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| DÍA 13 DE JUNIO
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* * * Santos Agustín Phan Viet Huy y Nicolás Bui Viet The. Estaban enrolados en el ejército imperial de Vietnam, cuando las autoridades decidieron acabar con los cristianos. Los arrestaron y los torturaron porque se negaban a apostatar. Entonces los drogaron y, en esas condiciones, pisotearon la cruz; después los liberaron como apóstatas. Una vez recuperados, pidieron al emperador Minh Mang ser juzgados de nuevo como cristianos, pues su apostasía no era verdadera. Se les volvió a plantear la alternativa de apostatar o morir, y de nuevo se negaron a abjurar de su fe. Llevados en barco a alta mar, los despedazaron y arrojaron sus cuerpos al agua para que los cristianos no los recogieran y los veneraran. Era el año 1839. San Aventino. Nació en Bagneres (Pirineos, Francia) y se consagró a la vida contemplativa en el Valle de Larboust, en los montes Pirineos, llevando vida eremítica. De vez en cuando visitaba los poblados cercanos y exhortaba a todos al amor del Señor. En una de las incursiones que hicieron los sarracenos por los Pirineos, lo encontraron y lo asesinaron, por lo que fue tenido desde el principio por mártir. Esto sucedió en torno al año 730, si bien algunos autores lo retrasan al siglo siguiente. San Ceteo (o Peregrino). Fue obispo de Amiterno (Abruzzo, Italia). Cuando los lombardos invadieron la región, lo acusaron falsamente de haber traicionado a la ciudad, por lo que lo condenaron a muerte y lo ahogaron en el río, hacia el año 600. San Eulogio. Siendo monje y sacerdote en Antioquía escribió algunas obras que le dieron prestigio. Entre el año 578 y el 580 fue elegido obispo de Alejandría, en Egipto. Fue un gran defensor de la ortodoxia y combatió las herejías de su tiempo, sobre todo el monofisismo, labor que realizó convocando sínodos y escribiendo libros. Se mantuvo en relación con el papa san Gregorio Magno, y se conservan las cartas que san Gregorio le dirigió. El Papa apreciaba la fortaleza y energía evangélica de Eulogio frente a todas las herejías. Murió en Alejandría el año 607. San Fándila de Córdoba. Nació en Guadix (España) y abrazó la vida religiosa en el monasterio de Tábanos, del que pasó al de San Salvador de Peñamelaria, donde se ordenó de sacerdote. Poco después de su ordenación, Mohamed I desencadenó la persecución contra los cristianos. Fándila se presentó espontáneamente al cadí, ante el que confesó su fe cristiana y rechazó el islamismo. Lo encarcelaron y fue decapitado en Córdoba el año 853. Santa Felícula. Fue martirizada en el séptimo miliario de la Vía Ardeatina desde Roma, en una fecha incierta de la antigüedad cristiana. San Ramberto (o Ragneberto). Era hijo de una familia noble de Borgoña, recibió una esmerada educación, fue un joven piadoso y buen caballero, valeroso en la guerra. Por su sentido de la justicia, manifestó en público su desacuerdo con la conducta caprichosa y tiránica de Ebroino, maestro de palacio del reino de Neustria, quien no dudó en arrestarlo y condenarlo a muerte como enemigo público. La intervención del arzobispo de Rouen, san Audoeno, consiguió que la pena capital se conmutara por la de destierro. Ramberto fue deportado, pero Ebroino envió emisarios que lo asesinaron en el territorio de Lyon el año 680. San Salmodio. Ermitaño que vivió en los alrededores de Limoges (Francia) en el siglo VII. San Trifilio. Fue obispo de Leucosia, la actual Nicosia, en la isla de Chipre. Defendió con energía la fe católica definida en el Concilio de Nicea y, según nos refiere san Jerónimo, fue el orador más excelente en su época y un extraordinario comentador del Cantar de los Cantares. Murió el año 370. Beato Aquiles. Fue obispo de Alejandría en Egipto, insigne por su cultura, su fe, su forma de vida y sus costumbres. Murió el año 312. Beato Gerardo de Claraval. Era hermano de san Bernardo, mayor que él, y nació hacia el año 1088. Militar de profesión, hombre de pocas letras y de carácter extrovertido, no quiso acompañar a su hermano cuando éste entró en el Císter. Más tarde, recuperado de una herida grave, vistió el hábito monástico y acompañó a Bernardo cuando a éste lo nombraron abad de Claraval. Se ocupó de tareas manuales, entre ellas cuidar de las limosnas y auxiliar a los pobres, y libró a su hermano de muchas ocupaciones temporales. Era casi analfabeto, pero estaba dotado de una gran agudeza de entendimiento y de singular capacidad de discernimiento espiritual. Murió en el monasterio de Claraval (Borgoña, Francia) el año 1138. * * * Cf. más abajo los textos de la Misa y Oficio de San Antonio. * * *
