DIRECTORIO FRANCISCANO

ESTUDIOS SOBRE LOS ESCRITOS
DE SAN FRANCISCO Y
DE SANTA CLARA DE ASÍS


SIGNIFICADO DEL TRABAJO
EN LAS PRIMITIVAS FUENTES FRANCISCANAS[*]

por Fernando Uribe, OFM

 

En la llamada sociedad post-moderna, a la que le está tocando vivir el momento coyuntural marcado por el paso del siglo XX al XXI, la actividad humana que llamamos «trabajo» ha adquirido varios significados y, sobre todo, las más diversas motivaciones. Con relación a estas últimas las hay de tipo económico (medio para buscar la subsistencia, acumular bienes de fortuna, …), psicológico (desarrollo de las cualidades y aficiones personales, necesidad casi compulsiva de estar ocupado en cualquier cosa, incapacidad para emplear el tiempo libre, …), social (contribuir a la promoción de una comunidad determinada, ayudar a un grupo humano, …) y hasta ascético (mortificar los sentidos, huir de la ociosidad, …).

En este contexto nos preguntamos qué significado tenía el trabajo para Francisco y Clara de Asís. Después de pasados ochos siglos, ¿es posible que el Pobrecillo y su fiel «Plantita» tengan todavía un mensaje sobre el trabajo que sea válido para el hombre de hoy? ¿Cuáles son los parámetros que sobre este particular deben guiar a sus seguidores en la época actual?

Trataremos de buscar respuestas a estos interrogantes consultando algunas fuentes franciscanas. Tomaremos como principal punto de referencia los escritos de Francisco y Clara de Asís, de los cuales someteremos a análisis los pasajes que hacen una especial referencia al tema que nos interesa. En ellos encontraremos las enseñanzas originales y las principales orientaciones que los dos santos nos dejaron sobre el trabajo. Tales enseñanzas las ilustraremos con los paisajes más representativos que sobre el tema nos brindan sus primitivas biografías, particularmente los que nos los muestran experimentando el trabajo. Esta ilustración, que no pretende ser muy minuciosa, nos ofrecerá una verificación de lo que ellos enseñaron por las vías de su propia experiencia de vida. Después de someter a análisis los textos de mayor interés, trataremos de recoger al final los principales resultados del análisis hecho a manera de síntesis conclusiva.

Antes de abordar nuestro estudio conviene aclarar varias cosas:

a) Preferimos no partir de un pre-concepto del trabajo ni nos detendremos en la difícil y para este caso inútil distinción de los tipos de trabajo.[1] Aspiramos a que al final de nuestra reflexión, después del análisis de las fuentes y siguiendo un método deductivo, podamos descubrir el significado del trabajo, aunque no sea conceptualizado en términos escolásticos o académicos.

b) De entre las múltiples fuentes del franciscanismo primitivo damos la prioridad a los escritos de Francisco y de Clara de Asís como fuentes primarias que son para conocer su pensamiento; de ellas recogeremos los principales datos que nos ofrecen sobre el tema, pero no pretendemos ser exhaustivos. El tema aparece ordinariamente unido al sustantivo «trabajo» (labor): 7 veces en los escritos de Francisco y 6 en los de Clara.[2] En estrecha relación con este sustantivo aparece el verbo «trabajar» (laborare): 15 veces en los escritos de Francisco y 4 en los de Clara, significando en todos los casos el ejercicio de un trabajo material. Los que ejercen este tipo de actividad son llamados «trabajadores» (laboratores): 3 veces en los escritos de Francisco.[3]

c) Somos conscientes de las dificultades que comporta el estudio en las fuentes medievales de un tema que ha evolucionado tanto en los últimos tiempos como el trabajo, así como de los límites que de por sí comporta nuestra reflexión; para evitar caer en la tentación de las transposiciones temporales que tergiversan su significado primitivo, trataremos de estudiar estas fuentes en su contexto histórico. Durante el tiempo que les tocó vivir a Francisco y a Clara, todavía tenía vigencia la típica división medieval de la sociedad en tres órdenes sociales o categorías de personas: los clérigos y religiosos (orantes), los guerreros o defensores (bellatores) y los trabajadores (laboratores). En general se entendía por trabajadores los que ejercían una actividad manual o material, como la labranza de la tierra que hacían los campesinos o la transformación de la materia en objetos útiles o decorativos que hacían los artesanos. A lo largo del siglo XII y comienzos del XIII esta categoría se extendió en cierta forma a los banqueros y comerciantes.[4] En la categoría de los trabajadores no entraban los que ejercían alguna otra actividad intelectual como los estudiantes o los profesores y, aunque a veces recibía el calificativo de «trabajo», era siempre considerada como superior al simple trabajo material, a veces reputado como degradante. El trabajo asalariado era además sinónimo de pobreza.[5]

Francisco y Clara de Asís, junto con sus primeros seguidores, hicieron una opción específica en la sociedad de su tiempo:[6] deliberadamente quisieron vivir su vocación evangélica formando parte del orden de los trabajadores; «comprendieron que el trabajo, como medio de ganarse el pan de cada día, era el símbolo de la pobreza por antonomasia. Por amor a Cristo pobre se abrazaron al trabajo, se lanzaron a los trabajos que rechazaban aún los más necesitados».[7]

P. Subercaseau: Hospital de leprosos

I. EL TRABAJO EN LOS ESCRITOS DE FRANCISCO DE ASÍS

No cabe duda de que los escritos de Francisco, a pesar de su brevedad y de su carácter asistemático y esporádico, son las fuentes más importantes para conocer sus intenciones y su pensamiento sobre distintos aspectos de la vida. En el caso específico del tema que nos ocupa, los textos son pocos pero suficientes para formarnos una idea clara sobre lo que pensaba el fundador de la Orden de los Menores acerca del trabajo y sobre la función que éste debe tener en la forma de vida de los hermanos.

Tres son los textos que hacen mención explícita del trabajo; dos de ellos se encuentran en las dos más importantes versiones de la Regla de los hermanos menores y el tercero en el Testamento espiritual que dictó pocos días antes de su muerte. Los presentamos según su aparición cronológica para percibir mejor la evolución de algunos conceptos y los analizaremos separadamente dentro del contexto en que aparecen para descubrir mejor su significado.

REGLA NO BULADA [RegNB] 7, 1-12

Sección 1: 1. Todos los hermanos, en cualesquiera de los lugares donde se encuentren para servir o trabajar en casa de otros, no sean mayordomos ni cancilleres ni presidan en las casas en que sirven; no acepten ningún oficio que engendre escándalo o cause detrimento a su alma (cf. Mt 8,36), 2. sino sean menores y súbditos de todos los que se hallan en la misma casa.

Sección 2: [a] 3. Y los hermanos que saben trabajar, trabajen y ejerzan el oficio que conozcan, siempre que no sea contra la salud del alma y pudiere realizarse decorosamente. [b] 4. Pues dice el profeta: Comerás los frutos de tus trabajos; dichoso eres y te irá bien (Sal 127,2); 5. y el apóstol: el que no quiere trabajar, no coma (2Tes 3,10); 6. y también: cada uno permanezca en el arte y oficio en el que ha sido llamado (cf. 1Cor 7,24). [c] 7. Y por el trabajo puedan recibir todas las cosas que son necesarias, menos pecunia. 8. Y cuando fuere necesario, vayan por limosna como los otros pobres. [d] 9. Y séales permitido tener las herramientas e instrumentos convenientes para sus oficios.

Sección 3: 10. Todos los hermanos procuren ejercitarse en obras buenas, porque escrito está: haz siempre algo bueno, para que el diablo te encuentre ocupado. 11. Y además: «La ociosidad es enemiga del alma». 12. Por eso, los siervos de Dios deben perseverar siempre en la oración o en alguna obra buena.

