Francisco el martirio, la vida y la Leyenda (22) de dichos hermanos, viendo que en dicha Leyenda se les alababa, y dándose cuenta de que los hermanos se gloriaban del martirio de aquéllos, siendo como era un gran despreciador de sí mismo y enemigo de toda alabanza y gloria, rechazó la Leyenda y prohibió su lectura, diciendo: «Cada uno gloríese de su propio martirio, y no del ajeno» (23). Y así toda aquella misión, tal vez porque se había enviado antes de tiempo, pues el tiempo para cada cosa está escrito en el cielo (24), no llegó a conseguir nada. 9. Fray Elías (25) fue nombrado por Francisco ministro provincial de ultramar (26). Por su predicación, un clérigo llamado Cesáreo fue admitido en la Orden. Este Cesáreo, alemán nacido en Espira y subdiácono, había sido discípulo en teología del maestro Conrado de Espira, predicador de la cruzada y más tarde obispo de Hildesheim (27). Siendo aún secular, fue un gran predicador e imitador de la perfección evangélica. Dado que ciertas matronas en su ciudad iban a su predicación llevando un vestido sencillo y dejados los adornos, sus maridos, indignados, quisieron mandarlo a la hoguera como hereje. Pero librado por el maestro Conrado, se volvió a París (28). Más tarde, atravesando el mar con ocasión del solemne tránsito (29), por la predicación de fray Elías, como se dijo, se convirtió a nuestra Orden y llegó a ser un hombre de gran doctrina y ejemplo. 10. Dadas estas disposiciones, el bienaventurado padre, dándose cuenta de haber mandado a sus hijos al martirio y al sacrificio, no quiso dar la impresión de buscar su propia tranquilidad mientras los demás sufrían por Cristo. Debido a su gran coraje y no queriendo que nadie le superase en el seguimiento de Cristo, sino más bien preceder a todos, y puesto que sus hijos habían sido enviados a peligros inciertos y entre fieles, él mismo, ardiendo en amor por la pasión de Cristo, en el mismo año en que mandó a los otros hermanos, es decir, en el decimotercero de su conversión (30), afrontó los peligros ciertos del mar y, pasando a los infieles, se presentó ante el sultán (31). Pero antes de poder llegar hasta él, tuvo que sufrir muchas injurias y ofensas, e ignorando la lengua gritaba en medio de los golpes: «¡Sultán, Sultán!» Así fue conducido hasta su presencia y recibido por él con mucho honor y atendido humanitariamente en su enfermedad. Y cuando decidió volver, ya que allí no podía hacer nada, el Sultán le hizo acompañar, por una escolta armada, hasta el ejército cristiano que estaba entonces asediando Damieta. 11. Cuando el bienaventurado Francisco cruzó el mar con Pedro Cattani (32), experto en leyes y jurisconsulto, dejó dos vicarios (33), fray Mateo de Narni (34) y fray Gregorio de Nápoles (35). Estableció a Mateo en Santa María de la Porciúncula, con el encargo de estar allí para recibir a los que debían ser acogidos en la Orden, y a Gregorio para que, yendo por Italia, confortara a los hermanos. Ahora bien, puesto que según la primitiva Regla (36), los hermanos ayunaban miércoles y viernes y, con el permiso de Francisco, también lunes y sábados, mientras que los otros días comían carne, estos dos vicarios, con algunos hermanos más ancianos de Italia, tuvieron un Capítulo (37), en el que establecieron que los hermanos no adquirieran carne en los días permitidos, sino que la comiesen solamente en el caso de que los fieles la ofrecieran espontáneamente (38). Además, establecieron el ayuno obligatorio los lunes y los otros dos días, añadiendo que los lunes y sábados no debían procurarse lacticinios, sino que se debían abstener de ellos (39), a menos que los fieles devotos los ofrecieran de modo espontáneo. 12. Un hermano laico, indignado por estas constituciones, dado que pretendían añadir algo a la Regla del santo padre, tomó consigo las constituciones y cruzó el mar sin licencia de los vicarios. Y llegado a donde estaba el bienaventurado Francisco, lo primero que hizo fue confesar ante él su culpa pidiendo perdón por haberse presentado sin permiso, aunque movido por la necesidad, desde el momento en que los vicarios que había dejado habían tenido la presunción de añadir nuevas normas a su Regla; además, añadió que la Orden estaba removida en toda Italia, tanto por los dos vicarios como por algunos otros hermanos que reclamaban novedades. Leídas las constituciones en el preciso momento en que el bienaventurado Francisco estaba sentado a la mesa y se disponía a comer la carne que le habían preparado, preguntó a fray Pedro: «¿Señor Pedro, qué hacemos?» Y él respondió: «¡Ah, señor Francisco!, lo que os parezca ya que vos tenéis la autoridad». Dado que fray Pedro era docto y noble, el bienaventurado Francisco, por cortesía, le honraba llamándole «señor». Y este recíproco respeto permaneció entre ellos tanto en ultramar como en Italia. Por fin, concluyó el bienaventurado Francisco: «Comamos, pues, como dice el Evangelio, la comida que nos han preparado» (40). 