DIRECTORIO FRANCISCANO
Año Cristiano Franciscano

DÍA 18 DE OCTUBRE

 

.

SAN LUCAS, evangelista. Originario de Antioquía de Siria y nacido de familia pagana, se convirtió a la fe y acompañó al apóstol San Pablo, de cuya predicación es reflejo el Evangelio que escribió, a partir del segundo viaje del Apóstol, quien le llama «mi querido médico». Nos transmitió en otro libro, denominado Hechos de los Apóstoles, los primeros pasos de la vida de la Iglesia desde la Ascensión del Señor hasta la prisión de Pablo en Roma. Tras el martirio de Pablo, dejó la ciudad eterna, perdiéndose sus huellas. Es patrono de los médicos (junto con San Cosme y San Damián) y también de los pintores porque, aparte la leyenda según la cual habría pintado la imagen o icono de María, es el evangelista que mejor ha trazado la fisonomía de la Virgen. El evangelio de Lucas es el evangelio del rostro misericordioso del Padre, el de Jesús amigo de los pecadores, el de la preferencia de Dios por los pobres, el de la comunión y el universalismo cristiano.- Oración: Señor y Dios nuestro, que elegiste a san Lucas para que nos revelara, con su predicación y sus escritos, tu amor a los pobres, concede, a cuantos se glorían en Cristo, vivir con un mismo corazón y un mismo espíritu y atraer a todos los hombres a la salvación. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

SAN PEDRO DE ALCÁNTARA. [Murió el 18 de octubre y su memoria se celebra el 19 del mismo mes]. Nació en Alcántara, provincia de Cáceres en España, el año 1499. Después de estudiar en Salamanca filosofía y derecho, ingresó en la Orden franciscana y se ordenó de sacerdote. Ocupó en la Orden diversos cargos. Austero consigo mismo, extremaba su dulzura con los demás. Llevado por el celo de las almas, se dedicó a la predicación con gran fruto. En 1554 obtuvo de la Santa Sede permiso para iniciar una observancia más fiel a la Regla de San Francisco. Se le agregaron otros hermanos, a quienes formó en la vida de penitencia y austeridad, en intensa oración y en la guarda estricta de la pobreza, y así se formó la Reforma Alcantarina, que tantos frutos de santidad daría a la Iglesia. Además, con sus consejos prestó ayuda a santa Teresa de Jesús para la reforma del Carmelo. Escribió obras en que expuso su propia experiencia ascética y contemplativa, fundada sobre todo en la devoción a la pasión de Cristo. Murió en Arenas de San Pedro (Ávila) el 18 de octubre de 1562.- Oración: Señor y Dios nuestro, que hiciste resplandecer a san Pedro de Alcántara por su admirable penitencia y su altísima contemplación, concédenos, por sus méritos, que, caminando en austeridad de vida, alcancemos más fácilmente los bienes del cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

SAN PABLO DE LA CRUZ, fundador de los Pasionistas. [Murió el 18 de octubre y su memoria se celebra el 19 del mismo mes]. Nació en Ovada (Liguria, Italia) el año 1694. De joven fue soldado y ayudó a su padre en su profesión de mercader. Movido por el deseo de perfección, renunció a todo y comenzó a servir a pobres y enfermos, a la vez que se mortificaba con duras penitencias. En 1720 el obispo de Alessandria lo revistió de la túnica negra de los ermitaños, y se retiró a Castellazzo. Ordenado de sacerdote en Roma el año 1727, trabajó con intensidad creciente por la salvación de las almas, fundando casas de su congregación, en la que se conciliaba la vida eremítica con la predicación apostólica. Fue misionero popular, director de almas, propagador de la devoción a la Pasión del Señor. En una sociedad escéptica como la suya, volvió a poner en primer plano el misterio de la Cruz. En 1771 se abrió la primera casa de las religiosas pasionistas. Murió en Roma el 18 de octubre de 1775.- Oración: Concédenos, Señor, que san Pablo de la Cruz, cuyo único amor fue Cristo crucificado, nos alcance tu gracia, para que, estimulados por su ejemplo, nos abracemos con fortaleza a la cruz de cada día. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

* * *

San Amable. San Gregorio de Tours, en un libro suyo, es quien nos da noticias de este santo. Era párroco de Riom en Aquitania (Francia), varón de admirable santidad, que sobresalía por sus grandes virtudes y a quien el Señor adornó con el don de milagros. Vivió en la primera mitad del siglo V.

