DIRECTORIO FRANCISCANO
Año Cristiano Franciscano

DÍA 6 DE MAYO

 

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SANTO DOMINGO SAVIO. [Murió el 9 de marzo, pero la familia salesiana celebra su memoria el 6 de mayo] Fue un joven discípulo de san Juan Bosco que, desde la infancia, gozó de un ánimo dulce y alegre, y recorrió expeditamente el camino de la perfección cristiana, llegando a la santidad cuando todavía era un adolescente. Nació en Riva de Chieri (Turín, Italia) el 2 de abril de 1842; su padre era herrero y su madre costurera. Fue un niño superdotado y desde pequeño hizo proyectos dignos de un cristiano maduro. Al hacer la primera comunión, se propuso "antes morir que pecar". A los doce años, su padre lo presentó a Don Bosco, que quedó prendado de sus cualidades naturales y espirituales. Bajo la guía del Santo, alcanzó una madurez humana y cristiana precoz. Sus grandes devociones fueron Jesús Sacramentado, la Inmaculada Concepción de María, el Papa. Tenía una salud frágil y era de natural vivo y sensible, y tuvo que superarse y afrontar no pocas dificultades. La enfermedad lo obligó a dejar el Oratorio de Turín y trasladarse Mondonio, donde murió el 9 de marzo de 1857.- Oración: Oh Dios, fuente de todo bien, que en santo Domingo Savio ofreces a los adolescentes un ejemplo admirable de caridad y de pureza: concédenos también a nosotros crecer como hijos en la alegría y en el amor hasta la plena estatura de Cristo. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

BEATO BARTOLOMÉ PUCCI-FRANCESCHI. Nació en el seno de una familia acomodada hacia el año 1260 en Montepulciano (Siena, Italia), donde murió el 6 de mayo de 1330. De joven contrajo matrimonio, del que tuvo cuatro hijos. Cuando éstos llegaron a la mayoría de edad y con el consentimiento de su esposa, ingresó en la Orden franciscana después de proveer al futuro de su mujer y de los hijos, y de renunciar a sus bienes. Pronto dio muestras de una profunda y sólida espiritualidad. Su deseo era permanecer como hermano y dedicarse a trabajos domésticos sencillos, pero los superiores, viendo su preparación cultural y sus cualidades, le mandaron estudiar y recibir la ordenación sacerdotal. Fue un religioso ejemplar, hombre de oración, dispuesto siempre a acoger benévolamente a cuantos acudían a él, volcado en la atención sobre todo de los pobres.

BEATA MARÍA CATALINA TROIANI. A veces se la llama Catalina o María Catalina de Santa Rosa de Viterbo; de seglar se llamaba Constanza Troiani. Nació en Giuliano di Roma (Lazio, Italia) el año 1813. Huérfana de madre a los 6 años, fue encomendada su educación a las religiosas de Santa Clara de Ferentino, donde se hizo religiosa en 1829. Marchó en 1859, con otras religiosas, al Vicariato apostólico de Egipto. Abrieron en El Cairo diversas obras para la educación de niñas indigentes de toda religión y nacionalidad, y María Catalina se entregó con amor y mucho sacrificio a aliviar tanta necesidad y sufrimiento. Las dificultades en la relación con la casa madre de Ferentino hicieron que se independizaran y así surgiera la congregación de Franciscanas Misioneras del Corazón Inmaculado de María, hasta 1950 llamadas Franciscanas Misioneras de Egipto, de la que María Catalina fue fundadora y superiora general. Falleció en El Cairo el 6 de mayo de 1887.

BEATA ANA ROSA GATTORNO. Nació en Génova el año 1831 en el seno de una familia acomodada. A los 21 años contrajo matrimonio y tuvo tres hijos. Pronto quedó viuda y perdió a su hijo pequeño. Decidida a consagrarse a Dios, ingresó en la Tercera Orden de San Francisco e hizo voto de castidad y pobreza. Se dedicó a atender a los pobres y a las hijas de las obreras, sin descuidar a sus hijos. Fue madurando la fundación de una nueva familia religiosa dedicada a obras de caridad, lo que consultó con Pío IX, y el año 1866 fundó en Piacenza la Congregación de Hijas de Santa Ana Madre de María Inmaculada, para atender a los enfermos en su domicilio y a los niños abandonados, para cuidar la promoción social de la juventud y para trabajar en hospitales y escuelas. La congregación creció de modo espectacular y en vida de la fundadora llegó a tener 350 casas y más de cuatro mil hermanas. Murió en Roma el 6 de mayo de 1900. En su vida de casada sufrió muchos desastres, y después no le faltaron contrariedades en las que demostró una inquebrantable confianza en Dios y unas sólidas convicciones espirituales.

