DIRECTORIO FRANCISCANO

Documentos Pontificios


S. S. Juan Pablo II

EL PRENOVICIADO
Discurso a los formadores capuchinos

Roma, jueves 23 de septiembre de 1993

 

Los participantes en el encuentro internacional de pastoral vocacional organizado por los Hermanos Menores Capuchinos y celebrado en Roma, fueron recibidos por el Papa el 23 de septiembre de 1993. Los religiosos eran 150 y procedían de 50 naciones de los distintos continentes. El Papa les dirigió el siguiente discurso, que tomamos de L'Osservatore Romano, edición semanal en lengua española, del 1-X-93.

Queridos hermanos:

1. Me alegra mucho acogeros con ocasión del congreso sobre la pastoral vocacional y el postulantado, que concluye un ciclo de cuatro congresos internacionales acerca de las diferentes etapas formativas de la vida religiosa según el carisma franciscano y capuchino.

Saludo cordialmente a vuestro ministro general, el padre Flavio Roberto Carraro, y le agradezco las amables palabras que me acaba de dirigir en nombre de todos. Os saludo también a cada uno de vosotros, queridos hermanos, que con vuestra presencia testimoniáis la perenne vitalidad espiritual de la vocación franciscana.

El trabajo que estáis realizando durante estos días es el signo de la constante solicitud de vuestra Orden capuchina para la misión delicada y fundamental del cuidado de las vocaciones y de la formación de los frailes.

Constituís un grupo significativo de hermanos, jóvenes en su mayoría, comprometidos en la pastoral vocacional, y procedéis de cincuenta naciones de los cinco continentes en representación de todas las Conferencias de la Orden. Os habéis reunido en Roma para reflexionar y trazar orientaciones sobre el tema del prenoviciado. Deseo expresaros mi cordial complacencia por vuestro deseo de profundizar en esta primera etapa formativa tan fundamental, con la finalidad de establecer las bases para un ingreso sereno y consciente en el noviciado y para la sucesiva fidelidad vocacional de los candidatos.

2. Sabéis bien cuán importante es hoy el cuidado pastoral de las vocaciones a los ministerios ordenados y a las diferentes formas de vida consagrada. En efecto, como ya señalé en el pasado, este es «el problema fundamental de la Iglesia» (Homilía del 10 de mayo de 1981; cf. L'Osservatore Romano, Ed. en lengua española, 17-V-1981, p. 2).

En cuanto al postulantado, en esta ocasión deseo recordar la indicación contenida en el Código de Derecho Canónico que dice que para la admisión en un instituto de vida consagrada se exige una «adecuada preparación» (can. 597, 2). A este propósito, es necesario tener presente que las instrucciones Renovationis causam (II, 4) y Potissimum institutioni (n. 42) afirman que la mayor parte de las dificultades que actualmente se encuentran en la formación de los novicios derivan de su insuficiente madurez en el momento de la admisión al noviciado.

Este congreso ofrece la oportunidad de subrayar algunos criterios fundamentales, que brotan de vuestro carisma particular y deben conducir a oportunas indicaciones prácticas para vuestro trabajo al servicio de toda la Orden.

Queridos hermanos, os exhorto a salvaguardar el valor central de la vida evangélica fraterna y a dedicar vuestra atención a la calidad más que a la cantidad de los candidatos. ¡Sed vosotros mismos una propuesta vocacional viviente! Manteneos en un estado de formación y renovación permanentes, a fin de que toda vuestra existencia y vuestras instituciones testimonien la grandeza de vuestra misión en la Iglesia.

No tengáis miedo de emplear vuestras mejores fuerzas en la formación, y sobre todo, en la necesaria preparación de los formadores. Para ello debéis promover la colaboración fraterna entre los responsables de las diversas provincias. Es preciso renovar los programas, los planes de formación y las decisiones prácticas, para que sean cada vez más fieles a vuestra espiritualidad, pues sólo de esta manera vuestro servicio a la Iglesia y a los hombres de hoy contribuirá a la obra de la nueva evangelización. El Señor no dejará de regalar nuevas vocaciones a vuestra fraternidad.

3. Queridos hermanos, llevo todavía en mi corazón la reciente experiencia del Alverna, verdaderamente sugestiva y conmovedora. De este vivo recuerdo surge espontáneamente la exhortación a amar y vivir en profundidad las intuiciones y exigencias de vuestro carisma franciscano. Las nuevas generaciones os seguirán y vuestros esfuerzos formativos serán eficaces en la medida en que vuestro ejemplo resplandezca como el de Francisco. «Pasan los siglos, y el santo de Asís nos habla como si viviera hoy... San Francisco ofrece con nitidez la imagen de un hombre auténtico, de un hombre realizado... y sigue ejerciendo una fascinación increíble» (Ángelus del 17 de septiembre de 1993), de cuya voz débil, pero fuerte por el poder del Evangelio, el mundo tiene nostalgia.

Encomendando a María, la Virgen fiel, Madre, maestra y modelo de toda vida consagrada, el camino de vuestra fidelidad a la vocación franciscana, os imparto a cada uno de vosotros mi bendición apostólica, que extiendo con gusto a los jóvenes que se encuentran en el camino vocacional y a vuestras fraternidades esparcidas por los cinco continentes.

[Selecciones de Franciscanismo, vol. XXIII, núm. 67 (1994) 12-14]

Herrera el Viejo: S. Buenaventura recibiendo el hábito de S. Francisco

 


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