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22 de
septiembre |
. | El domingo día 28 de octubre de 2007, en la plaza de San Pedro, tuvo lugar la solemne beatificación de 498 mártires de la persecución religiosa en España en la década de 1930. Entre ellos figuran dos obispos, 24 sacerdotes diocesanos, 462 miembros de institutos de vida consagrada, un diácono, un subdiácono, un seminarista y siete laicos. Estos mártires fueron beatificados porque respondieron a la persecución con un testimonio de amor y perdonando a los que los mataban. Y perdón, reconciliación y diálogo fueron las palabras clave de los diversos momentos de la beatificación. Presidió la celebración, en nombre del Papa, el cardenal José Saraiva Martins, cmf, prefecto de la Congregación para las causas de los santos. Entre estos beatos se encuentran 22 franciscanos de la Provincia de Castilla encabezados por el beato Víctor Chumillas (16 de agosto), 7 franciscanos de la Provincia de Granada encabezados por el beato Félix Echevarría (22 de septiembre), y dos hermanas de las Franciscanas Hijas de la Misericordia, sor Catalina Caldés y sor Micaela Rullán (23 de julio). A la hora del Ángelus, después de la ceremonia de beatificación, el Santo Padre pronunció las siguientes palabras: «Queridos hermanos y hermanas: Esta mañana, aquí, en la plaza de San Pedro, han sido proclamados beatos 498 mártires asesinados en España en la década de 1930. Doy las gracias al cardenal José Saraiva Martins, prefecto de la Congregación para las causas de los santos, que ha presidido la celebración, y dirijo mi saludo cordial a los peregrinos que han venido para esta feliz circunstancia. La inscripción simultánea en el catálogo de los beatos de un número tan grande de mártires demuestra que el testimonio supremo de la sangre no es una excepción reservada solamente a algunas personas, sino una posibilidad real para todo el pueblo cristiano. En efecto, se trata de hombres y mujeres diversos por edad, vocación y condición social, que pagaron con la vida su fidelidad a Cristo y a su Iglesia. A ellos se aplican bien las palabras de san Pablo que resuenan en la liturgia de este domingo: "Yo estoy a punto de ser sacrificado y el momento de mi partida es inminente. He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe" (2 Tim 4,6-7). San Pablo, detenido en Roma, ve aproximarse su muerte y hace un balance lleno de agradecimiento y de esperanza. Está en paz con Dios y consigo mismo, y afronta serenamente la muerte, con la certeza de haber gastado toda su vida, sin escatimar nada, al servicio del Evangelio. (...) Damos gracias a Dios por el gran don de
estos testigos heroicos de la fe que, movidos exclusivamente por su amor a
Cristo, pagaron con su sangre su fidelidad a él y a su Iglesia. Con su
testimonio iluminan nuestro camino espiritual hacia la santidad, y nos alientan
a entregar nuestras vidas como ofrenda de amor a Dios y a los hermanos. Al
mismo tiempo, con sus palabras y gestos de perdón hacia sus
perseguidores, nos impulsan a trabajar incansablemente por la misericordia, la
reconciliación y la convivencia pacífica. Os invito de
corazón a fortalecer cada día más la comunión
eclesial, a ser testigos fieles del Evangelio en el mundo, sintiendo la dicha
de ser miembros vivos de la Iglesia, verdadera esposa de Cristo. Pidamos a los
nuevos beatos, por medio de la Virgen María, Reina de los
mártires, que intercedan por la Iglesia en España y en el mundo;
que la fecundidad de su martirio produzca abundantes frutos de vida cristiana
en los fieles y en las familias; que su sangre derramada sea semilla de santas
y numerosas vocaciones sacerdotales, religiosas y misioneras. ¡Que Dios os
bendiga!». [Cf. L'Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española, del 2-XI-07] MÁRTIRES
