DIRECTORIO FRANCISCANO
Año Cristiano Franciscano

DÍA 10 DE OCTUBRE

 

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SANTOS DANIEL Y COMPAÑEROS MÁRTIRES. San Francisco de Asís murió el 3 de octubre de 1226. Un año después, el 10 de octubre de 1227, morían mártires en Ceuta siete hermanos y compañeros suyos, todos ellos del sur de Italia: Daniel, jefe de la expedición, Ángel, Samuel, León, Hugolino, Nicolás y Domno, éste último hermano laico, los demás sacerdotes. Embarcaron en Italia, tocaron puertos del reino de Aragón en España y llegaron al norte de África. Predicaron primero a los marineros y mercaderes genoveses, pisanos, venecianos y otros, y luego empezaron a proclamar públicamente por las calles de Ceuta el Evangelio de Cristo. Pronto los detuvieron. Identificados y conocidas sus intenciones, la autoridad musulmana los intimó a renegar de la fe cristiana y abrazar la musulmana, o sufrir la pena capital. Ellos se mantuvieron firmes en su fe, y fueron decapitados. Los cristianos recogieron sus restos y los llevaron a Europa.- Oración: Dios todopoderoso y eterno, que concediste a los mártires san Daniel y compañeros la gracia de morir por Cristo, ayúdanos en nuestra debilidad, para que, así como ellos no dudaron en morir por ti, así también nosotros nos mantengamos fuertes en la confesión de tu nombre. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

SANTO TOMÁS DE VILLANUEVA. [Murió el 8 de septiembre, y su memoria se celebra en España el 10 de octubre]. Nació el año 1486 en Fuenllana (Ciudad Real, España). Recibió una buena formación cristiana en su hogar. Estudió en la Universidad de Alcalá, de la que más tarde fue maestro preclaro. En 1516 tomó en Salamanca el hábito de San Agustín, y se ordenó de sacerdote en 1518. Desde entonces se dedicó al gobierno y renovación de sus religiosos y a la predicación. Nombrado arzobispo de Valencia en 1544, fue un modelo de buen pastor, sobresaliendo por su caridad, pobreza, prudencia y celo apostólico; se desvivió por la formación del clero y la evangelización del pueblo. Desde joven había vivido en pobreza y puso gran empeño en socorrer a los pobres. Solía decir: «No temo a los enemigos de fuera, sino la corrupción interior». Murió en Valencia el 8 de septiembre de 1555.- Oración Oh Dios, que quisiste asociar a santo Tomás de Villanueva, insigne por su doctrina y caridad, al número de los santos pastores de tu Iglesia, concédenos, por su intercesión, la gracia de permanecer continuamente entre los miembros de tu familia santa. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

SAN DANIEL COMBONI. Nació en Limone sul Garda (Brescia, Italia) el año 1831, en el seno de una familia de campesinos pobres. Desde niño, en la escuela de Don Mazza, se despertó en él la vocación misionera. Ordenado de sacerdote en 1854, salió en la primera expedición misionera organizada por Don Mazza para África, donde permaneció hasta 1859 en que lo destinaron a la formación de los jóvenes africanos del colegio de Don Mazza. Entregó su vida a las misiones del África negra e hizo proyectos que presentó a Pío IX y al Concilio Vaticano I. En 1872 fue nombrado Vicario apostólico de África Central y en 1877 fue elevado a la dignidad episcopal, siendo el primer obispo de África Central. Es uno de los grandes misioneros de la historia de la Iglesia, fundador de los Misioneros Combonianos y de las Misioneras Combonianas. Murió en Jartum (Sudán) el 10 de octubre de 1881. Fue canonizado por Juan Pablo II el año 2003.

