DIRECTORIO FRANCISCANO
Temas de estudio y meditación

FRANCISCO, MAESTRO DE ORACIÓN
Comentario a las oraciones de san Francisco

por Leonardo Lehmann, OFMCap

.

Capítulo XII
DEL TÚ DE DIOS AL TÚ DEL HERMANO
La «Bendición al hermano León» (BenL)

[Vom Du Gottes zum Du des Bruders. Der Segen für Bruder Leo, en Franziskus, Meister des Gebets, Werl/Westf., Dietrich Coelde Verlag, 1989, 205-217].

El pergamino de 14 por 10 centímetros que Francisco le regaló a fray León, está escrito por las dos caras. En el reverso de las Alabanzas del Dios altísimo se encuentra la siguiente bendición:

El Señor te bendiga y te guarde;
te muestre su faz y tenga misericordia de ti.
Vuelva su rostro a ti y te dé la paz.
El Señor te bendiga, hermano León.

Debajo del texto de la Bendición, el mismo fray León añadió, en tinta roja, estas palabras: «El bienaventurado Francisco escribió de su propia mano esta bendición a mí, fray León». Y más abajo, al pie del mismo lado del pergamino, debajo del signo "Tau y la cabeza" delineado por el bienaventurado Francisco, añade cuidadosamente: «De manera semejante hizo de su propia mano este signo Tau, y la cabeza».

Reavivar lo casi olvidado

El texto de la Bendición al hermano León escrita por Francisco reproduce casi al pie de la letra la bendición de Aarón, del libro de los Números (Núm 6,24-26). Francisco omite dos veces la palabra «Señor» ( Yahvéh, Dominus), repetida intencionadamente al principio de las tres frases de la bendición aaronítica, repetición que los Padres de la Iglesia consideraron como una alusión a la Trinidad:

El Señor te bendiga...
El Señor te ilumine...
El Señor te muestre su rostro...

Es evidente que la bendición de Francisco no está tomada directamente del Antiguo Testamento. Concuerda más bien con una bendición que se impartía, durante la Edad Media, en muchos obispados en la ordenación de los clérigos o en la celebración de la reconciliación de los pecadores, el día del Jueves Santo. Francisco conoció, pues, la fórmula de esta bendición gracias a la liturgia de Semana Santa o cuando fue ordenado diácono, o bien con motivo de la ordenación de sus frailes.

Aunque la bendición aaronítica se empleaba al menos en las citadas ocasiones, la verdad es que su uso en la Edad Media era más bien poco frecuente. A fin de distinguirse de la sinagoga, la Iglesia primitiva eliminó muy pronto en sus celebraciones litúrgicas el uso de esta «bendición judía». Martín Lutero fue el primero en volver a presentarla, en 1523, como una posible bendición litúrgica cristiana y, dos años más tarde, la propuso como modelo en su «misa alemana». Zuinglio y Calvino siguieron su ejemplo. Hasta el Concilio Vaticano II los católicos la consideraron como una bendición «típicamente protestante». En el misal romano actual figura como la primera de las bendiciones solemnes del final de la misa, y en los tres ciclos litúrgicos el texto de Núm 6,22-27 constituye la primera lectura del día 1 de enero.

La bendición de Aarón es en la actualidad un bien común que une a católicos, judíos y protestantes. Su uso tiene en nuestros días un significado ecuménico. Un motivo más para que los franciscanos tengamos en gran estima esta bendición y fomentemos su uso. Con ello no haremos sino lo que Francisco hizo: tomó una fórmula litúrgica casi olvidada, le pareció apropiada para consolar a un amigo y lo bendijo con ella. Actuando así descubrió su profundo significado, encontró su sentido original. Lo que añadió al texto bíblico-litúrgico fueron unas pocas palabras, pero muy importantes, por ser suyas propias: «¡El Señor te bendiga, hermano León!».

Estas palabras están escritas más a la derecha que las otras; el trazo del madero vertical de la cruz dibujada en la bendición se encuentra en medio del nombre del hermano León, entre la «e» y la «o». Francisco expresa con toda sencillez su deseo de bendición al atormentado compañero. La forma directa de hablarle es una muestra de su preocupación materna y emocionada por el amigo íntimo, su confesor y secretario. Éste es sacerdote; Francisco, en cambio, sólo es diácono. ¡Un no sacerdote bendice a un sacerdote!

