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DÍA 28 DE AGOSTO
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* * * San Alejandro de Constantinopla. Fue elegido obispo de Constantinopla poco después del Concilio de Nicea (año 325). Mantuvo y defendió la fe ortodoxa y estuvo siempre en el campo católico. Como escribe san Gregorio Nacianceno, combatió y venció a Arrio, jefe de la impiedad arriana. Murió el año 336 o el 340. San Edmundo Arrowsmith. Nació en Haydock (Inglaterra) el año 1585. Estudió en el colegio inglés de Douai (Francia) y se ordenó de sacerdote en 1612. Volvió a Inglaterra al año siguiente y estuvo ejerciendo su apostolado en South Lancashire. Más tarde ingresó en la Compañía de Jesús y continuó su labor pastoral hasta que, en 1628, delatado por un católico renegado, lo arrestaron. Condenado por ser sacerdote y haber llevado a muchos a la fe católica, fue ahorcado y descuartizado en Lancaster el 28 de agosto de 1628, con la oposición de los mismos protestantes del lugar, en tiempo del rey Carlos I. Santa Florentina. Hermana de los santos Leandro, Fulgencio e Isidoro de Sevilla. Nació en Cartagena (España) a mediados del siglo VI. Cuando sus padres se trasladaron a Sevilla con su familia, Florentina abrazó la vida religiosa en un monasterio de la Bética. Su hermano san Leandro, entonces arzobispo de Sevilla, le dedicó el tratado De institutione virginum, conocido como la Regla de San Leandro, que es una adaptación de la Regla benedictina. Por su parte, san Isidoro le dedicó su tratado De fide catholica contra los judíos. Murió en Sevilla a principios del siglo VII. San Hermes. De él dice el papa san Dámaso que vino de Grecia y que Roma lo acogió como ciudadano suyo cuando sufrió el martirio por el santo nombre de Cristo. Fue sepultado en Roma, en el cementerio de Basila, en la Vía Salaria Antigua. Su vida se sitúa en el siglo III. San Julián de Brioude. Según la tradición, invitado por san Ferreolo fue a Brioude, cerca de Clermont-Ferrand (Auvernia, Francia), en tiempo de persecución, y sufrió el martirio. Su vida se sitúa en el siglo III. San Moisés el Etíope. Después de haber sido un famoso bandolero en Egipto, se convirtió en un célebre anacoreta que convirtió a muchos malhechores compañeros suyos y se los llevó al monasterio. Murió el año 400. San Pelagio. En Constanza de Suabia se conmemora hoy a este mártir del siglo III. San Restituto. Obispo de Cartago (en la actual Túnez). En su festividad san Agustín predicó un sermón en su honor. Murió el año 360. San Vicinio. Fue el primer obispo de la diócesis de Sarsina, hoy unida a la de Cesena (Emilia-Romaña, Italia), en el siglo III/IV. San Viviano (o Bibiano). Obispo de Saintes (Francia) en el siglo V. Beatos Agapito Modesto y 6 compañeros mártires. Al estallar en España la persecución religiosa de 1936, los directores de las dos casas de los Hermanos de las Escuelas Cristianas en Cambrils (Tarragona) dispusieron la evacuación de todo su personal. Cada Hermano o cada grupo buscó refugio donde pudo. Algunos fueron detenidos y encerrados en el barco-prisión "Río Segre", anclado en el puerto de Tarragona, repleto de presos. Cada día los iban sacando en grupos para fusilarlos. Los presos estaban convencidos de la suerte que les esperaba, y se alentaban mutuamente a resistir hasta la muerte. El 28 de agosto de 1936 sacaron a nuestros mártires y los fusilaron junto al puente del "Castellet", término de Reus. Eran seis Hermanos de las Escuelas Cristianas y un sacerdote diocesano. Agapito Modesto nació en Berga (Barcelona) en 1907. Tomó el hábito de los Hermanos de La Salle en 1923. Destacaba por su afabilidad, delicadeza, servicialidad. Anselmo Félix nació en La Selva de Mar (Gerona) en 1879. Profesó en 1897. Como persona y como educador se manifestó vivo, diligente, laborioso, dinámico y alegre. Daniel Antonio nació en Quintanavides (Burgos) en 1894. Profesó en 1912. Era de carácter suave y dulce, lleno de paciencia y generosidad. Eladio Vicente nació en Pancorbo (Burgos) en 1886. Profesó en 