DIRECTORIO FRANCISCANO
Año Cristiano Franciscano

DÍA 14 DE ENERO

 

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SAN JUAN DE RIBERA. Nació en Sevilla el año 1533 de familia noble. Estudió en Salamanca y Pío IV, en 1562, lo nombró obispo de Badajoz antes de la edad canónica de treinta años. Su autoridad entre los obispos se mostró en el sínodo de Compostela de 1565. En 1568 San Pío V lo honró con el título de Patriarca de Antioquía y lo nombró arzobispo de Valencia. Sirvió a su grey hasta la muerte mediante la palabra, los escritos y la administración de los sacramentos. Se esforzó por la evangelización de los infieles y la moralización de la sociedad. Destacaron en él las cualidades pastorales, caritativas y sacerdotales en toda la amplitud de la palabra. Celebró varios sínodos y recorrió varias veces la diócesis en visita pastoral. Felipe III lo tuvo en Valencia como Virrey. Admirable fue su devoción hacia el Santísimo Sacramento, y ante él pasaba todos los días varias horas en oración; fundó la iglesia y colegio de Corpus Christi. Murió en Valencia el 6 de enero de 1611. En Valencia y otros lugares, su memoria se celebra el 14 de enero- Oración: Oh Dios, que hiciste admirable al obispo Juan de Ribera en el celo pastoral y en el amor al divino sacramento del cuerpo y sangre de tu Hijo; te suplicamos que, por su intercesión, nos hagas perennemente participantes del fruto de la redención. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

BEATO ODORICO DE PORDENONE. Nació en Villanova de Pordenone (Friuli, Italia) en 1265, de familia noble. Tomó el hábito franciscano en Udine y, ordenado sacerdote, humilde y penitente, pasó unos años de recogimiento en un eremitorio de su Orden; luego, desarrolló un intenso apostolado como predicador popular. En 1314 la obediencia y su anhelo misionero lo llevaron a Oriente, donde estuvo 33 años. Pasando por Constantinopla y el Mar Negro, visitó las regiones de Armenia, Persia y Caldea, desarrollando una intensa labor misionera. Más tarde se dirigió a la India, y evangelizó por las costas de Malabar; pasó a Ceilán, Java y Sumatra, y llegó a China en 1325. En Pekín encontró al arzobispo franciscano Juan de Montecorvino, y permaneció con él tres años. Pasó luego a la Tartaria y al Tíbet, y de allí a la India, donde se embarcó para Italia. Su intención era trasladarse a Aviñón para informar al Papa. En Padua relató sus correrías misioneras a sus superiores, que, viéndolo muy deteriorado, lo enviaron a Udine, donde murió el 14 de enero de 1331.

BEATO DEVASAHAYAM (Lázaro) PILLAI. Nació en 1712 en Kanyakumari (India), de padre brahmán y madre de una casta guerrera. Recibida la adecuada formación, fue un alto oficial en el palacio real de Travancore (Tamil Nadu). La pérdida de campos y propiedades provocó en él una grave crisis existencial. Abrumado por la pobreza y no encontrando alivio en su religión, acudió a un militar holandés católico, allí detenido, E. B. De Lannoy, que le explicó el misterio de la Providencia de Dios y su ayuda en las penas y dificultades, a la luz del libro de Job. Tanto le confortó el ejemplo de este personaje bíblico, que decidió dejar su religión originaria y abrazar la fe cristiana. Fue bautizado en 1745. Aún siguió trabajando cuatro años en el palacio real, a la vez que difundía el Evangelio entre familiares y conocidos; la primera en convertirse fue su esposa. Pero esta actividad y su estilo de vida le ganó la enemistad de los brahmanes del palacio. Lo acusaron de traición y apostasía. Después de tres años de cárcel y torturas, lo fusilaron el 14 de enero de 1752. Beatificado el 2-XII-2012.

