DIRECTORIO FRANCISCANO
Año Cristiano Franciscano

DÍA 29 DE DICIEMBRE

 

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SANTO TOMÁS BECKET. Nació en Londres el año 1118. Estudió en París y se hizo clérigo del arzobispo de Canterbury. Completó sus estudios en Roma y Bolonia, y luego en Auxerre. A la edad de 36 años fue elevado a la dignidad de canciller del reino por Enrique II. Gozó de los favores del rey por siete años y compartió muchos de sus afanes terrenos. El año 1162, nombrado por influencia del rey sucesor del arzobispo, recibió la ordenación sacerdotal y episcopal. Desde aquel momento cambió su vida, haciéndose más austera y apartándose de los usos de la corte. Pronto la amistad del rey se convirtió en odio. Tuvo que elegir entre la fidelidad a Enrique II y su responsabilidad como pastor, y optó por lo segundo y además tomó la defensa de los derechos de la Iglesia contra las pretensiones regias. Tomás tuvo que refugiarse en Francia y, vuelto a su sede, fue asesinado por los esbirros del rey el 29 de diciembre de 1170.- Oración: Señor, tú que has dado a santo Tomás Becket grandeza de alma para entregar su vida en pro de la justicia, concédenos, por su intercesión, sacrificar por Cristo nuestra vida terrena para recuperarla de nuevo en el cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

SANTA BENEDICTA HYON KYONG-NYON Y COMPAÑEROS MÁRTIRES. El 29 de diciembre de 1839 fueron decapitados en Seúl (Corea), después de sufrir muchos y crueles suplicios por el nombre de Cristo, siete seglares coreanos, seis mujeres y un hombre. Pertenecían a familias llenas de mártires. Éstos son sus nombres: Benedicta nació en Seúl el año 1794, era hermana de san Carlos Hyon, mártir, y contrajo matrimonio con el hijo de un mártir. Pronto murió su marido sin dejarle hijos. Colaboró con los misioneros y estuvo dando catecismo. Pedro Choe Chang-hub nació en Seúl el año 1787. Su padre y su hermano fueron mártires. Trabajó como funcionario para el gobierno. Contrajo matrimonio con santa Magdalena Son Sobyog, también mártir, y tuvieron once hijos. Colaboró en las actividades de la comunidad cristiana. Bárbara Cho Chung-i nació en Corea el año 1782. Contrajo matrimonio con el futuro mártir san Sebastián Nam I-gwan. Su marido estuvo desterrado y después albergaron en su casa a misioneros y cristianos llegados de fuera. Magdalena Han Yong-i nació en Seúl el año 1783. Contrajo matrimonio, se convirtió al cristianismo, pronto quedó viuda. Ella y su hija santa Águeda Kwon Chin-i experimentaron la pobreza y falta de medios. Isabel Chong Chong-hye nació en Corea el año 1797. Era virgen, hija de santa Cecilia Yu Sosa y hermana de san Pablo Chong Ha-sang, mártires. Bárbara Ko Sun-i nació en Seúl el año 1798. Su padre murió mártir, y ella contrajo matrimonio con san Agustín Pak Chong-won y tuvieron tres hijos. Magdalena Yi Yong-dog nació en Seúl el año 1812. Era hija de Bárbara Cho, futura mártir, y hermana mayor de santa María Yi In-dog. Pertenecía a una familia noble y de joven decidió vivir la castidad. Su padre, contrario a los cristianos, se empeñó en que se casara, por lo que tuvo que dejar, junto con su madre, la casa paterna.

BEATO GERARDO CAGNOLI. Nació en Valenza, Piamonte (Italia), hacia 1267, de familia noble. Aunque ya de joven deseaba abrazar la vida religiosa, la muerte prematura de su padre y la enfermedad de su madre lo retuvieron en casa hasta que, en 1290, falleció ella. Entonces se desprendió de sus bienes, abandonó el mundo y empezó una vida de ermitaño y peregrino, mendigando el pan y visitando santuarios. En 1307, estando en las laderas del Etna, la fama y el ejemplo de san Luis obispo, recién canonizado, lo llevaron a ingresar en la Orden Franciscana como hermano lego. Lo destinaron al convento de Palermo, en el que le confiaron el oficio de portero. Allí pudo ejercer más la caridad con los pobres, aconsejar y edificar a cuantos se acercaban al convento, y poner de manifiesto su humildad y paciencia. Se le atribuyeron muchos milagros y se dice que sufrió fuertes tentaciones, que venció en especial por su devoción a la Virgen. Murió en Palermo el 29 de diciembre de 1343.