PARA TENER EL ESPÍRITU DE ORACIÓN Y DEVOCIÓN Pensamiento bíblico: Después de su resurrección, Jesús se apareció a los Once y les dijo: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación». Ellos fueron y proclamaron el Evangelio por todas partes, y el Señor actuaba con ellos y confirmaba la palabra con los signos que los acompañaban (Mc 16,15.20). Pensamiento franciscano: Carta de san Francisco a san Antonio: -A fray Antonio, mi obispo, el hermano Francisco, salud. Me agrada que enseñes sagrada teología a los hermanos, con tal que, en el estudio de la misma, no apagues el espíritu de oración y devoción, como se contiene en la Regla. Orar con la Iglesia: Mientras celebramos la memoria de san Antonio, que hizo de su vida una entrega generosa al Evangelio, invoquemos la ayuda de Dios: -Para que la Iglesia promueva en todas partes la fidelidad al Evangelio como signo de amor a Dios y a los hombres. -Para que ayude a los pastores a guiar a sus comunidades con su vida y su ejemplo. -Para que todos los cristianos aprendamos a entender y resolver los problemas a la luz de la fe. -Para que el ejemplo de san Antonio contribuya a que todos, especialmente los jóvenes, se dejen llevar por el Espíritu en la búsqueda de la propia vocación. -Para que cuantos celebramos la santidad de san Antonio recibamos el auxilio de su intercesión. Oración: Dios todopoderoso, te rogamos, por intercesión de san Antonio, que nos concedas servirte con entrega generosa, amando a nuestros hermanos con amor incansable. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén. * * * SAN ANTONIO DE PADUA Solamente treinta y seis años duró su existencia terrena. Los primeros catorce los pasó en la escuela episcopal de su ciudad. A los 15 años pidió entrar en los Canónigos Regulares de San Agustín; a los 25 recibió la ordenación sacerdotal: diez años de vida caracterizados por la búsqueda diligente y activa de Dios, por el estudio intenso de la teología y por la maduración y el perfeccionamiento interior. Pero Dios seguía interrogando el espíritu del joven sacerdote Fernando, nombre que había recibido en la pila bautismal. En el monasterio de Santa Cruz, en Coimbra, conoció a un grupo de franciscanos de la primera hora, que, desde Asís, iban a Marruecos para testimoniar allí el Evangelio, incluso a costa del martirio. En aquella circunstancia el joven Fernando experimentó un anhelo nuevo: el de anunciar el Evangelio a los pueblos paganos, sin detenerse ante el riesgo de perder la vida. En el otoño de 1220 dejó su monasterio y comenzó a seguir al Poverello de Asís, tomando el nombre de Antonio. Partió, pues, hacia Marruecos, pero una grave enfermedad lo obligó a renunciar a su ideal misionero. Comenzó así el último período de su existencia, durante el cual Dios lo guió por caminos que jamás había pensado recorrer. Después de haberlo desarraigado de su tierra y de sus proyectos de evangelización de ultramar, Dios lo llevó a vivir el ideal de la forma de vida evangélica en tierra italiana. San Antonio vivió la experiencia franciscana sólo once años, pero asimiló hasta tal punto su ideal, que Cristo y el Evangelio se convirtieron para él en regla de vida encarnada en la realidad de todos los días. Dijo en un sermón: «Por ti hemos dejado todo y nos hemos hecho pobres. Pero dado que tú eres rico, te hemos seguido para que nos hagas ricos ( ). Te hemos seguido, como la criatura sigue al Creador, como los hijos al Padre, como los niños a la madre, como los hambrientos el pan, como los enfermos al médico, como los cansados la cama, como los exiliados la patria». Toda su predicación fue un anuncio continuo e incansable del Evangelio sin glosa.Anuncio verdadero, intrépido, límpido. La predicación era su modo de encender la fe en las almas, de purificarlas, consolarlas e iluminarlas. Construyó su vida en Cristo. Las virtudes evangélicas, y en especial la pobreza de espíritu, la mansedumbre, la humildad, la castidad, la misericordia y la valentía de la paz, eran los temas constantes de su predicación. Su testimonio fue tan luminoso, que en mi peregrinación a su santuario de