BEATA ÁNGELA MARÍA TRUSZKOWSKA. Nació en Kalisz (Polonia) el año 1825. Desde su infancia demostró una piedad profunda. Estando en oración en la catedral de Colonia, intuyó que su vocación era estar entre los pobres y necesitados y servir en ellos a Cristo con la oración y el sacrificio. Y a ello se entregó, y se hizo miembro de la sociedad de San Vicente de Paúl y más tarde ingresó en la Tercera Orden Franciscana. Tuvo de director espiritual al beato capuchino Honorato Kominski. Fundó la Congregación de las Hermanas de San Félix de Cantalicio para el apostolado entre los niños pobres, abandonados, marginados, al frente de la cual estuvo hasta que una larga y penosa enfermad la apartó de las actividades externas. Tuvo que afrontar circunstancias extremadamente difíciles como la supresión de la congregación. Las Felicianas, además, dirigían a las laicas terciarias, atendían a los ancianos, visitaban hospitales y prisiones, administraban centros sociales rurales. Murió el 10 de octubre de 1899 en Cracovia.

BEATA MARÍA CATALINA IRIGOYEN ECHEGARAY. Nació en Pamplona (España) en 1848, de una familia acomodada y muy cristiana, pero no dudó en dejar riquezas y poder para servir a los pobres y enfermos. Cumplida la misión de atender a familiares enfermos, solicitó la admisión en el Instituto de las Siervas de María, Ministras de los Enfermos, fundado por santa María Soledad Torres Acosta, y en 1882 empezó el noviciado en Madrid, donde permaneció hasta su muerte. Durante 23 años se dedicó al servicio de los enfermos en sus domicilios, derrochando caridad exquisita, pronta y alegre, con paciencia, esmero y abnegación; se preocupaba tanto de los enfermos como de sus familiares. Después se dedicó a recoger donativos para la subsistencia de la congregación. Hacia el final de su vida, cuando quedó incapacitada para toda actividad, se centró en la que había sido su gran devoción: la adoración eucarística ante el Sagrario. Murió en Madrid el 10-X-1918. Beatificada en 2011.

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Santos Casio y Florencio. Sufrieron el martirio en Bonn (Alemania) en el siglo IV.

San Cerbonio de Populonia. Era africano y para huir de la persecución de los vándalos pasó a Italia. Se estableció en Populonia (Toscana), y, viendo sus virtudes, el pueblo lo eligió obispo. Gobernaba santamente su diócesis cuando la invasión de los lombardos lo obligó a exiliarse a la isla de Elba, donde murió el año 575.

San Claro de Nantes. Primer obispo de Nantes (Francia), en el siglo IV.

Santos Eulampio y Eulampia. Eran hermanos y fueron martirizados en Nicomedia de Bitinia (Turquía), en el siglo IV, durante la persecución desencadenada por el emperador Diocleciano.

San Gereón y compañeros. Un número no determinado de cristianos, encabezado por un tal Gereón, sufrieron el martirio pues ofrecieron su cuello a la espada por defender la verdadera fe. Esto sucedió en Colonia (Alemania) en el siglo IV.

San Juan de Bridlington. Nació cerca de Bridlington, condado de York (Inglaterra), en el primer tercio del siglo XIV. A los veinte años eligió la vida eclesiástica e ingresó en el monasterio de Canónigos Regulares de San Agustín. Ordenado de sacerdote, cumplió de manera ejemplar los encargos y oficios de su monasterio, incluido el de prior. Lo animaba un gran celo apostólico y tenía buenas cualidades para la predicación. En su gobierno armonizó su conocida piedad y vida interior con la capacidad de ocuparse con eficacia de todos los asuntos. Murió en Bridlington el año 1379.

San Paulino de York. Nació de una familia romana y en su momento ingresó en un monasterio de Roma, donde fue discípulo de san Gregorio Magno, quien, el año 601, lo envió en un grupo de misioneros a evangelizar el reino de Kent (Inglaterra). Fue capellán de la princesa Etelburga a la hora de casarse con Eduino rey de Northumbria. El año 625 fue consagrado obispo de York. Su actividad misionera tuvo mucho éxito, pues se convirtieron el rey, los nobles y mucho pueblo. Murió el año 644 en Rochester, donde sirvió a la Iglesia como obispo los últimos años de su vida.