Beato Carlos de AlvubilllaBEATO CARLOS DE ALCUBILLA. Nació en Alcubilla de Nogales (Zamora) en 1902. A los 11 años ingresó en el seminario seráfico de El Pardo (Madrid), de los capuchinos. Hecho el noviciado, emitió la profesión religiosa en 1920. Se ordenó sacerdote el año 1928. Un mes después lo enviaron a las misiones de Venezuela, en las que permaneció unos tres años, teniendo que regresar a España por motivos de salud. Lo destinaron al convento de El Pardo como profesor del seminario seráfico. Allí estaba cuando estalló la persecución religiosa. El 21 de julio de 1936 los milicianos asaltaron el convento, pero él pudo escaparse y marchar a pie a Madrid, de donde pasó a El Escorial a trabajar como electricista. Los milicianos lo detuvieron y encarcelaron a principios de 1937, y el 15 de enero de 1937 lo fusilaron en el sitio llamado “Cruz Verde”, de El Escorial (Madrid). Sus restos no han podido encontrarse. Beatificado el 13-X-2013. [Más información].

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San Dacio. Fue monje y luego obispo de Milán en tiempos difíciles a causa de las guerras. Puso empeño en aliviar la carestía de alimentos que sufría el pueblo. Acompañó al papa Vigilio a Constantinopla, buscando la reconciliación con el emperador Justiniano, y allí murió el año 552.

San Eufrasio. Obispo de Clermont-Ferrand, en la región francesa de Aquitania, cuya hospitalidad alabó san Gregorio de Tours. Murió el año 516.

San Félix de Nola. Era sacerdote en Nola, ciudad cercana a Nápoles, y sufrió cárcel y atroces torturas en la persecución de Decio. Tras un período de paz, el emperador Valeriano reanudó la persecución y Félix huyó y permaneció oculto hasta que, restablecida la paz, regresó a Nola, donde pudo seguir evangelizando. Murió después del año 260 o del 313.

San Fermín. Tercer obispo de Mende, en la región francesa del Languedoc, en el siglo V.

San Fulgencio. Hermano de los santos Leandro, Isidoro y Florentina. Nació en Cartagena, pero sus padres se trasladaron a Sevilla. Tenía una gran formación y contribuyó a la conversión de los visigodos arrianos y de su rey Recaredo a la fe católica. Nombrado obispo de Écija (Sevilla), gobernó su diócesis con sabiduría y celo apostólico. Murió en su sede episcopal el año 632.

San Glicerio. Diácono que sufrió el martirio en Antioquía de Siria (hoy en Turquía), en fecha incierta.

Santa Macrina. Abuela paterna de san Basilio Magno y de san Gregorio de Nisa. Convertida al cristianismo en su juventud por san Gregorio el Taumaturgo, ella y su esposo tuvieron que refugiarse durante la persecución de Maximino en las montañas del Ponto Eusino. Murió hacia el año 304.

Santos Monjes del Sinaí y de Egipto. Conmemoración de los numerosos monjes que fueron martirizados en el monte Sinaí y en Raiti (Egipto) en el siglo IV. El Martirologio Romano no da sus nombres, pero suelen citarse entre ellos Isaías y Sabas.

Santa Ninón. Joven cristiana llevada como esclava a Georgia. Por su vida de piedad, caridad y otras virtudes, acompañadas de los milagros que Dios quiso obrar por su medio, consiguió la conversión al cristianismo de la reina y más tarde la del rey, quien pidió a Constantino un obispo para evangelizar aquellas tierras. Su muerte se sitúa en el primer tercio del siglo IV.

San Potito. Joven nacido en Sárdica, en la Dacia Inferior, hoy Rumanía, hijo único, de familia pagana y rica, que abrazó la fe cristiana, contra la voluntad de su padre, por lo que fue torturado y decapitado en plena adolescencia, hacia el año 160.

Beato Odón de Novara. Sacerdote, prior de la cartuja de Geyrach en Eslovenia. Ante las presiones del obispo, acudió al Papa, quien lo dispensó de su oficio. Entonces, llamado por las monjas de Tagliacozzo (Abruzzo), se convirtió en su capellán principal y director de la clerecía que las atendía. Allí murió el año 1200, ya centenario.