Observaciones generales: Este texto forma parte del capítulo 7 que lleva por título: «Modo de servir y trabajar». Se trata de un título colocado tardíamente y que no corresponde totalmente al contenido del mismo, dado que la parte final del capítulo (vv. 13-16) se refiere a otros temas como la no apropiación de los lugares, la acogida en ellos de cualquier tipo de personas, las relaciones fraternas y la alegría. No es posible fijar la fecha de este texto, pero por su contenido parece ser la codificación de las primeras experiencias laborales de la Fraternidad, cuando ésta era todavía poco numerosa y muy itinerante y cuando varios de los hermanos ejercían oficios serviles en casas de otros.[8] Se debe notar igualmente que el texto tiene una fuerte inspiración bíblica[9] y aún patrística,[10] a diferencia de los textos paralelos de los otros escritos del santo; quizá aquí se podría ver la mano de fray Cesáreo de Spira quien, según el cronista Jordán de Jano, ilustró la Regla de 1221 con varios textos bíblicos.[11]

El texto transcrito precedentemente constituye una sola unidad temática y literaria; las ideas en él contenidas están presentadas siguiendo la forma asociativa. Desde el punto de vista temático podemos distinguir en él tres secciones.

Sección 1: Está constituida por una exhortación dirigida a todos los hermanos. El verbo «servir» que acompaña a «trabajar» da al tema del trabajo una connotación de sabor evangélico. El trabajo de que habla esta sección era el que realizaban los jornaleros y refleja que esta clase de actividad de los hermanos en casas de otros era la praxis ordinaria de la primitiva Fraternidad. Según una de las fuentes biográficas, Francisco quiso que todos los hermanos se ocuparan en trabajos serviles.[12] Refiriéndose a este período, el protobiógrafo hace la presentación de su forma de vida en lo referente al trabajo de la manera siguiente: «Durante el día iban a las casas de los leprosos o a otros lugares decorosos y quienes sabían hacerlo trabajaban manualmente sirviendo a todos humilde y devotamente. Rehusaban cualquier oficio del que pudiera originarse escándalo; más bien, ocupados siempre en obras santas y justas, honestas y útiles, estimulaban a la paciencia y humildad a cuantos trataban con ellos» (1Cel 39). En este testimonio se pueden distinguir varias referencias indirectas al texto de la Regla que estamos comentando. Nótese que se hace alusión tanto al servicio en las casas de los leprosos como al trabajo manual en otros lugares calificados de decorosos. Probablemente inspirado en la RegNB 7,1-2, el celanense pone el énfasis principal en la dimensión teológica del trabajo y, sobre todo, en la condición minorítica de los hermanos. Nótese igualmente que no se dice nada sobre la retribución que se debe recibir por el trabajo, con lo cual queda más acentuado el carácter testimonial del mismo.

Las exigencias de la Regla en esta sección suponen una opción muy determinada del tipo de trabajo que pueden ejercer los hermanos y a su vez una opción social. Tal opción se entiende mejor si se tiene en cuenta que las casas a las que hace referencia el texto pertenecían ciertamente a personas de un cierto status social que podían tener servidumbre. El texto veta algunos oficios que están unidos a la dirección o administración de la casa; son citados particularmente la mayordomía («camerarii») y la cancillería («cancellarii»).[14] Hoy no resulta fácil definir con exactitud el significado que tenían estos oficios en el Medioevo, especialmente el de «cancilleres», que bien podía equivaler al oficio de escribanos, al de los notarios, al de los administradores contables o al de los secretarios.[15] De todas maneras, por el contexto se deduce fácilmente que tanto los oficios de «mayordomos» como los de «cancilleres» implicaban una cierta superioridad con relación a los demás trabajadores. La Regla quiere que los hermanos realicen trabajos que no impliquen poder, ni prestigio, ni mando.[16] Además prohíbe explícitamente los oficios que «engendran escándalo» o causan perjuicio al alma, como podrían ser los de taberneros y otros semejantes.

Toda la exhortación en esta sección está dominada por la idea de la minoridad así como por la honestidad y el buen nombre de los hermanos; la prescripción regida por los verbos: «sino sean menores … y estén sujetos» es la contraposición a cualquier sentido de dominio o superioridad que se pueda encerrar en los oficios de «mayordomos» o de «cancilleres». El binomio «servir y trabajar» corrobora la idea dominante de la minoridad y a su vez le agrega la tónica del espíritu de fraternidad hacia el exterior, pues se trata de un servicio «en casa de otros», es decir, no reducido a los hermanos de la misma Fraternidad. En el orden de ideas relacionadas con la minoridad está también la correspondencia entre «Todos los hermanos» de la frase inicial (v. 1) y el «estén sujetos a todos» de la frase final (v. 2); se trata de buscar a través del trabajo una relación de dependencia con respecto al jefe o «señor».

Sección 2: En esta sección cambia el sujeto; ya no son todos los miembros de la Fraternidad sino sólo «los hermanos que saben trabajar». Esta determinación del sujeto nos ayuda a entender mejor que en la primitiva Fraternidad el trabajo cualificado no era una exigencia universal. Hay cuatro elementos que merecen nuestra atención en esta sección:

[a] Los «oficios» de que se habla aquí son al parecer los que ya sabían o ejercían algunos de los hermanos antes de formar parte de la Fraternidad; en este caso el trabajo tiene una connotación más específica, referida al manual o artesanal. Aquí se ratifican y se precisan mejor los criterios que ya habían sido expresados en la Sección 1 sobre el tipo de trabajo que pueden ejercer los hermanos: «que no sea contra la salud del alma» y que «pueda realizarse decorosamente».

[b] La parte central de esta sección (vv. 4-6) está inspirada en varios textos bíblicos, los cuales a su vez sirven de apoyo a dos enseñanzas muy importantes. La primera de ellas se inspira en las frases: «comerás del fruto de tus trabajos…» (Salmo 127,2) y «el que no quiere trabajar, que no coma» (2Tes 3,10) para indicar que el trabajo es fuente primaria de la subsistencia. La segunda le da al trabajo la connotación de una vocación casi teológica: se debe permanecer en el arte y oficio en el que cada uno «ha sido llamado» (1Cor 7,24).

[c] El tema del trabajo como fuente de subsistencia sugiere de inmediato la temática de la retribución, a la cual se refiere esta parte. El criterio que da el legislador para recibir la recompensa por el trabajo está condicionado por la profesión de la pobreza; por ello el carácter de concesión que se esconde en el verbo: «pueden», y el sentido mendicante que se desprende del infinitivo «recibir» (v. 7), diferente de «exigir», como correspondería a la capacidad jurídica de reclamar un salario por el trabajo realizado. Nótese como el texto usa la imponderable expresión: «las cosas necesarias», que escapa a toda precisión jurídica, pero que indudablemente se refiere a bienes en especie útiles para ellos y los hermanos, tal como solían ser remunerados los siervos de la gleba en el Medioevo. En contraste con dicha imprecisión jurídica, el legislador es muy determinante al prohibir la retribución en dinero, en este caso también guiado por el criterio de la pobreza.[17] El mismo criterio de la pobreza evangélica que profesan los hermanos evoca por asociación de ideas el tema de la limosna, a la que pueden acudir los hermanos «cuando fuere necesario», como los otros pobres» (v. 8). En este caso entra en juego de nuevo el concepto impreciso de «necesidad» que, por una parte, está matizado por la referencia a los pobres para evitar cualquier exceso y, por otra, ilumina social y teológicamente el recurso a la mendicidad.[18]

[d] En la frase que concluye esta Sección 2 se permite tener las herramientas e instrumentos convenientes para el oficio. Tal concesión es una aclaración que encuentra su sentido en el contexto que le precede relacionado con la pobreza, a manera de un desarrollo de la misma. De aquí se desprende, por una parte, una actitud muy sensata de parte del legislador, en cuanto no toma la pobreza material con un sentido fundamentalista; por otra, se pone en una evidencia mayor que el trabajo que hacían los hermanos consistía en el ejercicio de actividades manuales o artesanales. Conviene recordar que en la Italia de aquel entonces se estaba evolucionando de una sociedad eminentemente agrícola hacia una sociedad artesanal. A la luz de este texto parece que los hermanos menores estaban abiertos a dicha evolución, pues podían tener los instrumentos necesarios para un trabajo artesanal, aunque a veces ejercían también trabajos agrícolas, pero en estos casos como simples colaboradores pues, a diferencia de los monjes, ellos no poseían terrenos.