San Pinito de Knosos. Fue obispo de Knosos, en la isla de Creta, y, bajo los emperadores Marco Antonino Vero y Lucio Aurelio Cómodo, se distinguió por sus escritos acerca de la fe católica y por su preocupación por el crecimiento progresivo de la grey que se le había encomendado. Murió hacia el año 180.

Santa Tanca. Fue una virgen que, en el siglo VI/VII, sufrió el martirio en la región de Troyes (Francia) por defender su virginidad.

Santa Telquilde (o Teodelquilde). Era hija de una noble familia, de la diócesis francesa de Meaux. Fue abadesa del monasterio de Jouarre (Meaux), que seguía la Regla de San Columbano. Durante su mandato el monasterio conoció un gran desarrollo, hasta el punto de poder enviar varios grupos de monjas a otros monasterios. Murió hacia el año 670.

Santos Víctor y Maloso. Sufrieron el martirio en Birten, junto a Colonia (Alemania), en el siglo IV.

Beato Eduardo Detkens. Nació en Varsovia (Polonia) el año 1885. Estudió en el seminario de Varsovia y se ordenó de sacerdote en 1913. Su campo de trabajo pastoral fueron las escuelas y el profesorado. Fue un apóstol de la juventud, promotor de la pedagogía cristiana, cultivador de la cultura católica, a la vez que hombre de oración, de carácter abierto y alegre. Llegado el tiempo de la persecución nazi, lo arrestaron en 1939, lo dejaron libre, pero pronto lo detuvieron. Pasó por los campos de concentración de Sachsenhausen y de Dachau, y, declarado inválido, lo asesinaron en la cámara de gas de Linz (Austria) el año 1942.

Beato León Wetmanski. Nació en Zuromin (Polonia) el año 1886. A los veinte años ingresó en el seminario diocesano de Plock, y recibió la ordenación sacerdotal en 1912. Durante la guerra del 14 se interesó mucho por los heridos. Después lo nombraron director espiritual del seminario. A la vez desarrollaba una apreciable actividad pastoral y caritativa. La Santa Sede lo nombró obispo auxiliar de Plock y fue un gran colaborador del obispo diocesano. Cuando los nazis invadieron Polonia, León permaneció en su puesto, hasta que lo arrestaron en febrero de 1940. Fue a parar al campo de exterminio de Dzialdowo (Polonia), y sufrió tantos y tales malos tratos y miserias, que enfermó a consecuencia de ellas y murió en 1941.

Beato Pedro Tomás de la Virgen del Pilar. Nació en Zaragoza el año 1888. Ingresó en el noviciado de los Carmelitas Descalzos en 1905. Se ordenó de sacerdote en 1912. Ocupó cargos de responsabilidad. En julio de 1936 fue a Barcelona a predicar la novena de la Virgen del Carmen. El día 20 tuvo que dejar el convento vestido de seglar, pero lo reconocieron los milicianos, le propinaron una paliza en plena calle y lo abandonaron dándolo por muerto. Dos guardias lo trasladaron al hospital de San Pablo, donde estuvo hasta que el 10-X-1936 los milicianos se lo llevaron a las costas de Garraf y lo arrojaron al mar.

PARA TENER EL ESPÍRITU DE ORACIÓN Y DEVOCIÓN

Pensamiento bíblico:

Dijo Jesús a sus discípulos: «No atesoréis para vosotros tesoros en la tierra, donde la polilla y la carcoma los roen y donde los ladrones abren boquetes y los roban. Haceos tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni carcoma que los roen, ni ladrones que abren boquetes y roban. Porque donde esté tu tesoro, allí estará tu corazón» (Mt 6,19-21).

Pensamiento franciscano :

Oración de san Francisco ante el Crucifijo de San Damián: «Sumo, glorioso Dios, ilumina las tinieblas de mi corazón y dame fe recta, esperanza cierta y caridad perfecta, sentido y conocimiento, Señor, para que cumpla tu santo y verdadero mandamiento».

Orar con la Iglesia:

Adoremos a nuestro Redentor, que por nosotros y por todos los hombres quiso morir y ser sepultado para resucitar de entre los muertos.

