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DÍA 7 DE SEPTIEMBRE
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* * * San Alpino. Obispo de Chalons (Francia) en el siglo V. Fue discípulo de san Lupo de Troyes. Santa Carísima. Fue una virgen que vivió consagrada al Señor en Albi (Francia), en el siglo VI/VII. San Clodoaldo (o Cloud). Nació en Orleans (Francia) hacia el año 522. Era hijo del rey franco Clodomiro y nieto de Clodoveo y de santa Clotilde. Cuando su padre murió en el 524, quedó bajo la tutela de su abuela. Llegado a la edad adulta, renunció al mundo y a sus derechos regios, y optó por la vida eclesiástica. Se ordenó de sacerdote, como refiere san Gregario de Tours, distribuyó sus bienes a los pobres y se retiró a la vida eremítica, sometiéndose a una estricta disciplina, mientras se dedicaba también a su ministerio y a las obras buenas. Murió en Saint-Cloud (Isla de Francia) alrededor del año 560. San Esteban de Châtillon. Nació en Châtillon-les-Dombes (ahora Châtillon sur Chalaronne), cerca de Lyon (Francia), hacia el año 1150. Desde muy joven fue piadoso y austero. En 1175 entró en la cartuja de Portes-en-Bugey, de la que, por sus virtudes y talento, llegaría a ser elegido prior. El año 1202 fue elegido, contra su voluntad, obispo de Die (Francia). Gobernó santamente su diócesis, pero sin sustraerse a la austeridad de la vida cartujana. Murió el año 1208. San Evurcio. Obispo de Orleans (Francia) en el siglo IV. Santos Festo y Desiderio. Festo era diácono y Desiderio lector, y ambos fueron martirizados en Benevento (Campania, Italia) en el siglo IV. San Gauzlino. Obispo de Toul en Lotaringia (en la actual Francia) desde el año 922. Fomentó la vida monástica y murió el año 962. San Grato. Obispo de Aosta (Piamonte, Italia) en la segunda mitad del siglo V. San Hilduardo. Obispo de Flandes (Bélgica), que murió hacia el año 760. San Juan de Lodi. Nació en Lodi (Lombardía, Italia) e ingresó en el eremitorio camaldulense de Fonte Avellana. Fue compañero de san Pedro Damiani en sus legaciones diplomáticas. El año 1104, a edad ya avanzada, fue elegido obispo de Gubbio (Umbría, Italia), donde murió el 7 de septiembre de 1106. Santa Madelberta. Abadesa del monasterio de Maubeuge (Francia), cargo en el que sucedió a su hermana santa Adeltrudis. Murió el año 705. San Memorio. Según la tradición, Memorio y un grupo de cristianos compañeros suyos fueron martirizados por Atila, rey de los Hunos, en Breuil, territorio de Troyes (Francia), en el siglo V. Santa Regina. Sufrió el martirio en Alise (Dijon, Francia), en una fecha desconocida de la antigüedad cristiana. San Sozonte. Fue martirizado en Pompeyópolis de Cilicia (en la actual Turquía), en fecha desconocida de la antigüedad cristiana. Beatos Antonio María de Jesús Bonet Seró y Marcelo de Santa Ana Masip Tamarit. Estos dos Carmelitas Descalzos, cuando en julio de 1936 estalló en España la persecución religiosa, tuvieron que dejar su convento y fueron a refugiarse en la fonda que regentaba en Barcelona el hermano del P. Antonio. Los arrestaron el 3 de septiembre de 1936 y el día 7 de los mismos se los llevaron y ya nunca más se supo de ellos. Fueron beatificados el año 2007. Antonio nació en Albi (Lérida, España) el año 1907. Ingresó en el noviciado de los Carmelitas Descalzos, y terminados los estudios de filosofía en Badalona, lo enviaron a Roma a cursar la teología; allí se ordenó de sacerdote