1904. Como religioso fue modelo de observancia y como educador manifestó mucho celo. Era silencioso, trabajador, afectuoso, con aire de místico. Elías Paulino nació en Culla (Castellón) en 1896. Vistió el hábito de La Salle en 1911. Era profundamente piadoso, enseñaba con mucha competencia, promovía las vocaciones. Jacinto Jorge nació en Palmerola (Gerona) en 1888. Profesó en 1924. Era de natural serio y recogido; en su cargo de enfermero se mostró muy caritativo. Isidro Fábregas, sacerdote diocesano, nació en Puigpelat (Tarragona) en 1878. Ejerció su ministerio en Cambrils, donde gozaba de gran prestigio por su sólida piedad, su prudencia y su caridad.- Beatificados el 13-X-2013. Beato Agustín Bermejo. Nació en Puerto Castilla (Ávila) en 1904. Recibió la ordenación sacerdotal en 1926. Desempeñó varios cargos parroquiales, fue capellán de las tropas españolas en África, y en 1935 lo nombraron párroco de Hoyo de Pinares (Ávila). Se distinguió por su piedad, su atención a los niños y a los jóvenes, las visitas a los enfermos, su caridad a favor de los pobres. El 19 de julio de 1936 los milicianos lo confinaron en la casa parroquial, el 28 de agosto de 1936 se lo llevaron y lo mataron en el término municipal de El Barraco (Ávila). Beatificado el 13-X-2013. Beato Alfonso María Mazurek. Nació en la diócesis de Lublín (Polonia) el año 1891. Ingresó en el noviciado de los Carmelitas Descalzos en 1908 y se ordenó de sacerdote en Viena el año 1916. Tuvo varios destinos y ocupó diferentes cargos en su Orden. Sus dotes de mando y su espiritualidad lo hacían un magnífico organizador, siempre a la búsqueda del mayor bien de los fieles. El 28 de agosto de 1944 lo arrestaron las SS que lo sacaron del convento y lo fusilaron en las cercanías de Nawojowa Gora (Polonia). Beato Carlos Arnaldo Hanus. Cerca de la costa frente a Rochefort en el litoral francés, encerrado en una nave destartalada en tiempo de la Revolución Francesa por ser sacerdote, agotadas sus fuerzas y golpeado luego por una enfermedad, consumó el martirio el 28 de agosto de 1794. Nació en Nancy el año 1723 y se ordenó de sacerdote en 1749. Ejerció cargos pastorales relevantes en su diócesis de Verdún. En la Revolución se negó a prestar el juramento a la Constitución civil del clero y, a pesar de haber sufrido una apoplejía que lo dejó medio paralizado, lo condenaron a la deportación. Beato Francisco de Paula López. Nació en Villanueva del Arzobispo (Jaén) en 1892. Fue ordenado sacerdote en 1916. Su salud fue siempre frágil y condicionó el desarrollo de sus actividades, obligándolo a períodos de reposo. En 1933 fue nombrado párroco y arcipreste de Orcera (Jaén), en la Sierra de Segura. Atendió con generosidad y delicadeza a los pobres y enfermos, visitó a pie o en caballería a las familias dispersas en cortijadas y aldeas, ayudó en los pueblos del arciprestazgo. Era hombre de oración. La persecución religiosa le sorprendió en casa de su familia. El 28 de agosto de 1936 lo detuvieron y lo asesinaron con saña en el término municipal de Beas de Segura (Jaén). Beatificado el 13-X-2013. Beatos Guillermo Dean y siete compañeros mártires. Durante el reinado de Isabel I, el 28 de agosto de 1588, en distintos lugares de Londres, fueron ahorcados por ser sacerdotes y católicos, aunque acusados de traición a raíz del envío de la Armada Invencible de Felipe II. Estos son sus nombres: Guillermo Dean, Enrique Webley, Guillermo Gunter, Roberto Morton, Hugo More, Tomás Holford, Santiago Claxton y Tomás Felton, éste último religioso de la Orden de los Mínimos. Beato Jaime Tarragó. Nació en Solivella (Tarragona) en 1868. Fue un excelente sacerdote diocesano, piadoso, humilde y caritativo, que visitaba con asiduidad a los enfermos y permanecía muchas horas en la iglesia y en el confesonario. Cuando estalló la persecución religiosa de 1936, era párroco de Pont de Armentera. El comité local echó de la casa rectoral al párroco y a su vicario, que buscaron refugio en el campo y en una casa particular. Al vicario, Luis Domingo, lo mataron el 