Sección 3: Esta sección constituye el colofón lógico de la unidad temática sobre el trabajo. Al igual que la sección introductoria, ésta se dirige de nuevo a «todos los hermanos», llamados también «siervos de Dios» (v. 12). En este caso el tono es también más exhortativo que preceptivo. El tema central de ella oscila entre la necesidad de huir de la ociosidad y la importancia de la ocupación permanente en las buenas obras. La argumentación se hace con dos frases: una de la tradición patrística, que se encuentra en una de las cartas de san Jerónimo (v. 10)[19] y la otra de la tradición monástica, que se encuentra en la Regla de san Benito (v. 11).[20] Esta conclusión corrobora con una fuerza mayor el enfoque que le da el legislador al trabajo. A la luz de ella se ve claramente que se trata de una actividad que forma parte de una específica forma de vida evangélica, en la que el trabajo ocupa un puesto determinado dentro de una escala de valores en la que el punto culminante es la oración y el ejercicio de las buenas obras. El trabajo forma parte de la vida pero no es la vida misma. Se trabaja para vivir y dentro de unas categorías específicas de minoridad, pero no se vive para trabajar.

La Compilación de Asís [= Leyenda de Perusa] ilustra convenientemente lo que precede con una breve descripción de la vida ordinaria de los hermanos correspondiente a los primeros años, en la que se puede observar cómo el trabajo aparece colocado en el contexto amplio de sus opciones prioritarias: «Mortificaban su cuerpo no sólo con el ayuno, sino también con frecuentes vigilias, el frío, la desnudez y el trabajo de sus manos. Con frecuencia, para no estar ociosos, iban a ayudar a los pobres en sus campos; y éstos alguna vez les daban pan por el amor de Dios» (CompAs 56g). Nótese que en este texto, aunque breve, se encuentran tres elementos de interés relacionados con el trabajo. Dos de ellos son de carácter ascético en cuanto presentan el trabajo manual como uno de los medios de mortificación y como una forma para huir de la ociosidad; el tercero ofrece un interesante enfoque social en cuanto es tomado como un servicio a los pobres.

REGLA BULADA [RegB] 5, 1-4

[a] 1. Aquellos hermanos a quienes ha dado el Señor la gracia de trabajar, trabajen fiel y devotamente, 2. de tal manera que, evitando el ocio, que es enemigo del alma, no apaguen el espíritu de la santa oración y devoción, al cual deben servir las demás cosas temporales. [b] 3. Y como remuneración del trabajo reciban para sí y sus hermanos las cosas necesarias para el cuerpo, menos dinero o pecunia; 4. y esto háganlo humildemente, como corresponde a los siervos de Dios y seguidores de la santísima pobreza.

Observaciones generales: El texto se inspira en las disposiciones que se encuentran en el capítulo 7 de la RegNB. Se trata no solamente de una síntesis de dicho capítulo sino también de una adaptación del mismo en algunos aspectos que marcan una evolución de la Fraternidad en la concepción del trabajo; es por tanto un texto que refleja en varios aspectos la situación de la Orden en el año 1223. El capítulo constituye una unidad literaria dedicada total y únicamente al tema del trabajo y colateralmente al de la pobreza; desde este último aspecto tiene una ampliación en la primera frase del capítulo 6. Estilísticamente es una mezcla entre lo preceptivo y lo parenético.

Desde el punto de vista estructural y temático está escalonado en dos momentos, cada uno compuesto por dos frases, que presentan el tema en una sucesión lógica; el primer momento presenta los criterios fundamentales sobre el trabajo y el segundo sobre la remuneración.

[a] El texto comienza determinando el sujeto de las disposiciones; no son todos los hermanos destinatarios de la Regla sino una parte de los mismos: los que recibieron la gracia de trabajar (v. 1), sean clérigos o laicos.[22] Esta explicitación da una connotación teológica al trabajo ya desde el punto de partida, en cuanto lo presenta como una gracia otorgada por el Señor;[23] se trata de una gracia que reciben sólo algunos. Todo da a entender que el verbo «trabajar» significa la ejecución de acciones manuales o materiales, según el significado típico que esta palabra tenía en el Medioevo.[24] Los dos adverbios que siguen prolongan la onda teológica de la concepción del trabajo como se deduce de su significado y su forma literaria. En efecto, el adverbio «fielmente» («fideliter») está emparentado originalmente con la palabra «fe» («fides») e indica en este contexto que el trabajo debe realizarse dentro de un clima de fe teológica, de adhesión a la voluntad de Dios. Según esto, trabajar «fielmente» no es únicamente la aplicación constante del tiempo y de las energías a la ejecución de un trabajo determinado, sino que hace que el trabajador adquiera una de las principales características del justo tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, la fidelidad. Por su parte el adverbio «devotamente» («devote») indica la dedicación total, la donación incondicional; aplicado en este caso al concepto de trabajo, le da la categoría de una acción que es consagrada totalmente a Dios. A la luz de los adverbios «fielmente» y «devotamente», el trabajo no se puede tomar como una actividad profana o indiferente, sino que entra en la categoría de la fe, en cuanto debe comprometer la interioridad del hombre y fomentar el espíritu de contemplación en medio de la acción. De esta manera el trabajo se integra en la concepción unitaria de la persona humana.

La segunda frase del momento [a] es, desde el punto de vista literario, una explicación consecuencial, como se desprende del adverbio que la introduce: «de tal manera que». También aquí, como en el texto paralelo de la RegNB (7,11) se acude al concepto monástico de la ociosidad como enemiga del alma (v. 2), aunque en este caso no se cita la Regla de san Benito. El gerundio «evitando el ocio» le da a esta acción permanente el carácter de presupuesto y de condición para lo que sigue, que es el corazón gramatical y teológico de la frase: que por causa del trabajo los hermanos «no apaguen el espíritu de la santa oración y devoción, al cual deben servir las demás cosas temporales» (v. 2). La formulación de este ideal prioritario de la vida franciscana es mucho más feliz en esta Regla que en su lugar paralelo de la RegNB (7,12), en cuanto presenta con una mayor determinación el punto máximo de la escala de los valores evangélicos que debe perseguir el hermano menor; es decir, que las demás cosas temporales, incluyendo el trabajo, deben estar supeditadas al espíritu de «la santa oración y devoción». Nótese cómo son calificadas de «santa» la oración y la devoción, duplo que en este caso tiene las características de una endíadis [figura por la cual se expresa un solo concepto con dos nombres coordinados]. Según esto, la oración aquí no se reduce a los rezos ni a las prácticas piadosas, sino que adquiere el rango de una dedicación o consagración permanente al Señor.

En la vida de Francisco hay un episodio que glosa perfectamente todo este primer paso del texto sobre el trabajo. Se trata de lo que le sucedió cuando labraba un vaso, que transcribimos en la interesante versión de Tomás de Celano: «Durante una cuaresma, con el fin de aprovechar bien algunos ratos libres, se dedicaba a fabricar un vasito. Pero un día, mientras rezaba devotamente tercia, se deslizaron por casualidad los ojos a mirar detenidamente el vaso; notó que el hombre interior sentía estorbo para el fervor. Dolido por ello de que había interceptado la voz del corazón antes que llegase a los oídos de Dios, no bien acabaron de rezar tercia, dijo de modo que le oyeran los hermanos: "¡Vaya trabajo frívolo, que me ha prestado tal servicio, que ha logrado desviar hacia sí mi atención Lo ofreceré en sacrificio al Señor, cuyo sacrificio ha estorbado". Dicho esto, tomó el vaso y lo quemó en el fuego» (2Cel 97; cf. LeyM X,6). De esta versión tan rica en matices y tan evocadora del espíritu de la Regla resaltamos especialmente tres cosas: por una parte el predominio de la oración y la devoción sobre el trabajo, con lo cual el episodio se constituye en una ilustración de cuanto se prescribe en la RegB 5,2; en segundo lugar, el acudir al trabajo material para huir de la ociosidad; en tercer lugar, que el resultado final del trabajo (el producto), en este caso el vaso, tiene una importancia secundaria, pues Francisco trabaja no en función de la producción sino de otros valores superiores.

