DIRECTORIO FRANCISCANO
SANTORAL FRANCISCANO

16 de febrero
BEATA FELIPA MARERI (1195(?) - 1236)

.

Nació de la noble familia de los Mareri a finales del siglo XII cerca de Rieti (Italia). Tuvo la fortuna de ver y escuchar a san Francisco cuando, de viaje por el Valle de Rieti, se hospedaba en casa de sus padres. Movida por el ejemplo del Santo decidió consagrarse a Dios y, como sus familiares no aprobaban su propósito, huyó de casa y se refugió, con algunas compañeras, en una gruta de las montañas cercanas. Allí permaneció hasta que su sus hermanos le dieron, en 1228, el castillo de Borgo San Pietro y la iglesia aneja, donde se fue organizando la vida claustral siguiendo las normas y forma de vida que S. Francisco había dado a las clarisas de San Damián. El mismo Francisco encomendó al beato Rogerio de Todi el cuidado espiritual del monasterio, en el que se oraba y se trabajaba, se hacía apostolado y se ayudaba a los pobres. Felipa murió el 16 de febrero de 1236.

* * * * *

Felipa nació, a finales del siglo XII, hacia el año 1195, de la noble familia de los Mareri, en el castillo de su propiedad situado en San Pietro de Molito, hoy Borgo San Pietro, provincia de Rieti. La baronía de la familia Mareri se afianzó en el Cicolano a finales del siglo XII desde el castillo del que tomó su nombre. El fundador del linaje fue Felipe, que tuvo al menos cuatro hijos: Tomás, Gentil, Felipa y otra hija cuyo nombre desconocemos. El mayor incremento de la fama y fortuna de la familia se debió a Tomás, que fue un alto funcionario del emperador Federico II.

Orientada hacia la vida de perfección por san Francisco de Asís en los años 1221-1225, cuando el Santo, peregrino por el Valle de Rieti, se hospedaba en casa de sus padres, Felipa tomó de joven la decisión de consagrarse a Dios, y se mantuvo con tal firmeza en su propósito, que no consiguieron doblegar su voluntad ni las presiones de los parientes, ni las amenazas de su hermano Tomás, ni las ofertas y requerimientos de sus pretendientes.

Ante la actitud de sus familiares, Felipa, como años antes Clara de Asís, huyó de la casa paterna, y junto con su hermana y algunas compañeras se refugió en una gruta de los montes cercanos a su castillo, ahora llamada «Gruta de Santa Felipa», que adaptó con austeridad para sus fines y donde permaneció hasta que sus hermanos Tomás y Gentil, con acta notarial de fecha 18 de septiembre de 1228, le dieron el castillo de su propiedad de San Pietro de Molito y la antigua iglesia benedictina aneja. Allí se trasladaron Felipa y sus seguidoras, y en seguida comenzaron a organizar su vida claustral siguiendo la forma de vida y las normas que san Francisco había dado a santa Clara y a sus hermanas del monasterio de San Damián en Asís. El mismo san Francisco encomendó a uno de sus primeros compañeros, el beato Rogerio de Todi, la dirección espiritual de la Beata y de las clarisas del monasterio por ella fundado. A tal fin, Rogerio se trasladó al valle de Rieti, y allí permaneció, cumpliendo su misión, hasta la muerte de la Beata en 1236.

Este monasterio, bajo la guía de la beata Felipa, maestra de vida espiritual, y con el asesoramiento del beato Rogerio, hombre de gran fervor y no menor prudencia, se convirtió pronto en escuela de santidad. Ciertamente, la ocupación principal de la comunidad monástica era el culto y la alabanza de Dios, la vida litúrgica, la lectura y estudio de la Sagrada Escritura, la oración y contemplación. Pero, al mismo tiempo, el trabajo era tenido en gran consideración, lo mismo que el servicio a los pobres y el apostolado. En el monasterio se preparaban medicinas que luego se distribuían gratuitamente a los enfermos pobres. El fervor de la caridad en las palabras y en las obras, así como el estilo de vida de aquellas clarisas, con Felipa a la cabeza y todas siguiendo la estela del Santo de Asís, hicieron revivir la vida evangélica en el Valle de Rieti, como antes había sucedido en el Valle de Espoleto.

La beata Felipa murió en su monasterio el 16 de febrero de 1236. Pronto su tumba se convirtió en meta de peregrinaciones y empezaron a multiplicarse las gracias y los favores extraordinarios de Dios obtenidos por mediación de la Beata. Cuando en 1706 se hizo el reconocimiento de sus restos mortales, se vio que su corazón permanecía incorrupto, y se conserva aún hoy en un relicario de plata. Inocencio IV, en una bula de 1247, da a Felipa el título de "santa". Pero fue Pío VII quien, por bula de 30 de abril de 1806, confirmó su culto inmemorial y aprobó la misa y oficio en su honor.