13. Por aquel mismo tiempo, vivía en ultramar una pitonisa que había predicho muchas cosas ciertas, y por eso la llamaban la «Verídica». Ésta había dicho a los hermanos que estaban con Francisco: «Volved, volved, porque la Orden está revuelta, dividida y a punto de disgregarse por la ausencia del hermano Francisco» (41). Y esto era verdad, pues fray Felipe, que tenía el cuidado de las Damas Pobres (42), en contra del bienaventurado Francisco, quien prefería superar todos los conflictos con la humildad más que con la potestad judicial, había obtenido de la Sede Apostólica cartas que le autorizaban a defender a las Damas y excomulgar a quienes las molestasen. Igualmente, fray Juan de Campello (43), habiendo reunido un gran número de leprosos, hombres y mujeres, salió de la Orden y quiso hacerse fundador de otra nueva; escribió una Regla y se presentó con sus seguidores a la Sede Apostólica para que la aprobaran. Además de todas estas cosas, durante la ausencia del bienaventurado Francisco, surgieron otros motivos de turbación, tal como lo había predicho la Verídica. 14. El bienaventurado Francisco, tomando consigo a fray Elías, a fray Pedro Cattani y a fray Cesáreo -aquel que había sido admitido por fray Elías cuando era ministro de Siria, como ya se dijo- (44), y a otros hermanos, se volvió a Italia (45). Una vez allí y conocidas más a fondo las causas de tales desórdenes, no se dirigió a los agitadores, sino que se fue al señor papa Honorio (46). No atreviéndose el humilde padre a llamar a la puerta de tan gran príncipe, se acostó en el atrio del señor papa, esperando con paciencia que saliera espontáneamente. Cuando salió, el bienaventurado Francisco le hizo una reverencia y le dijo: «Padre papa, Dios te dé la paz» (47). Y él: «Dios te bendiga, hijo». Y el bienaventurado Francisco: «Señor, dado que eres grande y estás ocupado a menudo en grandes asuntos, los pobres no pueden muchas veces llegar hasta ti, ni hablar contigo cada vez que tienen necesidad. Tú me has concedido muchos papas (48). Dame uno con el que pueda hablar cuando lo necesite y que, haciendo tus veces, escuche y resuelva mis problemas y los de mi Orden». A lo que contestó el papa: «¿A quién quieres que te dé, hijo?» Y Francisco respondió: «Al señor de Ostia» (49). Y se lo concedió. Habiendo, pues, el bienaventurado Francisco referido al señor de Ostia, su papa, las causas de su turbación, éste revocó inmediatamente las cartas a fray Felipe, mientras que fray Juan y sus seguidores, avergonzados, fueron expulsados de la Curia. 15. Y así, con el fervor de Dios, los perturbadores se calmaron inmediatamente y el bienaventurado Francisco reformó la Orden según sus normas. Y viendo el bienaventurado Francisco que fray Cesáreo era docto en Sagrada Escritura, le confió el trabajo de adornar con palabras del Evangelio la Regla redactada por él con palabras sencillas (50). Y él lo hizo (51). Y puesto que la mayoría de los hermanos estaban turbados por las voces que corrían sobre el bienaventurado Francisco, diciendo algunos que había muerto, otros que lo habían asesinado y otros que había naufragado, cuando se enteraron de que estaba vivo y había vuelto, debido a la alegría, les pareció que amanecía una nueva luz para ellos. El bienaventurado Francisco anunció inmediatamente el Capítulo general en Santa María de la Porciúncula. 16. En el año del Señor 1221, el 23 de mayo, indicción XIV, en el santo día de Pentecostés (52), el bienaventurado Francisco celebró el Capítulo general en Santa María de la Porciúncula. Al Capítulo, según la costumbre entonces en vigor, asistieron tanto los profesos como los novicios, estimándose en unos 3.000 el número de hermanos que acudieron (53). En el Capítulo estuvo presente el señor Reinerio, cardenal diácono, con otros muchos obispos y religiosos (54). Por orden del cardenal, un obispo celebró la misa, y se cree que el bienaventurado Francisco leyó el Evangelio (55) y otro hermano la Epístola. Al no tener los hermanos edificios suficientes para tantos, se alojaron en un campo ancho y vallado, al abrigo de unos cobertizos de ramas, comiendo y durmiendo divididos ordenada y espaciosamente en grupos de veintitrés mesas. La gente del lugar servía con suma prontitud a este Capítulo, proveyendo en abundancia de pan y vino, y contenta de una reunión tan grande de hermanos y del regreso del bienaventurado Francisco. En este Capítulo el bienaventurado Francisco predicó a los hermanos escogiendo el tema: «Bendito el Señor, mi Dios, que prepara mis manos para la lucha» (56), enseñándoles las virtudes y exhortándoles a la paciencia y a servir de ejemplo al mundo. De igual manera predicaba al pueblo, quedando edificados tanto el pueblo como el clero. ¿Quién podrá explicar la gran caridad, paciencia, obediencia y alegría fraterna que reinaba entonces entre los hermanos? Un Capítulo como éste, tanto por el número de hermanos como por la solemnidad de las ceremonias, no lo vi nunca en la Orden. Y no obstante la multitud de hermanos, el pueblo proveía de todo con tanta alegría que después de siete días de Capítulo los hermanos tuvieron que cerrar la puerta para no aceptar nada más, permaneciendo otros dos días aún con el fin de agotar los alimentos que habían recibido (57). 