Padua, el 12 de septiembre de 1982, también yo quise presentarlo a la Iglesia, como ya había hecho el papa Pío XII, con el título de hombre evangélico. En efecto, san Antonio enseñó de modo eminente a hacer de Cristo y del Evangelio un punto de referencia constante en la vida diaria y en las opciones morales privadas y públicas, sugiriendo a todos que alimenten de esa fuente su valentía para un anuncio coherente y atractivo del mensaje de la salvación. Precisamente porque estaba enamorado de Cristo y de su Evangelio, san Antonio «ilustraba con inteligencia de amor la divina sabiduría que había tomado de la lectura asidua de la sagrada Escritura» (Pío XII). La sagrada Escritura era para él la terra parturiens, que engendra la fe, funda la moral y atrae al alma con su dulzura. El alma, recogida en la meditación amorosa sobre la sagrada Escritura, se abre -según su expresión- al arcano de la divinidad. Durante su itinerario hacia Dios, Antonio alimentó su mente de este abismo arcano, encontrando allí sabiduría y doctrina, fuerza apostólica y esperanza, celo infatigable y caridad ferviente. De la sed de Dios y del anhelo de Cristo nace la teología que, para san Antonio, era irradiación del amor a Cristo: sabiduría de inestimable valor y ciencia de conocimiento, cántico nuevo que resuena suavemente en los oídos de Dios y renueva el espíritu. San Antonio vivió este método de estudio con una pasión que lo acompañó durante toda su vida franciscana. El mismo san Francisco lo había designado para enseñar la sagrada teología a los hermanos, recomendándole, sin embargo, que en dicha ocupación se cuidara de no extinguir el espíritu de oración y devoción. Usó todos los instrumentos científicos de entonces para profundizar el conocimiento de la verdad evangélica y hacer más comprensible su anuncio. El éxito de su predicación confirma que supo hablar con el mismo lenguaje de sus oyentes, logrando transmitir con eficacia los contenidos de la fe y haciendo que la cultura popular de su tiempo acogiera los valores del Evangelio. Los escritos de san Antonio, tan ricos en doctrina bíblica, y en los que abundan las exhortaciones espirituales y morales, son también hoy un modelo y una guía para la predicación. Entre otras cosas, muestran ampliamente hasta qué punto la enseñanza homilética, en la celebración litúrgica, puede hacer experimentar a los fieles la presencia operante de Cristo, que sigue anunciando el Evangelio a su pueblo para obtener su respuesta en la oración y en el canto (cf. SC 33). * * * SAN ANTONIO DE PADUA
(II) En sus sermones, san Antonio habla de la oración como de una relación de amor, que impulsa al hombre a conversar dulcemente con el Señor, creando una alegría inefable, que suavemente envuelve al alma en oración. San Antonio nos recuerda que la oración necesita un clima de silencio que no consiste en aislarse del ruido exterior, sino que es una experiencia interior, que busca liberarse de las distracciones provocadas por las preocupaciones del alma, creando el silencio en el alma misma. Según las enseñanzas de este insigne Doctor franciscano, la oración se articula en cuatro actitudes indispensables que, en el latín de san Antonio, se definen: obsecratio, oratio, postulatio, gratiarum actio. Podríamos traducirlas así: abrir confiadamente el propio corazón a Dios; este es el primer paso del orar, no simplemente captar una palabra, sino también abrir el corazón a la presencia de Dios; luego, conversar afectuosamente con él, viéndolo presente conmigo; y después, algo muy natural, presentarle nuestras necesidades; por último, alabarlo y darle gracias. En esta enseñanza de san Antonio sobre la oración observamos uno de los rasgos específicos de la teología franciscana, de la que fue el iniciador, a saber, el papel asignado al amor divino, que entra en la esfera de los afectos, de la voluntad, del corazón, y que también es la fuente de la que brota un conocimiento espiritual que sobrepasa todo conocimiento. De hecho, amando conocemos. Escribe también san Antonio: «La caridad es el alma de la fe, hace que esté viva; sin el amor, la fe muere» (Sermones II, Padua 1979, p. 37). Sólo un alma que reza puede avanzar en la vida espiritual: este es el objeto privilegiado de la predicación de san Antonio. Conoce bien los defectos de la naturaleza humana, nuestra tendencia a caer en el pecado; por eso exhorta continuamente