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San David, rey y profeta del Antiguo Testamento. La Iglesia conmemora hoy al rey y profeta David, hijo de Jesé, de Belén de Judá, que encontró gracia ante Dios y en su juventud fue ungido con el santo óleo por el profeta Samuel, para que reinase sobre el pueblo de Israel. Trasladó a la ciudad de Jerusalén el Arca de la Alianza, y el Señor mismo le juró que su descendencia permanecería para siempre, porque de ella nacería Jesucristo según la carne. Se calcula que murió el año 960 antes de Cristo.

San Ebrulfo. Abad del monasterio de Ouche en Normandía (Francia), durante el reinado de Childeberto II. Murió el año 596.

San Liboso. Fue obispo de Vaga, hoy Beja, en Túnez. Participó en el Concilio de Cartago del año 256, que trató del bautismo de los herejes, y en él afirmó: «Cristo dijo en el Evangelio: Yo soy la verdad, y no: Yo soy la costumbre». Murió mártir en Cartago después del año 258.

San Marcelo el Acemeta. Abad del monasterio de los monjes Acemetas («los que no duermen») de Constantinopla, junto al Bósforo. En aquel monasterio los monjes se dividían en grupos para turnarse en el coro y garantizar, durante el día y la noche, sin interrupción, la celebración del Oficio Divino. Murió hacia el año 480.

San Martiniano. Obispo de Milán (Italia). Murió después del año 431.

San Trófimo. Primer obispo de Arlés (Francia), en el siglo III.

Beatos Enrique Juan Requena y José Perpiñá Nácher. El 29 de diciembre de 1936 fueron fusilados por los milicianos en el Picadero del pueblo de Paterna (Valencia) el sacerdote Enrique, de apellido Juan, y el seglar José Perpiñán. Enrique nació en Ayelo de Malferit (Valencia) en 1907. Estudió en el Seminario y se ordenó de sacerdote en 1930. Lo destinaron como coadjutor a la parroquia de Enguera (Valencia), cuyo párroco, el beato José Aparicio Sanz, compartió con él el martirio. Fue un sacerdote devoto especialmente de la Eucaristía, celoso, amable, trabajador y discreto, que prestó particular atención a los enfermos y a los jóvenes, amante de la música y organista. José nació en Sueca (Valencia) el año 1911. Empezó los estudios con los franciscanos en Ontinyent y los terminó en la facultad de derecho de la Universidad de Santiago de Compostela. Contrajo matrimonio en abril de 1935 y no tuvo familia. Fue un hombre muy religioso, comprometido en el apostolado y en actividades sociales y benéficas.

Beato Guillermo Howard. Nació en Londres (Inglaterra) el año 1614. Era vizconde de Stafford y nieto de san Felipe Howard. Contrajo matrimonio con María Stafford. Formó parte de la Cámara de los Lores. Como su condición de católico le impedía participar en muchos asuntos públicos, se retiró a su casa, a cuidar la educación de sus hijos y la administración de sus bienes. Vivió en paz hasta que Titus Oates lo implicó en una conspiración católica contra el rey. Lo encarcelaron en la Torre de Londres y lo condenaron por un cúmulo de falsas acusaciones. Murió allí decapitado el 29 de diciembre de 1682, en tiempo del rey Carlos II.

Beato José Aparicio Sanz. Encabezó el grupo de 233 mártires que Juan Pablo II beatificó el año 2001. Nació en Enguera (Valencia) el año 1893. Estudió en el Seminario y recibió la ordenación sacerdotal en 1919. Ejerció su ministerio sagrado en varias parroquias y terminó como arcipreste de su pueblo natal. Fue un escritor místico, atendió a los enfermos en la epidemia de gripe de 1918, fomentó en especial la devoción a la Eucaristía, trabajó en la catequesis de niños y adultos, atendió a los pobres, ancianos y enfermos, fomentó las vocaciones. Lo detuvieron los milicianos en octubre de 1936 y lo encarcelaron en Valencia junto con su vicario el beato Juan Requena. El 29 de diciembre de 1936 lo sacaron de la cárcel Modelo de Valencia y lo fusilaron en el Picadero de Paterna

