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| DÍA 30 DE SEPTIEMBRE
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* * * San Amado de Nusco. Nació en Nusco (Campania, Italia) hacia el año 1003, en el seno de una familia acomodada. Se ordenó de sacerdote en su juventud y en 1048 fue el primer obispo de la ciudad. Restauró y edificó varias iglesias y confió un monasterio a los benedictinos. Murió el 30 de septiembre de 1093. San Antonino. Sufrió el martirio en Piacenza (Emilia, Italia), en una fecha desconocida de la antigüedad cristiana. Santa Eusebia. Fue una virgen, fiel servidora de Dios desde su juventud hasta su ancianidad, que murió en Marsella (Francia) el año 497. San Gregorio el Iluminador. Nació en Armenia, hijo de un príncipe parto, hacia el año 260. Recibió educación cristiana y en su juventud contrajo matrimonio y tuvo dos hijos. Se ordenó de sacerdote en Cesarea y entró en el séquito del rey Tirídates. Se negó a participar en una celebración pagana que incluía ofrecer sacrificios a sus dioses, por lo que vivió quince años recluido. Enfermó gravemente el rey y su hermana soñó que el remedio estaba en manos de Gregorio. Éste fue puesto en libertad y Tirídates curó. Se convirtieron a la fe cristiana el rey, sus consejeros y luego todo el pueblo. Gregorio fue consagrado obispo en Cesarea y los bautizó a todos. Murió el año 328 después de ganarse el título de apóstol de Armenia. San Honorio de Canterbury. Era monje en el monasterio benedictino de San Andrés de Roma, y el papa san Gregorio Magno lo envió junto con otros monjes a Inglaterra para unirse a la misión que desarrollaba san Agustín de Canterbury en aquellas tierras. El año 627 fue elegido arzobispo de Canterbury. Realizó un gran apostolado y fue el primero en elevar al orden episcopal a nativos de Gran Bretaña. Murió en Canterbury el 30 de agosto del año 653. San Ismidón. Fue obispo de Die, en la región del Ródano-Alpes (Francia). Enamorado de los Santos Lugares, por dos veces peregrinó piadosamente a Jerusalén. Murió el año 1115. San Simón de Crépy. Era conde de Crépy en Francia, donde nació el año 1048, y, deseoso de una mayor perfección, rehusó contraer matrimonio, renunció a todos sus bienes y abrazó la vida monástica en los montes del Jura, de la que pasó más tarde a la vida eremítica. Lo reclamaron repetidas veces para que interviniera como legado de paz en la reconciliación de príncipes que estaban en guerra. También el papa Gregorio VII le encomendó una misión, a la vuelta de la cual murió en Roma el 30 de septiembre de 1082 y fue sepultado en San Pedro. Santos Urso y Víctor. Fueron martirizados en Solothurn, en la actual Suiza, el año 320. Según la tradición, pertenecían a la Legión Tebea de los romanos y escaparon de la gran matanza de los cristianos alistados en la misma. Beato Federico Albert. Nació en Turín (Italia) el año 1820. Ingresó en el seminario diocesano y en él tuvo de compañeros a los santos Cottolengo, Caffaso, Murialdo y Bosco. Ordenado de sacerdote en 1843, se dedicó a la predicación y a la dirección espiritual de la Corte de los Saboya. En 1852 fue nombrado párroco de Lonzo Torinese y allí permaneció hasta su muerte. Tuvo siempre una gran preocupación por los pobres y todos los desamparados de la sociedad. En 1859 fundó un orfanato y en 1859 la Congregación de Hermanas de San Vicente de Paúl de la Inmaculada Concepción. Fundó también una Colonia Agrícola para la formación profesional de la juventud. Murió el 30 de septiembre de 1876. Beato Juan Nicolás Cordier. Nació en Saint-André (Francia) el año 1710 y a los 18 años ingresó en el noviciado de los Jesuitas en Nancy. Ordenado de sacerdote, ejerció diversos ministerios. Cuando se suprimió la Compañía de Jesús, pasó a trabajar en el ministerio diocesano. Llegada la Revolución francesa, se opuso totalmente a la constitución civil del clero, por lo que, a pesar de su ancianidad y enfermedades, fue detenido, condenado a la deportación y encerrado en un lúgubre pontón anclado frente a Rochefort. No pudo resistir tantas miserias y malos tratos, y murió exhausto el 30 de septiembre de 1794.