a luchar contra la inclinación a la avidez, al orgullo, a la impureza y, en cambio, a practicar las virtudes de la pobreza, la generosidad, la humildad, la obediencia, la castidad y la pureza. A principios del siglo XIII, en el contexto del renacimiento de las ciudades y del florecimiento del comercio, crecía el número de personas insensibles a las necesidades de los pobres. Por ese motivo, san Antonio invita repetidamente a los fieles a pensar en la verdadera riqueza, la del corazón, que haciéndonos ser buenos y misericordiosos nos hace acumular tesoros para el cielo. «Oh ricos -así los exhorta- haced amigos... a los pobres, acogedlos en vuestras casas: luego serán ellos, los pobres, quienes os acogerán en los tabernáculos eternos, donde existe la belleza de la paz, la confianza de la seguridad, y la opulenta serenidad de la saciedad eterna» (ib., p. 29). ¿Acaso esta enseñanza no es muy importante también hoy, cuando la crisis financiera y los graves desequilibrios económicos empobrecen a no pocas personas, y crean condiciones de miseria? En mi encíclica Caritas in veritate recuerdo: «La economía tiene necesidad de la ética para su correcto funcionamiento; no de una ética cualquiera, sino de una ética amiga de la persona» (n. 45). San Antonio, siguiendo la escuela de san Francisco, pone siempre a Cristo en el centro de la vida y del pensamiento, de la acción y de la predicación. Este es otro rasgo típico de la teología franciscana: el cristocentrismo. Contempla de buen grado, e invita a contemplar, los misterios de la humanidad del Señor, el hombre Jesús, de modo particular el misterio de la Natividad, Dios que se ha hecho Niño, que se ha puesto en nuestras manos: un misterio que suscita sentimientos de amor y de gratitud hacia la bondad divina. Por una parte, la Natividad, un punto central del amor de Cristo por la humanidad, pero también la visión del Crucificado le inspira pensamientos de reconocimiento hacia Dios y de estima por la dignidad de la persona humana, para que todos, creyentes y no creyentes, puedan encontrar en el Crucificado y en su imagen un significado que enriquezca la vida. Escribe san Antonio: «Cristo, que es tu vida, está colgado delante de ti, para que tú mires en la cruz como en un espejo. Allí podrás conocer cuán mortales fueron tus heridas, que ninguna medicina habría podido curar, a no ser la de la sangre del Hijo de Dios. Si miras bien, podrás darte cuenta de cuán grandes son tu dignidad humana y tu valor... En ningún otro lugar el hombre puede comprender mejor lo que vale que mirándose en el espejo de la cruz» (Sermones III, pp. 213-214). Meditando estas palabras podemos comprender mejor la importancia de la imagen del Crucifijo para nuestra cultura, para nuestro humanismo nacido de la fe cristiana. Precisamente contemplando el Crucifijo vemos, como dice san Antonio, cuán grande es la dignidad humana y el valor del hombre. En ningún otro punto se puede comprender cuánto vale el hombre, precisamente porque Dios nos hace tan importantes, nos ve así tan importantes, que para él somos dignos de su sufrimiento; así toda la dignidad humana aparece en el espejo del Crucifijo y contemplarlo es siempre fuente del reconocimiento de la dignidad humana. Queridos amigos, que Antonio de Padua, tan venerado por los fieles, interceda por toda la Iglesia, y de modo especial por quienes se dedican a la predicación; pidamos al Señor que nos ayude a aprender un poco de este arte de san Antonio. Que los predicadores, inspirándose en su ejemplo, traten de unir una sólida y sana doctrina, una piedad sincera y fervorosa, y la eficacia en la comunicación. En este Año sacerdotal pidamos para que los sacerdotes y los diáconos desempeñen con solicitud este ministerio de anuncio y actualización de la Palabra de Dios a los fieles, sobre todo mediante las homilías litúrgicas. Que estas sean una presentación eficaz de la eterna belleza de Cristo, precisamente como san Antonio recomendaba: «Si predicas a Jesús, él ablanda los corazones duros; si lo invocas, endulzas las tentaciones amargas; si piensas en él, te ilumina el corazón; si lo lees, te sacia la mente» (Sermones III, p. 59). * * * EL OTRO SAN ANTONIO DE