Bendiciendo, Francisco se inserta -tal vez con plena conciencia de ello- en la línea de los que transmitían la bendición de Yahvéh en la antigua alianza y de los que, en algunas ocasiones, invocaban en la liturgia de la Iglesia la bendición de Dios sobre una persona o sobre el pueblo. Hace algo a lo que le autoriza el bautismo y que se le ha encomendado oficialmente en calidad de diácono.

De la entrega a Dios a la entrega al hermano

Las Alabanzas del Dios altísimo, escritas en el anverso del pergamino, repiten más de treinta veces la exclamación «Tú», referida a Dios; en cambio, nunca emplean la palabra «yo». Francisco se coloca en un segundo plano ante la grandeza y complejidad de Dios, a quien alaba con una serie de títulos diferentes. Lo que mantiene inalterable a través de las distintas invocaciones es su entrega al «Tú» inabarcable de Dios. De esta inmersión mística pasa a la entrega al «tú» del hermano: de la entrega a Dios brota la entrega al hermano. Y también ahora su «yo» se mantiene en un segundo plano. Lo que le importa es Dios y el hermano León. En el breve texto de la Bendición al hermano León repite siete veces (¡) el pronombre personal «tú» (te, de ti, a ti). De este modo prosigue su entrega al «Tú» de Dios en la entrega al «tú» del hermano, que sufre una tentación de la que no se nos ofrecen detalles. No le da ningún consejo amistoso. Se mantiene en una actitud discreta, limitándose a bendecirle. Así como en el anverso del pergamino se remitía a Dios, lleno de grandeza y de bondad, así también ahora coloca a fray León bajo la bendición del mismo Salvador, Protector y Defensor, deseándole que Dios le muestre su rostro y tenga misericordia de él. El rostro de Dios, que iluminó las tinieblas de Francisco en la capilla de San Damián, ilumine también la oscuridad del hermano León. El rostro de Dios, que imprimió en el cuerpo del seráfico Francisco las marcas del amor, encienda igualmente en fray León el fuego de la caridad. Dios, que es «seguridad y descanso», conceda al hermano León la paz y el bien, el shalom bíblico.

El fiel compañero, desalentado mientras Francisco, en cambio, ha recibido la gracia de quedar sellado en el cuerpo con las marcas de la cruz, es introducido mediante la bendición del Poverello en el encuentro de éste con Cristo. Francisco quiere hacerle partícipe del don recibido. Esta participación es fruto de su bendición personal, reforzada con «el signo tau y la cabeza».

EL SIGNO «TAU» (T)

En medio del nombre de fray León, entre la «e» y la «o» se encuentra el trazo vertical de la letra tau, cuyas líneas transversales son más cortas y finas.

El signo "taw-tau" en la Biblia

El signo tau, poco conocido en la actualidad, es de origen bíblico. En Ezequiel 9,3-4, Yahvéh le dice «al hombre vestido de lino que tenía la cartera de escriba en la cintura» que marque con una taw la frente de los hombres que gimen y lloran por todas las prácticas abominables que se cometen en Jerusalén. En hebreo antiguo la taw tenía forma de cruz, a la manera de nuestra «T» mayúscula. Era la última letra del alfabeto hebreo, y quienes no sabían escribir la usaban como firma (cf. Job 31,35). También era una señal protectora, como la «señal de Caín» (cf. Gén 4,15) y la sangre con que los israelitas untaron las jambas de sus puertas la noche de la liberación de Egipto (Éx 12,7).

El sentido vétero-testamentario de la letra hebrea taw pasó en el nuevo Testamento a la letra griega tau. San Juan tiene una visión en la que escucha el mandato dado a los cuatro ángeles: «No causéis daño ni a la tierra ni al mar ni a los árboles, hasta que marquemos con el sello la frente de los siervos de nuestro Dios». Los marcados con el sello fueron 144.000, de todas las tribus de Israel (Ap 7,2-8). Sólo podían dañar «a los hombres que no llevaran en la frente el sello de Dios» (Ap 9,4). Aquí no se cita expresamente la tau ni la cruz, pero se las da por supuestas. En todo caso, siempre se entendió este pasaje relacionado con el de Ezequiel 9. Los Padres de la Iglesia vieron en el signo tau con que fueron marcados los salvados una imagen de la cruz, signo de salvación. En esta línea de la tradición, san Buenaventura interpreta a la luz de Ezequiel 9,4 y del Apocalipsis 7,2 la predilección de Francisco por la tau. Echando una mirada retrospectiva a la vida de Francisco, considera que su misión fue la de «llamar a los hombres al llanto y luto, a raparse y ceñirse de saco y a grabar en la frente de los que gimen y se duelen el signo tau, como expresión de la cruz de la penitencia y del hábito conformado a la misma cruz» (LM Pról 2b; cf. LM 4,9; Milagros 10,6-7).