Beato Juan Bautista Ferreres Boluda. Nació en L'Ollería (Valencia) el año 1861. Entró en el Seminario, en 1887 se ordenó de sacerdote y al año siguiente comenzó el noviciado en la Compañía de Jesús. Se dedicó a la enseñanza, y sus libros de moral y derecho fueron textos ampliamente usados en la formación de futuros sacerdotes. Era sencillo y estaba siempre dispuesto a atender a los alumnos. Después de estallar la guerra civil lo detuvieron en su pueblo y lo encarcelaron en Valencia, en San Miguel de los Reyes, antiguo monasterio. Allí confesaba y confortaba a los demás. Sufrió una hemiplejía que se juntó a otras enfermedades. Quisieron llevárselo para fusilarlo, pero estaba demasiado enfermo y murió en la cárcel el 29 de diciembre de 1936.

PARA TENER EL ESPÍRITU DE ORACIÓN Y DEVOCIÓN

Pensamiento bíblico:

Dijo Jesús a Nicodemo: -Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él (Jn 3,16-17).

Pensamiento franciscano:

Dice san Francisco en su Regla: -Devolvamos todos los bienes al Señor Dios altísimo y sumo, y reconozcamos que todos son de él, y démosle gracias por todos a él, de quien proceden. Y el mismo altísimo y sumo, solo Dios verdadero, tenga y a él se le tributen y él reciba todos los honores y reverencias, todas las alabanzas y bendiciones, todas las gracias y gloria, de quien es todo bien, solo el cual es bueno (1 R 17,17-18).

Orar con la Iglesia:

Invoquemos confiadamente al Padre y digámosle: Que nuestros ojos, Señor, vean tu salvación.

-Para que la Iglesia, iluminada por la luz de Cristo, sea luz para los pueblos que buscan el rostro de Dios.

-Para que los pobres sientan cercano el ejemplo y la presencia de la Virgen María y de san José.

-Para que los cristianos seamos testigos de la fe en Cristo y del amor a los hermanos, como el Maestro divino nos enseñó.

-Para que permanezcamos siempre en la palabra de Dios que escuchamos y así demos frutos de vida.

Oración: Padre y Señor nuestro, acoge las oraciones de tus hijos, para que podamos vivir siempre en la luz de Cristo. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

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VOCACIÓN Y MISIÓN DE LA FAMILIA
Benedicto XVI, Ángelus del 31 de diciembre de 2006

Queridos hermanos y hermanas:

En este último domingo del año celebramos la fiesta de la Sagrada Familia de Nazaret. Con alegría dirijo un saludo a todas las familias del mundo, deseándoles la paz y el amor que Jesús nos ha dado al venir a nosotros en la Navidad.

En el Evangelio no encontramos discursos sobre la familia, sino un acontecimiento que vale más que cualquier palabra: Dios quiso nacer y crecer en una familia humana. De este modo, la consagró como camino primero y ordinario de su encuentro con la humanidad.

En su vida transcurrida en Nazaret, Jesús honró a la Virgen María y al justo José, permaneciendo sometido a su autoridad durante todo el tiempo de su infancia y su adolescencia (cf. Lc 2,51-52). Así puso de relieve el valor primario de la familia en la educación de la persona. María y José introdujeron a Jesús en la comunidad religiosa, frecuentando la sinagoga de Nazaret. Con ellos aprendió a hacer la peregrinación a Jerusalén, como narra el pasaje evangélico que la liturgia de hoy propone a nuestra meditación. Cuando tenía doce años, permaneció en el Templo, y sus padres emplearon tres días para encontrarlo. Con ese gesto les hizo comprender que debía «ocuparse de las cosas de su Padre», es decir, de la misión que Dios le había encomendado (cf. Lc 2,41-52).

Este episodio evangélico revela la vocación más auténtica y profunda de la familia: acompañar a cada uno de sus componentes en el camino de descubrimiento de Dios y del plan que ha preparado para él. María y José educaron a Jesús ante todo con su ejemplo: en sus padres conoció toda la belleza de la fe, del amor a Dios y a su Ley, así como las exigencias de la justicia, que encuentra su plenitud en el amor (cf. Rm 13,10). De ellos aprendió que en primer lugar es preciso cumplir la voluntad de Dios, y que el vínculo espiritual vale más que el de la sangre.