Beato Pedro Donders. Apóstol de los leprosos. En 1842, al año de ordenarse de sacerdote, marchó a Surinam, colonia holandesa al norte de Sudamérica, donde trabajó pastoralmente entre los esclavos, los negros, los indios y, sobre todo, los leprosos. En 1867 ingresó en la Congregación del Santísimo Redentor. Falleció el año 1887 en la leprosería de Batavia, donde había convivido con los leprosos 30 años.

PARA TENER EL ESPÍRITU DE ORACIÓN Y DEVOCIÓN

Pensamiento bíblico:

Entonces el Rey dirá: --Venid, benditos de mi Padre, porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis... Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis (cf. Mt 25,34-40).

Pensamiento franciscano:

Dice san Francisco a sus hermanos: --Y confiadamente manifieste el uno al otro su necesidad, para que le encuentre lo necesario y se lo suministre. Y cada uno ame y cuide a su hermano, como la madre ama y cuida a su hijo, en las cosas para las que Dios le dé su gracia (1 R 9-10-11).

Orar con la Iglesia:

A Cristo, que de niño tuvo que emigrar con su familia, elevemos confiados nuestra oración:

-Para que las Iglesias locales respeten y favorezcan la identidad cultural de los inmigrantes.

-Para que los gobiernos y cuantos tienen poder abandonen los sistemas que crean marginación y obligan a la emigración.

-Para que se reconozcan los derechos y valores de los emigrantes y exiliados.

-Para que los creyentes cristianos acojamos, respetemos y protejamos a las personas y a las familias que se han visto obligadas a emigrar.

Oración: Para ti, Señor Jesús, nadie es extraño ni está alejado de tu protección; mira con piedad a los emigrantes y refugiados, concédeles a ellos un feliz retorno a su patria y a nosotros danos un amor como el tuyo hacia ellos. Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

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LA FAMILIA EMIGRANTE
Del Mensaje de Benedicto XVI
para la Jornada Mundial del emigrante (2007)

El evangelista Mateo narra que, poco tiempo después del nacimiento de Jesús, José se vio obligado a salir de noche hacia Egipto llevando consigo al niño y a su madre, para huir de la persecución del rey Herodes (cf. Mt 2,13-15). Comentando esta página evangélica, mi venerado Predecesor, el Siervo de Dios Papa Pío XII, escribió en 1952: «La familia de Nazaret en exilio, Jesús, María y José, emigrantes en Egipto y allí refugiados para sustraerse a la ira de un rey impío, son el modelo, el ejemplo y el consuelo de los emigrantes y peregrinos de cada época y país, de todos los prófugos de cualquier condición que, acuciados por las persecuciones o por la necesidad, se ven obligados a abandonar la patria, la amada familia y los amigos entrañables para dirigirse a tierras extranjeras» (Exsul familia, AAS 44, 1952, 649). En el drama de la Familia de Nazaret, obligada a refugiarse en Egipto, percibimos la dolorosa condición de todos los emigrantes, especialmente de los refugiados, de los desterrados, de los evacuados, de los prófugos, de los perseguidos. Percibimos las dificultades de cada familia emigrante, las penurias, las humillaciones, la estrechez y la fragilidad de millones y millones de emigrantes, prófugos y refugiados. La Familia de Nazaret refleja la imagen de Dios custodiada en el corazón de cada familia humana, si bien desfigurada y debilitada por la emigración. [...]

Muchas son las dificultades que encuentra la familia del emigrante. La lejanía de sus componentes y la frustrada reunificación son a menudo ocasión de ruptura de los vínculos originarios. Se establecen nuevas relaciones y nacen nuevos afectos; se olvida el pasado y los propios deberes, puestos a dura prueba por la distancia y la soledad. Si no se garantiza a la familia inmigrada una real posibilidad de inserción y participación, es difícil prever su desarrollo armónico. [...]