FRANCISCANOS El P. Félix Echevarría y sus compañeros, de la Provincia Franciscana de Granada (España) de Nuestra Señora de Regla, formaban la fraternidad del convento de Fuente Obejuna (Córdoba), cuando estalló la guerra civil de 1936-1939 en España. Los días 20 y 22 de julio de 1936, las autoridades de la ciudad realizaron varios registros en el convento con la excusa de buscar las armas allí escondidas. El día 27, so pretexto de protección de sus personas, sacaron a los frailes del convento, que al día siguiente fue saqueado por las turbas, y los tuvieron detenidos en las oficinas de Telégrafos, hasta ser conducidos el 14 de agosto sucesivo al palacio de la marquesa de Valdeloro, lugar convertido en prisión. El 20 de septiembre por la noche fueron trasladados en siete camiones, en compañía de 50 seglares, cuarenta y tres de los cuales fueron fusilados a pocos Km de la ciudad, mientras que los siete restantes y nuestros religiosos fueron trasladados al cercano pueblo de Azuaga (Badajoz) y encerrados en la cárcel. Fr. José María Azurmendi fue el primero en ser martirizado a tiros, en la misma cárcel, a mediodía del 21 de septiembre de 1936, por haber respondido «¡Viva Cristo Rey!» cuando le exigieron que blasfemara. Hacia las 9 de la noche cinco de los religiosos -Luis, Francisco, Antonio, Miguel y Simón- y los siete seglares sufrieron varios interrogatorios. Ante su negativa rotunda a blasfemar, los sacaron de la cárcel en grupos de a cuatro -en tres viajes de camioneta- atados de dos en dos, y los llevaron al cementerio de Azuaga, donde fueron martirizados en la madrugada del 22 de septiembre de 1936. Quedaba vivo en la cárcel el P. Félix Echevarría. Según confesión de un miliciano, intentaron por todos los medios hacerle blasfemar (le dieron dos palizas y dos tiros en las piernas, le sacaron los dos ojos, le cortaron una oreja y al final la lengua). Al no conseguirlo, acabaron con él rematándolo a culatazos de fusil en la boca y en la cabeza. Después de cuatro horas de agonía, murió mártir como los otros compañeros. BEATO FÉLIX ECHEVARRÍA El P. Félix Echevarría Gorostiaga nació en Ceánuri (Vizcaya) el 15 de julio de 1893. Era el mayor de seis hermanos, tres de los cuales serían sacerdotes y misioneros franciscanos. A los once años ingresó en el Colegio Seráfico de Regla en Chipiona (Cádiz), donde estudió las humanidades. Hecho el noviciado, emitió la profesión simple el 6 de septiembre de 1909; a continuación emprendió los estudios filosóficos y teológicos; el 7 de septiembre de 1912 hizo la profesión solemne y, terminados los estudios, fue ordenado de sacerdote el 16 de julio de 1916 por Mons. Francisco Cervera, Vicario Apostólico de Marruecos, en el Santuario de Nuestra Señora de Regla. La obediencia lo destinó primero a las fraternidades de Vélez-Málaga y Lebrija (Sevilla). Tras el Capítulo provincial de 1919, fue nombrado profesor y rector del Colegio Seráfico de Chipiona, a la vez que organista y maestro de coro del Santuario. En 1921 pasó a Estepa (Sevilla), y al año siguiente volvió a Chipiona como vicario del Colegio, director de la Orden Franciscana Seglar y de la Pía Unión de San Antonio; de 1922 a 1928 se dedicó, además, a la docencia de teología dogmática y de literatura universal y española. En cuantas tareas se le confiaron, por diversas y gravosas que fueran, demostró siempre una ejemplar dedicación y competencia. Fue el primer superior y rector del Colegio de San Pantaleón de Aras (Santander) que su Provincia abrió el 16 de noviembre de 1930, y permaneció en esos cargos hasta julio de 1932, permaneciendo luego allí otro año más como vicario. A su dedicación al colegio y a la comunidad, añadía siempre con generosidad el ejercicio de la predicación y de la administración de sacramentos, tanto en la iglesia conventual como en la parroquial. Nunca llegó a ver satisfecho su ferviente anhelo de ser misionero entre infieles, aunque logró pasar a la Misión de Marruecos el 16 de septiembre de 1933. Unas fiebres malignas, contraídas al llegar a Tetuán, lo obligaron a regresar a España en diciembre de 1933, primero a Estepa y, algunos días después, el 16 de los mismos, ya más recuperado, a Fuente Obejuna (Córdoba) como guardián o superior de aquel convento. Los dos años y medio restantes de