San Asclepiades. Obispo de Antioquía de Siria y mártir. Fue uno de los preclaros confesores de la fe durante las persecuciones. Murió el año 218.

San Isaac Jogues. Nació en Orleáns (Francia) el año 1607. Ingresó en la Compañía de Jesús en 1624. Ordenado de sacerdote, fue enviado en 1636 a Quebec para la misión entre los indios nativos. Durante un viaje fluvial fue capturado por los iroqueses, que lo torturaron. Consiguió escaparse en 1643 y volvió a Francia, donde lo autorizaron a celebrar la misa aunque tenía las manos mutiladas. Regresó a las misiones al año siguiente y pronto lo volvieron a detener los iroqueses, que lo martirizaron en Ossernenon (Canadá), después de haberlo reducido a esclavitud y haberlo mutilado, el 18 de octubre 1647. Su memoria se celebra el 19 de octubre con la de san Juan Brébeuf y compañeros.

San Monón. Nació en Irlanda en torno al año 600, de familia noble y rica. Decidió hacer vida eremítica en las Ardenas. Peregrinó a Roma y después se retiró a Nassogne (Bélgica), en cuyo territorio levantó una ermita y se entregó a la vida de oración y penitencia. Las gentes, atraídas por su fama de santidad, acudían a consultarle sus problemas. Esta presencia molestaba a los ladrones que se refugiaban en aquel desierto, por lo que lapidaron al ermitaño hacia el año 645.

Beato Roque Villarreal. Nació en Arazuri (Navarra) en 1885. En 1901 hizo la profesión temporal en los Hermanos Maristas. Su largo itinerario docente comenzó en Gerona el año 1903; su último destino fue Málaga, en 1932. Allí le sorprendió la persecución religiosa de 1936. Fue detenido el 24 de agosto, y puesto en libertad gracias a la mediación del cónsul de México, quien le facilitó el alojamiento en casa de su hermana. El 18 de octubre de 1936, lo reconoció un miliciano, antiguo alumno; lo denunció y lo asesinaron aquel día en la Alameda. A todos edificó por su prudente obrar y singular recogimiento religioso. Beatificado el 13-X-2013.

Santos Próculo, Euticio y Acucio. Próculo era diácono y sus dos compañeros eran laicos cristianos. Los tres fueron martirizados en el Foro Vulcano de la ciudad de Pozzuoli (Campania, Italia), en el siglo IV, por ser cristianos y en particular por haber protestado contra la condena a muerte de san Jenaro y de sus compañeros.

PARA TENER EL ESPÍRITU DE ORACIÓN Y DEVOCIÓN

Pensamiento bíblico:

Después de la Anunciación, María se levantó y se puso en camino deprisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel de Espíritu Santo y, levantando la voz, dijo a María: «¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! (...) Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá» (cf. Lc 1,41-45).

Pensamiento franciscano:

«¡Tiemble el hombre entero, que se estremezca el mundo entero, y que el cielo exulte, cuando sobre el altar, en las manos del sacerdote, está Cristo, el Hijo del Dios vivo! ¡Oh admirable celsitud y asombrosa condescendencia! ¡Oh humildad sublime! ¡Oh sublimidad humilde, pues el Señor del universo, Dios e Hijo de Dios, de tal manera se humilla, que por nuestra salvación se esconde bajo una pequeña forma de pan!» (CtaO 26-27).

Orar con la Iglesia:

Invoquemos a Dios Padre, que nos ha llamado a la fe verdadera por medio del Evangelio de su Hijo.

-Para que la Iglesia, aleccionada por san Lucas, sepa llevar el Evangelio de Cristo a los hombres de cada tiempo y lugar, de cualquier lengua y cultura.

-Para que los pobres, los marginados, los pecadores, todos los que sufren, puedan reconocer en nuestras palabras y obras el rostro compasivo de Cristo.

-Para que los cristianos, que hemos recibido el don de la fe, seamos testigos del mensaje de Jesús en nuestro entorno.

-Para que todos permanezcamos abiertos y atentos, como María, a la escucha de la palabra de Dios, y la cumplamos en nuestra vida.