PARA TENER EL ESPÍRITU DE ORACIÓN Y DEVOCIÓN Pensamiento bíblico: Dijo el Señor a Josué: «Tú ten ánimo y sé valiente para cumplir toda la ley que te dio mi siervo Moisés; no te desvíes a derecha ni a izquierda y tendrás éxito en todas tus empresas. Que el libro de esta ley no se te caiga de los labios; medítalo día y noche, para poner por obra todo lo que se prescribe en él; así tendrás suerte y éxito en todas tus empresas» (Jos 1,7-8). Pensamiento franciscano: Celano dice de san Francisco: «Leía a veces en los libros sagrados, y lo que confiaba una vez al alma le quedaba grabado de manera indeleble en el corazón. La memoria suplía a los libros; que no en vano lo que una vez captaba el oído, el amor lo rumiaba con devoción incesante. Decía que le resultaba fructuoso este método de aprender y de leer y no el de divagar entre un millar de tratados. Y aseguraba que quien, en el estudio de la Escritura, busca con humildad, sin presumir, llegará fácilmente del conocimiento de sí al conocimiento de Dios» (2 Cel 102). Orar con la Iglesia: Invoquemos al Padre, por intercesión de María, que escuchó, acogió e hizo frutificar la Palabra de Dios mejor que nadie. -Para que el pueblo de Dios sea testigo de la Palabra encarnada, ante el mundo, como María, que tanto cooperó a la obra de la redención. -Para que nuestros pastores, imitando a la Virgen fiel, precedan y guíen al pueblo en la fidelidad a la palabra Cristo y lleven a los pobres el Evangelio. -Para que todos los que se entregan al servicio de los demás sean imagen de la solicitud de Cristo y de María por los hermanos. -Para que los padres de familia, a ejemplo de María que vivió la experiencia de la vida privada con Jesús, sepan vivir en la realidad cotidiana la luz y la esperanza de la fe. -Para que todos los creyentes, que invocamos a María como vida, dulzura y esperanza nuestra, recibamos de ella la perseverancia hasta el encuentro definitivo con su Hijo. Oración: Señor Dios, que has hecho de la Virgen María la colaboradora generosa del Redentor, concédenos también a nosotros adherirnos a Cristo para colaborar a la salvación del mundo. Te lo pedimos por Jesucristo, nuestro Señor. Amén. * * * SAN
JERÓNIMO San Jerónimo es un Padre de la Iglesia que puso la Biblia en el centro de su vida: la tradujo al latín, la comentó en sus obras, y sobre todo se esforzó por vivirla concretamente en su larga existencia terrena, a pesar del conocido carácter difícil y fogoso que le dio la naturaleza. ¿Qué podemos aprender de san Jerónimo? Me parece que sobre todo podemos aprender a amar la palabra de Dios en la sagrada Escritura. Dice san Jerónimo: «Ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo». Por eso es importante que todo cristiano viva en contacto y en diálogo personal con la palabra de Dios, que se nos entrega en la sagrada Escritura. Este diálogo con ella debe tener siempre dos dimensiones: por una parte, debe ser un diálogo realmente personal, porque Dios habla con cada uno de nosotros a través de la sagrada Escritura y tiene un mensaje para cada uno. No debemos leer la sagrada Escritura como una palabra del pasado, sino como palabra de Dios que se dirige también a nosotros, y tratar de entender lo que nos quiere decir el Señor. Pero, para no caer en el individualismo, debemos tener presente que la palabra de Dios se nos da precisamente para construir comunión, para unirnos en la verdad a lo largo de nuestro camino hacia Dios. Por tanto, aun siendo siempre una palabra personal, es también una palabra que construye a la comunidad, que construye a la Iglesia. Así pues, debemos leerla en comunión con la Iglesia viva. El lugar privilegiado de la lectura y de la escucha de la palabra de Dios es la liturgia, en la que, celebrando la Palabra y haciendo presente en el sacramento el Cuerpo de Cristo, actualizamos la Palabra en nuestra vida y la hacemos presente entre nosotros. No debemos olvidar nunca que la palabra de Dios trasciende los tiempos. Las opiniones humanas vienen y van. Lo que hoy es modernísimo, mañana será viejísimo. La palabra de Dios, por el contrario, es palabra de vida eterna, lleva en sí la eternidad, lo que vale para siempre. Por tanto, al llevar