Con relación al segundo aspecto, son proverbiales los reproches de Francisco a los ociosos, llamados por él pintorescamente «frailes moscas». Tomás de Celano lo presenta en la Vida segunda reprobando a un hermano ocioso con estas palabras: «Vete por tu camino, hermano mosca, pues quieres comer el sudor de tus hermanos y permanecer ocioso en la obra del Señor. Te pareces al hermano zángano, que no aporta nada al trabajo de las abejas y pretende ser el primero en comer la miel». Al comentar el celanense la salida de este hermano, usa palabras duras, comparándolo al demonio.[26]

Las referencias que hacen las fuentes primitivas a la forma como los hermanos realizaban su trabajo parecen inspiradas en los criterios fijados por el capítulo 5,2 de la RegB, cuyo lenguaje emplean casi textualmente. Basta citar a manera de ejemplo el Anónimo de Perusa que dice: «Todos los días se dedicaban a la oración y al trabajo manual para ahuyentar hasta la sombra de la ociosidad, enemiga del alma» (AnPer 25). La idea se repite casi textualmente en la Leyenda de los Tres Compañeros (TComp 41).

[b] El segundo momento trata sobre la remuneración del trabajo en dos frases que presentan escalonadamente algunos criterios que deben guiar a los hermanos.

En primer lugar se debe resaltar que la Regla supone una remuneración por el trabajo, lo cual coloca implícitamente a esta actividad en el rango de un verdadero contrato. El salario que reciben los hermanos que ejercen la gracia de trabajar es no sólo para sí sino también para sus hermanos; con ello se pone en evidencia, por una parte, que no todos los hermanos se ocupaban en el trabajo material[29] y, por otra, que dicho trabajo se debe realizar dentro del espíritu fraternal, exigiendo prácticamente que quien trabaja lo haga en nombre de sus demás hermanos. El texto es bastante explícito al especificar que el salario no debe consistir en dinero ni en pecunia, pero tal precisión contrasta con el amplio y ambiguo concepto de «necesidad» que se encierra en la frase: «las cosas necesarias para la vida corporal». También aquí la «necesidad» es una realidad unida a las exigencias de las personas y por tanto muy dinámica; son exigencias no determinadas uniformemente puesto que dependen de la persona, del lugar y del tiempo.[30] Lo que más claro queda de esta disposición es que se trata de un salario en especie, como lo solían recibir los siervos en el Medioevo.

En la frase que sigue, la Regla regresa al tono teológico del comienzo del capítulo para presentar el criterio que debe guiar la aceptación del salario. Tal criterio no se sale de los cánones jurídicos de quien exige la aplicación del derecho inherente al cumplimiento de un contrato, sino que entra con el adverbio «humildemente» en el ámbito de lo evangélico. Uno de los más antiguos comentaristas de la Regla decía al explicar este pasaje que «la paga por el trabajo no puede ser pedida imperiosamente o alegada actuando como jefes, sino pidiendo como lo hacen los pobres o como quien nada tiene».[31] En este caso el legislador hace una fuerte llamada a la coherencia de vida al invocar la condición fundamental de los destinatarios de las disposiciones de la Regla. Dicha condición es la de los «siervos de Dios y seguidores de la santísima pobreza»; se trata de dos expresiones de innegable inspiración bíblica que señalan dos elementos esenciales del concepto de minoridad. Dentro de esta perspectiva se puede decir que, recibir «humildemente» como remuneración el precio del trabajo realizado, hace que en la mente de Francisco el salario no sea mirado como una exigencia en clave de justicia sino ante todo como un don, tanto más si, como lo dirá en el Testamento, cuando los hermanos no reciben el salario, deben recurrir a la limosna (cf. Test 22).

Parece oportuno recordar aquí la nota escrita que Francisco le envió a Antonio de Padua respondiéndole a la consulta que éste le había hecho sobre la conveniencia de enseñar la sagrada teología a los hermanos, cuando se abrió en la ciudad de Bolonia lo que podría ser llamado el primer centro de estudios teológicos de la Orden. La parte principal de la respuesta de Francisco dice así: «Me agrada que enseñes teología a los hermanos, a condición de que, por razón de este estudio, no apagues el espíritu de oración y devoción, como se contiene en la Regla» (CtaAnt 2). La alusión explícita a la Regla bulada permite deducir que dicho escrito fue hecho a finales de 1223 o en 1224, es decir, después de su aprobación el 29 de noviembre de 1223. Pero en nuestro caso esta alusión es particularmente importante porque en ella se aplican a una actividad eminentemente intelectual, como es la enseñanza de la teología, algunos de los criterios sobre el trabajo que, como lo hemos dicho, en el Medioevo era concebido como una actividad casi exclusivamente material. De ello se podría deducir, por una parte, que al parecer la enseñanza ya tenía el rango de trabajo en la mente de Francisco, con lo cual se señala una cierta evolución del concepto de trabajo para aquella época; por otra parte, que según el Pobrecillo también la enseñanza de la teología exigía que fuera hecha dentro del «espíritu de oración y devoción», pues por sí sola no inmuniza contra la distracción ni el espíritu de la carne.[34]

TESTAMENTO 20-22

20. [a] Y yo trabajaba con mis manos, y quiero trabajar; y quiero firmemente que todos los otros hermanos trabajen en algún oficio compatible con la decencia. 21. [b] Los que no lo saben, aprendan, no por la codicia de recibir el precio del trabajo, sino por el ejemplo y para rechazar la ociosidad. 22. [c] Y cuando no nos dieren el precio del trabajo, recurramos a la mesa del Señor, pidiendo limosna de puerta en puerta.

Observaciones generales: Este texto es de un gran significado por un doble motivo: en primer lugar, por formar parte del Testamento, que es uno de los escritos más importantes de Francisco porque refleja de manera bastante inmediata su pensamiento, de cuya autenticidad hoy nadie duda. En segundo lugar, porque se encuentra en la parte autobiográfica del mismo, es decir, la que recuerda los primeros años de su conversión y las primeras experiencias de la Fraternidad por él fundada. Específicamente el contexto que le precede se refiere a la desapropiación de los hermanos como condición para pertenecer a la Fraternidad, a la práctica de la oración y a la sujeción a todos (vv. 16-19); le sigue el saludo de paz que deben decir los hermanos y las normas sobre la pobreza de las habitaciones.

Las tres frases que forman nuestro texto van concatenadas en una secuencia temática que parte de la experiencia de trabajo que tuvo el mismo Francisco y termina con el recurso a la limosna como medio subsidiario de subsistencia de los hermanos.

[a] La evocación que hace Francisco del trabajo que él mismo hacía con sus manos está plenamente confirmada por las primitivas fuentes biográficas. Todas ellas son unánimes en su presentación como un hombre que trabajaba. Ya desde el comienzo de su conversión, después del despojo voluntario de todos sus bienes ante el obispo de Asís, aparece el joven convertido ocupado durante algunos días como ayudante de cocina de un monasterio benedictino, probablemente el de san Verecondo, cerca de Gubbio (cf. 1Cel 16). Una de sus actividades preferidas desde el comienzo de su conversión fue el cuidado de los leprosos (cf. 1Cel 17). El mismo Francisco comienza su Testamento dando un testimonio de su predilección por esta actividad y de los móviles que tenía (cf. Test 1-2). Varias fuentes lo presentan en diversos momentos de su vida sirviendo a los leprosos.[38] Se trata de un trabajo que ordinariamente no tenía remuneración salvo probablemente el hospedaje en las leproserías durante el período de servicio. Además del servicio a los leprosos, las primitivas fuentes biográficas presentan a Francisco trabajando alegremente con sus manos[39] y en alguna se especifica que «tenía la costumbre de ocuparse en algún trabajo a una con sus hermanos después de comer» (CompAs 107). Tomás de Celano acentúa la dimensión penitencial agregando que no tenía miramientos con su cuerpo (cf. 2Cel 21).

La evocación que hace Francisco de su experiencia laboral resulta casi un pretexto para la doble determinación que sigue: «quiero trabajar; y quiero firmemente que todos los otros hermanos trabajen». El adverbio «firmemente» («firmiter») de la segunda parte de la frase le da a la segunda determinación casi el carácter de una rígida norma, tanto más si se tiene en cuenta el criterio fijado a continuación con la frase: «en algún oficio compatible con la decencia». Este criterio parece evocar implícitamente cuanto se dice a propósito del trabajo en el capítulo 7 de la RegNB y es seguramente a la luz de él que debe interpretarse.[42]

[b] La segunda frase marca una evolución con relación a cuanto se dice sobre el trabajo en las dos versiones de la Regla.[43] En efecto, aquí ya no se habla del trabajo como de una actividad opcional que ejercen algunos hermanos o como de una gracia especial, sino como de una necesidad, a tal punto que los que no saben, deben aprender con el objeto de huir de la ociosidad. También aquí el concepto de trabajo parece limitarse al ejercicio de alguna actividad manual o material. El texto supone implícitamente el salario como retribución por el trabajo realizado, pero no centra allí el objetivo del mismo, sino que le asigna una doble finalidad: una de tipo pastoral (el buen ejemplo) y otra de tipo ascético (la huida de la ociosidad). La dinámica interna de este texto, junto con el precedente, se podría expresar así: dado que el trabajo material es un valor, debe ser realizado por todos los hermanos siguiendo el ejemplo de Francisco, no con la intención primaria de recibir un salario sino de dar buen ejemplo a los demás.