Oración: Escucha, Padre, las súplicas que te dirigimos con confianza en la festividad del evangelista san Lucas. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

* * *

SAN LUCAS, EVANGELISTA
Del Mensaje del beato Juan Pablo II
con ocasión del reconocimiento del cuerpo de S. Lucas (15-X-2000)

5. Según una tradición piadosa, san Lucas es considerado pintor de la imagen de María, la Virgen Madre. Pero el verdadero retrato que san Lucas realiza de la Madre de Jesús es el que aparece en las páginas de su obra: en escenas ya familiares para el pueblo de Dios, traza una imagen elocuente de la Virgen. La Anunciación, la Visitación, el Nacimiento, la Presentación en el templo, la vida en la casa de Nazaret, la disputa con los doctores y la pérdida de Jesús en el templo, así como Pentecostés, han proporcionado un amplio material, a lo largo de los siglos, para la creatividad incesante de pintores, escultores, poetas y músicos.

Por esta razón, el Congreso internacional ha programado oportunamente una reflexión sobre el tema del arte y a la vez ha organizado una exposición de obras de gran valor. Sin embargo, lo más importante es captar que, a través de escenas de vida mariana, san Lucas nos introduce en la interioridad de María, permitiéndonos descubrir al mismo tiempo su función única en la historia de la salvación.

María es quien pronuncia el fiat, un sí personal y pleno a la propuesta de Dios, definiéndose «esclava del Señor» (Lc 1,38). Esta actitud de adhesión total a Dios y de disponibilidad incondicional a su Palabra constituye el modelo más alto de fe, la anticipación de la Iglesia como comunidad de los creyentes.

La vida de fe crece y se desarrolla en María mediante la meditación sapiencial de las palabras y los acontecimientos de la vida de Cristo. Ella «meditaba en su corazón», para comprender el sentido profundo de las palabras y de los hechos, asimilarlo y luego comunicarlo a los demás.

El cántico del Magníficat manifiesta otro rasgo importante de la «espiritualidad» de María: ella encarna la figura del pobre, capaz de poner plenamente su confianza en Dios, que derriba a los poderosos de sus tronos y enaltece a los humildes.

San Lucas nos delinea también la figura de María en la Iglesia de los primeros tiempos, mostrándola presente en el Cenáculo en espera del Espíritu Santo: «Todos ellos perseveraban en la oración, con un mismo espíritu, en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos» (Hch 1,14). El grupo reunido en el Cenáculo constituye como la célula germinal de la Iglesia. Dentro de él María desempeña un papel doble: por una parte, intercede en favor del nacimiento de la Iglesia por obra del Espíritu Santo; y, por otra, comunica a la Iglesia naciente su experiencia de Jesús.

6. Otra dimensión esencial de la vida cristiana y de la Iglesia, sobre la cual la narración lucana proyecta una luz intensa, es la de la misión evangelizadora. San Lucas indica el fundamento perenne de esta misión, es decir, la unicidad y la universalidad de la salvación realizada por Cristo. El acontecimiento salvífico de la muerte-resurrección de Cristo no concluye la historia de la salvación, sino que marca el comienzo de una nueva fase, caracterizada por la misión de la Iglesia, llamada a comunicar a todas las naciones los frutos de la salvación realizada por Cristo. Por esta razón san Lucas ofrece después del evangelio, como consecuencia lógica, la historia de la misión. Es el mismo Resucitado quien da a los Apóstoles el «mandato» misionero: «Y, entonces, abrió sus inteligencias para que comprendieran las Escrituras, y les dijo: "Así está escrito que el Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos al tercer día y se predicara en su nombre la conversión para el perdón de los pecados a todas las naciones, empezando desde Jerusalén. Vosotros sois testigos de estas cosas. Mirad, yo voy a enviar sobre vosotros la promesa de mi Padre. Por vuestra parte permaneced en la ciudad hasta que seáis revestidos de poder desde lo alto"» (Lc 24,45-48).

La misión de la Iglesia comienza en Pentecostés «desde Jerusalén», para extenderse «hasta los confines de la tierra». Jerusalén no indica sólo un punto geográfico. Significa más bien un punto focal de la historia de la salvación. La Iglesia no parte desde Jerusalén para abandonarla, sino para injertar en el olivo de Israel a las naciones paganas.