17. Al final de este Capítulo o, mejor, cuando estaba a punto de terminar, le vino a la memoria al bienaventurado Francisco que la Orden no había conseguido todavía implantarse en Alemania; encontrándose entonces delicado de salud (58), todo lo que tenía que comunicar al Capítulo lo decía por medio de fray Elías (59). El bienaventurado Francisco, sentado a los pies de éste, tiró de su hábito, quien, inclinándose hasta él y escuchando lo que quería, se irguió y dijo: «Hermanos, el Hermano -entendiendo por tal al bienaventurado Francisco, que entre ellos era llamado el hermano por excelencia- dice que existe un país, Alemania, donde viven hombres cristianos y devotos; como bien sabéis, éstos pasan muchas veces por nuestra tierra con sus largos bastones y grandes botas, cantando alabanzas a Dios y a sus santos, y aguantando, sudorosos, los ardientes rayos del sol, y visitan los sepulcros de los santos. Pero como los hermanos que fueron antes entre ellos volvieron maltratados, el Hermano no obliga a nadie a que vaya. Pero si algunos, inspirados por el celo de Dios y de las almas, quieren ir, les dará la misma obediencia (60) e incluso más amplia que la que daría a cuantos van a ultramar. Y si hay algunos que tienen intención de ir, que se levanten y se pongan en un grupo aparte». Inflamados por el deseo, se levantaron cerca de 90 hermanos, dispuestos a ofrecerse a la muerte y, sentados aparte según se les había dicho, esperaban saber quiénes, cuántos, cómo y cuándo debían partir. 18. En aquel Capítulo había un hermano (61) que solía suplicar al Señor que su fe no fuera corrompida por los herejes de Lombardía (62) ni puesta en peligro por la brutalidad de los alemanes, y que el Señor, en su misericordia, se dignase liberarlo de estas dos pruebas. Éste, viendo levantarse a muchos hermanos dispuestos a ir a Alemania, pensó que serían inmediatamente martirizados por los alemanes, y doliéndose de no haber conocido personalmente a los enviados y ya martirizados en España (63), quiso evitar que le sucediera lo mismo con éstos; se levantó de en medio de la multitud y fue hacia ellos, preguntándole a cada uno: «¿Quién eres y de dónde?», pues consideraba una gran gloria, caso de que fueran martirizados, poder decir: «Yo conocí a éste, o conocí a aquél». Entre ellos había un hermano diácono llamado Palmerio (64), que después fue guardián del convento de Magdeburgo, persona alegre e ingeniosa, oriundo del monte Gárgano en la Pulla. Cuando llegó hasta él el hermano curioso y le preguntó quién era y cómo se llamaba, éste respondió: «Me llamo Palmerio», y cogiéndolo de la mano, añadió: «Tú también eres de los nuestros y te vendrás con nosotros», queriendo llevárselo consigo entre los alemanes, mientras que el otro había pedido ya muchas veces al Señor que lo mandase donde quisiera excepto allí. Mas él, al oír el nombre de alemanes, replicó horrorizado: «No soy de los vuestros, y he venido solamente para conoceros, no para irme con vosotros». Mas aquél, siguiendo con su buen humor, lo retuvo y, no obstante se le opusiera con palabras y gestos, lo atrajo a tierra, obligándole a sentarse con él en medio de los otros. Entre tanto, cuando sucedía esto y el hermano curioso era retenido aún con los otros, fue asignado a otra Provincia con la fórmula: «El hermano tal vaya a la provincia cual». Mientras los 90 hermanos esperaban la decisión, fue designado ministro de Alemania el alemán Cesáreo, nacido en Espira -como se dijo- (65), con la facultad de escogerse de entre los 90 a los que quisiese. Y habiendo encontrado entre ellos al hermano curioso, le sugirieron que se lo llevara consigo. Pero éste, que iba de mala gana entre los alemanes, al no cesar de repetir: «No soy de los vuestros, ni me he levantado con la intención de ir con vosotros», fue llevado ante fray Elías (66). Los hermanos de la provincia a la que había sido destinado, oyendo esto, trataban de tenerlo consigo, puesto que estaba delicado de salud y el país donde debía ir era demasiado frío. Sin embargo, fray Cesáreo intentaba por todos los modos llevárselo consigo. Fray