La tradición de la "tau" en tiempo de san Francisco

En esta devoción Francisco estuvo más influido por la tradición contemporánea que por la Sagrada Escritura. El simbolismo de la tau estaba de moda en su tiempo. Durante la inauguración del Concilio IV de Letrán (1215), el papa Inocencio III predicó sobre Ezequiel 9 y llamó a todos los cristianos a hacer penitencia bajo el signo de la tau, signo de conversión y señal de la cruz. Los antonianos, que se dedicaban sobre todo a la atención de los contagiados por la peste, llevaban en el hábito la cruz antoniana, en forma de tau.

Como posibles fuentes pictóricas de la veneración de la tau hay que tener en cuenta sobre todo las ilustraciones de libros, especialmente las pinturas del canon.[1] Se llama «pintura del canon» la página del misal en la que estaba pintado y adornado con una cruz el principio del canon latino: Te igitur, clementissime Pater... («A ti, pues, Padre misericordioso...). La «T» del «Te igitur» se convirtió con frecuencia en una cruz grande y polícroma, cuyo madero vertical se unía con el travesaño al igual que la «T» mayúscula, o subía hasta más arriba formando una cruz latina. Este segundo caso podemos verlo en el misal de la iglesia de San Nicolás, que Francisco, Bernardo y Pedro Cattani consultaron por tres veces, deseosos de conocer lo que Dios quería de ellos (cf. TC 28-29).

La "tau" trazada por Francisco

La taw hebrea, o la tau griega, estaba por tanto de moda. Para Francisco era, igual que la cruz, el signo de la salvación y de la redención. Y así como la salvación se llevó a cabo mediante la cruz, con sufrimientos y dolores, así también el discípulo de Jesús está llamado a seguir el camino de la cruz. De acuerdo con la llamada del Papa al inicio del concilio, la tau fue para Francisco un signo especial de renovación y penitencia, que empleó en distintas circunstancias. «La señal de la tau le era preferida sobre toda otra señal; con ella sellaba y marcaba las paredes de las pequeñas celdas» (3 Cel 3d).

Quien visite Fonte Colombo, el «Sinaí franciscano», podrá observar en la capilla de la Magdalena, a la izquierda del altar, una tau pintada en rojo en el intradós de la ventana. Con buenas razones, la tradición atribuye esta pintura a san Francisco. La terminación gruesa de los extremos del travesaño es una muestra de cómo se escribía a principios del siglo XIII. La tau tiene en ese lugar un significado muy apropiado, pues está indicando que Magdalena es la penitente.

Las taus iniciales de las «pinturas del canon» nos hablan claramente de la vinculación de la obra de la redención con la eucaristía. De esta vinculación, así como de la reforma eucarística deseada por Francisco, nos habla también la tau colocada por él como firma de la primera Carta a los Clérigos, que puede verse en el Misal de Subíaco.[2]

Por ello las ediciones de los escritos de Francisco deberían reproducir la tau al final de la primera Carta a los Clérigos, como hacen al reproducir la Bendición al hermano León. Esa manera de actuar de Francisco en las dos ocasiones citadas no es nada extraordinario; ya había actuado así antes. La tau es un signo preferido desde antes de dedicarle el pergamino al hermano León. Precisamente por ello puede fray León entender la tau en el sentido en que la entiende Francisco y tener en gran estima, como un autógrafo, el pergamino que contiene la bendición. Lleva la letra manuscrita e inconfundible de Francisco.