La tarea de la Iglesia consiste en introducir en la historia la levadura del reino de Dios. Se trata de una tarea ardua, descrita en los Hechos de los Apóstoles como un itinerario fatigoso y accidentado, pero encomendado a «testigos» llenos de entusiasmo, de iniciativa y de alegría, dispuestos a sufrir y a dar su vida por Cristo. Reciben esta energía interior de la comunión de vida con el Resucitado y de la fuerza del Espíritu que él les da.

* * *

EL SEÑOR VIENE DETRÁS DE SUS PREDICADORES
San Gregorio Magno, Homilía 17, 1-3, sobre los evangelios

Nuestro Señor y Salvador, hermanos muy amados, nos enseña unas veces con sus palabras, otras con sus obras. Sus hechos, en efecto, son normas de conducta, ya que con ellos nos da a entender tácitamente lo que debemos hacer. Manda a sus discípulos a predicar de dos en dos, ya que es doble el precepto de la caridad, a saber, el amor de Dios y el del prójimo.

El Señor envía a los discípulos a predicar de dos en dos, y con ello nos indica sin palabras que el que no tiene caridad para con los demás no puede aceptar, en modo alguno, el ministerio de la predicación.

Con razón se dice que los mandó por delante a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. En efecto, el Señor viene detrás de sus predicadores, ya que, habiendo precedido la predicación, viene entonces el Señor a la morada de nuestro interior, cuando ésta ha sido preparada por las palabras de exhortación, que han abierto nuestro espíritu a la verdad. En este sentido, dice Isaías a los predicadores: Preparadle un camino al Señor; allanad una calzada para nuestro Dios. Por esto, les dice también el salmista: Alfombrad el camino del que sube sobre el ocaso. Sobre el ocaso, en efecto, sube el Señor, ya que en el declive de su pasión fue precisamente cuando, por su resurrección, puso más plenamente de manifiesto su gloria. Sube sobre el ocaso, porque, con su resurrección, pisoteó la muerte que había sufrido. Por esto, nosotros alfombramos el camino del que sube sobre el ocaso cuando os anunciamos su gloria, para que él, viniendo a continuación, os ilumine con su presencia amorosa.

Escuchemos lo que dice el Señor a los predicadores que envía a sus campos: La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies. Por tanto, para una mies abundante son pocos los trabajadores; al escuchar esto, no podemos dejar de sentir una gran tristeza, porque hay que reconocer que, si bien hay personas que desean escuchar cosas buenas, faltan, en cambio, quienes se dediquen a anunciarlas. Mirad cómo el mundo está lleno de sacerdotes, y, sin embargo, es muy difícil encontrar un trabajador para la mies del Señor; porque hemos recibido el ministerio sacerdotal, pero no cumplimos con los deberes de este ministerio.

Pensad, pues, amados hermanos, pensad bien en lo que dice el Evangelio: Rogad al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies. Rogad también por nosotros, para que nuestro trabajo en bien vuestro sea fructuoso y para que nuestra voz no deje nunca de exhortaros, no sea que, después de haber recibido el ministerio de la predicación, seamos acusados ante el justo Juez por nuestro silencio.

* * *

ACCIÓN Y CONTEMPLACIÓN
SEGÚN LOS ESCRITOS DE SAN FRANCISCO

por Martin Steiner, OFM

1) El deber de la atención

Francisco conoce la ligereza del hombre. Si no lleva cuidado, el hombre no alcanza la profundidad de su vida y, consiguientemente, no la vive en plenitud. Bajo la agitación superficial, bajo apariencias tal vez brillantes, puede estar adormecido en profundidad, ciego a las verdaderas realidades. De aquí que Francisco no se canse de exhortar a abrir los ojos interiores, a estar despiertos. Unos cuantos textos bastarán como ilustración.

- En lugar de vivir superficialmente, hay que conservar una conciencia viva de la dignidad en que Dios nos ha constituido: «Repara, ¡oh hombre!, en cuán grande excelencia te ha constituido el Señor Dios, pues te creó y formó a imagen de su querido Hijo según el cuerpo y a su semejanza según el espíritu» (Adm 5,1). Obsérvese la interpretación inmediatamente cristológica de la imagen y semejanza divinas que constituyen la dignidad del hombre, interpretación bastante rara en la tradición; es típica del cristocentrismo de Francisco.