en 1929. Luego lo destinaron a Barcelona, donde enseñó teología y fue director del Colegio de Teología. En 1936 fue designado prior de Palafruguell. Marcelo nació en El Cogul (Lérida, España) el año 1914. Hizo la profesión religiosa en 1930 y al año siguiente lo enviaron al Monte Carmelo (Israel) para estudiar filosofía y cumplir con el requisito militar, como colaborador en misiones extranjeras. Regresó a Barcelona para los estudios de teología. Beata Ascensión de San José de Calasanz Lloret Marco. Nació en Gandía, provincia de Valencia en España, el año 1879. Ingresó en el noviciado de las Religiosas Carmelitas de la Caridad en 1898. Estuvo destinada en Castellón, Valencia y, desde 1916, en Benejama (Alicante). Era una religiosa cumplidora de sus deberes, siempre olvidada de sí misma y sumamente caritativa; su sitio preferido era el último y el más escondido. En julio de 1936, cuando la comunidad tuvo que dejar el colegio a causa de la persecución religiosa, se refugió con los suyos en Gandía. El 7 de septiembre de 1936, estando en casa con su hermano Salvador, escolapio, se presentaron seis milicianos que los detuvieron y luego los fusilaron. Beatos Claudio Bernabé Laurent de Mascloux y Francisco d'Oudinot de la Boissière. Murieron el 7 de septiembre de 1794, agotados de sufrimientos y miserias, en los pontones anclados frente a Rochefort (Francia). Por haberse negado a prestar el juramento constitucional impuesto por la Revolución Francesa, habían sido condenados a la deportación. Claudio Bernabé nació en Le Dorat (Lemosín) el año 1735. Ordenado de sacerdote en 1759, fue nombrado canónigo de la colegiata de su pueblo. Francisco nació el año 1746 en Saint-Germain-de-Masseré, diócesis de Limoges. Se doctoró en teología y recibió la ordenación sacerdotal. Antes de su condena lo habían reducido a la pobreza. Era una persona virtuosa, sensata, erudita, buen jurista, y se consagró al cuidado de los enfermos en Rochefort hasta que él mismo sucumbió. Beato Ignacio Klopotowski. Nació en Korzeniówka (Polonia) el año 1866. En 1883 ingresó en el seminario de Lublín, del que pasó a la Academia de Teología de San Petersburgo. Se ordenó de sacerdote en 1891. Desempeñó un amplio apostolado: vicario parroquial, capellán del hospital, profesor del seminario. Fundó una casa de trabajo retribuido, una escuela profesional para la juventud, varias residencias de ancianos, el hospicio de San Antonio. Publicaba varias revistas y para garantizar la continuidad del apostolado de la palabra impresa, fundó la Congregación de las Hermanas de la Bienaventurada Virgen María de Loreto. Era persona de gran vida interior, muy devoto de la Eucaristía y de la Virgen. Murió en Varsovia el 7 de septiembre de 1931 y fue beatificado el año 2005. Beato Juan Bautista Mazzucconi. Nació en Rancio di Lecco (Lombardía, Italia) el año 1826. Entró en el seminario de Milán, y se ordenó de sacerdote en 1850. Poco después ingresó en el Instituto de Milán para Misiones Extranjeras y lo enviaron a las islas de Woodlark y Rook, en Oceanía, donde tuvo que afrontar gravísimas dificultades. Enfermó y lo enviaron a Sidney a reponerse. Cuando volvía a Woodlark, su nave encalló en el banco de corales. Acudieron los indígenas y lo asesinaron por el odio que tenían a los misioneros. Era el 7 de septiembre de 1855. Beatos Junián Alberto Larrazábal y Luis Victorio Angulo, Hermanos de las Escuelas Cristianas (La