DIRECTORIO FRANCISCANO
Año Cristiano Franciscano

DÍA 4 DE ENERO

 

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SANTA ÁNGELA DE FOLIGNO. Nació en Foligno (Umbría) en 1248. De elevada posición económica, durante algún tiempo se dio a los placeres y vanidades del mundo. Se casó y tuvo varios hijos. Pero, cuando tenía unos 35 años, huérfana de todos sus seres queridos, madre, esposo e hijos, empezó su conversión, amargada por la crisis que le producían las malas confesiones, hasta que, en Asís, tras una buena confesión general, se convirtió del todo al Señor. Luego se alistó en la Tercera Orden Franciscana y arrastró a muchas mujeres a su imitación. Se distinguió por su ferviente amor a Dios y al prójimo, particularmente a los pobres, y asimismo por su humildad, paciencia y pobreza. Colmada de dones celestiales y experiencias místicas, profesó gran devoción a los misterios de la vida y, en particular, de la pasión de Cristo, y dejó admirables escritos sobre la vida espiritual, hasta merecer el sobrenombre de «maestra de teólogos». Murió en Foligno el 4 de enero de 1309, rodeada de un gran coro de hijos y discípulos espirituales. Canonizada de manera equipolente el 9-X-2013. - Oración: Oh Dios, que has distinguido a la santa Ángela con la gracia de la contemplación de los misterios de tu Hijo; concédenos por sus méritos participar ahora de esos mismos misterios y después gozar de la manifestación de tu gloria en el cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

BEATA CRISTIANA MENABUOI . Nació en Santa Croce sull'Arno (Pisa) hacia 1240, y murió allí mismo el 4 de enero de 1310. Su nombre de pila era Oringa, pero sus conciudadanos la llamaron Cristiana por sus ejemplos admirables de virtud y de caridad cristiana. Vistió el hábito de la Tercera Orden Franciscana, y fundó en Florencia un monasterio de monjas agustinas.

BEATO MANUEL GONZÁLEZ GARCÍA. Nació el año 1877 en Sevilla, donde recibió la ordenación sacerdotal en 1901. Se dedicó al ministerio parroquial hasta que fue elegido obispo de Málaga, y más tarde de Palencia. Fue un pastor celoso, promotor de una gran labor apostólica y social. Destacó por su espiritualidad y apostolado eucarístico; entre sus fundaciones, la Obra de las Marías de los Sagrarios-Calvarios y la Congregación de las Misioneras Eucarísticas de Nazaret. Murió en Madrid el año 1940.

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San Abrúnculo. Obispo de Langres y de Clermont sucesivamente. Murió en Auvergne (Aquitania) el año 490.

Santa Faraílda. Viuda. Durante su matrimonio sufrió malos tratos por parte de su marido. Vivió en piedad y penitencia hasta edad avanzada, y murió en Gante el año 745.

San Ferréolo. Obispo de Nimes. Escribió una regla monástica y sufrió el destierro. Murió en Uzès (Nimes) el año 581.

San Gregorio. Obispo de Langres. Había estado casado y fue gobernador de Autun. Al quedar viudo, se ordenó de sacerdote. Murió en Dijon (Borgoña) el año 539.

Santos Hermes y Cayo. Martirizados en Bolonia, durante la persecución de Maximiano, en el siglo IV.

Santa Isabel Ana Bayley, viuda de Seton. Tuvo de su matrimonio cinco hijos. Era anglicana y de viuda, en 1805, descubrió el catolicismo. Fundó la Congregación de las Hermanas de la Caridad de San José. Murió en Emmitsburg (Estados Unidos) el año 1821.

San Rigoberto. Obispo de Reims, que fue expulsado de su sede por Carlos Marte. Murió en Reims el año 743.

San Rogomerio. Obispo de Meaux, en la región de París, donde murió el siglo VI.

Beato Euquerio Llanillo. Nació en Solanas de Valdelucio (Burgos) en 1914. Los seis hermanos varones fueron maristas; el padre era maestro y creó en su hogar un verdadero seminario. Profesó en los Maristas el año 1930. En el Colegio Externado Chamberí (Madrid), único destino que tuvo, sobresalió como buen educador. El 26-VII-1936, tras estallar la persecución religiosa, se refugió en una fonda madrileña. El 30 de agosto fue detenido e internado en la Cárcel Porlier, donde, enfermo y minada su salud por las vejaciones y malos tratos, y sin atención médica, murió el 4 de enero de 1937, antes de cumplir los 23 años. Beatificado como mártir el 13-X-2013.