Elías terminó el pleito diciendo: «Te ordeno, hermano, por santa obediencia, que decidas de una vez si quieres ir o quedarte». Pero él, sujeto a la obediencia y no sabiendo qué hacer, no se decidía a elegir según su conciencia, para no dar la impresión, si escogía, de obrar según su propia voluntad. Debido a la crueldad de los alemanes, tenía miedo de ir poniendo en peligro su alma en caso de perder la serenidad por los tormentos. Así, perplejo entre las dos alternativas y no encontrando por sí solo la solución, se acercó a un hermano que había pasado ya por muchas tribulaciones, el mismo que en Hungría -como se dijo- (67) había perdido los calzones hasta 15 veces, y le pidió consejo con estas palabras: «Hermano carísimo, he recibido esta orden, pero tengo miedo de elegir y no sé qué hacer». A lo que contestó el otro: «Ve y dile a fray Elías: "Hermano, ni quiero ir ni quedarme, pero haré lo que me mandes". Y así te librarás de tal perplejidad». Y así lo hizo. Cuando fray Elías oyó esto, le mandó, por santa obediencia, que se diera prisa a ir a Alemania con fray Cesáreo. Éste es fray Jordán de Giano, el mismo que ahora os escribe y que, precisamente por estas circunstancias, llegó a Alemania, se libró de la furia de los alemanes, por los que sentía horror, y juntamente con fray Cesáreo y otros hermanos plantó por primera vez en Alemania la Orden de los Menores (68). 19. El primer ministro de Alemania fue fray Cesáreo, el cual, preocupado por cumplir eficazmente la obediencia que se le había encargado, tomó consigo a los hermanos Juan de Pian del Cárpine (69), predicador en latín y lombardo, el alemán Bernabé (70), óptimo predicador en lombardo y en alemán, Tomás de Celano, el que después escribió la primera y la segunda Leyenda de san Francisco (71), José de Treviso (72), el húngaro Abraham (73), el toscano Simón, hijo de la condesa de Colazzone (74), el clérigo alemán Conrado, el sacerdote Pedro de Camerino, los sacerdotes Santiago y Gualterio, el diácono Palmerio (75), y fray Jordán de Giano, diácono, y algunos otros hermanos laicos, exactamente el alemán Benito de Soest (76), el suebo Enrique, además de otros muchos cuyos nombres no recuerdo. Fueron en total 12 clérigos y 13 laicos. Después que los hubo escogido, fray Cesáreo, que era un hombre piadoso y abandonaba de mala gana al bienaventurado Francisco y a los otros santos hermanos, con la autorización del bienaventurado Francisco distribuyó a los compañeros asignados por las distintas casas de Lombardía para que esperasen allí sus instrucciones. Él mismo se entretuvo durante tres meses en el valle de Espoleto. Y cuando se decidió a emprender el viaje a Alemania, llamó a los hermanos y envió a fray Juan de Pian del Cárpine y a fray Bernabé y a algunos otros por delante, para que preparasen alojamiento en Trento, tanto para ellos como para los otros hermanos que debían seguirles inmediatamente en grupos de tres y cuatro. 20. Congregados, pues, los hermanos llegados sucesivamente a Trento, antes de la fiesta de san Miguel (77), fueron acogidos con benevolencia por el obispo de la ciudad (78) durante los seis días que tardaron en llegar todos. El día de san Miguel, fray Cesáreo predicó al clero y fray Bernabé al pueblo. Como fruto de sus predicaciones, un ciudadano de Trento llamado Pellegrino, rico y conocedor de las lenguas alemana y lombarda, dio a los hermanos hábitos y túnicas nuevas, y, habiendo vendido todos sus bienes y distribuido su importe entre los pobres, fue acogido en la Orden. 21. Después, fray Cesáreo convocó a sus hermanos en Trento y habiéndoles exhortado a conservar la humildad y la paciencia, [dejó algunos hermanos para la edificación del pueblo, y a los otros] (79) los mandó por delante de sí a Bolzano en grupos de dos y de tres, encargando a uno para lo temporal y a otro para lo espiritual. También aquí se encargó el señor obispo de Trento de mantener durante varios días a los hermanos que iban llegando sucesivamente, y les concedió facultad para predicar en su diócesis. Llegados a Brixen desde Bolzano, fueron recibidos con benevolencia por el obispo del lugar (80). De Brixen, penetrando por regiones montañosas, llegaron a Sterzing después de la hora de la comida. Y como la gente no tenía pan a mano y los hermanos no sabían pedirlo (81), esperando llegar antes que anocheciera a un lugar en el que la caridad de sus habitantes les permitiera refocilarse, llegaron a Mittenwald (82). Mas aquí, habiendo gran escasez de comida, mataron el hambre con dos trozos de pan y siete nabos, y la sed con la alegría del corazón, aunque más bien los despertaron aún más. Consultando entre ellos el modo de llenarse el estómago para poder disfrutar del descanso de la noche, después de andar siete fatigosas