su vida fueron una época muy brillante para él y para la Iglesia, entregándose totalmente a la asistencia de los grupos parroquiales, a la OFS, a la Pía Unión, a la juventud Antoniana, desarrollando una importante actividad pastoral desde el confesionario, y sobre todo desde el anuncio de la palabra, llegando a ser llamado por el obispo de Córdoba para que misionara por los pueblos de la diócesis. Fue detenido por los milicianos en Fuente Obejuna, y, sin juicio alguno, martirizado en Azuaga (Badajoz) el 22 de septiembre de 1936, a los 43 años de edad, 27 de religión y 20 de sacerdocio. BEATO JOSÉ MARÍA AZURMENDI El P. José María Azurmendi Larrínaga nació en Durango (Vizcaya) el 18 de agosto de 1870, y lo bautizaron en seguida porque, al parecer, peligraba su vida. Siendo todavía muy joven entró, con su hermano gemelo Agapito que no perseveró, en el Colegio de Nuestra Señora de Regla, de Chipiona (Cádiz). Allí hizo los estudios de humanidades, hasta que el 31 de enero de 1887 vistió el hábito franciscano; terminado el año de prueba, emitió la profesión de votos simples el 23 de febrero de 1888 y la de votos solemnes el 22 de julio de 1891. Fue ordenado de sacerdote el 30 de mayo de 1896 por el beato Marcelo Espínola, arzobispo de Sevilla. Por su delicada salud, permaneció algunos años en el Colegio de Regla, pero cuando se fundó el convento de Fuente Obejuna formó parte de su primera comunidad. En febrero de 1900 lo destinaron los superiores a la Custodia de Tierra Santa, en la que prestó sus servicios durante 13 años. Estuvo de familia en los conventos del Santo Sepulcro en Jerusalén, de Ain Karem, de Belén y de Nazaret, dedicado al culto de los santuarios y a guiar a los peregrinos que visitaban los Santos Lugares. El 31 de julio de 1902 lo nombraron maestro de estudiantes, que estaban en Belén, de donde pasó al noviciado de Nazaret del que fue nombrado segundo maestro en 1907. Poco después, en septiembre del mismo año, lo enviaron a Egipto como presidente del hospicio del Roseto, cercano a Alejandría, y de aquí pasó el año siguiente a Damieta, con el mismo oficio. Volvió a España el verano de 1913, y se reintegró al Colegio de Chipiona, pero sucesivamente lo enviaron a distintos conventos: Puente Genil, Lebrija y Coín. Estando en este último destino, tuvo que dejar el convento, después de poner a salvo parte del ajuar conventual, cuando la revuelta y quema de conventos de mayo de 1931. Luego la obediencia le dio nuevos destinos: Sanlúcar de Barrameda (capellán de las clarisas), Lebrija, Coín, y de nuevo Lebrija, hasta que, a principios de julio de 1936, marchó a Fuente Obejuna. Y aquí le sorprendió aquel mismo mes la guerra civil española. Pronto fue detenido y después asesinado a tiros en el patio de la cárcel de Azuaga (Badajoz), a mediodía del 21 de septiembre de 1936, por negarse a blasfemar contra Dios, y cayó al grito de «¡Viva Cristo Rey!». Tenía 66 años de edad, 49 de vida religiosa y 40 de sacerdocio. Fue el primero de este grupo en recibir la palma del martirio. BEATO FRANCISCO JESÚS CARLÉS El P. Francisco Jesús Carlés González nació en San Julián de Requejo (Pontevedra) el 14 de enero de 1894, y fue bautizado el mismo día, como era costumbre en las familias religiosas de entonces. A los quince años de edad ingresó en el Colegio de Misiones para Tierra Santa y Marruecos de Chipiona (Cádiz). Allí vistió el hábito franciscano el día de San José de 1909; un año más tarde, terminado el noviciado, hizo la profesión simple, y tres años después, en 1913, la solemne. Cursó todos los estudios eclesiásticos en el mismo Colegio, y recibió la ordenación sacerdotal en Córdoba el 2 de junio de 1917. Su primer destino fue el convento de Fuente Obejuna, en el que permaneció hasta que los superiores lo destinaron a Tierra Santa, adonde llegó el 26 de julio de 1922. En una primera época prestó servicio en el santuario del Santo Sepulcro en Jerusalén, en Belén y en San Juan in Montana de Ain Karem. Después los superiores lo enviaron a Siria, a estudiar el árabe en el