![]() |
|
![]() |
DÍA 16 DE JULIO
|
. |
* * * San Antíoco. Era hermano de san Platón y sufrió el martirio en Anastasiópolis de Asia Menor (actual Turquía), en una fecha desconocida del siglo III-IV. San Atenógenes. Era corepíscopo y lo martirizaron arrojándolo al fuego en Sebaste de la antigua Armenia el año 305. Dejó a sus discípulos un himno sobre la divinidad del Espíritu Santo. San Helerio. Era un ermitaño de la isla de Jersey, en el Mar del Norte, que según la tradición fue martirizado por unos piratas en el siglo VI. Santa Lang Yangzhi y San Pablo Lang Fu. Son madre e hijo. Lang era una mujer china nacida en el paganismo. Se casó con un cristiano, se convirtió al cristianismo y se inscribió en el catecumenado para prepararse al bautismo. Pablo, su hijo, nació en 1893 y había sido bautizado de pequeño. El 16 de julio de 1900 los boxers llegaron a su pueblo Lüjiapo, en la provincia de Hebei (China). El marido pudo esconderse. Alguien dijo a los boxers que su casa era la de un cristiano. Arrestaron a la joven madre y la torturaron para hacerla apostatar, sin conseguirlo. La ataron a un árbol de la calle frente a su casa. Llegó el pequeño Pablo y lo ataron junto a su madre, la cual lo animó a sufrir por Cristo. Los bóxers incendiaron la casa, mataron a madre e hijo con sus lanzas y arrojaron sus cuerpos a las llamas. Santos Monulfo y Gondulfo. En Maastricht, región del río Mosa, en los Países Bajos, se hace memoria de estos dos santos, obispos en el siglo VI/VII. Santa Reinilde y los Santos Grimoaldo e Gondulfo. Dice la tradición que Reinilde era hija de un conde merovingio y que en su juventud decidió consagrarse totalmente al Señor, pero sin hacerse monja. Peregrinó a Tierra Santa, donde estuvo dos años. Grimoaldo era clérigo y Gondulfo laico, y los dos estaban al servicio de Reinilde y su familia. Los tres fueron fueron asesinados por unos salteadores en Saintes, cerca de Bruselas, el año 680. San Sisenando de Córdoba. San Eulogio de Córdoba cuenta que Sisenando era lusitano, que había ido a Córdoba a estudiar y que allí se le ordenó de diácono. Después del martirio de los santos Pedro y Walabonso y estimulado por su ejemplo, Sisenando acudió al cadí ante quien confesó su fe de cristiano. Lo encarcelaron y, al mantenerse firme en sus creencias, los musulmanes lo degollaron y arrojaron su cadáver el río Guadalquivir. Sisenando era joven y su martirio tuvo lugar el año 851. Santa Teresa Zhang Hezhi. Era una cristiana china de nacimiento, que había estado casada y había quedado viuda con varios hijos. Se escondió antes que llegaran los bóxers a su pueblo Zhangjiaji, provincia de Hebei (China), pero la localizaron y detuvieron. No consiguieron que apostatara de su fe, ni aun con torturas. La llevaron a la pagoda y rehusó adorar a los ídolos. Entonces la sacrificaron junto con un hijo y una hija suyos. Era el 16 de julio de 1900. Beatas Amada de Jesús y compañeras mártires. El 16 de julio de 1794, siete religiosas fueron guillotinadas en Orange (Francia) por quebrantar las leyes de la Revolución Francesa: «Todas ellas han propagado sin cesar el más peligroso fanatismo, han predicado la intolerancia y la superstición más horrible, y, refractarias a la ley, han rehusado prestar el juramento que la ley exige...», decía la sentencia de muerte. Estos son sus nombres: Amada de Jesús de Gordon, de pila María Rosa, nacida en Mondragón el año 1733, sacramentina de Bollène; María de Jesús Charansol, de pila Margarita Teresa, nacida en Richerenches el año 1758, sacramentina; María Ana de San Joaquín Béguin-Royal, nacida en Vals-Sainte-Marie el año 1736, sacramentina; María Ana de San Miguel Doux, nacida en Bollène el año 1739, ursulina; María Rosa de San Andrés Laye, nacida en Bollène el año 1728, ursulina; Dorotea Julia del Corazón de María, nacida en Bollène el año 1743, ursulina; y Magdalena Francisca del Santísimo Sacramento de Justamont, nacida en Bollène el año 1754, cisterciense. Beatos Andrés de Soveral, Domingo Carvalho y compañeros mártires. El cabeza del grupo, Andrés, nació en Sao Vicente (Sao Paulo, Brasil) el año 1572. A los 21 años ingresó en la Compañía de Jesús y en 1606, ordenado de sacerdote, lo enviaron a misionar por los poblados indígenas de Rio Grande do Norte. Más tarde dejó la Compañía. En 1614, ya como sacerdote diocesano, lo destinaron a la parroquia de Cunhaú (Natal, Brasil), y durante muchos años pudo ejercer su ministerio. El 16 de julio de 1645, cuando estaba diciendo misa para los fieles, un grupo de holandeses furibundos anticatólicos, junto con algunos indígenas, asaltaron la iglesia y masacraron al sacerdote y a los fieles. De entre éstos, 28 en total, sólo se ha podido identificar a Domingo, un seglar terrateniente. Beato Bartolomé Fernandes de los Mártires. Nació en Lisboa el año 1514. En 1528 ingresó en la Orden de Predicadores y, ordenado de sacerdote, se dedicó a la docencia en distintos conventos. Por indicación de fray Luis de Granada, fu nombrado arzobispo de Braga en 1559. Practicó la visita pastoral a su diócesis, evangelizó sin descanso, redactó un catecismo, publicó obras llenas de sabiduría espiritual y dio muestras de su espíritu reformador. Participó en el Concilio de Trento, en el que presentó proposiciones notables de reforma. En 1582 renunció a su sede y se retiró al convento dominico de Viana do Castelo, donde murió en 1590. Fue beatificado el año 2001. Beata Irmengarda de Chiemsee. Nació en Ratisbona (Alemania) hacia el año 832. Era descendiente de Carlomagno e hija del rey Luis el Germánico y su esposa Emma. Desde joven se consagró al Señor y su padre, que apoyaba tal decisión, la nombró primero abadesa del monasterio de Buchau y luego de la abadía real de Chiemsee en Baviera. Destacó por su piedad, austeridad y espíritu de penitencia. Procuró siempre el mayor bien de sus religiosas y las animó con su ejemplo de entrega plena a Dios, viviendo con perfección la totalidad de la Regla de San Benito. Murió en el monasterio de Frauenwörth, junto al lago Chiemsee, el año 866. Beatos Juan Sugar y Roberto Grissold. Estos mártires fueron ahorcados y descuartizados en Warwick (Inglatrerra) en 1604, bajo el reinado de Jacobo I, porque, en definitiva, prefirieron dar la vida por Dios antes que renegar de la Iglesia de Jesucristo. Juan había nacido en Wambourne, fue primero ministro protestante, se convirtió al catolicismo, estudió en Douai (Francia) y se ordenó de sacerdote. En 1601 volvió a Inglaterra y estuvo ejerciendo su ministerio en distintos condados. Lo detuvieron en julio de 1603 junto con Roberto. Lo condenaron a muerte por haber recibido la ordenación sacerdotal en el extranjero y haber entrado luego en Inglaterra. Afrontó el martirio con alegría. Roberto nació en Rowington hacia el año 1575. Era un católico seglar fervoroso, que no tenía reparo en ayudar a los sacerdotes católicos. Lo detuvieron cuando acompañaba al P. Juan Sugar. Por tres veces habría podido escaparse, pero no quiso apartarse del P. Juan. Se negó a ir a una iglesia protestante. Beato Simón da Costa. Es el último mártir del grupo del beato Ignacio de Azevedo (cf. 15 de julio) que fueron asaltados cuando viajaban en la nave Santiago rumbo a Brasil. A Simón, por su aspecto, lo consdieraron persona principal y no lo mataron en el acto sino que lo llevaron al galeón del capitán. Allí, preguntado al respecto, manifestó que era católico y jesuita, y esto le costó la vida el 16 de julio de 1570. Simón había nacido en Oporto (Portugal) el año 1542 y había ingresado en la Compañía de Jesús como hermano coadjutor. PARA TENER EL ESPÍRITU DE ORACIÓN Y DEVOCIÓN Pensamiento bíblico: Después del anuncio del ángel: «Los pastores fueron corriendo a Belén y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que se les había dicho de aquel niño. Todos los que lo oían se admiraban de lo que les habían dicho los pastores. María, por su parte, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón» (Lc 2,16-19). Pensamiento franciscano: Después de recomendar la pobreza a sus frailes, les dice san Francisco: «Esta es aquella eminencia de la altísima pobreza, que a vosotros os ha constituido herederos y reyes del reino de los cielos, os ha hecho pobres de cosas, os ha sublimado en virtudes. Esta sea vuestra porción, que conduce a la tierra de los vivientes. Adhiriéndoos totalmente a ella, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, ninguna otra cosa jamás queráis tener debajo del cielo» (2 R 6,4-6). Orar con la Iglesia: Oremos al Señor, nuestro Dios, implorando la intercesión de la Virgen María, nuestra Señora del Carmen. -Por la Iglesia, que contempla en María la imagen radiante de la nueva humanidad salvada en Cristo: para que sea santa y misericordiosa. -Por todos