millas, decidieron beber del río, que traía el agua limpia, para que el estómago vacío no se quejase. Cuando amaneció, se levantaron hambrientos y ayunos, reemprendiendo el camino. Habrían avanzado media milla, cuando empezó a nublárseles la vista, flaquearles las piernas, doblárseles las rodillas por el ayuno y perder las fuerzas en todo el cuerpo. Obligados por los calambres que les producía el hambre, arrancaban frutos de los arbustos y demás clases de árboles y hierbas que encontraban por el camino. Pero como era viernes (83), tenían miedo de romper el ayuno. Incluso, el mismo hecho de llevarse consigo los frutos de los árboles y arbustos les daba la impresión de estar ya un tanto refocilados porque, en caso de extrema necesidad, tenían de qué comer. Y así, unas veces deteniéndose, otras andando con lentitud, llegaron con dificultad a Matrei. Y he aquí que Dios, a quien se confía el pobre (84), solícito con sus pobres, hizo que encontrasen al entrar en la ciudad dos hombres hospitalarios que les compraron un pan de dos denarios. Pero, ¿qué era esto para tantos? (85) Como era tiempo de los nabos, no les quedó otro remedio que mendigarlos para suplir con ellos la falta de pan. 22. Después de haber comido, más llenos que alimentados, prosiguieron el camino a través de aldeas, castillos y monasterios, hasta llegar a Augsburgo (86). Allí, el señor obispo del lugar y su «vicario» (87), sobrino suyo y canónigo de la catedral, los acogieron con mucha benevolencia. El mismo obispo de Augsburgo les tomó tal cariño a los hermanos, que los recibió con un beso a cada uno, y con un beso los despidió. También el vicario los recibió con igual cariño, hasta el punto de dejarles su propia curia para que se establecieran los hermanos (88). Igualmente el clero y el pueblo los acogieron con benevolencia y los saludaron con reverencia. 23. En el año del Señor 1221, por la fiesta de san Galo (89), fray Cesáreo, primer ministro de Alemania, convocó en Augsburgo a sus hermanos en número de 31, y celebrado el primer Capítulo después de entrar en Alemania, los envió por las diversas provincias de la misma. Mandó delante a fray Juan de Pian del Cárpine y fray Bernabé para que predicasen en Würzburgo. Después pasaron a Maguncia, Worms, Espira, Estrasburgo y Colonia. En todos estos sitios se presentaban al pueblo, predicaban la penitencia y preparaban alojamiento a los hermanos que les seguían. 24. En este mismo Capítulo, fray Cesáreo envió a fray Jordán de Giano con dos compañeros, Abraham y Constantino, a Salzburgo. Ellos fueron recibidos muy bien por el obispo del lugar (90). Envió también a Ratisbona a otros tres hermanos con fray José (91). Después, fray Cesáreo, siguiendo los pasos de los que iban delante, confirmaba a los hermanos en el bien con la palabra y el ejemplo. 25. En el mismo año, fray Cesáreo, llegado a Würzburgo, recibió en la Orden a un joven hábil y culto llamado Hartmuth y a quien los italianos, no siendo capaces de pronunciar su nombre, llamaban Andrés, puesto que había entrado en la Orden el día de san Andrés. Al poco tiempo fue hecho sacerdote y predicador, y en seguida lo hicieron custodio de Sajonia. También recibió a un laico llamado Rüdiger que después fue guardián de Halberstadt, y fue también maestro de vida espiritual de santa Isabel (92), enseñándole a conservar la castidad, la humildad y la paciencia, a pasar las vigilias en oración y dedicarse asiduamente a las obras de misericordia. Igualmente recibió a cierto laico llamado Rodolfo. * * * * * Notas: 1) 1 Sam 15,23. Jordán ha alterado un poco la cita. 2) Cf. n. 78, donde se habla de su elección como ministro de Sajonia en el Capítulo de Halberstadt, en 1262. 3) Comienzo de la antífona de entrada de la misa del III Domingo después de Pascua: 30 abril 1262. 4) Cf. 1 Cor 1,26-29. 5) La fecha de la conversión de Francisco que indica Jordán (1207), aunque concuerda con otras fuentes, no es tenida en cuenta por la crítica más reciente, que prefiere el año 1206, común con otras fuentes. Cf. O. Englebert: Saint Francis of Assisi, Chicago 1965, 393-396 (apéndice de R. Brown). 6) Cf. 1 Cel 1-20; 2 Cel 1-14. Jordán conocía las dos Vidas de Tomás de Celano y el Oficio rítmico en honor de S. Francisco compuesto por Julián de Espira (en Anal. Franc. X, 375 ss.); cf. el n. 53 de esta Crónica. 7) Cf. Lc 10,8; 1 Cel 22. 8) Esta fecha está claramente equivocada, a no ser que se trate de un error del copista. El año diez de la conversión de Francisco es 1217 (ó 1216). Hoy se acepta como fecha de la primera expedición a Alemania el año 1217. 9) Al frente de esta expedición fue fray Pacífico, en lugar del mismo Francisco, quien, por consejo del cardenal Hugolino, se volvió desde Florencia (EP 65). La LM 4,9, recuerda a fray Pacífico como el primer ministro de Francia. 