2004 - 2005: AÑO DE LA EUCARISTÍA
El domingo 17 de octubre de 2004, el
Vaticano y Guadalajara de México se unieron, gracias a la
televisión, en una misma celebración, presidida por Juan Pablo
II, con la que se inauguraba el Año de la Eucaristía.
Concluirá en octubre de 2005, cuando tendrá lugar en Roma el
Sínodo de los Obispos sobre este sacramento. En Guadalajara
(México) se clausuraba aquel día el Congreso Eucarístico
Internacional.
Para marcar el espíritu y ritmo de
la Iglesia católica en los próximos doce meses, el Santo Padre ha
escrito la Carta apostólica Mane nobiscum, Domine (Quédate
con nosotros, Señor), de treinta páginas, en la que recalca
que lo importante no será organizar acontecimientos espectaculares, sino
redescubrir el misterio más grande del cristianismo, la presencia real
de Jesús en la Eucaristía. «Si el fruto de este año
fuera sólo el de reavivar en todas las comunidades cristianas la
celebración de la misa dominical, y de incrementar la adoración
eucarística fuera de la misa -reconoce el Papa en su misiva-, este
año de gracia habría alcanzado un significativo
resultado».
El Pontífice confiesa que su mayor
ilusión sería ver cómo los fieles redescubren «el don
de la Eucaristía como luz y fuerza para vuestra vida cotidiana en el
mundo, en el ejercicio de las respectivas profesiones y en contacto con las
situaciones más diferentes». En particular, señala, la
Eucaristía ayuda a «vivir plenamente la belleza y la misión
de la familia».
Manifestaciones
públicas
La misiva pontificia transmite la
pasión de este Papa por este sacramento mediante el que Dios se hace
presente en la vida cotidiana de mujeres y hombres. Por eso, alienta
también las manifestaciones eucarísticas, como las procesiones
eucarísticas, en particular la del día del Corpus
Christi.
Son maneras de «testimoniar con
más fuerza la presencia de Dios en el mundo». Por ello, pide a los
católicos que no tengan «miedo de hablar de Dios y de llevar, con
la frente alta, los signos de la fe».
Ante cierto laicismo intolerante que
buscaría prohibir estas manifestaciones, el obispo de Roma señala
que «es equivocado pensar que la referencia pública a la fe puede
afectar a la justa autonomía del Estado y de las instituciones civiles,
o que incluso pueda alentar actitudes de intolerancia».
De hecho, Eucaristía significa
etimológicamente acción de gracias, y «quien
aprende a dar gracias como Cristo crucificado puede ser un mártir, pero
nunca un verdugo». Es urgente que esta acción de gracias
«tenga lugar sobre todo en nuestra cultura secularizada, que respira el
olvido de Dios y cultiva la autosuficiencia del hombre», propone el
Pontífice.
Escuela de paz
El Año de la Eucaristía es la
respuesta de este Papa al panorama internacional marcado por «oscuras
sombras de violencia y de sangre que no terminan de entristecernos».
«La imagen lacerada de nuestro mundo
-aclara-, que ha comenzado el nuevo milenio con el espectro del terrorismo y la
tragedia de la guerra, invita más que nunca a los cristianos a vivir la
Eucaristía como una gran escuela de paz».
«El cristiano que participa en la
Eucaristía aprende de ella a hacerse promotor de comunión, de paz
y de solidaridad», escribe el Papa, reconociendo que este sacramento lleva
a la edificación de «una sociedad más justa y
fraterna».
Por este motivo, el Papa quiere que
«este Año de la Eucaristía sea un período en el que
las comunidades se comprometan de manera especial a salir al paso, con
compromiso fraterno, de alguna de las muchas pobrezas de nuestro mundo».
«El criterio según el cual se
comprobará la autenticidad de nuestras celebraciones
eucarísticas» es el amor y la atención por quien
está en la necesidad, asegura el Santo Padre.
Nuevo documento
vaticano
La Carta apostólica, firmada por el
Papa el 7 de octubre, se concentra en los aspectos de la Eucaristía que
más apasionan a Juan Pablo II y que constituyen algunos de los impulsos
más grandes de estos últimos años de su pontificado.
No afronta cuestiones disciplinares o
consejos prácticos para la celebración de la Eucaristía.
Para esto, la Congregación para el Culto divino y la disciplina de los
sacramentos publicó, el 15 de octubre, el documento Año de la
Eucaristía: sugerencias y propuestas. El cardenal Francis
Arinzé, Prefecto de esta Congregación, en la rueda de prensa de
presentación de esta Carta apostólica, declaró que
«el Santo Padre reza para que este Año de la Eucaristía
pueda ser para todos una preciosa oportunidad para alcanzar una renovada
conciencia del incomparable tesoro que Cristo confió a su Iglesia.
Corresponde a los pastores de las Iglesias locales elaborar iniciativas
específicas. La Congregación para el Culto divino y la disciplina
de los sacramentos ofrecerá sugerencias útiles y propuestas. El
Santo Padre no pide que se hagan cosas extraordinarias, sino más bien
que todas las iniciativas estén caracterizadas por una gran profundidad
espiritual. Hay que dar prioridad a la misa dominical y a la adoración
eucarística fuera de la misa».
El cardenal Arinzé finalizó
su intervención afirmando que «el Papa exhorta a todos los miembros
de la Iglesia -obispos, sacerdotes y otros ministros, seminaristas,
consagrados, fieles laicos, en particular a los jóvenes- a que hagan lo
que les corresponde a favor del éxito de este Año
eucarístico. Pide a la Virgen María, a la que mira como su
modelo, que sea imitada también en su relación con este
Santísimo Misterio. Mientras la Iglesia entra en el Año de la
Eucaristía, en esta bella Carta apostólica Mane nobiscum,
Domine, firmada el 7 de octubre de 2004, encontramos nuestra guía,
la luz que nos ilumina, nuestra estrella, el aliento y la guía en
nuestro camino».
Jesús Colina. Roma
(en Alfa y Omega del
14-X-2004)