Beato Tomás Plumtree. Sacerdote y mártir inglés. Conducido al patíbulo el año 1570 en Durham (Inglaterra), bajo el reinado de Isabel I, por su fidelidad al Papa y a la Iglesia.

PARA TENER EL ESPÍRITU DE ORACIÓN Y DEVOCIÓN

Pensamiento bíblico :

Dijo Jesús a la gente: -El Reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra, lo vuelve a esconder, y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo. El Reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas, que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra (Mt 13,44-45).

Pensamiento franciscano :

Ahora -decía san Francisco a sus hermanos-, después que hemos dejado el mundo, no tenemos ninguna otra cosa que hacer sino seguir la voluntad del Señor y agradarle a él. Guardémonos mucho de ser terreno junto al camino, o rocoso o espinoso, según lo que dice el Señor en el Evangelio: La semilla es la palabra de Dios, y la que cayó junto al camino... (1 R 22,9-12).

Orar con la Iglesia:

A Cristo, Palabra eterna del Padre, manifestado en la carne, que nos llama a la conversión y nos garantiza la salvación, dirijamos nuestra plegaria:

-Por la santa Iglesia, para que todos sus hijos, por intercesión de María, renazcamos de continuo a una vida nueva.

-Por los pobres, los emigrantes y exiliados, los que sufren abandono y soledad, para que entrevean en nuestra caridad el rostro de Cristo y los brazos de la Madre.

-Por los cristianos desasosegados o atormentados por la conciencia, para que encontremos en el sacramento de la reconciliación los brazos del Padre pródigo en amor.

-Por los que celebramos el misterio de Navidad, para que lo estimemos todo pérdida, comparado con la excelencia del conocimiento de Jesús, Dios e hijo de María.

Oración: Dios todopoderoso, que tu Salvador, luz de redención que surge en el cielo, amanezca también en nuestros corazones y los renueve siempre. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

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JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ
Benedicto XVI, Ángelus del 1-I-07

Queridos hermanos y hermanas:

Con una feliz intuición, mi venerado predecesor el siervo de Dios Pablo VI quiso que el año comenzara bajo la protección de María santísima, venerada como Madre de Dios. La comunidad cristiana, que durante estos días ha permanecido en oración y adoración ante el belén, mira hoy con particular amor a la Virgen Madre; se identifica con ella mientras contempla al Niño recién nacido, envuelto en pañales y recostado en el pesebre. Como María, también la Iglesia permanece en silencio para captar y custodiar las resonancias interiores del Verbo encarnado, conservando el calor divino y humano que emana de su presencia. Él es la bendición de Dios. La Iglesia, como la Virgen, no hace más que mostrar a todos a Jesús, el Salvador, y sobre cada uno refleja la luz de su Rostro, esplendor de bondad y de verdad.

Hoy contemplamos a Jesús, nacido de María Virgen, en su prerrogativa de verdadero «Príncipe de la paz» (Is 9,5). Él es «nuestra paz»; vino para derribar el «muro de separación» que divide a los hombres y a los pueblos, es decir, «la enemistad» (Ef 2,14). Por eso, el mismo Papa Pablo VI, de venerada memoria, quiso que el 1 de enero fuera también la Jornada mundial de la paz: para que cada año comience con la luz de Cristo, el gran pacificador de la humanidad.

Renuevo hoy mi deseo de paz a los gobernantes y a los responsables de las naciones y de los organismos internacionales y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad. Lo hago en particular con el Mensaje especial que preparé juntamente con mis colaboradores del Consejo pontificio Justicia y paz, y que este año tiene por tema: «La persona humana, corazón de la paz». Ese Mensaje aborda un punto esencial, el valor de la persona humana, la columna que sostiene todo el gran edificio de la paz.

Hoy se habla mucho de derechos humanos, pero a menudo se olvida que necesitan un fundamento estable, no relativo, no opinable. Y ese fundamento sólo puede ser la dignidad de la persona. El respeto a esta dignidad comienza con el reconocimiento y la protección de su derecho a vivir y a profesar libremente su religión.

A la santa Madre de Dios dirigimos con confianza nuestra oración, para que se desarrolle en las conciencias el respeto sagrado a toda persona humana y el firme rechazo de la guerra y de la violencia. María, tú que diste al mundo a Jesús, ayúdanos a acoger de él el don de la paz y a ser sinceros y valientes constructores de paz.

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EL MISTERIO DE LA ENCARNACIÓN
De los escritos de la beata Ángela de Foligno

Dios mío, hazme digna de conocer el altísimo misterio que emana de tu refulgente e inefable amor, del amor de las tres personas de la Trinidad, y el misterio de tu santa encarnación, principio de nuestra salvación.