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Santa Benedicta o Benita de Roma. Virgen y monja romana del siglo VI, a la que elogia san Gregorio Magno.

San Edberto o Eadberto. Fue elegido obispo de Lindisfarne, en Northumbria (Inglaterra), el año 688. Ya antes había acreditado sus sólidos conocimientos bíblicos y su activa caridad para con los pobres. Trató de gobernar su diócesis desde la profunda unión con Dios y, para ello, todos los años se retiraba a una isla por espacio de un mes para entregarse por completo a la divina contemplación. Murió el año 698.

San Francisco de Montmorency-Laval. Nació en Francia el año 1623. Se ordenó de sacerdote y ejerció cargos relevantes en la diócesis de Evreux. En 1653 lo nombraron administrador apostólico de Indochina, pero no pudo ir allí por los problemas entre las potencias coloniales. Cinco años después fue nombrado Vicario apostólico de Nueva Francia (Canadá) y consagrado obispo. Se entregó por completo a su misión pastoral: se crearon parroquias, hospitales, escuelas. Fundó el seminario, que luego se convirtió en la Universidad de Laval, y una congregación femenina para la educación. Defendió a los indígenas contra toda clase de abusos, y permaneció fiel a Roma frente a quienes querían una iglesia nacional. Cuando se creó la diócesis de Quebec, él fue su primer obispo. Por motivos de salud renunció a su sede, y murió en Quebec el año 1708. Canonizado el 3-IV-2014

San Lucio de Cirene. Es uno de los profetas y doctores de la Iglesia de Antioquía, a quienes menciona el libro de los Hechos de los Apóstoles (Hch 13,1).

Santos Mariano y Santiago. Mariano era lector y Santiago diácono. El primero de ellos, después de haber superado con anterioridad por su fe en Cristo diversas pruebas en la persecución desencadenada por el emperador Decio, fue detenido de nuevo junto con su compañero, y ambos, después de soportar crueles suplicios, confortados con la gracia de Dios, fueron muertos a espada en compañía de otros muchos, el año 259, en Lambesa de Numidia (en la actual Argelia).

San Venerio de Milán. Fue discípulo y diácono de san Ambrosio, y después obispo de Milán. Acudió en ayuda de los obispos africanos enviándoles clérigos y acogió a san Juan Crisóstomo en su destierro. Murió el año 409.

Beatos Eduardo Jones y Antonio Middleton. Sacerdotes diocesanos ingleses que fueron martirizados el mismo día en tiempo de Isabel I. Eduardo, nacido en 1560, viajó en su juventud por España, Grecia e Italia, y en Roma abrazó el catolicismo. Estudió en Reims y, ordenado de sacerdote en 1588, volvió a Inglaterra, donde estuvo ejerciendo el sagrado ministerio en clandestinidad. Delatado por una mujer, fue arrestado y llevado a la torre de Londres, donde lo torturaron cruelmente. Antonio era natural de York y de la misma edad que Eduardo. Estudió en Roma y allí recibió la ordenación sacerdotal en 1586. Regresó a su patria y estuvo ejerciendo su apostolado en Londres hasta que fue detenido en la casa que lo hospedaba. Fue juzgado junto con Eduardo y negó toda connotación política en su ministerio. Los dos fueron ahorcados y descuartizados en Londres el año 1590, cada uno delante de la casa en que había sido detenido.

Beatos Enrique Kaczorowski y Casimiro Gostynski. Estos dos sacerdotes diocesanos polacos compartieron el martirio en el campo de concentración de Dachau, cerca de Munich (Alemania), el año 1942, víctimas del nazismo. A los dos los sacaron del campo para llevarlos a la cercana cámara de gas, donde murieron. Enrique nació en 1888 y se ordenó de sacerdote en 1914. En su diócesis de Wloclawec fue profesor y rector del seminario, y en el mismo permaneció hasta que lo detuvieron y fue a parar a Dachau, donde los trabajos forzados y los malos tratos acabaron con su salud, por lo que lo incluyeron en el cupo de «inválidos». Casimiro nació en Varsovia en 1884, estudió en el seminario de Lublín y recibió la ordenación sacerdotal en 1908. Hizo estudios superiores, fue profesor del seminario y desarrolló su apostolado entre los intelectuales y los jóvenes. Lo detuvieron, pasó por varias cárceles y llegó a Dachau. El hambre, los trabajos y los malos tratos le arruinaron la salud, y también fue incluido en el cupo de los «inválidos».