Salle). A raíz de la persecución religiosa de 1936, se refugiaron en pensiones distintas de Madrid. Ignorando que los hermanos de la comunidad de Santa Cruz de Mudela habían sido ya martirizados, iban todos los días a la estación de Atocha esperando que llegaran en algún tren. El 30 de agosto no regresaron. Meses después se descubrió en la Dirección General de Seguridad la fotografía del Hno. Luis Victorio con la fecha de 7 de Septiembre de 1936. Junián Alberto nació en Irún (Guipúzcoa) en 1893. Emitió los primeros votos en 1912. Desarrolló su misión en la enseñanza y en el noviciado. Su último destino fue la comunidad del Sagrado Corazón, en Madrid, como director de sus publicaciones periódicas. Luis Victorio nació en Quintanilla-Valdegovia (Álava) en 1894. Profesó en 1911. Con mucho esfuerzo consiguió dominar su carácter fuerte. En el cumplimiento de su misión, demostró ser un excelente educador. En 1933 lo nombraron director de la escuela de Santa Cruz de Mudela (Ciudad Real).- Beatificados el 13-X-2013. Beatos Randulfo Corby y Juan Duckett. Estos dos sacerdotes, el primero de ellos jesuita, fueron ahorcados y descuartizados en la plaza de Tyburn, de Londres, el 7 de septiembre de 1644, durante el reinado de Carlos I, por haberse ordenado en el extranjero y haber vuelto a Inglaterra. Randulfo nació en Irlanda, pero aún niño marchó a la patria de sus padres, Durham (Inglaterra). Estudió en St. Omer (Francia) y luego en Sevilla y Valladolid (España), e ingresó en la Compañía de Jesús. Se ordenó de sacerdote en 1631, al año siguiente volvió a Inglaterra y pudo ejercer su apostolado durante doce años en la zona de Durham. Juan nació en Underwinder (Inglaterra) el año 1613. Estudió en el colegio inglés de Douai (Francia) y se ordenó de sacerdote en 1639; amplió estudios en París y regresó a su patria en 1643. Apenas pudo trabajar apostólicamente un año. Beato Tirso de Jesús María Sánchez Sancho. Nació en Valdecarros (Salamanca, España) el año 1899. Terminado el bachillerato ingresó en los Carmelitas Descalzos e hizo la profesión en 1916. Estudió filosofía en Ávila, teología en Toledo y recibió la ordenación sacerdotal en 1923. Al año siguiente lo enviaron a Cuba, donde desarrolló un intenso apostolado. Era un predicador famoso y escribió mucho en prosa y más en verso. Regresó a España en 1933 y lo destinaron a Toledo. Tras estallar la persecución religiosa, lo detuvieron los milicianos a finales de agosto de 1936, y lo fusilaron el 7 de septiembre de 1936. Al morir, dio ejemplo de cómo hay que perdonar, bendecir y amar. Fue beatificado en 2007. Beatos Tomás Tsuji, Luis Maki y hijo Juan Maki. El día 7 de septiembre de 1627, estos tres mártires japoneses fueron trasladados de la cárcel de Omura a la Colina de los Mártires, en Nagasaki, y allí, atados a sendos postes, fueron quemados vivos. Tomás nació hacia el año 1571 en el seno de una familia noble, estudió con los jesuitas en Arima, se bautizó, ingresó en la Compañía de Jesús y se ordenó de sacerdote. Cuando se produjo la persecución contra los cristianos, marchó a Macao, pero volvió a Japón en 1618 disfrazado de mercader. Estuvo seis años fuera de la Compañía. Ejerció el apostolado entre peligros y con mucha cautela. Luis era un seglar, cristiano fervoroso, que acogía en su casa a los misioneros. A raíz de una misa que celebró el P. Tomás en su casa, los detuvieron a los dos y también a Juan, hijo de Luis.