colegio de Alepo; llegó a dominar esta lengua, así como el francés y el italiano. Habida cuenta de su preparación, lo nombraron coadjutor de Knaje, en la misma Siria, después coadjutor de Alepo y, en 1928, superior y párroco de la nueva residencia de Er-Ram. Permaneció en Siria hasta 1931, y luego lo trasladaron como párroco a San Juan in Montana, a 6 Km de Jerusalén, y allí permaneció tres años. En septiembre de 1934, habiendo cumplido doce años de servicio a la Custodia de Tierra Santa, regresó a España. Estuvo unos meses en el Colegio de Chipiona y, en mayo de 1934, marchó al que sería su último destino, Fuente Obejuna, de donde salió, junto con sus hermanos de comunidad, camino del martirio, que tuvo lugar en Azuaga (Badajoz) el 22 de septiembre de 1936. Tenía 42 años de edad, 26 de religión y 19 de sacerdocio. BEATO LUIS ECHEVARRÍA El P. Luis Echevarría Gorostiaga, hermano del beato Félix que encabeza de este grupo de mártires, nació en Ceánuri (Vizcaya) el 25 de agosto de 1895. Siguiendo el ejemplo de su hermano Félix, ingresó en el Colegio de Misiones de Chipiona, donde cursó los estudios de humanidades. Terminado ese ciclo, vistió el hábito franciscano el 7 de septiembre de 1912. Un año después, hecho el noviciado, emitió la profesión de votos simples, y el 17 de septiembre de 1916 la de votos solemnes. Cursados los estudios filosóficos y teológicos, fue ordenado de sacerdote en Cádiz el 29 de mayo de 1920. La primera tarea que le confiaron los superiores fue la de la enseñanza, que alternaba con la predicación, en la escuela del convento de Puente Genil (Córdoba), de la que lo nombraron director en 1922. Al año siguiente le llegó la obediencia del Ministro general de la Orden para que se incorporara a las misiones de Tierra Santa. Comenzó este nuevo servicio en el Santo Sepulcro de Jerusalén, al que llegó el 11 de julio de 1923; allí se le confió enseguida, como músico que era, el cargo de director del coro y del canto en el oficio divino nocturno, en el culto litúrgico y en las procesiones. Estos mismos oficios los ejerció de 1927 a 1929 en la Basílica de la Anunciación en Nazaret. Llegó a España de regreso el 10 de octubre de 1929, y fue destinado como profesor, primero a Puente Genil y después a Vélez-Málaga. Debido a la quema y destrucción de los conventos llevada a cabo en mayo de 1931, tuvo que abandonar el convento de Vélez-Málaga. Luego estuvo algún tiempo en Coín, y en enero de 1933 pasó al convento de Fuente Obejuna, como vicario de la comunidad. Su actividad apostólica se centró en la dirección de la Juventud antoniana y de las Hijas de María; en todos dejó una profunda huella de su gran talante franciscano. Además, fundó una biblioteca popular. En julio de 1936 volvió a experimentar los efectos de la persecución religiosa, que había probado ya en 1931, pero esta vez culminó con el martirio, junto a sus hermanos de comunidad, la madrugada del 22 de septiembre de 1936, en el cementerio de Azuaga (Badajoz). Tenía 41 años de edad, 24 de vida religiosa y 16 de sacerdocio. BEATO SIMÓN MIGUEL RODRÍGUEZ Fr. Simón Miguel nació en Villalcampo (Zamora) el 23 de noviembre de 1912, y al día siguiente fue bautizado y le pusieron de nombre Simón. Tenía dos tíos religiosos franciscanos en el Colegio de Misiones de Chipiona (Cádiz), y él, siguiendo su ejemplo, entró muy joven en el mismo Colegio y vistió por primera vez el hábito franciscano en calidad de postulante el 16 de enero de 1928. Más tarde, el 3 de diciembre de 1930, en Lebrija (Sevilla), comenzó el noviciado canónico como hermano laico y tomó el nombre de Fr. Simón Miguel. Los aciagos acontecimientos de mayo de 1931, con la quema de conventos, lo obligaron a interrumpir temporalmente el noviciado, que pudo proseguir meses después con la debida dispensa de la Santa Sede; finalmente pudo hacer la profesión de votos simples el 24 de junio 1932. A continuación lo destinaron al convento de Puente Genil, y poco después al de Fuente Obejuna, donde hizo la profesión solemne el 26 de junio 1935. Fue un religioso