-Señor y Maestro nuestro, que por nosotros te sometiste a la muerte, enséñanos a someternos siempre, como Tú, a la voluntad del Padre.

-Tú que quisiste morir en la cruz para destruir la muerte y todo su poder, haz que contigo muramos al pecado y resucitemos a una vida nueva.

-Rey nuestro, que como un gusano fuiste el desprecio del pueblo y la vergüenza de la gente, haz que tu Iglesia no se acobarde ante la humillación.

-Salvador de todos los hombres, que diste tu vida por los hermanos, enséñanos a amarnos mutuamente con un amor semejante al tuyo.

Oración: Dios Padre nuestro, mira con bondad a tu familia, por la cual tu Hijo aceptó el tormento de la cruz, entregándose a sus propios enemigos. Te lo pedimos por el mismo Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

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«QUIEN QUIERA SER EL PRIMERO...»
Benedicto XVI. Ángelus del 24 de septiembre de 2006

Queridos hermanos y hermanas:

En el evangelio del domingo XXV del tiempo ordinario (B), Jesús anuncia por segunda vez a los discípulos su pasión, muerte y resurrección (Mc 9,30-36). El evangelista san Marcos pone de relieve el fuerte contraste entre su mentalidad y la de los doce Apóstoles, que no sólo no comprenden las palabras del Maestro y rechazan claramente la idea de que vaya al encuentro de la muerte, sino que discuten sobre quién de ellos se debe considerar «el más importante». Jesús les explica con paciencia su lógica, la lógica del amor que se hace servicio hasta la entrega de sí: «Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos».

Esta es la lógica del cristianismo, que responde a la verdad del hombre creado a imagen de Dios, pero, al mismo tiempo, contrasta con su egoísmo, consecuencia del pecado original. Toda persona humana es atraída por el amor -que en último término es Dios mismo-, pero a menudo se equivoca en los modos concretos de amar, y así, de una tendencia positiva en su origen pero contaminada por el pecado, pueden derivarse intenciones y acciones malas. Lo recuerda, en la liturgia de hoy, también la carta de Santiago: «Donde existen envidias y espíritu de contienda, hay desconcierto y toda clase de maldad. En cambio la sabiduría que viene de lo alto es, en primer lugar, pura, además pacífica, complaciente, dócil, llena de compasión y buenos frutos, imparcial, sin hipocresía». Y el Apóstol concluye: «El fruto de la justicia se siembra en la paz para quienes trabajan por la paz» (Sant 3,16-18).

Estas palabras nos hacen pensar en el testimonio de tantos cristianos que, con humildad y en silencio, entregan su vida al servicio de los demás a causa del Señor Jesús, trabajando concretamente como servidores del amor y, por eso, como «artífices» de paz. A algunos se les pide a veces el testimonio supremo de la sangre, como sucedió hace pocos días también a la religiosa italiana sor Leonella Sgorbati, que cayó víctima de la violencia. Esta religiosa, que desde hacía muchos años servía a los pobres y a los pequeños en Somalia, murió pronunciando la palabra «perdón»: he aquí el testimonio cristiano más auténtico, signo pacífico de contradicción que demuestra la victoria del amor sobre el odio y sobre el mal.

No cabe duda de que seguir a Cristo es difícil, pero -como él dice- sólo quien pierde la vida por causa suya y del Evangelio, la salvará (cf. Mc 8,35), dando pleno sentido a su existencia. No existe otro camino para ser discípulos suyos; no hay otro camino para testimoniar su amor y tender a la perfección evangélica.

Que María nos ayude a abrir cada vez más nuestro corazón al amor de Dios, misterio de alegría y de santidad.

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EL SEÑOR DIRIGIÓ NUESTROS PASOS
De la narración del martirio de san Daniel y sus compañeros
en la "Passio" escrita por un contemporáneo

Fray Daniel, varón religioso, sabio y prudente, anteriormente ministro de la provincia de Calabria, con otros seis hermanos, llenos de espíritu de Dios, deseosos de la salvación de los sarracenos, no temieron exponer sus vidas con tal de ganar las almas para Cristo.