El antiguo Borgo San Pietro y el monasterio de clarisas fundado por la beata Felipa el año 1228, quedaron sepultados, en 1940, bajo las aguas del nuevo lago artificial del Salto, a orillas del cual se han reconstruido tanto el monasterio como el pueblo. La capilla del siglo XIII, donde se custodiaban los restos de la Beata, se ha restaurado en la nueva iglesia con las mismas piedras medievales, y se ha decorado con los frescos que ya la adornaban en el antiguo monasterio.

[Cf. http://www.insieme.us/index.htm]

BEATA FELIPA MARERI (+1236)

Era natural de Cicoli, junto a Rieti, donde nace a finales del s. XII, hija del señor de Mareri.

Era muy joven cuando san Francisco de Asís se hospedó en su castillo y lo oyó predicar, quedando decidida a consagrar su virginidad a Jesucristo y renunciar a las cosas del mundo. Era una joven instruida y se dice que sabía hablar perfectamente en latín.

Su padre le ofrece un ventajoso matrimonio, pero ella responde que se quiere consagrar a Cristo, a lo que su padre y su hermano se niegan. Ella se corta el cabello, se pone un hábito burdo y huye de su casa a una montaña para llevar vida de ermitaña junto con unas amigas que tenían sus mismos ideales. Esto conmueve a su hermano, que la busca, le ofrece un viejo convento de su propiedad, se lo acondiciona y puede establecerse allí el grupo de amigas como una comunidad religiosa. Recordando a san Francisco, elige la regla de las clarisas.

Felipa vive en la más evangélica pobreza y sigue con perfección todas las normas de la vida religiosa hasta su santa muerte ocurrida el 16 de febrero de 1236. Su culto inmemorial fue confirmado por el papa Pío VII el 30 de abril de 1806.

[Año cristiano. Febrero. Madrid, BAC, 2003, pp. 351-352]

* * * * *

BEATA FELIPA MARERI (1190-1236)

Nació en Rieti en 1190, de familia noble. Creció piadosa, reflexiva e inteligente. Tuvo la dicha de ver con frecuencia a san Francisco de Asís, quien en sus peregrinaciones por el Valle de Rieti se hospedaba en casa de la familia Mareri. Le llamó la atención la asidua oración y el desprendimiento de las cosas que caracterizaban a san Francisco. Ella decidió seguirlo. Cuando su padre le propuso unas nupcias acordes con su nobleza, ella le dijo que sólo quería por esposo a Jesucristo. Esto le desencadenó una terrible persecución sobre todo por parte de su hermano Tomás. Ella permaneció firme. Finalmente, con algunas compañeras, se retiró a un eremitorio junto a la montaña vecina y comenzó una vida de soledad.

Conmovido Tomás por la firmeza de Felipa, le ofreció la iglesia de San Pedro en el antiguo monasterio que él había reparado. Felipa aceptó la propuesta y comenzó una vida claustral junto con otras compañeras, adoptando la Regla de las Damas pobres de Asís. Por un tiempo san Francisco dirigió a la pequeña comunidad, que luego encomendó a Fr. Rogerio de Todi, su discípulo. Pronto muchas jóvenes decidieron consagrarse a Dios bajo la dirección de la beata Felipa Mareri, quien, para las hermanas era más que abadesa, una madre amorosa, pronta a animarlas a la perfección, consolarlas en los sufrimientos. Siguiendo el ejemplo de san Francisco y del beato Rogerio, amó la pobreza, confió en la providencia. Postrada ante un gran crucifijo lloraba pensando en lo mucho que se ofendía al Señor, hacía penitencia e imploraba la misericordia de Dios. Una sobrina suya que había ingresado al monasterio, era raptada a la viva fuerza por su familia; con su oración logró que sus parientes no lograran moverla de la clausura.

Predijo su muerte con mucha anticipación. Reunió a sus hermanas en torno a su lecho de muerte, las exhortó a la oración, a la concordia, al amor a la pobreza seráfica: «No lloréis, hijas queridas, no lloréis sobre mí. Vuestra tristeza se convertirá en gozo, desde el Paraíso os ayudaré más. Deseo morir para poder vivir en Cristo, para que mi heredad esté en la tierra de los vivientes. Consolaos en el Señor. Perseverad en el servicio de Dios. Acordaos de todas las cosas que he hecho. La paz del Señor, que supera todo sentido, guarde vuestro corazón y vuestro cuerpo». Terminadas estas exhortaciones, se encomendó humildemente a Cristo Jesús. Fortalecida con la santa Eucaristía y los otros sacramentos, en presencia del beato Rogerio y de otros Hermanos Menores, entre las lágrimas de sus hermanas de religión, el 16 de febrero de 1236 pasó felizmente al Señor. Tenía 46 años. Concedió oficio y misa en su honor Pío VII el 29 de abril de 1806.

[Ferrini-Ramírez, Santos franciscanos para cada día. Asís, Ed. Porziuncola, 2000, pp. 53-54]

.