PADUA Dada la popularidad alcanzada por san Antonio inmediatamente después de su muerte, no ha de extrañarnos que la piedad se apoderase de él como de ningún otro, idealizándolo y contorneándolo conforme a la función mediadora que se le fue asignando. Así es como se creó esa imagen de un fraile gentil y delicado, de rostro juvenil, imberbe, porque así lo prefería la piedad. Pero la biografía de la canonización, conocida con el nombre de Legenda Assidua, describe a san Antonio como corpulento y pesado; el reciente examen de su esqueleto ha confirmado ese dato: el santo era de complexión membruda y fuerte. Esa corpulencia fue agravada en los últimos dos años a causa de la hidropesía, que le producía opresiones alarmantes; fue la enfermedad que lo llevó al sepulcro. Las pinturas más antiguas, en efecto, transmitieron esa tradición fisonómica externa; así el fresco de Giotto en la basílica superior de Asís, donde Antonio aparece predicando al capítulo de los hermanos en Arlés, una tabla de la escuela de Giotto en Padua y algunas miniaturas de códices. A la corpulencia debía de corresponder una voz potente y clara, que se hacía oír de miles de personas en abierta campaña. Tenía el mentón amplio y una dentadura bien conservada, como aparece en los mismos restos. Su piel era, según el primer biógrafo, de color aceitunado, como la de muchos portugueses aun hoy día, pero rugosa, por efecto de sus penitencias y de las fiebres contraídas en aquel invierno africano, rumbo al martirio. Se le veía con el rostro y la mirada habitualmente elevados al cielo. Por lo que hace a la edad no existe una base crítica para precisarla, los historiadores colocan su nacimiento entre 1190 y 1195. Al morir podría tener unos 40 años, pero las arrugas de su piel y sus achaques le hacían parecer más entrado en años. Andando el tiempo, la piedad y, por lo tanto, la versión iconográfica, harían que el santo se sobrepusiera al hombre, más aún, que el taumaturgo se sobrepusiera al santo, el icono al retrato. Otro elemento interesante de la evolución seguida en la interpretación de la imagen de san Antonio es el de los símbolos iconográficos. Como es sabido, desde la Edad Media, cada santo ha venido siendo representado con un símbolo invariable, cuyo sentido conocía muy bien el pueblo fiel. En la iconografía antoniana los símbolos son varios y ha habido una evolución curiosa según las épocas. Primero, el santo era figurado con el libro en la mano; así lo vemos en la mayor parte de las pinturas y vidrieras de las basílicas inferior y superior de Asís y en otras imágenes del tiempo. El libro significa la Sagrada Escritura, y es también símbolo del magisterio ejercitado por el santo, según la idea que predominó en la canonización. [También se le representa con una llama en la otra mano, símbolo del ardor de su fe]. Contemporánea al símbolo del libro, aparece en la región véneta la representación del santo sentado, con una mesa o escritorio delante, sobre el nogal de Camposampiero, donde puso por escrito sus sermones. Es siempre la idea del maestro enseñando, como le conocieron sus hermanos de hábito. Sucesivamente, se abre paso, especialmente en el siglo XV, el símbolo del lirio (azucena), para significar la pureza virginal del santo, puesta de relieve en la primera biografía -victoria de Fernando adolescente- y en la bula de canonización. Finalmente, en pleno renacimiento prevalece el símbolo del niño Jesús en brazos del santo, o también sobre el libro. Responde a una visión que habría tenido, según fuentes biográficas tardías; fue pintada por Murillo en el conocido lienzo de la catedral de Sevilla. La razón principal de la popularidad de san Antonio es, sin duda, su fama de taumaturgo. A raíz de su muerte, fue una verdadera explosión de milagros de toda clase obtenidos por su intercesión. Esta realidad, que no ha cesado de ser actual en más de siete siglos y medio, inspiró el conocido responsorio de Julián de Espira: Si buscas milagros, mira, muerte y error desterrados, miseria y demonio huidos, leprosos y enfermos sanos... El autor de la primera biografía dio el sentido teológico de la misión taumatúrgica del santo de Padua en la Iglesia: «La vida de los santos se trasmite a la posteridad de los fieles para que, al oír los signos milagrosos obrados por Dios por medio de ellos, sea Dios quien reciba gloria siempre y en todo». La intercesión taumatúrgica de san Antonio no comprende solamente las curaciones milagrosas, sino también ese tejido de pequeñas contingencias que para la persona afectada pueden tener importancia vital: el hallazgo de una cosa perdida, el logro de un puesto de trabajo, el aprobado de un examen, la fortuna de encontrar novio [Extraído de Selecciones de Franciscanismo, vol. XXIV, n. 70 (1995) 71-85] * * *