Esta segunda finalidad aparece especialmente remarcada por los biógrafos de Francisco a partir de la Vida segunda de Tomás de Celano, quien en cierta forma hace un comentario de este pasaje del Testamento poniendo al santo como «modelo de toda perfección» y resaltando su rechazo de los perezosos: «Solía decir que los perezosos que no se familiarizan con ninguno de los trabajos, serán vomitados de la boca del Señor. Ningún ocioso podía presentársele delante que no recibiese un reproche mordaz. Pues él, modelo de toda perfección, se ocupaba y trabajaba con sus manos, sin permitirse desperdiciar en nada el don precioso del tiempo. Dijo también una vez: "Quiero que todos mis hermanos trabajen y se ocupen en algo, y que los que no saben ningún oficio, lo aprendan" (Test 20-21). Y, señalando el motivo, añadió: "Para ser menos gravosos a los hombres y para que el corazón y la lengua no divaguen, con el ocio, por cosas ilícitas". Y la ganancia o merced del trabajo no la quería a disposición del que trabaja, sino del guardián o de la familia» (2Cel 161). De esta forma quería ser menos gravoso a los bienhechores.

[c] La tercera frase hace alusión explícita al salario como pago por el trabajo, el cual es tenido indirectamente como la retribución normal del mismo. La alusión explícita al salario supone necesariamente que Francisco se estaba refiriendo a un trabajo fuera de las habitaciones de los hermanos y que, por tanto, estaba haciendo eco a las disposiciones consignadas en el cap. 7 de la RegNB, aunque en este caso ofreciendo una mayor precisión. Se debe advertir además que este texto del Testamento ofrece una variante importante que se sale de la norma jurídica y que le da un carácter propio al concepto franciscano del trabajo. En efecto, en él se da a entender claramente que el hermano menor no exige, como los demás trabajadores, el salario merecido por su trabajo, puesto que si no lo recibe, debe «recurrir a la mesa del Señor, pidiendo limosna de puerta en puerta». El recurso a la mendicidad como medio subsidiario de subsistencia adquiere un elevado tono teológico cuando se la define como «la mesa del Señor», pues dicha expresión, además de tener un evidente sabor bíblico (cf. Sal 22,5; 77,19; Lc 22,30), indica una peculiar actitud de fe ante Dios a quien, según su primer biógrafo, Francisco llamaba «el gran limosnero» (cf. 2Cel 77). Desde esta perspectiva, acudir a la limosna no es un simple medio ascético de subsistencia para los hermanos, equiparable en la RegNB a un verdadero trabajo,[47] sino que entra en la dinámica de la gratuidad del amor que el Padre Dios tiene por sus hijos.[48]

J. Segrelles: Fr. Gil lleva el precio de su trabajo

II. EL TRABAJO EN LOS ESCRITOS DE CLARA

Los escritos que nos han quedado de Clara son más pocos que los de Francisco pero de una gran importancia para conocer su pensamiento, tal como se ha enfatizado en los estudios que sobre los mismos se han hecho en los últimos años.[49] Cabe destacar que guardan una estrecha relación con los del Pobrecillo, particularmente la Regla, el Testamento y la Bendición. Sobre la autenticidad de esta última no hay un total acuerdo entre los estudiosos.

Los textos de los escritos de Clara que se refieren al trabajo son pocos. De ellos solamente uno, el de RegCl, desarrolla más o menos ampliamente el tema; los demás se reducen a simples menciones. Por tal motivo, aquí únicamente analizaremos el primero y de los otros nos contentaremos con una relación sumaria.[50]

REGLA DE SANTA CLARA 7, 1-5

1. [a] Las hermanas, a quienes el Señor ha dado la gracia de trabajar, después de la hora de tercia ocúpense, fiel y devotamente, en un trabajo honesto y de común utilidad, 2. de tal manera que evitado el ocio, enemigo del alma, no apaguen el espíritu de la santa oración y devoción, al cual deben servir todas las demás cosas temporales. 3. [b] Y la abadesa o su vicaria estén obligadas a asignar, en el Capítulo y ante todas, los trabajos manuales. 4. Hágase lo mismo si fuere enviada alguna limosna para las necesidades de las hermanas, a fin de que se haga en común memoria de los donantes. 5. Y todas estas cosas sean distribuidas para utilidad común por la abadesa o su vicaria, con el consejo de las discretas.

Observaciones generales: El texto constituye íntegramente el capítulo 7 de la Regla escrita por santa Clara hacia el final de su vida y aprobada por el papa Inocencio IV el 9 de agosto de 1253. En el contexto de la RegCl este capítulo es una unidad independiente desde el punto de vista literario. Temáticamente depende de la RegB de san Francisco, de la cual es una sabia adaptación a las específicas condiciones de vida claustral de las hermanas pobres de San Damián. Desde el punto de vista del contenido se pueden distinguir dos partes, la primera de las cuales con dos frases y la tercera con tres.

[a] La primera frase retoma el enfoque del trabajo expuesto por Francisco en la RegB según el cual el trabajo es una gracia recibida por algunas hermanas; dentro de esta perspectiva debe ser realizado con fidelidad y devoción, por lo cual no es necesario repetir aquí cuanto hemos dicho al comentar dicho texto. Lo que sí se debe destacar es que ya desde esta primera frase Clara pasa de los principios a la formulación de tres exigencias concretas. La primera se refiere al momento: «después de la hora de tercia», es decir, después de la oración comunitaria del Oficio divino, indicando ya con ello el primado de la oración sobre el trabajo, como lo dirá en la frase siguiente. La segunda exigencia se refiere al tipo de trabajo que pueden ejercer las hermanas, para lo cual emplea el calificativo «decoroso», muy semejante al usado por Francisco en las determinaciones que al respecto dejó en la RegNB 7,3 y en el Test 20; por tanto se refiere también aquí a trabajos que sean compatibles con la condición de las hermanas que optaron por vivir según la perfección del santo Evangelio. La tercera exigencia presenta la «utilidad común» de la Fraternidad como uno de los criterios que deben guiar el trabajo de las hermanas. Esta última exigencia marca una diferencia significativa con relación a los escritos de Francisco; en ella se pone de manifiesto una vez más el sentido práctico de la santa. Para una adecuada comprensión de esta exigencia es conveniente recordar que una de las claves de interpretación de la Regla clariana es el radicalismo de la pobreza evangélica. A la luz de esto, la «utilidad común» exige que todas las hermanas afronten corresponsablemente y con espíritu de pobreza las tareas inherentes a la subsistencia común con el trabajo de sus manos. Fue ésta una de las notas distintivas de la Fraternidad de San Damián ya desde sus orígenes, como lo atestiguan algunos documentos antiguos.[51]

La segunda frase repite el paso paralelo de la RegB 5,2, tanto desde el punto de vista literario como del contenido, por lo cual una vez más nos remitimos a cuanto hemos dicho en su debido lugar. Desde este último punto de vista el trabajo entra en una jerarquía de valores cuyo vértice está constituido por el espíritu de oración y devoción. Con relación a la huida de la ociosidad, las fuentes biográficas clarianas dan unánime testimonio del espíritu de trabajo que siempre tuvo la santa, aún en su lecho de enferma, en donde hacía trabajos manuales, como hilar telas finas de lino con las que mandaba confeccionar corporales y fundas para distribuir a las iglesias pobres de Asís y sus alrededores.[52]

