DIRECTORIO FRANCISCANO
La Oración de cada día

EL ROSARIO
Segundo misterio luminoso

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JESÚS Y MARÍA EN LAS BODAS DE CANÁ

Después del bautismo en el Jordán, Jesús empezó su ministerio público, y pronto lo siguieron los primeros discípulos.

Según refiere el evangelista San Juan, por aquel tiempo se celebraba una boda en Caná de Galilea, cerca de Nazaret, y estaba allí la madre de Jesús. Fue invitado también a la boda Jesús con sus discípulos. Y, como faltara el vino, le dice a Jesús su madre: «No tienen vino». Jesús le responde: «Mujer, ¿qué nos va a mí y a ti? Todavía no ha llegado mi hora». Dice su madre a los sirvientes: «Haced lo que él os diga».

Había allí seis tinajas de piedra, puestas para las purificaciones de los judíos, de unos cien litros cada una. Les dice Jesús: «Llenad las tinajas de agua». Y las llenaron hasta arriba. «Sacadlo ahora, les dice, y llevadlo al maestresala». Ellos se lo llevaron. Cuando el maestresala probó el agua convertida en vino, como ignoraba de dónde venía (los sirvientes, que habían sacado el agua, sí lo sabían), llama al novio y le dice: «Todos sirven primero el vino bueno y cuando ya todos están bebidos, el inferior. Pero tú has guardado el vino bueno hasta ahora».

Así, en Caná de Galilea, dio Jesús comienzo a sus signos. Y manifestó su gloria, y creyeron en él sus discípulos. Después bajó a Cafarnaúm con su madre y sus hermanos y sus discípulos, pero no se quedaron allí muchos días. Se acercaba la Pascua de los judíos y Jesús subió a Jerusalén.

Por todo ello, «Misterio de luz es el comienzo de los signos en Caná, cuando Cristo, transformando el agua en vino, abre el corazón de los discípulos a la fe gracias a la intervención de María, la primera creyente».

En este episodio podemos contemplar la primera intervención de María en la vida pública de Jesús, que pone de relieve su cooperación en la misión de su Hijo. El significado y el papel que asume la presencia de la Virgen se manifiestan cuando llega a faltar el vino. Ella, como experta y solícita ama de casa, inmediatamente se da cuenta e interviene para que no decaiga la alegría de todos y, en primer lugar, para ayudar a los esposos en su dificultad. Dirigiéndose a Jesús con las palabras: «No tienen vino», María le expresa su preocupación por esa situación, esperando una intervención que la resuelva, más precisamente, esperando un signo extraordinario, dado que Jesús no disponía de vino. Aquí la Virgen muestra una vez más su total disponibilidad a Dios. Ella que, en la Anunciación, creyendo en Jesús antes de verlo, había contribuido al prodigio de la concepción virginal, ahora, confiando en el poder de Jesús aún sin revelar, provoca su «primer signo», la prodigiosa transformación del agua en vino.

La presencia de Jesús en Caná manifiesta, además, el proyecto salvífico de Dios con respecto al matrimonio. En esa perspectiva, la carencia de vino se puede interpretar como una alusión a la falta de amor, que lamentablemente es una amenaza que se cierne a menudo sobre la unión conyugal. María pide a Jesús que intervenga en favor de todos los esposos, a quienes sólo un amor fundado en Dios puede librar de los peligros de la infidelidad, de la incomprensión y de las divisiones. La gracia del sacramento ofrece a los esposos esta fuerza superior de amor, que puede robustecer su compromiso de fidelidad incluso en las circunstancias difíciles (Juan Pablo II).

La respuesta de Jesús a su madre: «Mujer, ¿qué nos va a mí y a ti? Todavía no ha llegado mi hora», es difícil de comprender, y ha sido por eso objeto de las más variadas interpretaciones. En cualquier caso, el desarrollo de los acontecimientos nos muestra la confianza familiar entre madre e hijo, así como la profunda sintonía entre la confiada solicitud de María y la generosa condescendencia de Jesús.

La exhortación de María: «Haced lo que él os diga», conserva un valor siempre actual para los cristianos de todos los tiempos, y está destinada a renovar su efecto maravilloso en la vida de cada uno. Invita a una confianza sin vacilaciones, sobre todo cuando no se entienden el sentido y la utilidad de lo que Cristo pide.

Las palabras de María: «No tienen vino», nos invitan a meditar en la sensibilidad que deberíamos tener hacia las necesidades y carencias de los demás para contribuir por nuestra parte a llenarlas y presentárselas a Jesús.

Las otras palabras de la Virgen: «Haced lo que él os diga», nos inducen a la total confianza en Cristo como medio y camino necesarios para que Él obre en nosotros incluso lo extraordinario.

Las palabras de Jesús: «Llenad las tinajas de agua», nos indican que de ordinario Dios requiere nuestra colaboración, que hagamos lo que está de nuestra parte, aun cuando Él podría hacerlo todo sin necesitar de nosotros.

La contemplación de la gloria de Jesús, manifestada en este misterio, debe llevarnos a creer y confiar en Él, tanto más cuando contamos con la intercesión de su Madre.

Un Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria.

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