5-VIII-1936. Más tarde detuvieron al párroco, Jaime Tarragó, y el 28 de agosto de 1936 lo fusilaron en el cementerio de Torredembarra. Beatificado el 13-X-2013. Beatos Juan Bautista Faubel Cano y Arturo Ros Montalt. Estos dos padres de familia fueron martirizados el 28 de agosto de 1936 en lugares distintos. Juan Bautista nació en Liria (Valencia) el año 1889. Contrajo matrimonio y tuvo tres hijos. Era pirotécnico de profesión. Siempre destacó por su integridad moral y como excelente ciudadano católico. Perteneció a las asociaciones católicas locales y fundó la Derecha Regional Valenciana; además, al iniciarse la legislación laica de las escuelas, fundó escuelas primarias católicas. Lo detuvieron los milicianos, lo torturaron con saña y el 28 de agosto de 1936 lo asesinaron en el término de Paterna (Valencia) mientras gritaba: «¡Viva Cristo Rey!». Arturo nació en Vinalesa (Valencia) el año 1901. Contrajo matrimonio y tuvo seis hijos, el último, hijo póstumo, se haría sacerdote. Desde joven llevó una intensa vida espiritual y un compromiso serio en actividades del campo social, siendo uno de los puntales del sindicato católico. Fue concejal del ayuntamiento de 1933 a 1935. Era un hombre justo y ponderado que daba en todo ejemplo. Llegada la revolución, lo detuvieron y lo fusilaron en el término municipal de Moncada; después, aún vivo, lo arrojaron a un horno de cal encendido. Beato Mamerto Carchano Carchano. Nació en Elche de la Sierra (Albacete) en 1879. De niño entró en el seminario de Toledo y fue ordenado sacerdote en 1903. Ejerció el ministerio parroquial en varios pueblos y, en 1929, fue nombrado párroco de Molinicos y arcipreste de Elche de la Sierra. Desatada la persecución religiosa en julio de 1936, e incautado el templo parroquial el 28 del mismo mes, pudo trasladar el sagrario a su domicilio. Al día siguiente marchó a casa de sus padres. Allí lo detuvieron el 21 de agosto, y lo fusilaron a las afueras del pueblo el 28-VIII-1936. Beatos Mauro Palazuelos y 14 compañeros mártires. Desencadenada la persecución religiosa en España, el monasterio benedictino de El Pueyo (Barbastro, Huesca) fue asaltado por los milicianos el 22 de julio de 1936. Detuvieron a los 15 monjes que aún se encontraban en él, y los encarcelaron en pésimas condiciones en Barbastro. Allí los monjes estuvieron llevando una vida religiosa relativamente normal, aunque esperando que les llegara la hora del martirio, para el que se preparaban. El 28 de agosto de 1936 se los llevaron y los fusilaron en el término municipal de Barbastro. Beatificados el 13-X-2013. Estos son sus nombres, con indicación del lugar y año de nacimiento, y algún otro dato. Mauro Palazuelos, Peñacastillo (Cantabria) 1903, sacerdote, prior del monasterio. Honorato Suárez, Torres del Obispo (Huesca) 1902, sacerdote, subprior del monasterio. Leandro Cuesta, Rupelo (Burgos) 1870, sacerdote. Raimundo Lladós, Lluçars (Lleida) 1881, sacerdote. Lorenzo Sobrevía, Huesca 1874, hermano profeso. Santiago Pardo, Palacios de Benaver (Burgos) 1881, sacerdote. Fernando Salinas, Pozán de Vero (Huesca) 1883, sacerdote. Domingo Caballé, Villalba de los Arcos (Tarragona) 1883, sacerdote. Ángel Fuertes, Zaragoza 1889, hermano profeso. Ildefonso Fernández, Muros de Nalón (Asturias) 1897, sacerdote. Anselmo Palau, Torres del Obispo (Huesca) 1902, sacerdote. Ramiro Sanz de Galdeano, Villatuerta (Navarra) 1910, ordenado sacerdote el 7-VII-1935. Rosendo Donamaría, San Martín de Unx (Navarra) 1909, diácono. Lorenzo Ibáñez, Cubillejo de Lara (Burgos) 1911, subdiácono. Aurelio Boix, Pueyo de Marguillén (Huesca) 1914, el 11 de julio de 1936 emitió la profesión solemne y recibió la tonsura. * * * PARA TENER EL ESPÍRITU DE ORACIÓN Y DEVOCIÓN Pensamiento bíblico : De la carta de san Pablo a los Romanos: -Como en pleno día, procedamos con decoro: nada de comilonas y borracheras; nada de lujurias y desenfrenos; nada de rivalidades y envidias. Revestíos más bien del Señor Jesucristo y no os preocupéis de la carne para satisfacer sus concupiscencias (Rm 