Un viernes, lo dedicaron en privado a tratar con calma los asuntos de su propia salvación y la de los demás; el sábado siguiente, recibieron todos ellos de manos del padre Daniel la absolución de sus pecados en el sacramento de la penitencia, y se acercaron con gran fervor a recibir la sagrada eucaristía, ofreciéndose incondicionalmente al Señor.

Estos atletas de Cristo, fortalecidos en su espíritu, el domingo, muy de mañana, se introdujeron clandestinamente en la ciudad, cubiertas sus cabezas con ceniza, proclamando por todas las calles y plazas el nombre del Señor, y, con el fervor que les confortaba interiormente, anunciaban con plena libertad que no existe salvación fuera de Cristo.

Este mensaje divino inflamaba de tal forma sus corazones, que parecían desfallecer de gozo, no pudiendo reprimir el ardor interior que los llenaba. Los sarracenos los prendieron y los colmaron de injurias y denuestos y los golpearon duramente. Después fueron conducidos ante el rey. Recibidos en audiencia, sirviéndose de un intérprete, explicaron al rey su misión: que eran mensajeros de Dios para predicarles el nombre del Señor. El rey y sus cortesanos se mofaron de ellos y, considerándolos unos ilusos, los enviaron a las mazmorras.

Desde la prisión escribieron una carta conmovedora al capellán mayor de los genoveses, de nombre Hugo, a otros dos sacerdotes, uno franciscano y el otro dominico, quienes por aquellos días retornaban del interior del país, y también a otros cristianos que residían en Ceuta.

El día diez de octubre de 1227, domingo, por la mañana, mientras nosotros recitábamos el Oficio divino, estos hermanos fueron sacados de la cárcel y conducidos de nuevo a la presencia del rey. Interrogados si estaban dispuestos a retractarse de cuanto habían afirmado contra sus leyes y contra Mahoma, ellos se reafirmaron en lo dicho, y añadieron que no había salvación en su ley, sino que era necesario recibir el bautismo, aceptando la fe de Cristo, por la que ellos estaban dispuestos a ofrecer su propia vida.

A los invictos atletas de Cristo, despojados de sus vestidos, mientras derramaban abundantes lágrimas, les ataron las manos a la espalda, los sacaron del palacio real y los condujeron fuera de la ciudad, llevados como corderos al matadero y cargando con el improperio de Cristo. Manteniéndose gozosos, se dirigían a la muerte como si fueran invitados a un banquete. Llegados al lugar del suplicio, fueron decapitados, entregando al Señor sus almas, enrojecidas en la púrpura de su sangre.

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SANTIDAD E INTEGRIDAD DE VIDA,
VIRTUDES INDISPENSABLES DEL BUEN PRELADO

Santo Tomás de Villanueva,
Sermón sobre el evangelio del buen Pastor (Jn 10,1-11)

Nuestro Redentor, viendo la excelencia de las almas y el precio de su propia sangre, no quiso dejar el cuidado de los hombres, que tantos sufrimientos le causaron, al solo cuidado de nuestra prudencia, sino que quiere actuar con nosotros. Por eso, dio a los fieles unos pastores, revistiéndolos de unos méritos que no tenían: entre ellos me encuentro yo, sostenido en mi indignidad por su infinita misericordia.

Cuatro son las condiciones que debe reunir el buen pastor. En primer lugar, el amor: fue precisamente la caridad la única virtud que el Señor exigió a Pedro para entregarle el cuidado de su rebaño. Luego, la vigilancia, para estar atento a las necesidades de las ovejas. En tercer lugar, la doctrina, con el fin de poder alimentar a los hombres, hasta llevarlos a la salvación. Y, finalmente, la santidad e integridad de vida. Esta es la principal de todas las virtudes. En efecto, un prelado, por su inocencia, debe tratar con los justos y con los pecadores, aumentando con sus oraciones la santidad de unos y solicitando con lágrimas el perdón de los otros.