TEXTOS DE LA MISA Antífona de entrada Lc 4, 18. Oración colecta PRIMERA LECTURA Lectura del libro de la Sabiduría 7, 7-14. Pedí y se me concedió la
prudencia; Y la preferí a los cetros y
tronos, Ni a la piedra más preciosa la
equiparé, La amé más que la salud y la
hermosura, Con ella me vinieron a la vez todos los
bienes, Y yo me regocijé con todos estos
bienes Con sencillez la aprendí y sin
envidia la comunico; Salmo responsorial Sal 39, 3-4. 10-11. 17. V/. He proclamado tu lealtad, Señor. Asentó mis pies sobre la roca, He proclamado tu salvación ante la
gran asamblea; Alégrense y gocen conmigo, SEGUNDA LECTURA Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Efesios 4, 7-15. Hermanos: A cada uno de nosotros se le ha
dado la gracia Por eso dice la Escritura: El «subió» supone que
había bajado Y él ha constituido a unos,
apóstoles, Para que ya no seamos niños Aleluya EVANGELIO Lectura del santo Evangelio según San Marcos 16, 15-20. En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once, y les dijo: -Id al mundo entero y proclamad el
Evangelio a toda la creación. El Señor Jesús,
después de hablarles, Oración de los fieles En este gozoso día de fiesta en el que el Señor exaltó a su humilde siervo Antonio, presentemos con confianza nuestras súplicas y plegarias a Dios Padre todopoderoso que escucha las oraciones de los humildes. -Por la santa Iglesia: para que se renueve
sin cesar y anuncie fielmente el Evangelio a los hombres de hoy. -Por la familia franciscana: para que,
siguiendo el ejemplo del bienaventurado Antonio, sepamos ser humildes y
sencillos testigos de Jesucristo, y llevemos al mundo de hoy el mensaje de paz
y bien. -Por todos los pueblos del mundo: para que
cesen las injusticias, la violencia y el odio, y llegue una paz justa a todos
los hombres. -Por los que sufren en el cuerpo o en el
espíritu: para que encuentren, por la intercesión de san Antonio,
el consuelo y el remedio a sus males. -Por los que celebramos esta fiesta: para
que seamos humildes, sencillos y puros, amemos fraternalmente a todos los
hombres y todas las criaturas. Altísimo, omnipotente, buen
Señor, Oración sobre las ofrendas Antífona de comunión 1 Cor 1,
23-24. Oración después de la
comunión Bendición solemne El Señor os bendiga y os guarde. Haga brillar su rostro sobre vosotros y os
conceda su favor. Vuelva su mirada a vosotros y os conceda la
paz. Y la bendición de Dios
todopoderoso,
LITURGIA DE LAS HORAS Nació en Lisboa a finales del siglo XII. Ingresó muy joven en los Canónigos Regulares de san Agustín. Luego de ordenarse de presbítero, pasó a la Orden de los Menores ansioso de propagar la fe entre los pueblos de África. No logró su intento. Estaba destinado a desplegar su apostolado y cosechar abundante fruto en varias regiones del mediodía de Francia y en Italia, infestadas por la herejía. Fue el primer profesor de teología de la Orden. Escribió sermones llenos de ciencia, elegancia y unción. Murió en Padua el año 1231. Lo canonizó Gregorio IX en 1232 y Pío XII lo proclamó doctor de la Iglesia con el título de «Evangélico». INVITATORIO Ant. Venid, adoremos al Rey de la gloria, Señor de los ejércitos. OFICIO DE LECTURA Himno Hermanos, venid gozosos Y del Seráfico Padre Hoy celebramos su fiesta Que Francisco nos enseña Gloria a Dios que es Uno y Trino, Salmodia Ant. 1. Desde su juventud caminó con rectitud, halló mucha sabiduría y progresó en ella. Salmo 20, 2-8. 14. Señor, el rey se alegra por tu
fuerza, Te adelantaste a bendecirlo con el
éxito, Tu victoria ha engrandecido su fama, Levántate, Señor, con tu
fuerza, Ant. Desde su juventud caminó con rectitud, halló mucha sabiduría y progresó en ella. Ant. 2. Se entregó a Dios de todo corazón y en tiempos violentos fue compasivo. Salmo 91 Es bueno dar gracias al Señor Tus acciones, Señor, son mi
alegría, Aunque germinen como hierba los
malvados Ant. Se entregó a Dios de todo corazón y en tiempos violentos fue compasivo. Ant. 3. El Señor lo puso como lumbrera y lo exaltó en medio de su pueblo. II Porque tus enemigos, Señor,
perecerán, El justo crecerá como una
palmera, en la vejez seguirá dando fruto Ant. El Señor lo puso como lumbrera y lo exaltó en medio de su pueblo.