los que sufren y se encuentran en cualquier necesidad: para que experimenten la cercanía de la Virgen y la ayuda de los hermanos. -Por los navegantes y los trabajadores de la mar: para que María del Monte Carmelo alivie sus penalidades y los conduzca a buen puerto. -Por los enfermos y agonizantes: para que en su dolor y soledad se sientan en brazos de la Virgen Madre. -Por los difuntos necesitados de purificación: para que pronto gocen de la plenitud de la gloria de Cristo y de su Madre en el cielo. Oración: Escucha, Señor, nuestras súplicas, que te dirigimos confiando en la poderosa intercesión de santa María. Por el mismo Jesucristo, nuestro Señor. Amén. * * * ORACIÓN DE SU
SANTIDAD JUAN PABLO II 1. Te bendecimos, ¡oh Dios nuestro!,
Padre, Hijo y Espíritu Santo, 2. ¡Bendita Tú entre las
mujeres, Virgen María, En Ti, la llena de gracia, se refleja la
bondad de Dios Tú, la humilde sierva del
Señor, 3. ¡Santa María, Madre de
Cristo, Bajo tu amparo nos acogemos, 4. ¡Virgen del Carmen de Maipú,
A tu corazón de Madre encomiendo la
Iglesia 5. ¡Santa María de la
Esperanza, Extiende tu escapulario, como manto de
protección, 6. ¡Madre de la Iglesia y de todos los hombres! Inspira y conserva la fidelidad a Cristo
* * * MARÍA, ANTES DE
CONCEBIR CORPORALMENTE, Dios elige a una virgen de la descendencia real de David; y esta virgen, destinada a llevar en su seno el fruto de una sagrada fecundación, antes de concebir corporalmente a su prole, divina y humana a la vez, la concibió en su espíritu. Y para que no se espantara, ignorando los designios divinos, al observar en su cuerpo unos cambios inesperados, conoce, por la conversación con el ángel, lo que el Espíritu Santo ha de operar en ella. Y la que ha de ser Madre de Dios confía en que su virginidad ha de permanecer sin detrimento. ¿Por qué había de dudar de este nuevo género de concepción, si se le promete que el Altísimo pondrá en juego su poder? Su fe y su confianza quedan, además, confirmadas cuando el ángel le da una prueba de la eficacia maravillosa de este poder divino, haciéndole saber que Isabel ha obtenido también una inesperada fecundidad: el que es capaz de hacer concebir a una mujer estéril puede hacer lo mismo con una mujer virgen. Así, pues, el Verbo de Dios, que es Dios, el Hijo de Dios, que en el principio estaba junto a Dios, por medio del cual se hizo todo, y sin el cual no se hizo nada, se hace hombre para librar al hombre de la muerte eterna; se abaja hasta asumir nuestra pequeñez, sin menguar por ello su majestad, de tal modo que, permaneciendo lo que era y asumiendo lo que no era, une la auténtica condición de esclavo a su condición divina, por la que es igual al Padre; la unión que establece entre ambas naturalezas es tan admirable que ni la gloria de la divinidad absorbe la humanidad, ni la humanidad disminuye en nada la divinidad. Quedando, pues, a salvo el carácter propio de cada una de las naturalezas, y unidas ambas en una sola persona, la majestad asume la humildad, el poder la debilidad, la eternidad la mortalidad; y, para saldar la deuda contraída por nuestra condición pecadora, la naturaleza invulnerable se une a la naturaleza pasible, Dios verdadero y hombre verdadero se conjugan armoniosamente en la única persona del Señor; de este modo, tal como convenía para nuestro remedio, el único y mismo mediador entre Dios y los hombres pudo a la vez morir y resucitar, por la conjunción en él de esta doble condición. Con razón, pues, este nacimiento salvador había de dejar intacta la virginidad de la madre, ya que fue a la vez salvaguarda del pudor y alumbramiento de la verdad. Tal era, amadísimos, la clase de nacimiento que convenía a Cristo, fuerza y sabiduría de Dios; con él se mostró igual a nosotros por su humanidad, superior a nosotros por su divinidad. Si no hubiera sido Dios verdadero, no hubiera podido remediar nuestra situación; si no hubiera sido hombre verdadero, no hubiera podido darnos ejemplo. Por eso, al nacer el Señor, los ángeles cantan llenos de gozo: Gloria a Dios en el cielo, y proclaman: y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor. Ellos ven, en efecto, que la Jerusalén celestial se va edificando por medio de todas las naciones del orbe. ¿Cómo, pues, no habría de alegrarse la pequeñez humana ante esta obra inenarrable de la misericordia divina, cuando incluso los coros sublimes de los ángeles encontraban en ella un gozo tan intenso? * * * EL EVANGELIO DE SAN