PARA TENER EL ESPÍRITU DE ORACIÓN Y DEVOCIÓN

Pensamiento bíblico:

Cuando en las bodas de Caná faltó el vino, María dijo a su hijo Jesús: «No tienen vino». Jesús le dice: «Mujer, ¿qué tengo yo que ver contigo? Todavía no ha llegado mi hora». Su madre dice a los sirvientes: «Haced lo que él os diga». Jesús les dice: «Llenad las tinajas de agua». Y las llenaron hasta arriba. Entonces les dice: «Sacad ahora y llevadlo al mayordomo». El mayordomo probó el agua convertida en vino sin saber de dónde venía... Este fue el primero de los signos que Jesús realizó en Caná de Galilea; así manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en él (cf. Jn 2,1-11).

Pensamiento franciscano:

Dice san Francisco en sus Alabanzas del Dios Altísimo: «Tú eres amor, caridad; tú eres sabiduría, tú eres humildad, tú eres paciencia, tú eres belleza, tú eres mansedumbre, tú eres seguridad, tú eres quietud, tú eres gozo, tú eres nuestra esperanza y alegría, tú eres justicia, tú eres templanza, tú eres toda nuestra riqueza a satisfacción» (AlD 4).

Orar con la Iglesia:

Proclamemos las grandezas de Dios Padre, que quiso que todas las generaciones felicitaran a María, la Madre de su Hijo.

-Señor Dios, que has querido que la inmaculada Virgen María participara en cuerpo y alma de la gloria de Jesucristo, haz que todos tus hijos deseemos esa misma gloria y caminemos hacia ella.

-Tú que nos diste a María por madre, concede, por su mediación, salud a los enfermos, consuelo a los tristes, perdón a los pecadores.

-Tú que hiciste de María la llena de gracia, concede la abundancia de tus dones a todos los hombres.

-Haz, Señor, que tu Iglesia tenga un solo corazón y una sola alma por el amor, y que todos los fieles perseveremos en la oración con María.

Oración: Dios todopoderoso, derrama tu Espíritu Santo sobre todos los que perseveramos o deseamos perseverar en oración con María, la Madre de tu Hijo, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amen.

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DEVOCIÓN MARIANA Y CULTO A LAS IMÁGENES
De la catequesis de S. S. Juan Pablo II
en la audiencia general del día 29 de octubre de 1997

1. Después de justificar doctrinalmente el culto a la santísima Virgen, el concilio Vaticano II exhorta a todos los fieles a fomentarlo: «El santo Concilio enseña expresamente esta doctrina católica. Al mismo tiempo, anima a todos los hijos de la Iglesia a que fomenten con generosidad el culto a la santísima Virgen, sobre todo el litúrgico. Han de sentir gran aprecio por las prácticas y ejercicios de piedad mariana recomendados por el Magisterio a lo largo de los siglos» (LG 67). Con esta última afirmación, los padres conciliares, sin entrar en detalles, querían reafirmar la validez de algunas oraciones como el Rosario y el Ángelus, practicadas tradicionalmente por el pueblo cristiano y recomendadas a menudo por los Sumos Pontífices como medios eficaces para alimentar la vida de fe y la devoción a la Virgen.

2. El texto conciliar prosigue invitando a los creyentes a «observar religiosamente los decretos del pasado acerca del culto a las imágenes de Cristo, de la santísima Virgen y de los santos». La Lumen gentium quiso reafirmar la legitimidad y la validez de las imágenes sagradas frente a algunas tendencias orientadas a eliminarlas de las iglesias y santuarios, con el fin de concentrar toda su atención en Cristo.

3. El segundo concilio de Nicea no se limita a afirmar la legitimidad de las imágenes; también trata de explicar su utilidad para la piedad cristiana: «Porque cuanto con más frecuencia son contemplados por medio de su representación en la imagen, tanto más se mueven los que éstas miran al recuerdo y deseo de los originales y a tributarles el saludo y adoración de honor» (DS 601).

Se trata de indicaciones que valen de modo especial para el culto a la Virgen. Las imágenes, los iconos y las estatuas de la Virgen, que se hallan en casas, en lugares públicos y en innumerables iglesias y capillas, ayudan a los fieles a invocar su constante presencia y su misericordioso patrocinio en las diversas circunstancias de la vida. Haciendo concreta y casi visible la ternura maternal de la Virgen, invitan a dirigirse a ella, a invocarla con confianza y a imitarla en su ejemplo de aceptación generosa de la voluntad divina.