en nosotros la palabra de Dios, llevamos la vida eterna. San Jerónimo subrayaba la alegría y la importancia de familiarizarse con los textos bíblicos: «¿No te parece que, ya aquí, en la tierra, estamos en el reino de los cielos cuando vivimos entre estos textos, cuando meditamos en ellos, cuando no conocemos ni buscamos nada más?». En realidad, dialogar con Dios, con su Palabra, es en cierto sentido presencia del cielo, es decir, presencia de Dios. Verdaderamente «enamorado» de la Palabra de Dios, se preguntaba: «¿Cómo es posible vivir sin la ciencia de las Escrituras, a través de las cuales se aprende a conocer a Cristo mismo, que es la vida de los creyentes?». Así, la Biblia, instrumento «con el que cada día Dios habla a los fieles», se convierte en estímulo y manantial de la vida cristiana para todas las situaciones y para todas las personas. Leer la Escritura es conversar con Dios: «Si oras -escribe a una joven noble de Roma- hablas con el Esposo; si lees, es él quien te habla». El estudio y la meditación de la Escritura hacen sabio y sereno al hombre. Ciertamente, para penetrar de una manera cada vez más profunda en la palabra de Dios hace falta una aplicación constante y progresiva. Por eso, san Jerónimo recomendaba al sacerdote Nepociano: «Lee con mucha frecuencia las divinas Escrituras; más aún, que el Libro santo no se caiga nunca de tus manos. Aprende en él lo que tienes que enseñar». Para san Jerónimo, un criterio metodológico fundamental en la interpretación de las Escrituras era la sintonía con el magisterio de la Iglesia. Nunca podemos leer nosotros solos la Escritura. Encontramos demasiadas puertas cerradas y caemos fácilmente en el error. La Biblia fue escrita por el pueblo de Dios y para el pueblo de Dios, bajo la inspiración del Espíritu Santo. Sólo en esta comunión con el pueblo de Dios podemos entrar realmente con el «nosotros» en el núcleo de la verdad que Dios mismo nos quiere comunicar. Para él una auténtica interpretación de la Biblia tenía que estar siempre en armonía con la fe de la Iglesia católica. * * * IGNORAR LAS ESCRITURAS ES
IGNORAR A CRISTO Cumplo con mi deber obedeciendo los preceptos de Cristo, que dice: Estudiad las Escrituras, y también: Buscad, y encontraréis, para que no tenga que decirme, como a los judíos: Estáis muy equivocados, porque no comprendéis las Escrituras ni el poder de Dios. Pues si, como dice el apóstol Pablo, Cristo es el poder de Dios y la sabiduría de Dios, y el que no conoce las Escrituras no conoce el poder de Dios ni su sabiduría, de ahí se sigue que ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo. Por esto, quiero imitar al padre de familia que del arca va sacando lo nuevo y lo antiguo, y a la esposa que dice en el Cantar de los cantares: He guardado para ti, mi amado, lo nuevo y lo antiguo; y, así, expondré el libro de Isaías, haciendo ver en él no sólo al profeta, sino también al evangelista y apóstol. Él, en efecto, refiriéndose a sí mismo y a los demás evangelistas, dice: ¡Qué hermosos son los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae la Buena Nueva! Y Dios le habla como a un apóstol, cuando dice: ¿A quién mandaré? ¿Quién irá a ese pueblo? Y él responde: Aquí estoy, mándame. Nadie piense que yo quiero resumir en pocas palabras el contenido de este libro, ya que él abarca todos los misterios del Señor: predice, en efecto, al Emmanuel que nacerá de la Virgen, que realizará obras y signos admirables, que morirá, será sepultado y resucitará del país de los muertos, y será el Salvador de todos los hombres. ¿Para qué voy a hablar de física, de ética, de lógica? Este libro es como un compendio de todas las Escrituras y encierra en sí cuanto es capaz de pronunciar la lengua humana y sentir el hombre mortal. El mismo libro contiene unas palabras que atestiguan su carácter misterioso y profundo: Cualquier visión se os volverá -dice- como el texto de un libro sellado: se lo dan a uno que sabe leer, diciéndole: «Por favor, lee esto», Y él responde: «No puedo, porque está sellado». Y se lo dan a uno que no sabe leer, diciéndole: «Por favor, lee esto». Y él responde: «No sé leer». Y si a alguno le parece débil esta argumentación, que