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Séptima
Estación |
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Vía crucis de Juan Pablo II (Viernes Santo de 2000) «Pero yo soy un gusano, no un hombre, vergüenza de la gente, desprecio del pueblo» (Sal 21,7). Vienen a la mente estas palabras del salmo mientras contemplamos a Jesús, que cae por segunda vez bajo la cruz. En el polvo de la tierra está el Condenado. Aplastado por el peso de su cruz. Cada vez le fallan más sus fuerzas. Pero, aunque con gran esfuerzo, se levanta para seguir el camino. ¿Qué nos dice a nosotros, hombres pecadores, esta segunda caída? Más aún que la primera, parece exhortarnos a levantarnos, a levantarnos otra vez en nuestro camino de la cruz. Cyprian Norwid escribe: «No detrás de sí mismos con la cruz del Salvador, sino detrás del Salvador con la propia cruz». Sentencia breve pero que dice mucho. Explica en qué sentido el cristianismo es la religión de la cruz. Da a entender que cada hombre encuentra en este mundo a Cristo que lleva la cruz y cae bajo su peso. A su vez, Cristo, en el camino del Calvario, encuentra a cada hombre y, cayendo bajo el peso de la cruz, no deja de anunciar la buena nueva. Desde hace dos mil años el evangelio de la cruz habla al hombre. Desde hace veinte siglos Cristo, que se levanta de la caída, encuentra al hombre que cae. A lo largo de estos dos milenios, muchos han experimentado que la caída no significa el final del camino. Encontrando al Salvador, se han sentido sosegados por Él: «Te basta mi gracia: la fuerza se realiza en la debilidad» (2 Cor 12,9). Se han levantado confortados y han transmitido al mundo la palabra de la esperanza que brota de la cruz. Hoy, cruzado el umbral del nuevo milenio, estamos llamados a profundizar el contenido de este encuentro. Es necesario que nuestra generación lleve a los siglos venideros la buena nueva de nuestro volver a levantarnos en Cristo. Pausa de silencio Oremos: Señor Jesucristo, que caes bajo el peso del pecado del hombre y te levantas para tomarlo sobre ti y borrarlo, concédenos a nosotros, hombres débiles, la fuerza de llevar la cruz de cada día y de levantarnos de nuestras caídas, para llevar a las generaciones que vendrán el Evangelio de tu poder salvífico. A ti, Jesús, apoyo de nuestra debilidad, alabanza y gloria por los siglos. Amén. Vía crucis de Gerardo Diego
"Largo es el camino y el Cireneo se rinde". El poeta culpa al cansancio y abstención del Cireneo la segunda caída de Jesús, que se desploma "como un escombro humano". El sujeto lírico se pregunta dolorido por el sentido de esta reincidencia torturante, y descubre al punto la necesaria ejemplaridad para quien, como él, la pugna existencial, "luchando por él", le ha de inferir similares caídas, circunstancia en la que espera de Cristo le preste puntual ayuda, tendiéndole entonces la mano salvadora.- [Fr. Ángel Martín, ofm] |
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