LA CABEZA BAJO LA «TAU»

El dibujo que aparece bajo la tau no tiene un significado tan unívoco como ésta. El madero vertical de la tau parece salir de la boca abierta de una cabeza humana; es decir, la cruz brota como de la boca, lo cual podría ser una alusión a la proclamación de la conversión y de la cruz. Los contornos imprecisos del dibujo han dado pie a muchas interpretaciones, no siempre acertadas. Vale la pena tomar en serio dos de ellas, que son las que prevalecen hoy en día: una considera que el dibujo es la calavera de Adán; la otra afirma que es la cabeza de fray León.

La calavera de Adán

La Legenda aurea, compilada por el dominico Jacobo de Vorágine († 1298), transmite, entre otras, la siguiente leyenda, conocida desde la alta Edad Media y llena de profundo significado: la cruz de Cristo fue hecha con madera del mismo árbol en el que pecó Adán, y fue levantada en el mismo lugar en que se hallaba el sepulcro de Adán. Mediante la sangre que brotó de la cruz fue redimido Adán y, con él, todo el género humano.[3] Esta interpretación de la relación entre la redención y el pecado original, teológicamente irreprochable, podemos encontrarla también en el arte. Desde el siglo VI el arte representa el tema de «Adán bajo el Gólgota». En la catedral de Espoleto puede verse un crucifijo pintado en 1180 que reproduce la siguiente escena: en los lados derecho e izquierdo del Crucificado están de pie María y Juan; bajo los pies de Cristo está pintada la calavera de Adán; la sangre que brota de las llagas de los pies de Jesús se derrama sobre la cabeza de Adán.

Si Francisco no había oído hablar de esta leyenda de la cruz, es bien probable que la conociera -hombre de aguda vista como fue- gracias a las obras de arte. Por eso lo más probable es que lo que dibuje bajo la tau sea la calavera de Adán. Quería así, con su dibujo más bien insinuado que claro, manifestar que toda la descendencia de Adán había sido redimida por Jesucristo, el segundo Adán. También tú, fray León, le dice, eres uno de los redimidos.

La cabeza del hermano León

El dibujo puede entenderse, así mismo, como una reproducción de la cabeza de fray León. Y esto sería exactamente igual de significativo, pues es a él personalmente a quien Francisco bendice. Refiriéndose a Ezequiel 9 y Apocalipsis 7, Francisco entiende la tau como el sello de los elegidos. Quien vive en esta vida bajo el signo de la conversión (tau), está marcado, ya desde ahora, en calidad de siervo de Dios, con el sello de los salvados (tau). Francisco quería consolar al atribulado León, asegurándole: el sello de la cruz está marcado sobre tu frente, pues formas parte de los auténticos convertidos y, por tanto, de los que serán salvados.

Estas dos interpretaciones pueden armonizarse entre ellas. No se excluyen, sino que se complementan. Puesto que la humanidad ha sido redimida por Cristo, también León ha sido redimido. Es un pecador, como Adán, pero lo limpia la sangre del Redentor. Es uno de los «varones penitentes de la ciudad de Asís» (TC 37c) y, como Francisco, vive bajo el signo de la tau, de la conversión y de la redención, de la solidaridad y la oración en común. Bendiciendo personalmente al hermano León y trazando sobre él el signo de la cruz, le expresa y le entrega la fuerza salvadora que brota de ese signo de salvación.

LA BENDICIÓN QUE CONSUELA A FRAY LEÓN
ES TAMBIÉN UN CONSUELO PARA NOSOTROS

Tal como el hermano León interpretó el dibujo de debajo de la bendición, las palabras y los hechos de Francisco fueron para él un signo de consuelo. Y lo son también para nosotros.

Ahí radica, para fray León, la importancia de todo el escrito: es un pergamino consolador para todos. Cada uno y cada una de nosotros puede sentirse concernido por él. Aun cuando las Alabanzas del Dios altísimo son una oración personal de Francisco, escrita después de la recepción de las llagas, no se circunscribe únicamente a aquella situación. Es un escrito válido para todos y en todo tiempo.

Esta letanía de nombres de Dios nos presenta la grandeza y la bondad de Dios y nos invita a familiarizarnos, con Francisco, en la santidad, grandeza, amor, mansedumbre y bondad de Dios, llevando a Cristo «en el corazón y en nuestro cuerpo por el amor y por una conciencia pura y sincera» (2CtaF 53). Aunque no llevemos grabadas visiblemente las llagas del Crucificado, sí las llevamos internamente. A todo aquel que se deja herir en nombre de Cristo y carga con su cruz, Francisco le dice lo mismo que le dijo a fray León: también tú estás marcado con la cruz de Cristo y, por tanto, bendecido. Eres propiedad de Dios y estás bajo su protección.