13,13-14). Pensamiento franciscano : Oración de san Francisco ante el Crucifijo de San Damián: -Sumo, glorioso Dios, ilumina las tinieblas de mi corazón y dame fe recta, esperanza cierta y caridad perfecta, sentido y conocimiento, Señor, para que cumpla tu santo y verdadero mandamiento. Orar con la Iglesia: En la conmemoración de san Agustín, oremos al Señor, fuente de toda verdad y sabiduría. -Por el papa y los obispos, a quienes Cristo ha confiado la misión de enseñar con autoridad la palabra de Dios. -Por los teólogos, que profundizan en la Sagrada Escritura y en la fe de la Iglesia, para exponerlas con sencillez y claridad. -Por los profesionales de la enseñanza en todos los ramos del saber humano. -Por los creyentes, que nos alimentamos en la mesa abundante de la Eucaristía y de la Palabra. Oración: Señor, Padre santo, que nos has enviado a tu Hijo, tu Palabra, como luz y vida del mundo, haz que permanezcamos siempre atentos a la escucha de tu Hijo. Que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén. * * * SAN AGUSTÍN DE
HIPONA San Agustín nació en Tagaste, en la provincia de Numidia, en el África romana, el 13 de noviembre del año 354. Era hijo de Patricio, un pagano que después fue catecúmeno, y de Mónica, cristiana fervorosa. Esta mujer apasionada, venerada como santa, ejerció en su hijo una enorme influencia y lo educó en la fe cristiana. San Agustín había recibido también la sal, como signo de la acogida en el catecumenado. Y siempre quedó fascinado por la figura de Jesucristo; más aún, dice que siempre amó a Jesús, pero que se alejó cada vez más de la fe eclesial, de la práctica eclesial, como sucede también hoy a muchos jóvenes. De agudísima inteligencia, recibió una buena educación, aunque no siempre fue un estudiante ejemplar. En Cartago leyó por primera vez el Hortensius, obra de Cicerón que después se perdió y que se sitúa en el inicio de su camino hacia la conversión. Ese texto ciceroniano despertó en él el amor por la sabiduría. Pero, dado que estaba convencido de que sin Jesús no puede decirse que se ha encontrado efectivamente la verdad, y dado que en ese libro apasionante faltaba ese nombre, al acabar de leerlo comenzó a leer la Escritura, la Biblia. Quedó decepcionado, no sólo porque el estilo latino de la traducción de la sagrada Escritura era deficiente, sino también porque el mismo contenido no le pareció satisfactorio. En las narraciones de la Escritura sobre guerras y otras vicisitudes humanas no encontraba la altura de la filosofía, el esplendor de la búsqueda de la verdad, propio de la filosofía. Sin embargo, no quería vivir sin Dios; buscaba una religión que respondiera a su deseo de verdad y también a su deseo de acercarse a Jesús. De esta manera, cayó en la red de los maniqueos, que se presentaban como cristianos y prometían una religión totalmente racional. Se hizo maniqueo, convencido en ese momento de que había encontrado la síntesis entre racionalidad, búsqueda de la verdad y amor a Jesucristo. Y sacó también una ventaja concreta para su vida: la adhesión a los maniqueos abría fáciles perspectivas de carrera. Adherirse a esa religión, que contaba con muchas personalidades influyentes, le permitía seguir su relación con una mujer y progresar en su carrera. De esa mujer tuvo un hijo, Adeodato, al que quería mucho, muy inteligente. Por desgracia, el muchacho falleció prematuramente. Cuando tenía alrededor de veinte años, fue profesor de gramática en su ciudad natal, pero pronto regresó a Cartago, donde se convirtió en un brillante y famoso maestro de retórica. Con el paso del tiempo, sin embargo, comenzó a alejarse de la fe de los maniqueos, que le decepcionaron precisamente desde el punto de vista intelectual, pues eran incapaces de resolver sus dudas; se trasladó a Roma y después a Milán, donde residía entonces la corte imperial y donde había obtenido un puesto de prestigio, por recomendación del prefecto de Roma, el pagano Simaco, que era hostil al obispo de Milán, san Ambrosio. En Milán, san Agustín adquirió la costumbre de