[b] La segunda parte comienza indicando la forma como debe hacerse la distribución de los oficios, es decir, como tarea específica de la abadesa pero en presencia de todas las hermanas reunidas en Capítulo; con ello se pone en evidencia una vez más la estrecha relación que debe haber entre trabajo y vida fraterna. La segunda frase evoca en forma asociativa el concepto de limosna que aparece en los textos de Francisco, adaptados por Clara a la situación de las hermanas, pero a su vez enriquecido, en cuanto agrega el concepto de gratitud para con los bienhechores, de quienes se debe hacer memoria en común, probablemente a través de la oración. Esta segunda parte termina estableciendo las responsables de las disposiciones precedentes y reafirmando el criterio de la «utilidad común», indicándola de nuevo como una exigencia que debe guiar tanto la asignación de los trabajos como la distribución de las limosnas.[53]

OTROS TEXTOS DE CLARA

En otros pasajes de los escritos de Clara se hace alusión al trabajo de manera más o menos indirecta. Así, en la RegCl 2,16 se concede el uso de manteletas para favorecer la comodidad y la decencia del servicio y del trabajo de las hermanas. En la RegCl 6,15 y en el TestCl 54 se supone que algunas hermanas cultivan el huerto para las necesidades del monasterio. Según el testimonio dado por sor Pacífica en el Proceso previo a la canonización de Clara, las hermanas se ocupaban en varios trabajos, como coser los corporales con las telas que hilaba la santa aun durante su enfermedad (cf. ProCa I,11). Téngase en cuenta que el mundo del trabajo durante el Medioevo ofrecía muy pocas posibilidades a la mujer, especialmente en materia de trabajo remunerado, lo cual repercutía de forma especial en los monasterios de clausura.

J. Segrelles: La Mesa del Señor (Flor 13)

CONSTANTES

Después de la lectura analítica de los principales textos que sobre el trabajo traen los escritos de Francisco y de Clara de Asís, es conveniente puntualizar los elementos que aparecen como constantes y recoger los principales resultados que de alguna manera induzcan a una actualización del tema, según el planteamiento que nos hacíamos al comienzo. Nos reduciremos a presentar un elenco de enunciados partiendo de lo general hacia lo particular, pero sin pretensiones de ofrecer una síntesis sistemática.

- Los textos de los opúsculos de Francisco que hacen referencia explícita al trabajo tienen todos a los hermanos menores como destinatarios primeros de los mismos. Casi todos se encuentran en escritos de carácter normativo que regulan la forma de vida de los hermanos o se refieren a la misma. A pesar de esto, la mayoría de los escritos allí contenidos sobre el trabajo son válidos para otras categorías de personas, guardando las debidas proporciones.

- A través de dichos textos se puede percibir una cierta evolución del concepto de trabajo, pero sólo en algunos aspectos, pues substancialmente permanece igual. Dicha evolución va a la par de la transformación de la Fraternidad durante sus primeros años.

- La principal evolución del concepto de trabajo aparece desde la praxis del mismo por parte de los hermanos, y se manifiesta en los siguientes aspectos: en los textos más primitivos los hermanos realizaban el oficio que ejercían antes de pertenecer a la Fraternidad (cf. RegNB 7,3) o era una gracia que sólo algunos recibían (cf. RegB 5,1), mientras que en el Test todos los hermanos deben hacerlo y los que no saben deben aprender (cf. Test 21). En la RegNB algunos hermanos trabajaban en casas de otros (cf RegNB 7,1) y esta posibilidad no es mencionada en los textos posteriores, al menos abiertamente. En la RegB aparece explícitamente involucrada la Fraternidad en el concepto de la retribución por el trabajo, en cuanto debe servir también a la satisfacción de las necesidades de los otros hermanos (cf. RegB 5,3).

- El concepto de trabajo que traen los opúsculos de Francisco tiene como substrato común la concepción que predominaba en el Medioevo, casi reducida al trabajo entendido como una actividad manual, material o artesanal, pero la superan en cuanto no es tomada como algo degradante de la persona humana. Una de las razones que ennoblecen el trabajo manual en los opúsculos es la impostación teológica y ascética. Para una adecuada aplicación del concepto sanfranciscano de trabajo a los tiempos actuales, es indispensable superar la estricta visión medieval y ampliarlo a las múltiples dimensiones que hoy tiene el mismo.

- Teológicamente el trabajo es para Francisco una vocación, puesto que corresponde a un proyecto de vida en orden a la realización de determinados valores (espirituales, intelectuales, morales, culturales, etc.) al servicio del individuo y de la sociedad. Con ello se supera la concepción del trabajo como castigo y como manipulación de todas las capacidades y potencialidades del ser humano en función del simple interés productivo de unos pocos. Al contrario, se promueve su función de estimulante de las capacidades que cada uno ha recibido.

- En estrecha relación con cuanto precede, el trabajo entra en la dinámica de la acción creadora de Dios, pues es la prolongación de la obra de sus manos y reporta a él la transformación de la materia y la aplicación y desarrollo de las cualidades que él mismo ha puesto en el ser humano. En otros términos, retorna a su papel de vehículo para la re-creación de la persona y la colaboración de la misma en la obra de la creación del mundo y la construcción de la sociedad.

- Desde el punto de vista teológico el trabajo adquiere igualmente un carácter sagrado en cuanto aparece como una gracia especial, un don de Dios. El concepto de gratuidad, que abraza tanto al que sirve como al que es servido, contribuye a restablecer el orden primero querido por Dios destruido por la avidez de riquezas y el afán egoísta de lucro. Desde esta concepción parece quedar en un segundo plano la visión juridicista del trabajo y, como consecuencia, se modifica también la concepción del salario.

- La exigencia de que el trabajo no debe apagar el espíritu de oración y devoción hace de él un dinamismo que debe poner al ser humano en relación con Dios. Según esto es un medio y no un fin en sí mismo, pues en la mente de san Francisco el trabajo forma parte de una escala de valores en cuyo vértice debe estar como valor supremo, «poseer el Espíritu del Señor y su santa operación» (RegB 10,9).

- Desde el punto de vista ascético, el trabajo según Francisco es heredero de la tradición monástica en cuanto tiene como una de sus finalidades la huida de la ociosidad. Esta finalidad se encuentra ya en los textos más primitivos (cf. RegNB 7,10), pero aparece mucho más explícitamente unida a la necesidad del trabajo en los textos posteriores.

- En la mente de Francisco el trabajo está íntimamente ligado al concepto de minoridad, la cual se manifiesta de formas diversas tales como el tipo de trabajo que pueden ejercer los hermanos (cf. RegNB 7,1-2) y la forma de «recibir» el salario o precio del trabajo (cf. Test 22). La selección del tipo de trabajo está también condicionada por el concepto de «decencia» o decoro, es decir, que no sea causa de escándalo para los demás y que sea compatible con la profesión del hermano menor: siervo de Dios y seguidor de la santísima pobreza (cf. RegB 5,4).

- El trabajo también está unido al concepto de fraternidad. El sentido fraternal del trabajo se expresa, en su dimensión ad intra, en la prescripción de compartir el precio del trabajo con los hermanos de la propia Fraternidad (cf. RegB 5,3) y, ad extra, en la concepción del mismo como un servicio que se hace en las casas de los demás (cf. RegNB 7,1-2). Esta última significa salir del círculo cerrado de los propios ambientes de trabajo (las instituciones dedicadas a la salud, la enseñanza, etc.) para compartir la vida con otras personas en una actividad tan vital para el ser humano como es el trabajo. Como servicio en las casas de otros el trabajo reafirma también aquí el espíritu de minoridad querido por san Francisco.

- El trabajo aparece como el medio primario para la subsistencia de los hermanos. Es un medio primario mas no exclusivo. Desde el punto de vista de la retribución, los escritos de Francisco evocan siempre como una constante el concepto de la mendicidad, en cuanto presentan el recurso a la limosna como una forma subsidiaria de buscar el sustento y también, en este caso, una expresión de minoridad.

- Las anteriores notas especificantes del trabajo hacen que esta actividad humana adquiera un carácter eminentemente testimonial en la mente de san Francisco, en cuanto lleva a que los hermanos la realicen como un verdadero valor y lo propongan así a los demás.

- El concepto de retribución aparece íntimamente ligado al de pobreza y en especial al precepto de no recibir dinero, según las rígidas normas dejadas al respecto por el santo, particularmente válidas dentro del contexto socio-económico en que fueron dictadas. Desde esta misma perspectiva los textos insisten en recibir las cosas necesarias al cuerpo, pero el concepto de «necesidad» no es definido en los escritos de Francisco.