Así, todos los que procuran seguir a Cristo en las dificultades de la vida, pueden percibir cómo la bendición de san Francisco va también dirigida a ellos y cómo los marca con la tau. Y cada uno y cada una puede considerar:

«Esta tau es la cruz, el signo de Jesucristo, el Cordero sacrificado. Mediante su cruz he sido salvado también yo.

Puedo contarme entre los que han sido marcados con ella.

Vienen de la gran tribulación y han sido lavados en la sangre del Cordero. Ahora viven en comunión con él y a su servicio.

Y el Cordero los apacentará y los conducirá a las fuentes de donde mana el agua de la vida.

Y Dios secará todas sus lágrimas.

Francisco es un signo de ello.

En él estuvieron impresas visiblemente las llagas del Crucificado.

Como el ángel del sello del Apocalipsis pide a Dios que detenga su juicio, y sella y bendice a los siervos de Dios.

También yo he sido sellado y salvado en la cruz de Cristo.

Y puedo, como Francisco, bendecir a otros con entrega cordial, y ser signo y bendición que traiga a otros la paz y el bien.

Yo, su hermano León... su hermano... su hermana...».[4]

SUGERENCIAS PARA LA REFLEXIÓN
PERSONAL Y EN GRUPO

1. En primer lugar, con el fin de tener una idea de las bendiciones del Antiguo Testamento, hacer un trabajo bíblico parecido al siguiente:

a) ¿Qué atestiguan las fórmulas de bendición del Génesis 27,28; 48,15.20; 49,25s? ¿Quién es el dispensador de la bendición?

b) ¿Quién bendice en Levítico 9,22; Deuteronomio 10,8; 21,5?

c) ¿Existe un lugar privilegiado para la bendición?

2. La bendición de Aarón, de Números 6,22-27, pertenece a la tradición sacerdotal. He aquí su texto, tomado de la edición de la Biblia de Jerusalén:

«22 Habló Yahvéh a Moisés y le dijo:
23 Habla a Aarón y a sus hijos y diles: Así habéis de bendecir a los hijos de Israel. Les diréis:
24 "Yahvéh te bendiga y te guarde;
25 ilumine Yahvéh su rostro sobre ti y te sea propicio;
26 Yahvéh te muestre su rostro y te conceda la paz (shalom)".
27 Que invoquen así mi nombre sobre los hijos de Israel, y yo los bendeciré».

a) ¿Qué llama la atención desde el punto de vista formal (duración, tono, gradación, núcleo esencial, aspectos accidentales...?

b) ¿Qué llama la atención en cuanto al contenido? ¿Qué es lo que se subraya especialmente?

c) Puede dialogarse en grupo sobre ello, al igual que sobre cuestiones como: ¿Qué he entendido? ¿Qué no he entendido? ¿Qué me dice a mí esta fórmula de bendición? Etc.

3. La bendición (Núm 6,24-26) tiene una construcción ternaria y rítmica. Las frases aumentan (en el texto original hebreo) de tres a cinco y, luego, a siete palabras.

a) ¿Cuál es el simbolismo de estos números?

b) ¿Cuántas veces se nombra a Yahvéh? ¿Cuántas veces se nombra su acción (verbos)?

c) ¿Por qué tenía Francisco cierta predilección por el simbolismo de esos números?

4. La bendición de Núm 6,24-26 era un privilegio de los sacerdotes de la tribu de Aarón. En la ofrenda matutina bendecían al pueblo con las manos extendidas (cf. Sir 50,14-21). «Que invoquen así mi nombre sobre los hijos de Israel» (Núm 6,26). Posteriormente, en las sinagogas, la bendición aaronítica sólo podían decirla los sacerdotes.

a) ¿Por qué esta limitación?

b) ¿Cómo puede cuidarse y profundizarse actualmente esta bendición, de modo que no se convierta en una fórmula empleada de manera arbitraria?

c) ¿Cuándo y por qué pueden (hoy en día) bendecir también los laicos?