10) La secta de los Cátaros (puros) se había difundido ampliamente en la Francia meridional hacia 1150, en los alrededores de Albí (de ahí el nombre de Albigenses). Su doctrina dualística condenaba como malo todo lo que hiciera referencia a la materia y todas las estructuras sociales. Inocencio III proclamó una cruzada contra los Albigenese. 11) Pierre de Nemours (1208-1219), obispo de París. 12) «Maestros» se refiere a los catedráticos de teología de la Universidad de París. 13) Honorio III (1216-1227). 14) No se trata solamente de la bula de Honorio III Pro dilectis filiis (20 de mayo de 1220) (Bull. Franc. I, 5), sino también de la bula precedente Cum dilecti del mismo papa (11 de junio de 1218) (F. Delorme, en Arch. Franc. Hist. 12 (1919) 591-593). Cf. Fonti Francescane II, p. 1859, nota 25. 15) Penna se encuentra entre Macerata y Ascoli. De él se habla también en el n. 60. En el apéndice de Actus beati Francisci et sociorum eius (ed. P. Sabatier, n. 69) y en Flor 45 se habla de un fray Juan de Penna, pero los autores no están de acuerdo en identificarlos. L. Hardick: o.c., p. 42, nota 11, afirma que son dos personas diferentes; Fonti Francescane II, p. 1973, nota 18, los identifica. 16) «Sí» en alemán. 17) Lombardía era considerada por los alemanes de aquel tiempo como tierra de herejes. 18) En este párrafo se describe el vestido de los hermanos menores. Encima llevaban el hábito; bajo de éste, en contacto con el cuerpo, una túnica basta de lana que llegaba hasta las rodillas; finalmente, los calzones que cubrían las piernas. 19) Sobre este hermano, véase el n. 18. 20) Se llamaban Berardo, Pedro, Adiuto, Acursio y Otón. Fueron martirizados en Marruecos el 16 de enero de 1220. El relato de su martirio se encuentra en la Passio sanctorum martyrum Berardi, Petri, Adiuti, Accursii, Othonis, in Marochio martyrizatorum, primo ex quadam legenda sancti Francisci, en Anal. Franc. III, 579-596, que es una colección de varios documentos. Fueron canonizados en 1481. 21) En el Capítulo de 1219 es cuando fueron enviados los hermanos a Marruecos. Sobre el envío de fray Elías a Siria, véase el n. 9. Cf. Marinus a Neukirchen: De Capitulo Generali in primo Ordine Seraphico, Roma 1952, p. 33s. 22) Esta Leyenda no ha llegado hasta nosotros. No se puede identificar con la obra citada en la nota 20, que es posterior a la muerte de Francisco. 23) En la Adm 6 se expresa esta misma idea y actitud de Francisco: «Reparemos todos los hermanos en el buen Pastor, que por salvar a sus ovejas soportó la pasión de la cruz. Las ovejas del Señor le siguieron en la tribulación y la persecución, en el sonrojo y el hambre, en la debilidad y la tentación, y en todo lo demás; y por ello recibieron del Señor la vida sempiterna. Por eso es grandemente vergonzoso para nosotros los siervos de Dios que los santos hicieron las obras, y nosotros, con narrarlas, queremos recibir gloria y honor». 24) Eclo 8,6. 25) No se sabe si era de Asís o de Cortona (1180-1253). Aparecerá otras veces en la Crónica de Jordán. Personaje discutido ya en las fuentes antiguas, pero de grandes dotes personales; gozó de la amistad de Francisco, de Clara y de Hugolino. Cf. L. Iriarte: Historia franciscana. Nueva edición. Valencia 1979, 73-75. 26) Esta elección ocurrió en 1217 cuando se crearon en la Orden las Provincias. Ejerció el cargo de ministro provincial de Siria hasta 1221. 27) Conrado de Espira enseñó teología en París y Maguncia. Predicó la cruzada contra los Albigenses. Fue hecho obispo de Hildesheim en 1221. Murió en 1246. 28) Este acontecimiento tuvo lugar antes del comienzo de la quinta cruzada, el año 1217, en la que Cesáreo participó. 29) Solemnia passagia («solemne tránsito») son las travesías del mar de los cruzados. Jordán se refiere aquí a la quinta cruzada, de 1217. 30) En 1219, después del Capítulo del 26 de mayo. Llegó a Damieta, Egipto, antes del 29 de agosto del mismo año. 31) Melek-el-Kamel (1218-1238). Sobre este acontecimiento, cf. 1 Cel 57; 2 Cel 30. Sobre la entrevista entre el Santo y el Sultán, véase lo que refiere Jacobo de Vitry (texto en J. A. Guerra: S. Francisco, BAC, pp. 964-965, 967. Cf. H.L. Gottschalk: Al-Malik al Khamil von Egypten und seine Zeit, Wiesbaden 1958. Francisco contrajo en Oriente una enfermedad de los ojos, lo más probable una conjuntivitis tracomatosa, que le atormentó toda su vida. Sobre las enfermedades de Francisco cf. el importante trabajo de O. Schmucki: Las enfermedades de Francisco durante los últimos años de su vida, en Selecciones de Franciscanismo n. 48 (1987) 403-436. 32) Es tenido como segundo compañero de Francisco (cf. 1 Cel 25.98; 2 Cel 28.30.67.91.143.151.182). Después fue vicario del Santo de 1220 al 10 de marzo de 1221, cuando murió. 