- Particularmente grave sería la actitud del sacerdote que administra la Eucaristía con rutina, olvidado de la grandeza de su vocación y de las exigencias que ella lleva consigo. Francisco le recuerda el carácter sublime de la Eucaristía y añade: Abrid los ojos, « considerad vuestra dignidad, hermanos sacerdotes, y sed santos, porque Él es santo. Y así como os ha honrado el Señor Dios, por razón de este ministerio, por encima de todos, así también vosotros, por encima de todos, amadle, reverenciadle y honradle. Miseria grande y miserable flaqueza que, teniéndolo así presente, os podáis preocupar de cosa alguna de este mundo» (CtaO 23-25).

Así, todo hombre, y el sacerdote por encima de todos, deben permanecer atentos a su dignidad: ¡que permanezcan despiertos al sentido de la relación con Cristo! De aquí deriva su grandeza, tanto la de su vocación como la de su acción. Ahora bien, esto supone un amor al Señor siempre en vilo. De donde una nueva serie de llamamientos a la atención:

- «Reparemos todos los hermanos en el buen Pastor, que por salvar a sus ovejas soportó la pasión de la cruz» (Adm 6,1): sigue la exhortación a caminar sobre sus huellas con obras, como verdaderas ovejas suyas.

- «Prestemos atención todos los hermanos a lo que dice el Señor: Amad a vuestros enemigos y haced el bien a los que os odian, pues nuestro Señor Jesucristo, cuyas huellas debemos seguir, llamó amigo al que le entregaba y se ofreció espontáneamente a los que lo crucificaron» (1 R 22,1-2).

- A propósito de la Eucaristía: «Mirad, hermanos, la humildad de Dios» (CtaO 28); no la celebréis, pues, sin prestar atención a esa «humildad sublime y humilde sublimidad»; sigue la invitación a entrar con todo nuestro ser en el sacrificio en el que Cristo se nos entrega.

La atención a Cristo se concentra por parte de Francisco en la pasión y en la Eucaristía. A lo que puede añadirse muy bien la encarnación: ¿no comienza Francisco su carta a todos los fieles por una evocación admirable de la encarnación para que la tengan presente todos sus «corresponsales»?

Pero esta atención positiva a Cristo y a nuestra relación con él, fuente de nuestra dignidad, no es fácil. De aquí la preocupación de Francisco ante las astucias del Adversario. Por todos los medios procura éste impedirnos ver a Cristo y distraernos de lo esencial (2CtaF 63-66).

Se podría alargar la lista de las exhortaciones en las que Francisco dice a sus hermanos: «Considerad», abrid pues los ojos, no os dejéis cegar; y: «Prestad atención», «Reparad», no os durmáis. Baste por el momento citar algunos ejemplos.

- «El Señor manda en el Evangelio: Mirad, guardaos de toda malicia y avaricia; y también: Precaveos de la solicitud de este siglo y de las preocupaciones de esta vida» (1 R 8,1-2); es la introducción al capítulo sobre la prohibición del dinero. Porque «el diablo quiere cegar a quienes lo codician y estiman más que a las piedras» (ibid. 4).

- A propósito de los misioneros: «Recuerden que se dieron y abandonaron sus cuerpos al Señor Jesucristo»; «Dice el Señor... no les cojáis miedo, y no tengáis miedo a los que matan el cuerpo y después de esto no tienen más que hacer. Mirad, no os turbéis. Pues en vuestra paciencia poseeréis vuestras almas» (1 R 16,10.18-20).

- A todos los hermanos: « Recuerden lo que dice el Señor: estad precavidos, no sea que vuestros corazones se emboten con la crápula y la embriaguez y en las preocupaciones de esta vida, y os sobrevenga aquel repentino día» (1 R 9,14).

La atención centrada en el fin último también es indispensable. Francisco lo recuerda «a las autoridades de los pueblos», en la perspectiva del juicio riguroso de Dios: «Considerad y ved que el día de la muerte se acerca...». Esta atención es esencial, aunque no se fije su consideración exclusivamente en la posibilidad de la condenación: ¿no es necesario vivir de manera que no se tenga que lamentar el haber carecido de amor?

Así, Francisco no se cansa de luchar contra la superficialidad, de insistir sobre la atención, sobre la vigilancia.

[Cf. el texto completo en Selecciones de Franciscanismo, núm. 22 (1979) 117-131]

.