5. ¿Qué personas, acontecimientos, frases me (nos) viene(n) a la mente cuando pienso (pensamos) en las bendiciones del Antiguo Testamento?

Esta visión general puede completarse teniendo en cuenta los siguientes lugares del Nuevo Testamento:

- Mc 10,16;
- Lc 10,5s; 24,50;
- Mt 5,44; 10,12; 25,34;
- Rom 12,14;
- 1 Cor 4,12;
- Gál 3,8s...

6. ¿Qué fórmulas de bendición (palabras y gestos) has vivido?

a) ¿Qué es lo que se te ha quedado más grabado?

b) ¿Qué formas siguen siendo significativas y deberían fomentarse? Una mirada al Bendicional podría ser sugerente a la hora de responder a esta pregunta.

7. La bendición a Abrahán lo convierte a él mismo en bendición: «Engrandeceré tu nombre, que servirá de bendición» (Gén 12,2).

Francisco, bendecido y marcado con las llagas, bendice a fray León.

a) ¿Quién logrará y podrá transmitir la bendición del Señor (cf. Sal 23,3-6)?

b) El padre Anselm Kraus califica como «caminos de bendición»:

- la mirada que bendice,
- la mano que bendice,
- la palabra que bendice,
- la oración que bendice.

«Quien sigue estos caminos se vuelve él mismo bendición».[5]

c) Cita ejemplos de personas de la Sagrada Escritura y de la tradición que han seguido estos caminos de bendición.

d) ¿Cómo puedo convertirme también yo en un puente de bendición parecido, y ser una bendición para los demás?

8. Escribe una carta de consolación a una persona enferma, o impedida, o triste...[6]

9. Haz una tarjeta de bendición, con la tau, al modo de la Bendición al hermano León.

10. La bendición de Aarón (Núm 6,22-27) usada por Francisco ha sido tomada también por Clara. Sorprende cómo bendición de ella es más larga, más solemne y más «feminista». Medita la Bendición de Santa Clara (BenCla) y confróntala con la de Francisco:

a) ¿Cuáles son sus diferencias?

b) ¿Cómo se muestra la maternidad espiritual?

c) ¿En qué sentido el texto refleja el lenguaje femenino?

d) ¿Cómo podríamos ser más sensibles a las formas lingüísticas según el ejemplo de santa Clara?[7]

NOTAS:

[1] R. Fischer, Das Tau-Kreuz und Franziskus, en Fidelis 71 (1984) 15-26; D. Worreux, Un symbole franciscain: Le Tau, Histoire, Théologie et Iconographie, París 1977, estudia el tema hasta el tiempo de las catacumbas y reproduce algunos ejemplos de tau; varios de éstos pueden verse, junto con 15 meditaciones sobre la tau, en H. Schneider, Leben im Zeichen des Tau, Aschaffenburg 1989.

[2] Cf. L. Lehmann, Das schriftliche Mahnwort des hl. Franziskus an alle Kleriker, en Wissenschaft und Weisheit 52 (1989) 147-178.

[3] Jacobus de Vorágine, Legenda aurea. Edición alemana de R. Benz, Jena 1925, 455, o bien, nueva edición, Colonia-Olten 1969, 257-272.

[4] H. Holtz, Ein tröstliches Pergament (Bildmeditation 6), Werl, Dietrich-Coelde-Verlag, 1988.

[5] A. Kraus, Den Spuren Christi und seines Dieners Franziskus folgen. Franziskanische Grundhaltungen. Con fotografías de María Hauser. Münsterschwarzach 1988, 127-137; J. Domek, Segen-Quelle heilender Kraft (Münsterschwarzacher Kleinschriften, 45) Münsterschwarzach 1988.

[6] Sobre el tema «consolar» en la Sagrada Escritura y en Francisco, puede verse A. Kraus, Den Spuren Christi..., 153-163; M. V. Triviño, Clara, Francisco y el consuelo, en Selecciones de Franciscanismo núm. 69 (1994) 464-474.

[7] Cf L. Lehmann, La bendición de santa Clara, en Selecciones de Franciscanismo núm. 69 (1994) 359-372.

[En Selecciones de Franciscanismo, vol. XXIII, n. 68 (1994) 191-200]

[En L. Lehmann, Francisco, maestro de oración, pp. 215-226]

Indice Capítulo siguiente

.