- Los textos de santa Clara relacionados con el trabajo se encuentran en escritos de carácter normativo, especialmente en la Regla que escribió para las hermanas. Por esta misma razón no presentan una visión sistemática del mismo sino que ofrecen ante todo unos criterios aplicables a la condición de sus destinatarias, es decir, religiosas de vida claustral. No obstante esta característica y su brevedad, ofrecen una gran riqueza de contenido, aplicable también dentro de las justas proporciones a otras categorías de personas.

- El concepto de trabajo que se desprende de los textos clarianos tiene una grande afinidad con el que traen los escritos de san Francisco, de los cuales parecen depender, especialmente cuanto se dice en el capítulo 7 de la RegCl. Se debe notar sin embargo la sabia adaptación del mismo a las condiciones de vida de las hermanas enclaustradas de San Damián, particularmente por su sentido de la concretez.

- Además de las notas típicas del trabajo inspiradas por san Francisco, especialmente en lo referente al enfoque teológico del mismo, se debe resaltar el énfasis de lo comunitario que le da Clara tanto en la distribución de los trabajos del monasterio como en la finalidad de los mismos: la utilidad común. Este criterio lleva a establecer una escala de valores en la que los personalismos y los caprichos pasan a un segundo plano o deben desaparecer.

- El trabajo tiene una función específica en la vida evangélica propuesta por Francisco y Clara de Asís a través de sus vidas y sus escritos, en cuanto se trabaja para subsistir, para dar testimonio y para huir de la ociosidad. El trabajo es un medio y no un fin en sí mismo; se trabaja para vivir, pero no se vive para trabajar. Según el pensamiento de ambos, por encima del trabajo está la persona humana, en cuanto no debe ser alienada sino humanizada por su trabajo. En otros términos, no cuenta tanto el producto que resulta del trabajo cuanto el productor, quien vive siempre en función de otros valores superiores.

Dibujo franciscano, Calceta

N O T A S

[*] En esta versión digital, algunas citas, breves, las incorporamos al texto, a la vez que mantenemos la numeración de las notas.

[1] Los interesados en estos conceptos y divisiones pueden ver, entre otros, los estudios de P. D. Bertinato, «Il concetto di lavoro nella Regola francescana», en Vita Minorum [VitaMin] 35 (1964) 9-11; Id., «Lavoro specializzato e povertà nella Regola francescana», en VitaMin 36 (1965) 9-36; S. Ara, «El espíritu de trabajo en la Regla Franciscana», en Estudios Franciscanos 68 (1967) 50-55.

[2] Solamente en una ocasión el término labor (cf. Testamento de Clara [TestCl] 23) tiene un significado más amplio, en cuanto es aplicado a todas las actividades de la vida tomadas como obras de conversión, entre las cuales se puede comprender también el trabajo material. Incluimos aquí el sustantivo italianizante laboritio empleado una vez respectivamente por Francisco (Testamento de Francisco [Test] 2) y por Clara (Regla de Clara [RegCl] 7,1) con el significado corriente de «trabajo».

[3] En los escritos de Francisco y de Clara los vocablos operatio (12 veces) y operari (19 veces) tienen un significado teológico-espiritual, ordinariamente unido a la acción del Espíritu Santo, por lo cual no serán tenidos en cuenta en este estudio. Por su parte el sustantivo opus es usado en los mismos escritos con un sentido amplio, ordinariamente para indicar «las obras del Señor», «las actividades» humanas o «las acciones» del maligno. Solamente en un caso (TestCl 13) parece referirse al trabajo material. Para las frecuencias de vocabulario cf. J.-F. Godet - G. Mailleux, Opuscula sancti Francisci. Scripta sanctae Clarae. Concordance, Index, Listes de fréquence, Tables comparatives (Corpus des Sources Franciscaines, V), Publications du Cetedoc, Louvain 1976.

[4] Cf. J. Chélini, Histoire Religieuse de l'occident médieval (Coll. U. Série «Histoire Médieval», dir. par G. Duby), Paris, 2ª ed. 1968, 271-273.

[5] «El trabajador era necesariamente pobre, porque no recibía del salario más que su diario sustento, y el pobre era necesariamente trabajador asalariado, porque de otra suerte no podía encontrar el sustento diario» (I. Felder, Los ideales de San Francisco, Buenos Aires 1958,149-150).

[6] Hacer una opción de clase no significa de suyo participar en una lucha de clases. Por lo mismo no condividimos la interpretación de algunos textos ni las conclusiones del estudio de Heribet Roggen, «Francesco d'Assisi fece una scelta di clase?», en Studi Francescani 70 (1973) 369-379; cf. la traducción española en Selecciones de Franciscanismo 3 (1974) 287-295.

[7] S. Ara, «El espíritu de trabajo en la Regla Franciscana», en Estudios Franciscanos 68 (1967) 56.

[8] Entre las varias hipótesis que han sido formuladas sobre los estratos más antiguos de la RegNB, figura siempre este texto. Véase al respecto la sinopsis de dichas hipótesis presentada por D. Dozzi, Il Vangelo nella Regola non bollata di Francesco d'Assisi (Bibliotheca Seraphico-Capuccina 36), Roma 1989, 44.

[9] El v. 4 cita el Sal 127,2 introduciendo un pequeño cambio: «tus frutos» en vez de «tus manos»; el v. 5 cita a 2Tes 3,10 con una pequeña variante («nec» por «non»); el v. 6 cita 1Cor 7,27 agregando la frase «en el arte y oficio».

[10] Entre los vv. 10-11 hay una expresión de san Gregorio Magno (cf. Hom. in Ev., 13, PL 76, 1123), otra de san Jerónimo (cf. Ep. 125,11, PL 22, 1078) y una tercera tomada de la Regla de san Benito (cf. Sancti Benedicti Regula monasteriorum. Ed. c. Butler, Friburgi/Brisg., 2.ª ed. 1927, cap. 48,1).

[11] Cf. Chronica fratris Jordani, n. 15 (Ed. H. Boehmer, en Collection d'études et de documents sur 1'histoire religieuse et littéraire du Moyen Age, VI, Paris 1908). [Cf. Crónica de Jordán de Giano].

[12] Cf. Compilación de Asís [CompAs] (= Leyenda de Perusa, LP) 97. Los textos de la CompAs y de las demás fuentes hagiográficas han sido tomados de: San Francisco de Asís, Escritos. Biografías. Documentos de la época. Ed. preparada por J. A. Guerra, (BAC, 399) Madrid 3.ª ed. 1985.

[14] L. Iriarte (Escritos de san Francisco y santa Clara de Asís. Trad., notas e índices de L. Iriarte, Valencia, 1981, 30, nota 15) propone en vez de «cancilleres» el término «despenseros». Se basa en que, según él, la mayoría de los manuscritos traen el término «cellarii» o «cellararii»: responsables del almacén de víveres, los cantineros o cocineros mayores.

[15] Cf. I. Rodríguez Herrera - A. Ortega Carmona, Los escritos de San Francisco de Asís. Texto latino de la edición de Kajetan Esser. Traducción española y comentario filológico. Murcia 1985, 401.

[16] Sobre este particular véanse los fuertes énfasis que hace V. Redondo en su artículo: «El trabajo manual en San Francisco de Asís», Estudios Franciscanos 84 (1983) 96-103, aunque no estamos de acuerdo con él en la interpretación de algunos textos.

[17] La prohibición de recibir dinero aparece con insistencia en otros pasajes de esta Regla y de la definitiva (cf. RegNB 8,8,; Regla bulada [RegB] 5,3).

[18] Refiriéndose a las cosas que los hermanos reciben por la mendicación, la misma RegNB 9,16 dice: «Y, de modo semejante, en tiempo de manifiesta necesidad, obren todos los hermanos, en cuanto a las cosas que les son necesarias, según la gracia que les dará el Señor, porque la necesidad no tiene ley». Como se puede observar, aquí la Regla vuelve en forma más explícita al concepto de necesidad tomado con una gran amplitud, para lo cual se apoya en la famosa glosa del Decreto de Graciano (cf. p. 2C. q. 1, glosa ante c. 40).

[19] S. Jerónimo, Epistola 125, CSEL 56, 130.

[20] S. Benedicti Regula, 48,1.