33) Sobre este oficio de la Orden, cf. K. Esser: Das «ministerium generale» des hl. Franziskus von Assisi, en Franz. Stud. 33 (1951) 329-348. 34) No se sabe nada cierto sobre él. 35) Figura muy compleja del franciscanismo primitivo. Fue ministro provincial del norte de Francia. Parece que pertenecía al partido de fray Elías, sufriendo la misma suerte que éste. En el Capítulo de Pentecostés de 1239, celebrado en Roma, fue destituido y condenado a cárcel perpetua, donde murió. 36) Jordán debe referirse a la «forma de vida» presentada por Francisco y aprobada oralmente por Inocencio III en 1209, año de la erección canónica de la Orden. En la redacción de 1221 (Regla no bulada) no hay señales de estas prescripciones, que debieron ser anuladas con el correr de los años (cf. Fonti Francescane II, pp. 1853-1854, nota 18). 37) En Pentecostés, 27 de mayo de 1220. 38) Con esta determinación se restringió fuertemente la libertad evangélica en la comida (Lc 10,8). Sin embargo, tal libertad no podía ser suprimida totalmente, ya que estaba mencionada en la Regla (1 R 3,13; 2 R 3,14). 39) Esta praxis del ayuno y abstinencia era la de las antiguas órdenes monásticas y la indicada especialmente a los cluniacenses. 40) Lc 10,5-8. Este texto está citado expresamente en las dos Reglas de Francisco (véase la nota 38). 41) Que la Orden fuese considerada en una situación bastante crítica aun por los de fuera, lo demuestra la carta que Jacobo de Vitry escribió en marzo de 1220 (véase el texto en J.A. Guerra: S. Francisco, BAC, p. 964). Sobre este período crítico de la historia de la Orden, cf. L. Iriarte: Historia franciscana, pp. 61-65. 42) Según 1 Cel 25 fue el sexto compañero de Francisco; tenía el sobrenombre de Longo («el Largo») (Anal. Franc. III, 4). En 1219-1220 y en 1228-1246 fue visitador de las Damas Pobres, nombre primitivo de la Orden fundada por Santa Clara (clarisas). 43) El texto latino dice «Conpello», pero tal vez se trate del pueblo Compello, junto al Clitunno. Tampoco se excluye que se trate de un apodo: Juan de Capella (es decir, el del sombrero). La Chronica XXIV Generalium dice de él que «fue el primero de la Orden que comenzó a llevar birretes o sombreros sobre el capucho» (Anal. Franc. III, 4). L. Hardick: o.c., p. 49, nota 42, se inclina por esta segunda explicación. 44) Véase el n. 9. 45) La vuelta de Francisco a Italia se coloca antes del 29 de septiembre de 1220. 46) Honorio III residía entonces en Orvieto. Cf. 1 Cel 100; 2 Cel 25. 47) Este era el saludo característico de los hermanos menores: Test 23. 48) El término tiene aquí el sentido de «protector». 49) Hugolino de Segni, cardenal y obispo de Ostia y Velletri (1206-1227). Elegido papa (1227-1241), tomó el nombre de Gregorio IX. Sobre su relación con Francisco, cf. 1 Cel 90-101. Esta audiencia es descrita también en 2 Cel 25. 50) Se trata de la Regla no bulada, de 1221. 51) Un análisis de las citas bíblicas de la Regla no bulada muestra que algunas de ellas forman un cuerpo con el texto, mientras que la mayoría revelan inmediatamente que se trata de añadiduras, aunque hechas con mucha inteligencia y coherencia con el espíritu de Francisco. 52) La fecha del día y del mes están equivocados. En 1221 Pentecostés cayó el 30 de mayo, indicción IX. 53) EP 68 da la cifra de 5000, número ciertamente exagerado. Este Capítulo fue el último al que asistieron todos los hermanos indistintamente. A partir de 1221 se cambió la práctica de tales reuniones: cf. 1 R 18, mientras que en 1 R 5,4 se presupone aún la práctica antigua. 54) Reinerio Capocci, cisterciense, cardenal de Santa María en Cosmedin. Fue arzobispo de Viterbo y Rector del Ducado de Espoleto. Murió en 1252. Tomó parte en el proceso de canonización de Francisco (1 Cel 125) y compuso el himno «Plaude turba paupercula» y la antífona «Coelorum candor splenduit» (Anal. Franc. X, 384 y 388). Aunque era cisterciense, su presencia en el Capítulo de los hermanos menores tal vez se deba a que el Concilio de Letrán IV (1215) había determinado que todas las órdenes debían celebrar dicha clase de reuniones, en las que debían estar presentes las primeras veces dos abades cistercienses. EP 68 y Actus beati Francisci 20 se equivocan al hacer presente en este Capítulo al cardenal Hugolino; éste se encontraba entonces en Lombardía como legado pontificio. 55) Francisco era diácono: 1 Cel 86. 56) Sal 18,35; 144,1. 57) En Actus beati Francisci 20, y Flor 18, este famoso «Capítulo de las esteras» parece haber entrado ya en el reino de la fantasía, haciendo confluir en él noticias de otros Capítulos. 58) Además de la conjuntivitis tracomatosa contraída en Oriente, tuvo también unas fiebres malarias que no le abandonaron hasta la muerte (1 Cel 98.101.105.108; 2 Cel 34.44.64.92.126.215; 3 Cel 14.36). Cf. la bibliografía indicada en la nota 31. 