PARA TENER EL ESPÍRITU DE ORACIÓN Y DEVOCIÓN Pensamiento bíblico: De la Carta a los Romanos: «Sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien; a los cuales ha llamado conforme a su designio. Porque, a los que había escogido, Dios los predestinó a ser imagen de su Hijo, para que él fuera el primogénito entre muchos hermanos. Y a los que predestinó, los llamó; a los que llamó, los justificó; a los que justificó, los glorificó» (Rom 8,28-30). Pensamiento franciscano: Dice san Francisco: «El Padre habita en una luz inaccesible, y Dios es espíritu, y a Dios nadie lo ha visto jamás. Por eso no puede ser visto sino en el espíritu, porque el Espíritu es el que vivifica; la carne no aprovecha para nada. Pero ni el Hijo, en lo que es igual al Padre, es visto por nadie de otra manera que el Padre, de otra manera que el Espíritu Santo» (Adm 1,5-7). Orar con la Iglesia: Adoremos a Cristo, Hijo de Dios vivo, que quiso ser también hijo de María y vivir en una familia humana. -Oh Cristo, por el misterio de tu sumisión a María y a José, enséñanos el respeto y la obediencia a los que nos gobiernan legítimamente sin pretender apartarnos de tu camino. -Tú que amaste a tus padres y fuiste amado por ellos, afianza a todas las familias en el amor y la concordia. -Tú que estuviste siempre atento a las cosas de tu Padre, haz que lo busquemos con limpieza de corazón y estemos dispuestos a hacer su voluntad. -Tú que quisiste que tus padres te buscaran durante tres días, enséñanos a buscar siempre primero el reino de Dios y su justicia. Oración: Dios todopoderoso, luz de los que en ti creen, haz que la tierra se llene de tu gloria y todos reconozcamos a tu Hijo como el único santo, el único Señor, el único altísimo. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén. * * * TOTAL Y PLENA CONFIANZA EN
MARÍA Queridos peregrinos, queridos hermanos y hermanas: Cada día, la oración del Ángelus nos ofrece la posibilidad de meditar unos instantes, en medio de nuestras actividades, en el misterio de la encarnación del Hijo de Dios. A mediodía, cuando las primeras horas del día comienzan a hacer sentir el peso de la fatiga, nuestra disponibilidad y generosidad se renuevan gracias a la contemplación del "sí" de María. Ese "sí" limpio y sin reservas se enraíza en el misterio de la libertad del María, libertad plena y total ante Dios, sin ninguna complicidad con el pecado, gracias al privilegio de su Inmaculada Concepción. Este privilegio concedido a María, que la distingue de nuestra condición común, no la aleja, más bien al contrario la acerca a nosotros. Mientras que el pecado divide, nos separa unos de otros, la pureza de María la hace infinitamente cercana a nuestros corazones, atenta a cada uno de nosotros y deseosa de nuestro verdadero bien. Estáis viendo, aquí, en Lourdes, como en todos los santuarios marianos, que multitudes inmensas llegan a los pies de María para confiarle lo que cada uno tiene de más íntimo, lo que lleva especialmente en su corazón. Lo que, por miramiento o por pudor, muchos no se atreven a veces a confiar ni siquiera a los que tienen más cerca, lo confían a Aquella que es toda pura, a su Corazón Inmaculado: con sencillez, sin fingimiento, con verdad. Ante María, precisamente por su pureza, el hombre no vacila a mostrarse en su fragilidad, a plantear sus preguntas y sus dudas, a formular sus esperanzas y sus deseos más secretos. El amor maternal de la Virgen María desarma cualquier orgullo; hace al hombre capaz de verse tal como es y le inspira el deseo de convertirse para dar gloria a Dios. María nos muestra de este modo la manera adecuada de acercarnos al Señor. Ella nos enseña a acercarnos a Él con sinceridad y sencillez. Gracias a Ella, descubrimos que la fe cristiana no es un fardo, sino que es como una ala que nos permite volar más alto para refugiarnos en los brazos de Dios. La vida y la fe del pueblo creyente manifiestan que