En cuanto al tema de la integración de las familias de los inmigrantes, siento el deber de llamar la atención sobre las familias de los refugiados, cuyas condiciones parecen empeorar con respecto al pasado, también por lo que atañe a la reunificación de los núcleos familiares. En los territorios destinados a su acogida, junto a las dificultades logísticas, y personales, asociadas a los traumas y el estrés emocional por las trágicas experiencias vividas, a veces se suma el riesgo de la implicación de mujeres y niños en la explotación sexual como mecanismo de supervivencia. En estos casos, es necesaria una atenta presencia pastoral que, además de prestar asistencia capaz de aliviar las heridas del corazón, ofrezca por parte de la comunidad cristiana un apoyo capaz de restablecer la cultura del respeto y redescubrir el verdadero valor del amor. Es preciso animar, a todo aquel que está destruido interiormente, a recuperar la confianza en sí mismo. Es necesario, en fin, comprometerse para garantizar los derechos y la dignidad de las familias, y asegurarles un alojamiento conforme a sus exigencias. A los refugiados se les pide que cultiven una actitud abierta y positiva hacia la sociedad que los acoge, manteniendo una disponibilidad activa a las propuestas de participación para construir juntos una comunidad integrada, que sea "casa común" de todos.

Entre los emigrantes existe una categoría que debemos considerar de forma especial: los estudiantes de otros países, que se hallan lejos de su hogar, sin un adecuado conocimiento del idioma, a veces carentes de amistades, y a menudo dotados con becas insuficientes. Su condición se agrava cuando se trata de estudiantes casados. Con sus Instituciones, la Iglesia se esfuerza por hacer menos dolorosa la ausencia del apoyo familiar de estos jóvenes estudiantes, ayudándolos a integrarse en las ciudades que les reciben, poniéndolos en contacto con familias dispuestas a acogerles y a facilitar el conocimiento recíproco. [...]

Queridos hermanos y hermanas, pueda la Jornada Mundial del emigrante y el refugiado convertirse en una ocasión útil para sensibilizar las comunidades eclesiales y la opinión pública acerca de las necesidades y problemas, así como de las potencialidades positivas, de las familias emigrantes. Dirijo de modo especial mi pensamiento a quienes están comprometidos directamente con el vasto fenómeno de la migración, y aquellos que emplean sus energías pastorales al servicio de la movilidad humana. La palabra del apóstol Pablo: "el amor de Cristo nos apremia" (2 Co 5,14) los anime a donarse, con preferencia, a los hermanos y hermanas más necesitados. Con estos sentimientos, invoco sobre cada uno la divina asistencia, y a todos imparto con cariño una especial Bendición Apostólica.

Vaticano, 18 de octubre de 2006

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«CREAMOS DE ACUERDO CO NUESTRO BAUTISMO
Y SINTAMOS COMO CREEMOS»
De una Carta de san Gregorio de Nisa

Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice, se salvará; el que se resista a creer, será condenado.

Confesamos que la doctrina que Cristo enseñó a sus discípulos al confiarles el misterio del amor, es el fundamento y la raíz de una fe firme y salutífera, y creemos no haber nada más sublime, más seguro ni más cierto que esta tradición.

La doctrina del Señor es ésta: Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Con el don de la santísima Trinidad, participan de su poder vivificante cuantos renacen de la muerte a la vida eterna, y el don de la fe les hace dignos de esta gracia. Por lo mismo, queda imperfecta la gracia si en el bautismo que confiere la salvación es omitido uno de los nombres de la santísima Trinidad, no importa cuál. De hecho, el sacramento de la regeneración no puede correctamente conferirse sólo en el nombre del Padre y del Hijo sin el Espíritu Santo; y si es silenciado el Hijo, el bautismo no podrá otorgarnos la vida perfecta mencionando sólo al Padre y al Espíritu Santo. La misma gracia de la resurrección no alcanza su perfección en el Padre y el Hijo, si se omite el Espíritu Santo. Por consiguiente, toda la esperanza y seguridad de la salvación de nuestras almas se cimienta en las tres Personas que nos son conocidas bajo estos nombres. Creemos en el Padre de nuestro Señor Jesucristo, fuente de la vida; creemos en el Hijo unigénito del Padre, autor de la vida según enseña el Apóstol; creemos en el Espíritu Santo de Dios, del cual dice el Señor: El Espíritu es quien da vida.