La Sagrada Familia de Nazaret es verdaderamente el "prototipo" de toda familia cristiana que, unida en el sacramento del matrimonio y alimentada con la Palabra y la Eucaristía, está llamada a realizar la estupenda vocación y misión de ser célula viva no sólo de la sociedad, sino también de la Iglesia, signo e instrumento de unidad para todo el género humano.

Invoquemos ahora juntos la protección de María santísima y de san José sobre todas las familias, especialmente sobre las que se encuentran en dificultades. Que ellos las sostengan, para que resistan a los impulsos disgregadores de cierta cultura contemporánea que socava las bases mismas de la institución familiar. Que ellos ayuden a las familias cristianas a ser, en todo el mundo, imagen viva del amor de Dios. Pidamos por todas las familias del mundo, para que en sus hogares se viva y transmita la fe, siendo así testigos del amor en el mundo.

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EN LA PLENITUD DE LOS TIEMPOS
VINO LA PLENITUD DE LA DIVINIDAD

San Bernardo, Sermón 1 en la Epifanía del Señor

Ha aparecido la bondad de Dios, nuestro Salvador, y su amor al hombre. Gracias sean dadas a Dios, que ha hecho abundar en nosotros el consuelo en medio de esta peregrinación, de este destierro, de esta miseria.

Antes de que apareciese la humanidad de nuestro Salvador, su bondad se hallaba también oculta, aunque ésta ya existía, pues la misericordia del Señor es eterna. ¿Pero cómo, a pesar de ser tan inmensa, iba a poder ser reconocida? Estaba prometida, pero no se la alcanzaba a ver; por lo que muchos no creían en ella. Efectivamente, en distintas ocasiones y de muchas maneras habló Dios por los profetas. Y decía: Yo tengo designios de paz y no de aflicción. Pero ¿qué podía responder el hombre que sólo experimentaba la aflicción e ignoraba la paz? ¿Hasta cuándo vais a estar diciendo: «Paz, paz», y no hay paz? A causa de lo cual los mensajeros de paz lloraban amargamente, diciendo: Señor, ¿quién creyó nuestro anuncio? Pero ahora los hombres tendrán que creer a sus propios ojos, ya que los testimonios de Dios se han vuelto absolutamente creíbles. Pues para que ni una vista perturbada pueda dejar de verlo, puso su tienda al sol.

Pero de lo que se trata ahora no es de la promesa de la paz, sino de su envío; no de la dilatación de su entrega, sino de su realidad; no de su anuncio profético, sino de su presencia. Es como si Dios hubiera vaciado sobre la tierra un saco lleno de su misericordia; un saco que habría de desfondarse en la pasión, para que se derramara nuestro precio, oculto en él; un saco pequeño, pero lleno. Ya que un niño se nos ha dado, pero en quien habita toda la plenitud de la divinidad. Ya que, cuando llegó la plenitud del tiempo, hizo también su aparición la plenitud de la divinidad. Vino en carne mortal para que, al presentarse así ante quienes eran carnales, en la aparición de su humanidad se reconociese su bondad. Porque, cuando se pone de manifiesto la humanidad de Dios, ya no puede mantenerse oculta su bondad. ¿De qué manera podía manifestar mejor su bondad que asumiendo mi carne? La mía, no la de Adán, es decir, no la que Adán tuvo antes del pecado.

¿Hay algo que pueda declarar más inequívocamente la misericordia de Dios que el hecho de haber aceptado nuestra miseria? ¿Qué hay más rebosante de piedad que la Palabra de Dios convertida en tan poca cosa por nosotros? Señor, ¿qué es el hombre, para que te acuerdes de él, el ser humano, para darle poder? Que deduzcan de aquí los hombres lo grande que es el cuidado que Dios tiene de ellos; que se enteren de lo que Dios piensa y siente sobre ellos. No te preguntes, tú, que eres hombre, por lo que has sufrido, sino por lo que sufrió él. Deduce de todo lo que sufrió por ti, en cuánto te tasó, y así su bondad se te hará evidente por su humanidad. Cuanto más pequeño se hizo en su humanidad, tanto más grande se reveló en su bondad; y cuanto más se dejó envilecer por mí, tanto más querido me es ahora. Ha aparecido -dice el Apóstol- la bondad de Dios, nuestro Salvador, y su amor al hombre. Grandes y manifiestos son, sin duda, la bondad y el amor de Dios, y gran indicio de bondad reveló quien se preocupó de añadir a la humanidad el nombre de Dios.