la gracia de la Inmaculada Concepción hecha a María no es sólo una gracia personal, sino para todos, una gracia hecha al entero pueblo de Dios. En María, la Iglesia puede ya contemplar lo que ella está llamada a ser. En Ella, cada creyente puede contemplar desde ahora la realización cumplida de su vocación personal. Que cada uno de nosotros permanezca siempre en acción de gracias por lo que el Señor ha querido revelar de su designio salvador a través del misterio de María. Misterio en el que estamos todos implicados de la más impresionante de las maneras, ya que desde lo alto de la Cruz, que celebramos y exaltamos hoy, Jesús mismo nos ha revelado que su Madre es Madre nuestra. Como hijos e hijas de María, aprovechemos todas las gracias que le han sido concedidas, y la dignidad incomparable que le procura su Concepción Inmaculada redunda sobre nosotros, sus hijos. Aquí, muy cerca de la gruta, y en comunión especial con todos los peregrinos presentes en los santuarios marianos y con todos los enfermos de cuerpo o alma que buscan consuelo, bendecimos al Señor por la presencia de María en medio de su pueblo y a Ella dirigimos con fe nuestra oración: «Santa María, tú que te apareciste aquí, hace ciento cincuenta años, a la joven Bernadette, "tú eres la verdadera fuente de esperanza" (Dante). Como peregrinos confiados, llegados de todos los lugares, venimos una vez más a sacar de tu Inmaculado Corazón fe y consuelo, gozo y amor, seguridad y paz. Monstra Te esse Matrem. Muéstrate como una Madre para todos, oh María. Danos a Cristo, esperanza del mundo. Amén». * * * MARÍA, MADRE
NUESTRA Acudamos a la esposa del Señor, acudamos a su madre, acudamos a su más perfecta esclava. Pues todo esto es María. ¿Y qué es lo que le ofrecemos? ¿Con qué dones le obsequiaremos? ¡Ojalá pudiéramos presentarle lo que en justicia le debemos! Le debemos honor, porque es la madre de nuestro Señor. Pues quien no honra a la madre sin duda que deshonra al hijo. La Escritura, en efecto, afirma: Honra a tu padre y a tu madre. ¿Qué es lo que diremos, hermanos? ¿Acaso no es nuestra madre? En verdad, hermanos, ella es nuestra madre. Por ella hemos nacido no al mundo, sino a Dios. Como sabéis y creéis, nos encontrábamos todos en el reino de la muerte, en el dominio de la caducidad, en las tinieblas, en la miseria. En el reino de la muerte, porque habíamos perdido al Señor; en el dominio de la caducidad, porque vivíamos en la corrupción; en las tinieblas, porque habíamos perdido la luz de la sabiduría, y, como consecuencia de todo esto, habíamos perecido completamente. Pero por medio de María hemos nacido de una forma mucho más excelsa que por medio de Eva, ya que por María ha nacido Cristo. En vez de la antigua caducidad, hemos recuperado la novedad de vida; en vez de la corrupción, la incorrupción; en vez de las tinieblas, la luz. María es nuestra madre, la madre de nuestra vida, la madre de nuestra incorrupción, la madre de nuestra luz. El Apóstol afirma de nuestro Señor: Dios lo ha hecho para nosotros sabiduría, justicia, santificación y redención. Ella, pues, que es madre de Cristo, es también madre de nuestra sabiduría, madre de nuestra justicia, madre de nuestra santificación, madre de nuestra redención. Por lo tanto, es para nosotros madre en un sentido mucho más profundo aún que nuestra propia madre según la carne. Porque nuestro nacimiento de María es mucho mejor, pues de ella viene nuestra santidad, nuestra sabiduría, nuestra justicia, nuestra santificación, nuestra redención. Afirma la Escritura: Alabad al Señor en sus santos. Si nuestro Señor debe ser alabado en sus santos, en los que hizo maravillas y prodigios, cuánto más debe ser alabado en María, en la que hizo la mayor de las maravillas, pues él mismo quiso nacer de ella. * * * DIOS PADRE EN LA