En cualquier caso, por los frutos se descubrirán siempre las condiciones indispensables del buen pastor.

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EL CRUCIFIJO GOZOSO DE SAN DAMIÁN (I)
por Sor María Mandelli, OSC

Mirado superficialmente, el Crucifijo de San Damián no sugiere pensamientos alegres; pero si uno lo contempla con amor, siente crecer dentro de sí el germen de la alegría pascual que el autor sirio supo plasmar en el que sería el Crucifijo de la vocación franciscana.

El Crucifijo que habló a Francisco en San Damián y que Clara contempló durante toda la vida, convirtiéndolo en su propio espejo, es una imagen insólita y compleja. Este Crucifijo ha sido y sigue siendo estudiado por muchos especialistas y otros autores, que analizan su conjunto y sus distintos aspectos desde diversos ángulos. Pensamos que también puede ser objeto de una reflexión sobre la alegría.

Lo primero que salta a la vista de quien lo contempla es que no se trata de un Cristo paciente; no es un Cristo doloroso, agonizante, muerto. La pasión y la muerte de Jesús están presentes, pero en cuanto que han sido superadas. En cambio, encontramos la actualización de la alegría, de la gloria. Es un Cristo viviente, aunque no tenga aspecto triunfal, un vencedor, sereno y luminoso en su desnudez, velada sólo con un paño.

El rostro ha sido pintado con sumo esmero. Mantiene abiertos los ojos, grandes y profundos; la boca, perfectamente dibujada, parece a punto de hablar; los cabellos, cuidadosamente peinados, caen a rizos, tres a la derecha y tres a la izquierda, sobre los hombros desnudos, y se adivina cómo el resto de la cabellera fluye por la espalda; la barba y el bigote están recortados por mano de artista; la cabeza, ligeramente inclinada, arrastra consigo la aureola.

Varios detalles sugieren la idea de danza. El ritmo está expresado con las suaves líneas que dibujan los brazos, extienden las palmas de las manos, separan ampliamente el pulgar de los otros dedos, finos y cóncavos. El busto está levemente desplazado a la derecha de quien mira; en su interior se perciben líneas que parecen ser vestigios de las contorsiones de Cristos pintados en diferentes épocas. Las caderas están cubiertas con una faldilla flexuosa como un rico y precioso velo; las piernas están juntas, pero no rígidas, la izquierda ligeramente superpuesta a la derecha; los pies, abiertos separando las puntas, se encuentran en niveles ligeramente distintos, el izquierdo se adelanta un poco al derecho.

Cristo está inmóvil, pero en la actitud típica que precede al movimiento de la danza. Si lo miramos detenidamente y cerramos luego los ojos, podemos imaginarnos cómo eleva los brazos, mueve las caderas, levanta el pie izquierdo de la peana y empieza a danzar.

Todo respira alegría. El protagonista de esta danza es el Hijo del Padre, Aquel que dio su vida por amor, el Resucitado, que va a entrar en la gloria. Prueba de ello es la escena de la parte superior de la cruz. La imagen de Jesús, pintada en un círculo, no aparece frontalmente, como en la cruz, sino de lado. El paso de danza continúa y es ascensional: el pie derecho está más alto que el izquierdo. Pero, para asir la Mano del Padre, presente en el semicírculo de arriba, Jesús tendrá que hacer un cuarto de giro y presentarse de espaldas. Sólo entonces habrá dado el último paso para entrar en la gloria del Padre, y los dos círculos se fundirán en uno. Los ángeles que acogen y rodean a Jesús parecen estar moviendo la cabeza de forma semejante a quien acompasa el ritmo al escuchar una música. Los dos ángeles situados en los extremos de los brazos de la Cruz danzan ascensionalmente, y otro tanto hacen los dos personajes colocados en los extremos inferiores del recuadro, con una mano en la cintura y un pie en alto. También los dos personajes masculinos situados a los lados de Jesús adelantan el pie derecho mientras las mujeres parecen estar dialogando...

[Cf. http://www.franciscanos.org/enciclopedia/mandelli.html]

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