V/. La lengua del justo es plata probada. PRIMERA LECTURA
La sabiduría es radiante e inmarcesible, la ven fácilmente los que la aman, y la encuentran los que la buscan; ella misma se da a conocer a los que la desean. Quien madruga por ella no se cansa: la encuentra sentada a la puerta. Meditar en ella es prudencia consumada, el que vela por ella pronto se ve libre de preocupaciones; ella misma va de un lado a otro buscando a los que la merecen; los aborda benigna por los caminos y les sale al paso en cada pensamiento. Supliqué y se me concedió la prudencia; invoqué y vino a mí el espíritu de sabiduría. La preferí a cetros y tronos, y, en su comparación, tuve en nada la riqueza. No le equiparé la piedra más preciosa, porque todo el oro, a su lado, es un poco de arena, y, junto a ella, la plata vale lo que el barro. La quise más que a la salud y a la belleza, y me propuse tenerla por luz, porque su resplandor no tiene ocaso. Con ella me vinieron todos los bienes juntos, en sus manos había riquezas incontables; de todas gocé, porque la sabiduría las trae, aunque yo no sabía que ella las engendra todas. Aprendí sin malicia, reparto sin envidia y no me guardo sus riquezas; porque es un tesoro inagotable para los hombres: los que la adquieren se atraen la amistad de Dios, porque el don de su enseñanza los recomienda. Que me conceda Dios saber expresarme y pensar como corresponde a ese don, pues él es el mentor de la sabiduría y quien marca el camino a los sabios. Responsorio R/. Le mostró el camino de la
sabiduría. * Su senda brilla como la aurora, se va esclareciendo hasta
que es de día. SEGUNDA LECTURA El que está lleno del Espíritu Santo habla diversas lenguas. Estas diversas lenguas son los diversos testimonios que da de Cristo, como por ejemplo la humildad, la pobreza, la paciencia y la obediencia, que son las palabras con que hablamos cuando los demás pueden verlas reflejadas en nuestra conducta. La palabra tiene fuerza cuando va acompañada de las obras. Cesen, por favor, las palabras y sean las obras quienes hablen. Estamos repletos de palabras, pero vacíos de obras, y, por esto, el Señor nos maldice como maldijo aquella higuera en la que no halló fruto, sino hojas tan sólo. «La norma del predicador -dice san Gregorio- es poner por obra lo que predica». En vano se esfuerza en propagar la doctrina cristiana el que la contradice con sus obras. Pero los apóstoles hablaban según el Espíritu les sugería. ¡Dichoso el que habla según le sugiere el Espíritu Santo y no según su propio sentir! Porque hay algunos que hablan movidos por su propio espíritu, roban las palabras de los demás y las proponen como suyas, atribuyéndoselas a sí mismos. De estos tales y de otros semejantes dice el Señor por boca de Jeremías: Aquí estoy yo contra los profetas que se roban mis palabras uno a otro. Aquí estoy yo contra los profetas -oráculo del Señor- que manejan la lengua para echar oráculos. Aquí estoy yo contra los profetas de sueños falsos -oráculo del Señor-, que los cuentan para extraviar a mi pueblo, con sus embustes y jactancias. Yo no los mandé ni los envié, por eso, son inútiles a mi pueblo -oráculo del Señor-. Hablemos, pues, según nos sugiera el Espíritu Santo, pidiéndole con humildad y devoción que infunda en nosotros su gracia, para que completemos el significado quincuagenario del día de Pentecostés, mediante el perfeccionamiento de nuestros cinco sentidos y la observancia de los diez mandamientos, y para que nos llenemos de la ráfaga de viento de la contrición, de manera que, encendidos e iluminados por los sagrados esplendores, podamos llegar a la contemplación del Dios uno y trino. Responsorio Himno Te Deum. Oración LAUDES Himno ¡Salve, Antonio, venerado El candor en ti rebosa Sagrario de la Escritura A ti los pobres se acercan Cristo solo es tu prodigio, ¡Honor a Cristo bendito, Salmodia Ant. 1. Todos se maravillaron de la sabiduría de sus palabras y glorificaron a Dios. Salmo 62 Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti
madrugo, ¡Cómo te contemplaba en el
santuario Toda mi vida te bendeciré En el lecho me acuerdo de ti Ant. Todos se maravillaron de la sabiduría de sus palabras y glorificaron a Dios. Ant. 2. El Señor hizo milagros en mi favor, y me escuchará cuando lo invoque. Cántico de los tres
jóvenes Criaturas todas del Señor, bendecid
al Señor, Angeles del Señor, bendecid al
Señor; Aguas del espacio, bendecid al
Señor; Sol y luna, bendecid al Señor; Lluvia y rocío, bendecid al
Señor; Fuego y calor, bendecid al