amante del trabajo, dócil, humilde y servicial, que atendía con esmero los diversos oficios domésticos de la fraternidad. Cuando estalló la persecución religiosa, fue detenido con los demás miembros de su comunidad, y con ellos asesinado junto al cementerio de Azuaga en la madrugada del 22 de septiembre de 1936. Tenía 23 años de edad. BEATO MIGUEL ZARRAGUA Fr. Miguel Zarragua Iturrizaga era el más anciano del grupo, seguido de cerca por el P. José María Azurmendi. Nació en Yurreta (Vizcaya) el 11 abril de 1870; sus padres, católicos fervientes, lo llevaron aquel mismo día a bautizar y le pusieron el nombre de León. A los diecinueve años dejó el mundo e ingresó en el Colegio de Misioneros de Chipiona (Cádiz), donde recibió el hábito franciscano como hermano laico el 6 de septiembre de 1889, circunstancia en la que tomó el nombre de Miguel. Al año siguiente, cumplido el noviciado, hizo la profesión de votos simples y, tres años después, el 9 de septiembre de 1893, la de votos solemnes. Permaneció aún dos años en el Colegio de Nuestra Señora de Regla, hasta que los superiores lo destinaron a la Misión de Marruecos, hacia la que partió el 24 de noviembre de 1895. En Marruecos permaneció casi once años ocupado en las tereas domésticas de las casas a que lo enviaron. El 10 de noviembre de 1906 volvió al Colegio de Chipiona. De 1911 a 1915 estuvo de familia en el convento de Lebrija (Sevilla), y luego regresó al de Chipiona, donde se distinguió, en 1918, por la heroica abnegación con que cuidaba a las muchas personas afectadas por la grave epidemia de gripe que aquel año causó tantas muertes en España y en otras partes del mundo. A principios de 1919 fue destinado al convento de Fuente Obejuna en el que permaneció hasta su muerte, encargado de la sacristía, siendo con su vida un hermano ejemplar para los frailes, y de gran edificación para los fieles. Era un modelo de hermano laico franciscano: humilde, afable, tenaz, tranquilo y sereno, marcado por una gran mansedumbre y dulzura seráfica, que le valieron tanto en Marruecos como en España fama de auténtica santidad. Coronó su santa vida del modo más digno y acorde con su espíritu: recibiendo la palma del martirio en el cementerio de Azuaga, al alba del día 22 de septiembre de 1936, cuando tenía 66 años de edad y 47 de vida religiosa. BEATO ANTONIO SÁEZ DE IBARRA Fr. Antonio Sáez de Ibarra y López de Arcaute nació en Hijona, provincia de Álava, el 25 de marzo de 1914; lo bautizaron al día siguiente y le pusieron el nombre de Ruperto. Siendo aún niño sintió la vocación franciscana y respondiendo a la misma pidió la admisión en la Orden de Hermanos Menores. Hizo los años de postulantado en el convento de Estepa (Sevilla), y el 17 de enero de 1931 vistió el hábito franciscano en el noviciado de Lebrija (Sevilla), cambiando su nombre de pila por el de Antonio. Debido a la quema de conventos que tuvo lugar en mayo de 1931, se vio obligado a interrumpir su noviciado; más tarde, con dispensa apostólica y supliendo los días perdidos, pudo finalmente hacer su profesión simple el 26 de agosto de 1932. Seguidamente lo enviaron al Colegio de Nuestra Señora de Regla en Chipiona para hacer los estudios de filosofía. Debido a una grave enfermedad de la garganta, y para que pudiera continuar ejerciendo el servicio del canto litúrgico que tanto amaba y en el que era verdaderamente brillante, por consejo de los médicos lo trasladaron al convento de Fuente Obejuna. Ya recuperado y cuando se disponía a regresar a Chipiona lleno de ilusión por continuar su formación y llegar al sacerdocio, le sorprendió la persecución religiosa de julio de 1936. Dios lo llamaba a dar el más alto testimonio de amor. Pronto fue apresado y sin razón martirizado con los demás frailes del convento el 22 de septiembre de 1936, en Azuaga (Badajoz), cuanto tenía 22 años de edad y llevaba 4 de vida religiosa. [Cf. María Encarnación González (ed.), Quiénes son y de dónde vienen, Madrid, Ed. Edice, 2007, 285-289]
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