FRANCISCO: Conmovido y seducido por la pobreza de Cristo pobre Los movimientos pauperistas del tiempo de Francisco veían el paradigma de su vida pobre en la vida de los apóstoles y la de la primitiva comunidad de Jerusalén. Francisco, en cambio, tenía ante sus ojos, sobre todo, la vida pobre de Cristo pobre. Esto es lo que conmovió e impresionó a este joven burgués y rico. Lo «alcanzó» tanto que en él produjo un profundo sentimiento de participación emocional y cordial. Jesús no es sólo el Mesías de los pobres. El Cristo es verdaderamente pobre. La pobreza no puede separarse de la persona, de la vida y de la acción salvadora de Cristo. La santa pobreza emerge por encima de todas las demás virtudes, al tiempo que es su fundamento, ya que «el mismo Hijo de Dios, "el Señor de las virtudes y el Rey de la gloria", sintió por ella una predilección especial, la buscó y la encontró "cuando realizaba la salvación en medio de la tierra"» (Sacrum Commercium 2). Cristo pobre cautivó el pensamiento de Francisco. A lo largo de su vida él se entregó a vivir según el ejemplo suyo. «Por eso, el bendito Francisco, como verdadero imitador y discípulo del Salvador, en los comienzos de su conversión se entregó con gran amor a la búsqueda de la santa pobreza, deseoso de encontrarla y decidido a hacerla suya» (SC 4). Francisco se mueve plenamente en sus sentimientos desde los sentimientos de Cristo Jesús pobre y despojado (Flp 2,5-8). No ha sido una teología sistemática, reflexionada y ofrecida por él, sino el encuentro personal y determinante con Cristo lo que ha llevado a Francisco a vivir y a enseñar así. Desde el espíritu y la vida de Cristo, la pobreza evangélica despliega todo su significado y sentido histórico y salvífico. Lo que a él le ha sido revelado como «forma de vida», él lo ofrece a sus hermanos como experiencia a hacer. Con una desconcertante frescura nos sorprende en la vida de Francisco la iniciativa de Dios. La fuente inagotable, invisible y, a la vez, deslumbrante, de su vocación, de su invitación y de su inaudito protagonismo es el corazón abierto de Dios amor, de Dios salvador y de Dios señor y dador de vida. Francisco sabía que lo más que le puede pasar a un hombre se llama Dios. Fue Él el que lo llamó por su nombre. Fue Él quien primero lo amó. Francisco estaba inundado del sol nuevo de aquella mañana que se alzó en su vida torturada y perdida cuando él se decidió a responder gozosamente a Aquel que lo llamaba desde el Crucifijo de San Damián: «De muy buena gana lo haré, Señor» (TC 13). La conciencia que él tiene de sí mismo y de sus hermanos es de que «para esto os ha enviado el Hijo de Dios al mundo entero, para que de palabra y de obra deis testimonio de su voz y hagáis saber a todos que no hay omnipotente sino él» (CtaO 9). Francisco, antes rico y elegante, ahora andrajoso y feliz, permanece fiel a su identidad de ser voz de Cristo, su mensajero, su heraldo, también cuando los ladrones lo encuentren cantando por el bosque en lengua francesa alabanzas al Señor. Él, como hombre que ha nacido otra vez, responde: «Soy el pregonero del gran Rey», y «sacudiéndose la nieve, de un salto se puso fuera de la hoya, a donde lo habían arrojado, y, reventando de gozo, comenzó a proclamar a plena voz, por los bosques, las alabanzas del Creador de todas las cosas» (1 Cel 16). El encuentro con Jesucristo fue tan conmovedor, que la vida de Francisco anduvo al ritmo de la juventud de Dios. Esta fuente de agua viva, que le fue dada gratis (Jn 4,10.14), hizo que él y sus hermanos se percibiesen como «un nuevo y pequeño pueblo», que se siente contento con tener solamente a Jesucristo, Altísimo y Glorioso (EP 26). Tal es su contento que no quiere tener ninguna otra cosa bajo el cielo, al haber elegido él y sus hermanos la dicha y bienaventuranza de la altísima pobreza, que es la persona de Jesucristo, exclusivamente y para siempre (2 R 6,2-7). La felicidad de este hombre pobre lo convierte a él y a sus hermanos en «juglares de Dios, el Señor», capaces de cantar desde la Palabra de Dios todas las demás palabras, descubiertas y oídas en el misterio de las criaturas y en el corazón de los hombres, a los que desean, como única recompensa, que acepten la dicha de vivir en la conversión sincera, abiertos al gozo espiritual. |
. |
|