escuchar, al inicio con el fin de enriquecer su bagaje retórico, las bellísimas predicaciones del obispo san Ambrosio, que había sido representante del emperador para el norte de Italia. El retórico africano quedó fascinado por la palabra del gran prelado milanés; y no sólo por su retórica. Sobre todo el contenido fue tocando cada vez más su corazón. El gran problema del Antiguo Testamento, de la falta de belleza retórica y de altura filosófica, se resolvió con las predicaciones de san Ambrosio, gracias a la interpretación tipológica del Antiguo Testamento: san Agustín comprendió que todo el Antiguo Testamento es un camino hacia Jesucristo. De este modo, encontró la clave para comprender la belleza, la profundidad, incluso filosófica, del Antiguo Testamento; y comprendió toda la unidad del misterio de Cristo en la historia, así como la síntesis entre filosofía, racionalidad y fe en el Logos, en Cristo, Verbo eterno, que se hizo carne. Pronto san Agustín se dio cuenta de que la interpretación alegórica de la Escritura y la filosofía neoplatónica del obispo de Milán le permitían resolver las dificultades intelectuales que, cuando era más joven, en su primer contacto con los textos bíblicos, le habían parecido insuperables. Así, tras la lectura de los escritos de los filósofos, san Agustín se dedicó a hacer una nueva lectura de la Escritura y sobre todo de las cartas de san Pablo. Por tanto, la conversión al cristianismo, el 15 de agosto del año 386, llegó al final de un largo y agitado camino interior. Se trasladó al campo, al norte de Milán, junto al lago de Como, con su madre Mónica, su hijo Adeodato y un pequeño grupo de amigos, para prepararse al bautismo. A los 32 años, san Agustín fue bautizado por san Ambrosio el 24 de abril del año 387, durante la Vigilia pascual, en la catedral de Milán. Después del bautismo, san Agustín decidió regresar a África con sus amigos, con la idea de llevar vida en común, al estilo monástico, al servicio de Dios. Pero en Ostia, mientras esperaba para embarcarse, su madre repentinamente se enfermó y poco más tarde murió, destrozando el corazón de su hijo. Tras regresar finalmente a su patria, el convertido se estableció en Hipona para fundar allí un monasterio. En esa ciudad de la costa africana, a pesar de resistirse, fue ordenado presbítero en el año 391 y comenzó con algunos compañeros la vida monástica en la que pensaba desde hacía bastante tiempo, repartiendo su tiempo entre la oración, el estudio y la predicación. Quería dedicarse sólo al servicio de la verdad; no se sentía llamado a la vida pastoral, pero después comprendió que la llamada de Dios significaba ser pastor entre los demás y así ofrecerles el don de la verdad. En Hipona, cuatro años después, en el año 395, fue consagrado obispo. En poco tiempo, el antiguo retórico se convirtió en uno de los exponentes más importantes del cristianismo de esa época. San Agustín se encomendó a Dios cada día, hasta el final de su vida: afectado por la fiebre mientras la ciudad de Hipona se encontraba asediada desde hacía casi tres meses por los vándalos invasores, falleció el 28 de agosto del año 430, sin haber cumplido los 76 años. * * * ¡OH ETERNA VERDAD,
VERDADERA CARIDAD Habiéndome convencido de que debía volver a mí mismo, penetré en mi interior, siendo tú mi guía, y ello me fue posible porque tú, Señor, me socorriste. Entré, y vi con los ojos de mi alma, de un modo u otro, por encima de la capacidad de estos mismos ojos, por encima de mi mente, una luz inconmutable; no esta luz ordinaria y visible a cualquier hombre, por intensa y clara que fuese y que lo llenara todo con su magnitud. Se trataba de una luz completamente distinta. Ni estaba por encima de mi mente, como el aceite sobre el agua o como el cielo sobre la tierra, sino que estaba en lo más alto, ya que ella fue quien me hizo, y yo estaba en lo más bajo, porque fui hecho por ella. La conoce el que conoce la verdad. ¡Oh eterna verdad, verdadera caridad y cara eternidad! Tú eres mi Dios, por ti suspiro día y noche. Y, cuando te