Ahora bien, como a nosotros, redimidos de la muerte, se nos da en el santo bautismo la gracia de la inmortalidad mediante la fe en el Padre y en el Hijo y en el Espíritu Santo, apoyados en esta convicción creamos que nada servil, creado o indigno de la majestad del Padre puede hallarse en la Trinidad. Una es la vida que hemos recibido por la fe en la santísima Trinidad: emana del Señor, Dios del universo como de su principio fontal, el Hijo la comunica y llega a su plenitud por obra del Espíritu Santo.

En fuerza de esta seguridad y convicción fuimos bautizados según nos fue mandado: creamos de acuerdo con nuestro bautismo y sintamos como creemos, de suerte que no haya discrepancia alguna entre bautismo, fe y modo de sentir respecto del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

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LA HUMANIDAD DE DIOS
QUE IRRADIA DEL ROSTRO DE CRISTO

por Martín Steiner, o.f.m.

1. Francisco «comenzó a hacer penitencia» pasando de su mundo, el del «común» o nuevo municipio, al mundo de los rechazados y marginados por la sociedad. En el corazón de este pasaje, realizado en la docilidad al Señor que lo conducía secretamente, Francisco se dejó iluminar por la claridad resplandeciente del Rostro del Crucificado, hermano de todos los pequeños, de los pobres, de los marginados...

Ahora bien, Francisco comprendió que sólo puede permanecer en el ámbito de la irradiación de esa luz quien acepta volverse hacia ella constantemente para dejarse convertir por ella. Los pecadores, que no quieren abrirse a esta revelación de la humanidad de Dios, rechazando así el «gustar cuán suave es el Señor» y, en consecuencia, «no queriendo cumplir los mandamientos del Señor», «aman más las tinieblas que la luz». Sobre ellos pesa una maldición (2CtaF 16): «Engañados por el diablo, cuyos hijos son y cuyas obras hacen, son unos ciegos, pues no ven a quien es la luz verdadera, nuestro Señor Jesucristo. No tienen sabiduría espiritual, porque no tienen en sí al Hijo de Dios, que es la verdadera sabiduría del Padre» (2CtaF 66-67). Su ceguera procede de una opción consciente por el mal. Pero en realidad son víctimas de los tres enemigos que Francisco ha desenmascarado en su búsqueda del Rostro del Señor: la carne, es decir, el egoísmo que, en nosotros, opone resistencia al Señor (ese corazón malo de donde proceden todos los males); el mundo, es decir, todo cuanto, fuera de nosotros, se opone a la gracia; y por último, el diablo, príncipe de las tinieblas (2CtaF 69). Para Francisco ya no hay término medio: o bien el hombre acoge la nueva luz que mana de la cruz, y «vive en penitencia» (cf. 2CtaF 63-71), vencido por la bondad gratuita, absolutamente inmerecida, que lee en la mirada de su Señor, o bien el hombre permanece en tinieblas, cegado como está por todas las fuerzas de la ambición y de la autosuficiencia en sí y fuera de sí. Pero entonces se vuelve inhumano.

2. Las tinieblas que disipa la luz que irradia el rostro de Cristo pueden ser también de otra naturaleza: Francisco mismo conoció personalmente la noche de la prueba y de la tentación. Y sus hermanos, no se libraron. La manera en que Francisco libró a Fr. León de una gran tentación diabólica descorre un tanto el velo sobre las luchas íntimas del Poverello mismo, que buscaba la paz poniéndose bajo la luz del Crucificado. Cuando a Fr. León le asaltaron las tentaciones, estaba con Francisco en el monte de La Verna. Francisco acababa de ser totalmente configurado con su Señor por la estigmatización. En la aparición del Serafín, Francisco quedó aterrado por la crucifixión y los sufrimientos crueles de su Señor. Al mismo tiempo, experimentó una inmensa alegría al sentirse envuelto en la mirada benigna y benévola de Cristo (1 Cel 94; LM 13, 3; Ll 3). Entonces compuso y escribió en un trozo de pergamino, cuyo destinatario era Fr. León, las conocidas Alabanzas de Dios (=AlD); en el reverso, añadió, también de su propia mano:

El Señor te bendiga y te guarde;
te muestre su rostro y tenga piedad de ti.
Vuelva a ti su rostro y te conceda la paz.
El Señor te bendiga, hermano León (BenL).

La tentación de Fr. León desapareció inmediatamente...

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