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«ALLÍ LA SIMPLICIDAD RECIBE HONOR,
LA POBREZA ES ENSALZADA,
LA HUMILDAD ES VALORADA» (1Ce1 85)

Fr. José Rodríguez Carballo,
Ministro General de la OFM (Carta de Navidad 2008)

El relato del pesebre que Francisco preparó el día de Navidad en Greccio, describe a Jesús en el misterio de su humildad y su pobreza, de su exclusión e indefensión, usando expresiones como «invalidez del niño», «rey pobre», «pequeña ciudad», pesebre, heno, buey y asno... (1 Cel 84-86).

En Greccio, junto a Francisco, aprendemos a mirar, comprender y sentir de otra manera. Acostumbrados a mirar lo que destaca, lo que da prestigio, se nos pide descubrir y dejarnos vivificar por la presencia misteriosa y silenciosa de Dios en lo pequeño y escondido, en lo sencillo, pobre y humilde de nuestras vidas y de la vida. Se nos invita a acercarnos a ese niño desde la ternura y la pobreza y no desde la agresividad o la prepotencia. Para encontrarnos con el recién nacido no hay otro camino que hacernos sencillos y pequeños, como María, José, y los pastores.

Greccio y Belén son una llamada a ser fieles a una dimensión esencial de nuestra forma de vida: la minoridad. Las Constituciones Generales nos dicen: «Para seguir más de cerca y reflejar con mayor claridad el anonadamiento del Salvador, adopten los hermanos la vida y la condición de los pequeños de la sociedad, morando siempre entre ellos como menores» (66,1; cf. 97,1). Greccio y Belén son una llamada a «vivir el Evangelio como menores entre los menores». Greccio y Belén nos llaman a observar los acontecimientos y a leer la realidad desde los pobres y a aprender de ellos porque es así como verdaderamente les podremos servir.

«Quería que en este día de Navidad los ricos
den de comer en abundancia
a los pobres y hambrientos»
(2 Cel 200)

Otro aspecto importante de los relatos de la Navidad de Francisco es el gozo por la manifestación histórica de la dinámica del don de Dios a la humanidad.

En Belén nos encontramos con la lógica del don. En Jesús «ha aparecido la bondad de Dios y su amor al hombre» (Tt 3,4-5). En Jesús «ha aparecido la gracia de Dios que trae la salvación para todos los hombres» (Tt 2,11). Ante ese don extraordinario de Dios a la humanidad, brota el estupor, el agradecimiento y la alabanza, pero también la respuesta desde la lógica del don. Si Dios nos ha dado todo y se ha dado a sí mismo en su Hijo, nosotros somos invitados también a entrar en un movimiento de restitución, a darnos totalmente a Él, e igualmente a «entregar y entregarnos gratuitamente a los otros, a través de un movimiento del don, que es similar al constante entregarse de Dios».

Conclusión

Hermanos y hermanas: la Navidad de este año está envuelta en el oscuro manto de la crisis económica. Esta situación, grave para muchos, no puede dejarnos indiferentes. Después de un breve recorrido por la experiencia de Francisco os invito a celebrar la Navidad desde la perspectiva de la minoridad vivida con gozo en el hoy de un mundo donde abunda la pobreza y el deterioro de la creación nos desafía. Tratar de vivir los valores que nos ha transmitido Francisco: acogida gozosa de la Palabra, agradecimiento por todos los bienes que recibimos de Dios -en primer lugar el don de su Hijo (cf. Adm 1,17)-, cercanía y servicio a los hermanos con los que vivimos, encuentro con Dios en lo sencillo y pequeño de la vida, compartir las condiciones de vida de los pequeños de la sociedad y estar a su servicio restituyéndoles nuestros bienes. Será sin duda la mejor manera de celebrar la gran noticia del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús nacido en Belén, y el mejor testimonio que podemos dar de esa buena y gran alegría a nuestro mundo, profundamente necesitado de ella.

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