conocí por vez primera, fuiste tú quien me elevó hacia ti, para hacerme ver que había algo que ver y que yo no era aún capaz de verlo. Y fortaleciste la debilidad de mi mirada irradiando con fuerza sobre mí, y me estremecí de amor y de temor; y me di cuenta de la gran distancia que me separaba de ti, por la gran desemejanza que hay entre tú y yo, como si oyera tu voz que me decía desde arriba: «Soy alimento de adultos: crece, y podrás comerme. Y no me transformarás en substancia tuya, como sucede con la comida corporal, sino que tú te transformarás en mí». Y yo buscaba el camino para adquirir un vigor que me hiciera capaz de gozar de ti, y no lo encontraba, hasta que me abracé al mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús, el que está por encima de todo, Dios bendito por los siglos, que me llamaba y me decía: Yo soy el camino, la verdad y la vida, y el que mezcla aquel alimento, que yo no podía asimilar, con la carne, ya que la Palabra se hizo carne, para que, en atención a nuestro estado de infancia, se convirtiera en leche tu sabiduría, por la que creaste todas las cosas. ¡Tarde te amé, Hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé! Y tú estabas dentro de mí y yo afuera, y así por fuera te buscaba; y, deforme como era, me lanzaba sobre estas cosas hermosas que tú creaste. Tú estabas conmigo, mas yo no estaba contigo. Reteníanme lejos de ti aquellas cosas que, si no estuviesen en ti, no existirían. Me llamaste y clamaste, y quebrantaste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y curaste mi ceguera; exhalaste tu perfume, y lo aspiré, y ahora te anhelo; gusté de ti, y ahora siento hambre y sed de ti; me tocaste, y deseé con ansia la paz que procede de ti. * * * FRANCISCO, HOMBRE DE
FE DE LOS SUEÑOS DE JUVENTUD A LA FE EN JESUCRISTO Francisco se vio, en sueños, en la casa paterna, repleta de las armas de que se servían los caballeros. En el centro de la visión, una bella dama que él consideró de buenas a primeras como su novia. Una voz le anunció que estas armas eran para él y para sus soldados (2 Cel 6). En sí misma, esta visión no tiene nada de extraordinario. Como todos los buenos adolescentes, Francisco proyectó en su imaginación el porvenir que más le agradaba: amor, caballería... Pero la voz que se hizo oír es más significativa. Es la voz de un ser que se interesa por él y por su porvenir; ser misterioso, poderoso, que le promete llevar a buen término este sueño de juventud. Todo adolescente experimenta ciertamente la necesidad de que un adulto tome en serio sus proyectos para el futuro y le ayude a realizarlos. En nuestro tiempo, sin embargo, esta necesidad raramente lleva a apoyarse en Dios, pues en el ambiente de una mentalidad religiosa por demasiado tiempo jurídica y moralizante, la juventud ha llegado a sospechar que Dios pone trabas al desarrollo de su libertad, que se opone a su deseo de «vivir». La imagen de un Dios ligada a prohibiciones y tabúes no puede más que ocasionar una crisis de la fe en el momento de la adolescencia. Francisco, por su parte, asiente a esta voz que, a su vez, se conforma a sus proyectos para el futuro. Esta conformidad recíproca no impide al futuro caballero partir a la conquista de sus ascensos bajo las órdenes de Gauthier de Brienne (1 Cel 4; 2 Cel 6). Pero en Espoleto un nuevo sueño viene a refrenar la fuga del joven guerrero. Una voz más personal se hace oír: ¡la voz de Cristo! Sigue el diálogo esencial (2 Cel 6): -«¿De quién puedes esperar más, del señor o del siervo?» -«Del señor», responde Francisco. -«¿Por qué, entonces, correr tras el siervo en lugar de buscar al señor?» Este segundo sueño viene a explicar y precisar el primero. El interlocutor misterioso, en quien Francisco reconoce a Cristo, no viene a quebrar el sueño adolescente de vida y de grandeza. Como amigo, corrige lo que tal ensueño entraña de ilusión y desviación, pero lo hace sin imponer nada, aun cuando los términos de la elección sean claros: ¡el señor o el siervo! Francisco acepta seguir al señor; haciendo esto, él acepta