59) Después de la muerte de Pedro Cattani (10 de marzo de 1221), Francisco nombró vicario suyo a fray Elías. Cf. el artículo de K. Esser citado en la nota 33. 60) Obediencia, en el lenguaje franciscano y en el sentido en que es empleada en el texto, significa encargo, mandato. Litterae oboedientiales («letras obedienciales») es, en cambio, un testimonio escrito de este encargo, y servía como credencial, carta de reconocimiento o pasaporte eclesiástico. 61) Como resulta del relato, éste era el mismo Jordán de Giano. 62) Véase el n. 5, nota 17. 63) Véanse los nn. 7-8. 64) Sobre él véanse los nn. 19, 28, 34. 65) Véase el n. 9. 66) Por lo que aparece en este relato, fray Elías, como vicario de Francisco, no solamente era su portavoz (n. 17), sino que tomaba él mismo también decisiones. El modo como aquí es descrito, no lo presenta como una persona antipática y autoritaria. 67) Véase el n. 6. 68) Ésta es tal vez una de las mejores páginas de la Crónica. Jordán da aquí rienda suelta a sus cualidades de narrador, atento a un análisis psicológico minucioso de un acontecimiento que le toca a él personalmente. El gusto por la anécdota, presente en muchas partes de la obra, alcanza aquí una gran viveza. Para la historia franciscana es interesante, además, la descripción de la atmósfera piadosa y alegre de este Capítulo. Si algo debemos reprochar a este «hermano curioso» es que, demasiado atento a su misión germánica, pasa en silencio otros grandes asuntos y tensiones de este Capítulo, entre los cuales está la presentación para su aprobación de la Regla no bulada, cuya elaboración ha mencionado un poco antes. 69) Sobre él véanse los nn. 23, 34-37, 54-56, 61. Nació en la actual Magione, cerca de Perusa. En 1222-1224 fue custodio de Sajonia. Este último año fue enviado a Colonia y en 1228 fue hecho provincial de Alemania, tomando parte en el Capítulo general de 1230 en Asís. En este Capítulo fue enviado a España. De 1232 a 1239 fue provincial de Sajonia, extendiendo además la Orden por Bohemia, Polonia, Hungría, Dinamarca y Noruega. En 1245 Inocencio IV lo envió como legado suyo ante el Gran Khan de los Tártaros; ello le dio ocasión para escribir unas memorias de viaje sobre este pueblo (Ystoria Mongalorum, quos nos Tartaros appellamus, editada por A. Van Den Wingaert en Sinica Franciscana I, Quaracchi 1929, 3-332). Vuelto a Europa en 1247, fue enviado a la corte de Luis IX de Francia, como legado pontificio, para conseguir que éste organizara una cruzada. Murió en Italia el 1 de agosto de 1252. 70) Véase el n. 23. 71) Véanse los nn. 30, 33, 39. Sobre su vida y obras, cf. las introducciones de L. Iriarte en J.A. Guerra: S. Francisco, BAC, 135-139. 72) Véase el n. 24. 73) Véanse los nn. 24 y 28. 74) Es conocido también como Simón de Comitissa. Colazzone era un castillo cerca de Todi. Su madre era amiga del emperador Otón IV y de la emperatriz Beatriz. Se hizo clérigo contra la voluntad de su familia. El ministro general Juan de Parma lo nombró provincial del valle de Espoleto. Murió en Espoleto en 1250. 75) Véanse los nn. 18 y 28. 76) Véase el n. 34. 77) 29 de septiembre. 78) Adalberto de Ravenstein (1219-1223). 79) La añadidura está entre corchetes en la edición crítica (H. Boehmer: Chronica fratris Jordani. París 1908, p. 24), que la toma de Glassberger. 80) Bertoldo (1216-1224). 81) Aunque Jordán ha dicho varias veces que en la expedición había hermanos que sabían hablar el alemán, sin embargo, al ir en grupos, tal vez en alguno de éstos no había nadie que lo supiese, comprendiéndose la situación descrita. Da la impresión de que Jordán debió formar parte de uno de los grupos en el que nadie sabía alemán. 82) Según H. Boehmer: o.c., p. 25, nota 5, Jordán confunde Mittenwald con Grossensass o Gries o San Jodok, aldeas situadas entre Matrei y Sterzing. 83) Puesto que el 29 de septiembre los hermanos estaban en Trento (n. 20) y hacia el 16 de octubre fray Cesáreo reunió a los hermanos en Augsburgo (n. 23), la fecha de este viernes fue el 8 de octubre de 1221. 84) Sal 10,14. 85) Jn 6,9. 86) H. Boehmer: o.c., p. 26, nota 4, pone de relieve la exactitud de la descripción del recorrido, a través de la vieja calzada romana de Wilten-Innsbruck-Augsburgo. 87) La palabra latina traducida por «vicario» (vicedominus) significa también administrador de la mesa episcopal, vicegerente, además de vicario episcopal. 88) Este fue el primer domicilio de los hermanos en Alemania. 89) 16 de octubre. 90) Eberhard II de Truchsess (1200-1246). 91) De Treviso; véase el n. 19. 92) Santa Isabel de Hungría (o de Turingia), esposa del landgrave de Turingia (1207-1231), canonizada por Gregorio IX. |
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