[22] En otros pasajes de la misma Regla, el legislador determina diversamente el sujeto, en algunos casos referido a todos los hermanos (« fratres universi», cf. RegB 4,1; 8,1; 11,1), o solamente a los clérigos («fratres clerici», cf. RegB 3,1) o a los laicos («fratres laici», cf. RegB 3,3), o a los ministros y siervos (cf. RegB 10,1), o a los súbditos (cf. RegB 10,2).

[23] Explicando esta frase los Cuatro Maestros dicen que la gracia de trabajar es el arte o la idoneidad que alguien recibe como un don gratuito de Dios («Gratiam vero laborandi dicit artem vel idoneitatem quam quilibet velut donum gratis datum a Deo habet»; cf. Expositio Quatuor Magistrorum super Regulam Fratrum Minorum (1241-1242), c. 5, Ed. L. Oliger, Roma 1950, 149). Después de un análisis de la expresión a la luz de los más importantes comentaristas del siglo XIII, P. D. Bertinato concluye: «La gratia laborandi no es otra cosa que habilidad personal para expresar y madurar el plan de Dios escondido en la naturaleza de cada uno» («Il concetto di lavoro nella Regola», 49; cf. Id., «II lavoro come grazia e come lode», en VitaMin, 50 (1979) 221-231. Tanto éste como los otros textos de Bertinato han sido traducidos por nosotros).

[24] Decimos significado «típico» pero no unívoco, dado que en algunos autores del siglo XIII ya se encuentra la distinción más o menos explícita entre trabajo material y trabajo intelectual o espiritual. Tomamos como ejemplo un pasaje de san Buenaventura quien, explicando este capítulo de la Regla, dice: «De consiguiente, siendo que algunos Frailes tienen gracia de trabajar espiritualmente y otros sólo corporalmente, dando a unos y a otros una regla general, dice que cada uno trabaje según la gracia que se le ha dado» (Exposición y sermón de San Buenaventura sobre la Regla de los Frailes menores. Trad. por el R. P. Fr. Carlos García Badía, y Compendio de la misma Regla, original del mismo traductor. Pego, 1935, cap. V, n. 3, p. 96). Poco antes el mismo Doctor seráfico hacía esta distinción: «el trabajo de la sabiduría es simplemente mejor que el trabajo corporal» (Ib.). La misma distinción es expresada por Ugo de Digne con estas palabras: «El trabajo espiritual, como mejor que es, excusa al corporal, pues como dice el santo: cuanto más elevado es el espíritu al cuerpo ... tanto más fructuoso es el ejercicio espiritual que el corporal» (Expositio Hugonis de Digna super Regulam Fratrum Minorum, c. 5, en D. Flood, Hugh of Digne's Rule Commentary. (Spicilegium Bonaventurianum, XIV), Grottaferrata (Romae) 1979, 141).

[26] 2Cel 75. Sobre el rechazo de Francisco a los ociosos cf. LeyM 5,6; CompAs 97f.

[29] En efecto, según la RegNB 16,5 había también hermanos predicadores y orantes.

[30] Cf. Expositio Quatuor Magistrorum, c 3.

[31] Expositio Hugonis de Digna, 144.

[34] Algo semejante se puede decir de los predicadores y los superiores de la Orden, si tenemos en cuenta lo que nos dice la Compilación de Asís en un texto no exento de polémica, aún en todo su contexto, pero que contiene elementos de gran significado, como el valor que por sí mismo tiene el trabajo, al igual que el predominio de la oración y la devoción, en consonancia con cuanto enseña la RegB 5,2. Dice en efecto la mencionada Compilación que Francisco «les inculcaba que la prelatura y el oficio y la solicitud de predicar jamás les debía llevar a abandonar la santa y devota oración, el ir por limosna y el trabajar con sus manos, como hacen los otros hermanos, por el buen ejemplo y para ganar sus almas y las de los demás» (CompAs 103d).

[38] Cf. 1Cel 99; 2Cel 98; TComp 11-12; LeyM VIII,5; CompAs 9; 92.

[39] Así, por ejemplo, repara varias iglesias, como la de San Damián, que estaba desmantelada, y la de la Porciúncula (cf. 1Cel 18; 21; 2Cel 11; LeyM II,7; 8; TComp 21-22.24); al relatar el celanense el trabajo que realizaba Francisco en la reparación de la iglesia, comenta: «de tan delicado como era, iba tomando trazas de campesino por el aguante del trabajo» (2Cel 14).

[42] P. D. Bertinato explica así: «La decencia es honorabilidad, dignidad. El trabajo de los hermanos protege y pone en alto la nobleza excelsa de la finalidad de la Fraternidad así como la dignidad de la persona que vive en la misma» (Id., «El concetto di lavoro nella Regola», 39).

[43] Diversas son las interpretaciones que se han hecho sobre este fuerte cambio, particularmente evidente frente al capítulo 5 de la RegB y sus incidencias en el recurso a la mendicidad. Para un primer acercamiento al menos a las opiniones de algunos estudiosos alemanes, cf. K. Esser, El Testamento de San Francisco de Asís (Col. Hermano Francisco, 10), Ed. Franciscana Aránzazu, Oñate 1981, 195-197.

[47] En efecto, refiriéndose a la mendicación dice: «Y la limosna es la herencia y justicia que se debe a los pobres, adquirida para nosotros por nuestro Señor Jesucristo. Y los hermanos que trabajan en su adquisición recibirán gran recompensa, y se la hacen ganar y adquirir a los que se la dan» (RegNB 9,8-9).

[48] «Para proteger la gratia laborandi, S. Francisco no exige la renuncia al desarrollo de los talentos personales, imponiendo la limosna como un medio ascético del sustento comunitario, sino que orienta la actividad personal y la comunitaria hacia la gracia ofrecida siempre por la mesa del Señor, el mundo, a la cual acude libremente como una actitud fundamental de su espíritu, que vive y quiere hacer vivir el don de Dios; necesariamente cuando la actividad personal careciese de una adecuada manifestación y el fruto de la actividad personal no bastase porque es insuficiente o no correspondida. La mendicidad, en la concepción del trabajo como gracia, es entendida siempre como una provocación del prójimo al amor de Dios, y en la misma dimensión se entiende la solución de los casos emergentes de la inseguridad de la existencia; también en este gesto, quien recibe da, provocando la acción de gracias» (P. D. Bertinato, «Il lavoro come grazia», 225-226.

[49] Bastaría dar una mirada a los últimos volúmenes de Bibliographia Franciscana publicada por la revista Collectanea Franciscana, particularmente los aparecidos después del VII centenario de su muerte (a partir del vol. X), para darnos cuenta del interés creciente que ha despertado el estudio de los escritos de la santa; véase igualmente Bibliografia di Santa Chiara di Assisi 1930-1993, a cura di Isidoro de Villapadierna e Pietro Maranesi. Istituto Storico dei Cappuccini, Roma 1994. La celebración del VIII centenario de su nacimiento contribuyó también notablemente a profundizar y a divulgar su pensamiento a partir de estas fuentes primarias.

[50] Para los textos clarianos nos hemos servido de Escritos de Santa Clara y documentos complementarios. Ed. Bilingüe. Introd., trad. y notas de Ignacio Omaechevarría OFM y colaboradores (BAC) Madrid, 3.ª ed. 1993.

[51] Tomamos como ejemplo uno de los más antiguos, una carta del año 1216, en la que el cardenal Jacobo de Vitry se muestra impactado precisamente por esta característica de las Damianitas, llamadas por él «Hermanas menores», cuando escribe: «Las mujeres moran en común en varios hospicios cerca de las ciudades. Nada reciben, sino que viven del trabajo de sus manos» (texto tomado de I. Omaechevarría, Escritos de Santa Clara, 36).

[52] Cf. Proceso de Canonización [ProCa] I,11; VI,14; Bula de Canonización 12; Leyenda de santa Clara 28.

[53] Para un comentario más amplio del cap. VII de la RegCl y, sobre todo, para su aplicación a la situación concreta de las clarisas, cf. L. Iriarte, OFM, Letra y espíritu de la Regla de Santa Clara. Nueva edición, revisada y completada con referencia a las actuales Constituciones de las Clarisas. Valencia, Editorial Asís, 1994, 162-173.

[En Selecciones de Franciscanismo, vol. XXVII, núm. 80 (1998) 171-194] oracion

 


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