oiga lo que dice el Apóstol: De los profetas, que prediquen dos o tres, los demás den su opinión. Pero en caso que otro, mientras está sentado, recibiera una revelación, que se calle el de antes. ¿Qué razón tienen los profetas para silenciar su boca, para callar o hablar, si el Espíritu es quien habla por boca de ellos? Por consiguiente, si recibían del Espíritu lo que decían, las cosas que comunicaban estaban llenas de sabiduría y de sentido. Lo que llegaba a oídos de los profetas no era el sonido de una voz material, sino que era Dios quien hablaba en su interior, como dice uno de ellos: El ángel que hablaba en mí, y también: Que clama en nuestros corazones: «¡Abbá! (Padre)», y asimismo: Voy a escuchar lo que dice el Señor. * * * SAN FRANCISCO DE
ASÍS (1181-1226) 3. Misión Francisco de Asís envió muy pronto a sus frailes a anunciar el evangelio en la península italiana y luego en diversos países de Europa. Él mismo viajó a Oriente. La expansión apostólica es una de las tareas de la orden. Ésta, como las otras familias espirituales, se adaptó a las diferencias culturales y religiosas al servicio de una verdad que hace a los hombres libres en Jesucristo. Tal exigencia, ligada al estado de un mundo en vías de unificación, reclama la experiencia franciscana de unidad y de fraternidad y la hace oportuna. Francisco de Asís se encuentra hoy en la encrucijada del diálogo y de la colaboración entre culturas y religiones. Aparece, sobre todo, como el sujeto de una realización de la profundidad y de lo divino, que concuerda con las aspiraciones de las religiones asiáticas. Él es hermano en sabiduría de los seguidores del Tao (Dao). Su inspiración se trueca con ellos en el camino del cielo. El espíritu del valle lo habita y le conduce a los aledaños del hinduismo y del budismo. ¿No lo entrevió así Gandhi? La verdad religiosa del pobre de Asís funda en la humanidad de Cristo resucitado la religión de aquellos que viven el carácter sagrado de la creación. Esa verdad dispone a evangelizar hierofanías, teofanías y figuras de dioses en las religiones tradicionales. No deroga el mundo imaginario de los mitos. El sueño de los individuos y el de los pueblos le atañe de cerca. Las potencias del símbolo conmueven a Francisco de Asís cuando sirven para crear la unidad y la totalidad. Los acontecimientos del monoteísmo le arrebatan, y él los discierne en el corazón de cada cual y en la historia de la salvación. Si Francisco viaja a Oriente, es para encontrarse, en la persona del sultán Malek al-Kamil, con el Islam, religión del Único. Y es también para significar la paz posible a las puertas de Jerusalén. Esta «religión de las religiones» que la santidad pone de manifiesto en la fe, es signo de esperanza. Atestiguando la grandeza del hombre libre y solidario, invita a los increyentes que se mueven por una causa generosa. Mostrando la presencia de quien se expande en la verdad de una luz trascendente, convoca a las religiones. Dando testimonio de la Alianza y de Jesucristo, tiene en cuenta a los judíos y une a los cristianos de las diversas confesiones. El itinerario de Francisco de Asís ha permitido que el papa Juan Pablo II haga de él el patrono de la ecología, contrapunto moderno de la tecnología (29 de noviembre de 1979). Así, este «hombre pequeño», santo de todos los tiempos, sirve al misterio de la salvación para un mundo nuevo. [El 27 de octubre de 1986, convocada por el beato Juan Pablo II, se celebró en Asís una jornada mundial de oración por la paz; 25 años después, S. S. Benedicto XVI presidirá, D. m., otra jornada semejante. El 14-IX-1986 decía Juan Pablo II: «Como es sabido, el 25 de enero del presente año invité en San Pablo Extramuros a todos los responsables de las Iglesias y Comunidades cristianas, así como de las demás grandes religiones del mundo a "un encuentro especial de oración por la paz en la ciudad de Asís, lugar que la seráfica figura de san Francisco ha transformado en centro de fraternidad universal"». Cf. http://www.franciscanos.org/selfran45/jornadapaz86.html]. [Cf. el texto completo en http://www.franciscanos.org/selfran50/vidal1.html]
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