Ninguna de las imágenes conocidas reproduce el rostro auténtico de María, como ya lo reconocía san Agustín; con todo, nos ayudan a entablar relaciones más vivas con ella. Por consiguiente, es preciso impulsar la costumbre de exponer las imágenes de María en los lugares de culto y en los demás edificios, para sentir su ayuda en las dificultades y la invitación a una vida cada vez más santa y fiel a Dios.

4. Para promover el recto uso de las imágenes sagradas, el concilio de Nicea recuerda que «el honor de la imagen se dirige al original, y el que venera una imagen, venera a la persona en ella representada» (DS 601).

Así, adorando en la imagen de Cristo a la Persona del Verbo encarnado, los fieles realizan un genuino acto de culto, que no tiene nada que ver con la idolatría.

De forma análoga, al venerar las representaciones de María, el creyente realiza un acto destinado en definitiva a honrar a la persona de la Madre de Jesús.

6. El Concilio ofrece, también, a los creyentes algunos criterios para vivir de manera auténtica su relación filial con María: «Los fieles, además, deben recordar que la verdadera devoción no consiste ni en un sentimiento pasajero y sin frutos ni en una credulidad vacía. Al contrario, procede de la verdadera fe, que nos lleva a reconocer la grandeza de la Madre de Dios y nos anima a amar como hijos a nuestra Madre y a imitar sus virtudes».

Con estas palabras los padres conciliares ponen en guardia contra la «credulidad vacía» y el predomino del sentimiento. Y sobre todo quieren reafirmar que la devoción mariana auténtica, al proceder de la fe y del amoroso reconocimiento de la dignidad de María, impulsa al afecto filial hacia ella y suscita el firme propósito de imitar sus virtudes.

[Cf. el texto completo en http://www.franciscanos.org/jpabloII/jpiicultovirgen.html]

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LA EUCARISTÍA,
LA RICA HERENCIA DEL NUEVO TESTAMENTO

San Gaudencio de Brescia, Tratado 2

El sacrificio celeste instituido por Cristo constituye efectivamente la rica herencia del nuevo Testamento que el Señor nos dejó, como prenda de su presencia, la noche en que iba a ser entregado para morir en la cruz.

Éste es el viático de nuestro viaje, con el que nos alimentamos y nutrimos durante el camino de esta vida, hasta que saliendo de este mundo lleguemos a él; por eso decía el mismo Señor: Si no coméis mi carne y no bebéis mi sangre, no tenéis vida en vosotros.

Quiso, en efecto, que sus beneficios quedaran entre nosotros, quiso que las almas, redimidas por su preciosa sangre, fueran santificadas por este sacramento, imagen de su pasión; y encomendó por ello a sus fieles discípulos, a los que constituyó primeros sacerdotes de su Iglesia, que siguieran celebrando ininterrumpidamente estos misterios de vida eterna; misterios que han de celebrar todos los sacerdotes de cada una de las Iglesias de todo el orbe, hasta el glorioso retorno de Cristo. De este modo los sacerdotes, junto con toda la comunidad de creyentes, contemplando todos los días el sacramento de la pasión de Cristo, llevándolo en sus manos, tomándolo en la boca y recibiéndolo en el pecho, mantendrán imborrable el recuerdo de la redención.

El pan, formado de muchos granos de trigo convertidos en flor de harina, se hace con agua y llega a su entero ser por medio del fuego; por ello resulta fácil ver en él una imagen del cuerpo de Cristo, el cual, como sabemos, es un solo cuerpo formado por una multitud de hombres de toda raza, y llega a su total perfección por el fuego del Espíritu Santo.

Cristo, en efecto, nació del Espíritu Santo y, como convenía que cumpliera todo lo que Dios quiere, entró en el Jordán para consagrar las aguas del bautismo, y después salió del agua lleno del Espíritu Santo, que había descendido sobre él en forma de paloma, como lo atestigua el evangelista: Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán.

De modo semejante, el vino de su sangre, cosechado de los múltiples racimos de la viña por él plantada, se exprimió en el lagar de la cruz y bulle por su propia fuerza en los vasos generosos de quienes lo beben con fe.

Los que acabáis de libraros del poder de Egipto y del Faraón, que es el diablo, compartid en nuestra compañía, con toda la avidez de vuestro corazón creyente, este sacrificio de la Pascua salvadora; para que el mismo Señor nuestro, Jesucristo, al que reconocemos presente en sus sacramentos, nos santifique en lo más íntimo de nuestro ser: cuyo poder inestimable permanece por los siglos.