EXPERIENCIA CRISTIANA Fraternidad de los hijos de Dios Desde el momento en que Francisco reconoce en Cristo al Hijo de Dios amado del Padre y que nos reconduce al Padre, se entablan nuevos lazos que tejen una fraternidad universal articulada en torno al propio Hijo de Dios: el Padre de Jesús es también nuestro Padre, el Padre de todos los hombres, el Padre de todas las criaturas. La palabra «hermano», que aplicamos al Hijo de Dios, por el hecho de haberse encarnado, conviene igualmente desde ese momento a todo ser surgido de la mano de Dios, y muy en especial a aquellos a quienes el Hijo invita a reconocerse hijos adoptivos. Por tanto, la fraternidad universal expresa el origen común, el común Amor productivo y fecundo que coloca a todos los seres en la existencia y quiere su perfección y su felicidad. Esta afirmación de la fe revelada no sólo postula en Francisco una adhesión intelectual, sino también una espiritualidad mística y afectiva. Francisco asiente con amor al reconocimiento de cada ser en su peculiar relación con Dios, con Cristo, con los hombres. De esta contemplación brota su cántico de acción de gracias, su admiración y alegría. Y este mismo sentimiento fraterno hacia todos los hombres le lleva a respetar a cada persona en su propio itinerario, en su propia historia personal, aun a sabiendas de que esa historia incluye debilidades y pecados. Por lo demás, su corazón desborda de compasión por los pecadores, puesto que le recuerdan el amor redentor de Cristo. San Buenaventura describe muy bien esta actitud habitual de Francisco: «Si, por una parte, su intensa devoción y ferviente caridad lo elevaban hacia las realidades divinas, por otra, su afectuosa bondad lo lanzaba a estrechar en dulce abrazo a todos los seres, hermanos suyos por naturaleza y gracia. Pues si la ternura de su corazón lo había hecho sentirse hermano de todas las criaturas, no es nada extraño que la caridad de Cristo lo hermanase más aún con aquellos que están marcados con la imagen del Creador y redimidos con la sangre del Hacedor. No se consideraba amigo de Cristo si no trataba de ayudar a las almas que por Él han sido redimidas. Y afirmaba que nada debe preferirse a la salvación de las almas, aduciendo como prueba suprema el hecho de que el Unigénito de Dios se dignó morir por ellas colgado en el leño de la cruz. De ahí su esfuerzo en la oración, de ahí sus correrías apostólicas y su celo por dar buen ejemplo» (LM 9,4ab). Confianza filial y pobreza Francisco, proveniente del nuevo mundo de la burguesía mercantil y de una familia acomodada, desde el primer instante de su adhesión a Cristo escogió la pobreza, antes incluso de pensar en la vida religiosa en sentido institucional. Comprendió rápidamente que la vida cómoda y la avidez de los ricos engendraban un materialismo y una sed de poder contrarios al Evangelio. Su deseo de seguir a Cristo le llevó con toda naturalidad a desprenderse de sus bienes y de sus ataduras con el mundo, tal como, por lo demás, preconizaban las agrupaciones y fraternidades evangélicas de su tiempo. Éstas vivían muchas veces su opción de pobreza como una contestación más o menos violenta de las riquezas de la Iglesia y de los clérigos, y del enriquecimiento de la nueva sociedad urbana. Pero si la fraternidad franciscana constituía, con su misma existencia, una contestación objetiva de la Iglesia y de la sociedad económica, el objetivo que Francisco perseguía no era en primer lugar económico o social, sino propiamente teologal. Eligió una pobreza personal, evangélica, mística. Antes que nada, la imitación del Hijo de Dios, que, siendo rico, se hizo pobre por nosotros en este mundo. Y, a la vez, un reconocimiento del señorío soberano del Padre Creador, único dueño de todos los bienes. Por eso piensa Francisco que la pobreza evangélica se impone a cuantos quieren seguir a Cristo-pobre, en su relación filial con el Padre. [En Selecciones de Franciscanismo, vol. XVIII, núm. 52 (1989) 55-60]
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