DIRECTORIO FRANCISCANODocumentos Pontificios |
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Muy queridos hermanos: 1. Me siento invadido de franciscana alegría al encontrarme con vosotros, miembros del capítulo general convocado para actualizar las constituciones y para renovar los cargos electivos. En vosotros deseo saludar a todos vuestros hermanos, presentes y operantes en diversas partes del mundo con toda la riqueza y originalidad de vuestro carisma penitencial. Saludo ante todo al Ministro general y a su definitorio, augurándoles legítimas satisfacciones y felices resultados en el servicio de la Orden, copiosas obras de bien y frutos de santidad. 2. La celebración del capítulo general es un acontecimiento de gracia, cuyo director es el Espíritu Santo que ilumina, dispone los ánimos, plasma las mentes y otorga la fuerza necesaria para obrar. Signo de la unidad en la caridad (cf. can. 631,1), el capítulo general tiene la tarea de identificar y profundizar los valores característicos, de tutelar el patrimonio histórico-espiritual de la Orden y promover una conveniente renovación en sintonía con las cambiantes exigencias de los tiempos y de los lugares. Vuestras constituciones, actualizadas en el espíritu de la «Regla y vida de los hermanos y de las hermanas de la Tercera Orden de San Francisco», aprobada por mí el 8 de diciembre de 1982, y en conformidad con el nuevo «Código de Derecho Canónico», deben salvaguardar la fidelidad dinámica a vuestro carisma, sin añoranzas y sin compromisos, con plena confianza en el Espíritu. 3. La identidad evangélica y la misión eclesial de vuestra Orden exigen sensibilidad y discernimiento, para garantizar el primado de la vida espiritual y para saber hacer las opciones prioritarias en el plano del ser y en el del obrar. La Iglesia vigila para que los institutos crezcan y florezcan según el espíritu de los fundadores (cf. Lumen gentium, 45) y sus sanas tradiciones (cf. can. 578). 4. Vosotros sois conscientes de que vuestro fundador y padre, san Francisco de Asís, fue hombre del Evangelio y apóstol de la penitencia enseñada por Cristo. Acogiendo estímulos eficaces de las experiencias eclesiales anteriores y contemporáneas, el «Poverello» amaba definirse «penitente de Asís» (cf. TC 37) y con entusiasmo iba predicando la penitencia (cf. 1 Cel 23). Por iniciativa suya, bajo la clara moción del Espíritu, nació la Orden franciscana de la penitencia, posteriormente llamada «Tercera Orden de San Francisco» y gradualmente articulada en secular y regular. A esta última pertenecéis vosotros y, en tiempos posteriores, han venido a formar parte de ella centenares de institutos, tanto masculinos como femeninos. A sus seguidores en la «Orden de la penitencia» san Francisco propuso, en 1215 y luego en 1221, una forma de vida evangélica centrada en la metánoia, o conversión de corazón. Bienaventurados y benditos -exclamaba el Santo- aquellos que produzcan frutos dignos de penitencia (1CtaF 1,4). Vosotros, queridos hermanos, sois los afortunados herederos de esta espiritualidad penitencial que tantos frutos de santidad ha dado a la Iglesia en todo tiempo. 5. Es también característico de vuestro carisma el compromiso de las obras de misericordia, como servicio evangélico al alma y al cuerpo de los hermanos, es decir a toda la persona. Hoy, como ayer, sois interpelados por nuevas formas de pobreza y de marginación. Prestad atención al grito de los pobres y poned en juego toda vuestra generosidad, convirtiéndoos cada vez más al Dios vivo y al prójimo, pues las «obras de conversión» no se pueden separar de la sincera penitencia. 6. Vuestra «vida de penitencia», en su invisible binomio de conversión interior y obras concretas, está llamada hoy a convertirse en voz también de aquellos que no elevan su mirada a Dios, como lamenta el profeta (cf. Os 11,7), y se han encerrado en el estrecho horizonte de su egocentrismo, inmersos en las preocupaciones temporales. En efecto, vosotros, como advierte san Francisco, estáis llamados a hacer mucho más y cosas más grandes (cf. 2CtaF 36). 7. Bajo este aspecto, os felicito por vuestro compromiso misionero y por el dinamismo evangélico que anima a vuestra Orden, operosa en la humildad y en la fe sincera. Siempre y en todas partes vivid todas las fragantes palabras de nuestro Señor Jesucristo (cf. 2CtaF 2). Tened predilección por los pobres y los débiles, los enfermos y los mendigos del camino (cf. Regla y vida, n. 21). Dad constante testimonio de conversión evangélica y predicad ante todo con las obras, como recomienda san Francisco. 8. Sin embargo, no olvidéis que san Francisco, proponiendo a sus hijos las características de la vida penitencial, puso como cimiento de todo el edificio espiritual el mandamiento evangélico del amor (cf. 1CtaF 1,1). No hay verdadera conversión si el amor no plasma vuestros corazones antes de irradiarse a los hermanos. Más aún, las múltiples actividades que realizáis no son verdaderamente apostólicas ni vuestros servicios socio-caritativos pueden llamarse «obras de misericordia», si no brotan de un corazón que ama según Dios. Amaos, pues, «con obras y según la verdad» (1 Jn 3,18), sentíos constantemente hermanos y mostrad con las obras el amor que mutuamente os tenéis, como recordaba vuestro seráfico padre. 9. No puedo concluir sin recordar un acontecimiento de particular importancia para vuestra Orden y para todo el franciscanismo. Hace siete siglos, el 18 de agosto de 1289, mi predecesor y primer papa franciscano Nicolás IV promulgaba la Bula Supra montem sobre la «Regla y estilo de vida de los hermanos y de las hermanas de la Orden de la penitencia», aprobando así oficialmente el movimiento penitencial franciscano. Las diferentes celebraciones de este gozoso acontecimiento ayudarán a definir mejor vuestras lejanas raíces históricas y espirituales, estimulando al mismo tiempo renovados proyectos de testimonio y de acción apostólica sobre la estela de las sanas tradiciones. 10. Muchos de vosotros se preparan a volver al oasis de sus respectivas hermandades religiosas y a reanudar las actividades que les ha asignado la Providencia mediante la voluntad de sus superiores. Los miembros de la nueva curia general, en cambio, se ocuparán de llevar a la práctica, con vivo sentido de fidelidad y responsabilidad, las decisiones capitulares. Que os asista siempre el Espíritu de verdad y de amor, también por la especial intercesión de san Francisco y la materna protección de la Virgen de la Salud, que vela desde hace siglos por vuestra casa generalicia. Que os acompañe mi bendición apostólica, que extiendo a todos y cada uno de vuestros hermanos de la Orden. [Selecciones de Franciscanismo, vol. XVIII, núm. 54 (1989) 332-335] |
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