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MARÍA SANTÍSIMA Y LA PIEDAD DE SAN FRANCISCO (IV)
por Constantino Koser, OFM

Madre del Verbo Eterno. Si el término «Hija y Sierva» ya contiene de por sí dulzuras inmensas y fuerzas incalculables, mucho más es lo que adivina y con razón el alma de San Francisco al oír este otro término mariano: «Madre». Realmente Dios en su sabiduría infinita supo encontrar un medio para hacer de una creatura su Madre, Madre de Dios, Madre del Verbo Eterno. Hizo que las entrañas purísimas de esta creatura concibiesen y que de ellas naciese el cuerpo humano, dotado de alma humana por creación omnipotente de Dios y unido sustancialmente, en la unidad de persona, al Verbo Eterno, desde el más primitivo instante de la concepción. De esta forma la Virgen se convirtió en Madre de Dios en el mismo sentido real y completo en que otras mujeres son madres de sus hijos, simples hombres. Nada, absolutamente nada, falta de los elementos que de hecho constituyen la maternidad.

Como otras madres son madres de sus hijos en aquello que estrictamente significa ser madre, así María es Madre de Dios. Como las otras madres no lo son únicamente del cuerpo que de ellas proviene por causalidad física, sino que lo son del individuo, de la persona toda que de hecho dan a luz, de la misma forma María Santísima es Madre de Cristo todo, Dios y Hombre, en la unidad de la Segunda Persona de la Santísima Trinidad. Y así, en sentido verdadero y real, no metafóricamente, ella es Madre de Dios, Madre del Verbo Eterno. Solamente Dios mismo podía idear y concretar maravilla tan sublime. Mediante esta maravilla establecióse entre la Virgen y su Dios -que es su Hijo- la intimidad singular que existe entre Madre e Hijo: el amor maternal es en María un amor teologal.

San Francisco intentaba comprender lo que esto significa para la Virgen. Intentaba asociarse respetuosamente a los ardores del amor que ardía en su corazón. Intentaba medir la sublimidad de su posición. Intentaba medir los tesoros que la infinita riqueza de Dios había depositado en el alma de su santa Madre. Consideraba amorosamente, embebido, que toda la ternura del más amoroso corazón de Madre era el ejercicio de la virtud teologal de la caridad infusa, dirigida directamente a su Dios, porque este Dios es realmente su Hijo.

¡Qué felicidad indecible para una creatura, poder en esta forma dirigir directa y totalmente a Dios toda la fuerza natural del amor maternal, sin impedimento y sin restricción! ¡Cuántos no serán los méritos de tan inmenso amor! ¡Cuántas no serían las riquezas que de instante en instante acumulaba el alma bendita de la Virgen!

San Francisco, en su amor, sentíase feliz de ver esta felicidad, esta riqueza, esta gloria y esta honra de María. Y también se sentía feliz de alcanzar a través de este camino que el oculto misterio de la Santísima Trinidad fuera más accesible a su alma. Entraba por esta «Puerta del Cielo» para entrever, ofuscado, el misterio de amor de la relación entre Padre e Hijo. Así aprovechaban a su caballero las riquezas de María Santísima. Ella, tan rica, no tiene necesidad de guardar celosamente sus prerrogativas. Si ellas aprovechan a sus hijos, más la glorificarán a ella. Por eso, no en vano la liturgia le acomoda las palabras de la Sabiduría, enseñando así que ella misma aprendió a amar en sus prerrogativas: «Aprendí (la Sabiduría) sin falsedad, y sin envidia la comunico, y no escondo su santidad. Es un tesoro infinito para los hombres. Los que de ella usaren se harán partícipes de la amistad de Dios, recomendados por los dones de la disciplina» (Sab 8,13-14). «Yo soy la Madre del amor hermoso, del temor y de la santa esperanza. En Mí está la gracia de todos los caminos y las virtudes, en Mí toda la esperanza de la vida y de la virtud» (Ecl 24,24-25).

Nada difícil es verificar cómo operaron estas acomodaciones litúrgicas en la mente de San Francisco respecto de su piedad marial. Para convencerse de esto basta considerar las palabras con las cuales se refiere a María Santísima, por ejemplo en su Saludo a la Virgen (SalVM) o en la Antífona del Oficio de la Pasión (OfP Ant).

[Cf. el texto completo en http://www.franciscanos.org/virgen/koser.html]

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