DIRECTORIO FRANCISCANO
Documentos Eclesiásticos

PARA UNA PASTORAL DE LA CULTURA (23-V-99)
Consejo Pontificio para la Cultura

 

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C O N C L U S I Ó N

Hacía una pastoral de la cultura renovada por la fuerza del Espíritu

39. La cultura entendida, a la luz del concilio Vaticano II (cf. Gaudium et spes, 53-62), en su sentido más amplio, se presenta para la Iglesia, en el umbral del tercer milenio, como una dimensión fundamental de la pastoral, y «una auténtica pastoral de la cultura es decisiva para la nueva evangelización» (30). Resueltamente comprometidos en los caminos de una evangelización que alcanza los espíritus y los corazones y transforma, fecundándolas, todas las culturas, los pastores están llamados a discernir, a la luz del Espíritu Santo, los desafíos que surgen de culturas indiferentes, frecuentemente hostiles a la fe, así como también los valores culturales que constituyen los puntos de apoyo para anunciar el Evangelio. «Porque el Evangelio conduce la cultura a su perfección, y la cultura auténtica está abierta al Evangelio» (31).

Numerosos encuentros con obispos y hombres de cultura de diferentes campos -científico, tecnológico, educativo, artístico- han puesto de relieve lo que está en juego en esta pastoral, sus presupuestos y sus exigencias, sus obstáculos y sus puntos de apoyo, sus objetivos primordiales y sus medios privilegiados. La inmensidad de este campo de apostolado, en este «vastísimo areópago» (Redemptoris missio, 37) en la diversidad y complejidad de las áreas culturales, exige una cooperación en todos los niveles, desde la parroquia hasta la Conferencia episcopal, desde una región hasta un continente. El Consejo pontificio para la cultura, por su parte, y de acuerdo con el objetivo de su misión (32), trabaja incansablemente para favorecer esa cooperación y promover intercambios estimulantes e iniciativas adecuadas, especialmente en colaboración con los dicasterios de la Curia romana, las Conferencias episcopales, los organismos católicos internacionales, universitarios, históricos, filosóficos, teológicos, científicos, artísticos, intelectuales, y también con las Academias pontificias (33) y los centros culturales católicos (34).

«Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado» (Mt 28,19-20). En el camino indicado por el Señor, la pastoral de la cultura, estrechamente unida al testimonio de fe personal y comunitario de los cristianos, se inscribe en la misión de anunciar la buena nueva del Evangelio a todos los hombres de todos los tiempos, como medio privilegiado de evangelizar las culturas y de inculturar la fe. «Es ésta una exigencia que ha marcado todo su camino histórico, pero hoy es particularmente aguda y urgente (...); requiere largo tiempo (...). Es, pues, un proceso profundo y global (...). Es también un proceso difícil» (Redemptoris missio, 52). En vísperas del tercer milenio, ¿quién no ve la importancia fundamental de todo ello para el futuro de la Iglesia y del mundo? El anuncio del Evangelio de Cristo nos impulsa a constituir comunidades vivas de fe, profundamente insertadas en las diversas culturas y portadoras de esperanza, para promover una cultura de la verdad y del amor, en la que cada persona pueda responder plenamente a su vocación de hijo de Dios «en la plenitud de Cristo» (Ef 4,13). La urgencia de la pastoral de la cultura es grande; la tarea, gigantesca; las modalidades, múltiples; las posibilidades, inmensas, en el umbral del nuevo milenio después de dos mil años de la venida de Cristo, Hijo de Dios e hijo de María, cuyo mensaje de amor y de verdad responde con plenitud, más allá de toda expectativa, a la necesidad primordial de toda cultura humana. «La fe en Cristo da a las culturas una dimensión nueva, la de la esperanza en el reino de Dios. Los cristianos tienen la vocación de inscribir en el corazón de las culturas esta esperanza de una tierra nueva y unos cielos nuevos (...). El Evangelio, lejos de poner en peligro o de empobrecer las culturas, les da un suplemento de alegría y de belleza, de libertad y de sentido, de verdad y de bondad» (35).

En definitiva, la pastoral de la cultura, en sus múltiples expresiones, no tiene otro objetivo que ayudar a toda la Iglesia a cumplir su misión de anunciar el Evangelio. En el umbral del nuevo milenio, la palabra de Dios, con toda su fuerza, llama a «inspirar toda la existencia cristiana» (Tertio millennio adveniente, 36), ayuda al hombre a superar el drama del humanismo ateo y a crear un «nuevo humanismo» (Gaudium et spes, 55) capaz de suscitar, en todo el mundo, culturas transformadas por la prodigiosa novedad de Cristo, que «se ha hecho hombre para que el hombre se haga Dios» (36), se renueve a imagen de su Creador (cf. Col 3,10) y «a la medida del crecimiento del hombre nuevo» (cf. Ef 4,14) renueve todas las culturas con la fuerza creadora del Espíritu Santo, fuente inextinguible de belleza, amor y verdad.

Ciudad del Vaticano, 23 de mayo de 1999, solemnidad de Pentecostés.

Cardenal Paul POUPARD, Presidente
P. Bernard ARDURA, o.praem., Secretario


(30) Juan Pablo II, Discurso al Consejo pontificio para la cultura, 14 de marzo de 1997; L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 21 de marzo de 1997, p. 4.

(31) Ib.

(32) «Instituí el Consejo pontificio para la cultura con la finalidad de ayudar a la Iglesia a vivir el intercambio salvífico en el que la inculturación del Evangelio va acompañada por la evangelización de las culturas», Ib., n. 5.

(33) El Consejo de coordinación de las Academias pontificias, creado por Juan Pablo II el 6 de noviembre de 1995, promueve su contribución conjunta al humanismo cristiano en el umbral del nuevo milenio. En su primera sesión pública reunida bajo su presidencia, el 28 de noviembre de 1996, el Santo Padre anunció la creación de un premio anual de las Academias pontificias, destinado a apoyar los talentos y las iniciativas prometedoras para el humanismo cristiano, sus expresiones teológicas, filosóficas y artísticas. El Papa Juan Pablo II entregó este premio por primera vez en la segunda sesión pública de las Academias pontificias, el 3 de noviembre de 1997.

(34) Cf. la misión y la competencia confiadas al Consejo pontificio para la cultura: Juan Pablo II, Carta autógrafa constituyendo el Consejo pontificio para la cultura, 20 de mayo de 1982, AAS 74 (1982) 683-688, y motu proprio «Inde a pontificatus», 25 de marzo de 1993, AAS 85 (1993) 549-552.

(35) Juan Pablo II, Discurso al Consejo pontificio para la cultura, 14 de marzo de 1997; L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 21 de marzo de 1997, p. 4.

(36) San Atanasio, Sobre la encarnación del Verbo, 54, 3: PG 25,92; Sources Chrétiennes 199 (1973) 459.

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