la Alianza que tendrá como meta renovar su ser. Francisco acepta no ser el único en crearse, él entra en la reciprocidad de la confianza. A su vez, Francisco, como Pablo, pregunta: «¿Qué queréis, Señor, que yo haga?» La respuesta es enigmática: «Vuelve al país que te vio nacer; yo daré a tu visión una realización espiritual». Esto es poco, ¿pero puede el Señor ser más claro sin lesionar esa libertad que Él quiere promover, sin imponerse a su interlocutor que no tendría más elección que encerrarse en un inmovilismo en el que ya no tendría nada que buscar y nada que crear, puesto que todo se le daría desde el mismo punto de partida? La vida no se da de una vez para siempre, es necesario inventarla día tras día. En este encuentro es extraordinaria la actitud de Cristo. Francisco permanece al centro de estos sueños de juventud en los que está en juego su porvenir y la adquisición de su libertad. Pero el proyecto es tan vasto y tan vago que Cristo viene a darle cuerpo y a precisarlo aportándole su propia idea sobre el futuro del joven. Su intervención es la de un amigo que es parte interesada en la empresa, mas sabe permanecer discreto. Francisco es invitado a superar, por sí mismo, su sueño de juventud, en una creación personal. La intervención del Señor es suficientemente misteriosa y anónima para reservar al joven un campo libre en el que podrá ejercer y desarrollar su personalidad recién adquirida. A la iniciativa de Cristo responde la fe de Francisco. En el curso de esta primera y decisiva experiencia, Dios se le aparece como un ser todopoderoso y fiel, que viene por sí mismo al encuentro del hombre para ayudarle a realizar lo que todavía no tiene más consistencia que la de un sueño. Mas por muy próximo que esté, este ser permanece inasequible, indescifrable en su misterioso designio sobre el porvenir de Francisco. Es al filo de los días y de los acontecimientos cuando el Señor irá desvelando al joven cuáles son sus designios sobre él, más allá de la visión inicial. Para expresar su fe, Francisco debe, pues, abrirse al momento presente, al suceso fortuito susceptible de desvelarle un rasgo nuevo del proyecto divino. Esta disponibilidad al momento presente y a los descubrimientos de la vida le permitirá sustituir progresivamente su propio sueño por el proyecto divino. Es así como tras su primer sueño, Francisco responde a la voz misteriosa partiendo a la guerra para obtener el título de caballero. Y lo mismo, después del sueño de Espoleto, renunciando a su expedición. En Asís, adonde el Señor le ha dicho que vuelva, y en el cuadro de su vida normal, comprenderá poco a poco todo el alcance de su sueño juvenil. Haciendo esto, Francisco expresa su fe, una fe ya total, puesto que él es enteramente fiel a lo que se le pide. A cambio, Cristo se muestra también fiel, incluso en la discreción con que envuelve su intervención. Nada se le revela a Francisco tras su retorno a Asís; el futuro caballero deberá inventar él mismo su vida sobre la marcha. Sin embargo, dado que Cristo ha barrido la tentación de las aventuras guerreras, Francisco tendrá que realizarse teniendo en cuenta esta eliminación: el porvenir está en otra parte. Al modo como Cristo se ha rebajado hasta hablarle, Francisco deberá elevarse a una mentalidad nueva. Su mirada debe transformarse para descubrir los nuevos cauces de su realización personal: Tu visión recibirá de mí una realización espiritual. El futuro de Francisco está en juego en este encuentro con Cristo y en la alianza subsiguiente. La seguridad de la que Cristo da pruebas, deja entender que Él conoce ya la meta, aun cuando no desvele el camino a seguir. Este porvenir engloba necesariamente todo el ser de Francisco -humano y espiritual- ya que el hombre, carne y espíritu, no es más que uno. Esta unidad, que el hombre no puede realizar solo a causa de sus tendencias diversas y opuestas, Dios puede realizarla en colaboración con el hombre, en la medida en que Él es acogido y su alianza aceptada.
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