Señor; Rocíos y nevadas, bendecid al
Señor; Escarchas y nieves, bendecid al
Señor; Luz y tinieblas, bendecid al
Señor; Bendiga la tierra al Señor, Montes y cumbres, bendecid al
Señor; Manantiales, bendecid al Señor; Cetáceos y peces, bendecid al
Señor; Fieras y ganados, bendecid al
Señor, Hijos de los hombres, bendecid al
Señor; Sacerdotes del Señor, bendecid al
Señor; Almas y espíritus justos, bendecid
al Señor; Ananías, Azarías y Misael,
bendecid al Señor, Bendigamos al Padre y al Hijo con el
Espíritu Santo, Bendito el Señor en la bóveda
del cielo, Ant. El Señor hizo milagros en mi favor, y me escuchará cuando lo invoque. Ant. 3. Alabaré al Señor con mi corazón y con mis obras; daré gracias al que me enseñó. Salmo 149 Cantad al Señor un cántico
nuevo, Alabad su nombre con danzas, Que los fieles festejen su gloria para tomar venganza de los pueblos Ejecutar la sentencia dictada Ant. Alabaré al Señor con mi corazón y con mis obras; daré gracias al que me enseñó. Lectura
breve Is 61, 1-2. Responsorio breve Benedictus, Ant.Has honrado a tu siervo, Señor, y por su medio has obrado maravillas; tu nombre será glorificado. Cántico de
Zacarías Bendito sea el Señor, Dios de
Israel, Es la salvación que nos libra de
nuestros enemigos Para concedernos que, libres de temor, Y a ti, niño, te llamarán
profeta del Altísimo, Por la entrañable misericordia de
nuestro Dios, Benedictus, Ant. Has honrado a tu siervo, Señor, y por su medio has obrado maravillas; tu nombre será glorificado. Preces Pidamos a Dios Padre, fuente de toda
santidad, que nos ha mostrado en Cristo el camino de la salvación, y
digamos: Padre santo, que deseas que vivamos de una
manera digna buscando hoy tu beneplácito, Padre santo, que enviaste a tu Hijo al
mundo para evangelizar a los pobres, Padre santo, infunde en nuestros corazones
tu sabiduría, Padre santo, que a todos nos llamas a la
perfección en el amor, y quieres que seamos sal de la tierra y luz del
mundo, Padre santo, enséñanos a
descubrir tu presencia en todos los hombres, Padre nuestro. Oración HORA INTERMEDIA Las antífonas y los salmos, de la feria correspondiente. Tercia Lectura
breve Sb 6, 16-17. V/. Mi lengua anunciará tu justicia. Sexta Lectura
breveSb 8, 1-2. V/. El Señor le dio éxito en sus
trabajos. Nona Lectura
breve Sb 8, 5. 7. V/. El justo se alzará como azucena. VÍSPERAS Himno Cuando la tarde declina Y al celebrar a los santos Francisco quiso que fueran Hoy la plegaria que entona Gloria los santos celebren Salmodia Ant. 1. Amado de Dios y de los hombres: bendita es su memoria. Salmo 14 Señor, ¿quién puede
hospedarse en tu tienda El que procede honradamente el que no hace mal a su prójimo el que no retracta lo que juró El que así obra nunca fallará. Ant. Amado de Dios y de los hombres: bendita es su memoria. Ant. 2. Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero; sobre él he puesto mi espíritu. Salmo 111 Dichoso quien teme al Señor En su casa habrá riquezas y
abundancia, Dichoso el que se apiada y presta, No temerá las malas noticias, Reparte limosna a los pobres; El malvado, al verlo, se
irritará, Ant. Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero; sobre él he puesto mi espíritu. Ant. 3. El Señor me concedió lo que pedían mis labios, con mi lengua le daré gracias. Cántico del
Apocalipsis (15, 3-4) Grandes y maravillosas son tus obras, ¿Quién no temerá,
Señor, Ant. El Señor me concedió lo que pedían mis labios, con mi lengua le daré gracias. Lectura
breve Is 58, 10-11. Responsorio breve Magníficat, Ant. Oh doctor admirable, luz de la Iglesia santa, bienaventurado Antonio, fiel cumplidor de la ley, ruega por nosotros al Hijo de Dios. Cántico de la Virgen
María Proclama mi alma la grandeza del
Señor, Desde ahora me felicitarán todas las
generaciones, Él hace proezas con su brazo: Auxilia a Israel, su siervo, Magníficat, Ant. Oh doctor admirable, luz de la Iglesia santa, bienaventurado Antonio, fiel cumplidor de la ley, ruega por nosotros al Hijo de Dios. Preces Roguemos humildemente a Cristo,
Señor nuestro, fuente de vida y de santidad, y digámosle: Cristo, que enviaste a tus
discípulos por el mundo a predicar el Evangelio a toda criatura, Cristo, que continúas enviando al
mundo predicadores de la buena nueva y confirmas sus palabras, Cristo, que nos quieres colaboradores tuyos
en la construcción de un mundo mejor, Tú que llamas a los no creyentes al
seno de la Iglesia, Cristo Jesús, acoge a nuestros
hermanos difuntos, Padre nuestro. Oración
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