La encarnación tiene en nosotros dos vertientes: nos colma de amor y nos asegura la certeza de nuestra salvación eterna.

¡Oh amor que supera toda sabiduría! iOh amor supremo! El amor mayor, pues mi Dios se hace hombre y a mí me hace Dios. ¡Oh amor entrañable: te has rebajado, pero no has perdido nada de tu divinidad! El abismo de tu encarnación me obliga a pronunciar estas palabras apasionadas: tú, el incomprensible, hecho comprensión; tú, increado, hecho criatura; tú, inconcebible, hallado concebible; tú, espíritu impalpable, palpado por las manos de los hombres.

Dios mío, hazme digna de penetrar en el misterio insondable del amor manifestado y compartido con los hombres en tu encarnación.

Dios increado, hazme digna de conocer el fondo de tu amor y de comprender tu inefable caridad, por la que tú nos has dado a tu Hijo Jesucristo, y por la que tu Hijo te ha revelado a nosotros como Padre. Hazme digna de conocer y comprender tu inefable amor hacia nosotros; hazme capaz de penetrar en tu inestimable y ardiente caridad, unida al amor profundo con el que siempre has distinguido al género humano para gozar de tu visión.

¡Oh Ser supremo, hazme digna de comprender el valor del don que supera toda otra dádiva y por el que los ángeles y los santos encuentran en el cielo su plena felicidad al verte, contemplarte y amarte! ¡Oh don sobre toda dádiva, tú eres el Amor! ¡Oh Bien sumo, te has dignado manifestarte como Amor y nos capacitas para amar este Amor!

Cuantos lleguen a tu presencia recibirán la recompensa proporcionada al amor. Y sólo el amor verdadero es capaz de elevar hasta la quietud del éxtasis a las almas contemplativas.

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FRANCISCO Y CLARA DE ASÍS
CONTEMPLAN EL MISTERIO DE MARÍA

por Michel Hubaut, o.f.m.

La fecundidad de María es una realidad espiritual permanente. Su intimidad, única, con Dios, la convierte en mediadora privilegiada, en fuente de gracia actual. En ella «estuvo y está toda la plenitud de la gracia», escribe Francisco (SalVM 3).

¿Fue una casualidad que él y Clara vivieran el principio de su aventura humana y espiritual a la sombra materna de esta madre de misericordia en Santa María de los Ángeles o de la Porciúncula? De hecho, junto a ella acogió Francisco y dio a luz el Evangelio. Junto a ella recibió también su misión apostólica. Tras haber reparado dos iglesias en ruinas, llegó al lugar llamado «Porciúncula» o Santa María de los Ángeles, «una antigua iglesia construida en honor de la beatísima Virgen María, que entonces se hallaba abandonada, sin que nadie se hiciera cargo de la misma. Al verla el varón de Dios en semejante situación, movido por la ferviente devoción que sentía hacia la Señora del mundo, comenzó a morar de continuo en aquel lugar con intención de emprender su reparación...» (LM 2,8). «Mientras moraba en la iglesia de la Virgen, madre de Dios, su siervo Francisco insistía, con continuos gemidos ante aquella que engendró al Verbo lleno de gracia y de verdad, en que se dignara ser su abogada, y al fin logró -por los méritos de la madre de misericordia- concebir y dar a luz el espíritu de la verdad evangélica» (LM 3,1). «Amó el varón santo dicho lugar con preferencia a todos los demás del mundo -escribe su biógrafo-, pues aquí comenzó humildemente, aquí progresó en la virtud, aquí terminó felizmente el curso de su vida; en fin, este lugar lo encomendó encarecidamente a sus hermanos a la hora de su muerte, como una mansión muy querida de la Virgen».

También fue en este santuario donde Francisco y sus hermanos recibieron a Clara, cuando ésta abandonó la casa paterna. Allí se despojó Clara de todas sus joyas y consagró su vida a Cristo. «De este modo -comenta su biógrafo- quedaba bien de manifiesto que era la Madre de la misericordia la que en su morada daba a luz ambas Órdenes» (LCl 8). Esta iglesia de Santa María de los Ángeles es, pues, la cuna de toda la familia franciscana.

Por eso, María será siempre para Francisco y para Clara un camino privilegiado, una mediación materna que conduce a su Hijo. Aunque fuertemente unidos a Cristo como único Salvador, jamás dudarán en recurrir a la intercesión de esta madre de bondad. «Ruega por nosotros... ante tu santísimo Hijo amado, Señor y maestro», repetían varias veces al día.

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